Confederación Nacional del Trabajo (CNT)
(Nota introductoria: Reproducimos uno de los acuerdos tomados en el congreso de constitución de la CNT, celebrado hace casi cien años -Barcelona, 30 de octubre a 1 de noviembre de 1910-. Sorprende que, después de pasado tanto tiempo, este texto resulta de lo más actual.)
La emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos. ¿Cuál es la única y verdadera interpretación que debe darse a esta frase?
(Nota introductoria: Reproducimos uno de los acuerdos tomados en el congreso de constitución de la CNT, celebrado hace casi cien años -Barcelona, 30 de octubre a 1 de noviembre de 1910-. Sorprende que, después de pasado tanto tiempo, este texto resulta de lo más actual.)
La emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos. ¿Cuál es la única y verdadera interpretación que debe darse a esta frase?
Como una obligación, como un imperativo, como una síntesis, como una concepción clara y terminante del futuro, la grandiosa Internacional proclamó y afirmó de rotunda manera que "la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos". Y de nadie más. Verdad axiomática, no necesitará demostración, como no la necesitan las verdades cuya fuerza probatoria surge de su propio enunciado.
Aquella Internacional de grato recuerdo y gloriosa vida, que fue simiente y riego fecundo, que trazó un mundo nuevo y dio ideas, luz para generaciones enteras, tiene en su haber como honra más meritoria y orgullo más encomiable, la noble sinceridad de sus principales hombres, quienes aun no siendo trabajadores manuales, tuvieron la franqueza de decir a los obreros de todo el mundo que la emancipación no podría venirle sino de ellos mismos, de su propio y personal esfuerzo.
¡Fuera engaños! ¡Fuera tutelas! Haga explosión la verdad en todos los cerebros y sépase de una vez para siempre que el trabajador no debe esperar nada de nadie, sino de sí mismo. La sinceridad de las declaraciones y procedimientos de las grandes figuras de la Internacional, resulta de una verdad paradójica, pues es chocante que haya habido hombres que a sí mismos se condenasen haciendo que los trabajadores sólo creyesen en sí mismos y supiesen de antemano que su emancipación no deberían esperar de ajena voluntad sino de su esfuerzo personal y colectivo.
Y es que si como hombres puede haber -y hay- muchos capaces de sentir como propia la causa de los trabajadores y hacer tanto por la emancipación de éstos como ellos mismos, como clase no es posible que los no pertenecientes a la obrera puedan tener interés hondo por la emancipación de. los asalariados. Esto no es todo. Cabe que haya quienes anhelen desaparezca del mundo la opresión y la miseria. Pero lo que no cabe es que sea verdad que haya quienes intenten emancipar a los trabajadores presentándose como tutores y procuradores de ellos.
Contra esas tutelas ponía en guardia la Internacional a los obreros al decirles que su emancipación tenía que ser la obra de ellos mismos, porque en realidad para emanciparse es preciso, indispensable, estar emancipado de todo tutor o procurador, que incompatibles son los tutelajes y la emancipación, ya que mientras no se esté emancipado del tutor se tiene quien le mande y lo domine y quien pueda engañarlo y explotarlo.
La emancipación es el resultado inmediato de la emancipación moral, y no alcanzará la primera el que moralmente siga siendo esclavo de éste o del otro individuo. Y esclavo es el que no piensa por sí, ni obra espontáneamente con arreglo a su raciocinio y por su esfuerzo directo.
Que los trabajadores de la Internacional tuvieron razón al advertir a los trabajadores que su emancipación había de ser su propia obra lo demuestra el hecho de que a pesar de la divulgación de ese axioma y de lo conocido que es en el mundo entero, aún hay millares y millares de trabajadores que confían en su emancipación mediante la labor de otros hombres -trabajadores o no-, empleando medios indirectos en vez del directo, explícitamente indicado en la frase que sirve de encabezamiento a este esbozo.
No es la obra de ellos mismos cuando encargan de su emancipación a otros; ni es posible se emancipen quienes empiezan por estar sometidos a las buenas o malas intenciones, a los acertados o disparatados actos de otros, a la voluntad perezosa o activa de los demás, a las conveniencias particulares o no de otros. La emancipación de los trabajadores ha de ser obra de ellos mismos; y agregaremos con Farga Pellicer "que esta afirmación está fundada en el hecho de que no hay institución ni clase social que por la obrera se interese"; todas las que del monopolio y de la explotación viven sólo procuran eternizar nuestra esclavitud.
Desde luego, se echa de ver que nadie puede tener interés en la emancipación de los trabajadores fuera de estos mismos, por cuanto que esa emancipación es de carácter económico y conseguida la cual caen forzosa e inevitablemente todos los privilegios, todas las ventajas de que en el actual régimen social disfrutan cuantos no son obreros. Y al decir esto no es posible olvidar que los obreros llamados intelectuales, sufren en su mayoría penurias parecidas a las de los manuales, pero como entre ellos se reclutan los políticos, los vividores de toda especie, escalando no pocos de los puestos de privilegio, en general no tienden a la destrucción del régimen y antes bien lo consolidan y aún procuran servirse de los manuales para esos encumbramientos que les hacen placentera y grata vida.
Raro es el obrero manual que se emancipa del salario dentro del régimen actual, y aunque hay quienes pasan de explotados a explotadores y de manuales a intelectuales y por lo consiguiente a privilegiados, a políticos, a empleados, a sostenedores del presente sistema político-social, en general se puede decir que sólo los obreros manuales son los verdaderamente interesados en la abolición de todos los privilegios, de toda explotación y de toda forma de opresión. Los obreros intelectuales que a un ideal individual de encumbramiento sustituyan el de emancipación colectiva pueden naturalmente formar en las filas de los manuales contribuyendo a la emancipación moral de los trabajadores con su inteligencia, pero siempre teniendo entendido que, pues la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos, ellos no han de figurar entre nosotros como nuestros emancipadores ni a ellos hemos de confiar nuestra emancipación que ha de ser -tiene que ser- nuestra propia obra.
La emancipación económica de los trabajadores es algo que nadie ha tenido en cuenta hasta que la Internacional la proclamó bravamente. Habráse podido tender a mermar el poderío de los señores feudales para robustecer el real; habráse podido disminuir el poder real en beneficio de las clases medias; habráse podido llegar a la República aboliéndose la autoridad de los monarcas, pero en todos esos cambios realizados mediante el esfuerzo de los trabajadores, que han sido el cuerpo y el brazo dirimidor de las contiendas, la situación económica del obrero ha seguido siempre lo mismo. Explotado ayer y hoy y siempre.
No se niega con esto el progreso moral e intelectual que los cambios políticos han acarreado para los trabajadores. Su esfuerzo para beneficiar a otras clases ha mejorado su condición y los han colocado en situación de hombres y en situación de poder anhelar su emancipación económica que era algo que permanecía nebuloso, algo que ha confundido en todos los tiempos -y aún hoy muchos confunden- con determinadas libertades políticas. Y si bien en todas las épocas hubo alzamientos de carácter económico, propósitos de implantar un sistema comunista de vida, en general esos propósitos tenían en su contra las tendencias autoritarias de los mismos rebeldes, su organización revolucionaria con caudillos y jefes.
Y no es posible la emancipación de los trabajadores en tanto éstos tengan un emancipador, un jefe, por cuanto que aun logrando vencer a los sustentadores del régimen, no harían más que instaurar otro régimen de privilegios en el que resultarían privilegiados los emancipadores, los jefes. Que no es posible abolir los privilegios con organismos en que el privilegio exista, por cuanto no es posible la emancipación sino como obra de los trabajadores mismos. La emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos. Tengamos esto presente los asalariados en todo momento.
[Tomado de https://www.nodo50.org/tierraylibertad/267.html#articulo6.]
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