Günther Anders (1902-1992)
*
Fragmentos extraídos de una entrevista imaginaria que se hizo a si mismo el filósofo
judío alemán G. A.
- Según cierto rumor, usted protesta en contra
de que lo llamen «pacifista». Comprenderá que ese rumor nos desconcierte, nos asuste
incluso.
° No
hace falta. Lo único que quiero decir, a lrechazar esa clasificación, es que quien
hoy en día siga llamándose «pacifista» parece suponer acríticamente que los objetivos
de la política de poder pueden alcanzarse también con métodos no pacíficos. Pero
como ése ya no es el caso, puesto que hoy en día cualquier guerra, o por lo menos
cualquier guerra entre potencias mundiales (aunque también los es tados pequeños
han alcanzado ya la «mayoría de edad nuclear»), desembocaría automáticamente, y
probablemente, al cabo de pocos minutos, en una catástrofe total: puesto que ‐como afirmé hace ya
varias décadas‐ no existe ya ningún objetivo bélico que no quedaría
destruido por los efectos de los medios bélicos empleados, porque cualquier efecto
sería incomparablemente mayor que cualquier objetivo concebible o deseable, por
todo ello no hay más alternativa que ser pacifista. La consigna, de todas maneras
falsa, de que «el fin justifica los medios», hoy en día deberíamos reemplazarla
por la noción verdadera de que «los medios destruyen los fines». Y porque esto es
así, ya no hay más alternativas que ser pacifista. Y por eso no lo soy. Donde ya
no hay alternativa, un término especial como el de «pacifista» se vuelve superfluo.
- ¿Usted llama «legítima defensa» a la
renuncia a la no violencia?
°
¿Por qué ese dubitativo “llamar”? ¡Es legítima defensa! Y puesto que la amenaza
es total y la posible destrucción es global, nuestra legítima defensa debe ser total
y global. Debe convertirse en la guerra de defensa de todos los amenazados. Y eso
quiere decir: de todos los seres humanos de hoy y de mañana.
- ¿En resumidas cuentas, usted está a
favor de la violencia?
° Estoy
a favor de la violencia como defensa legítima.
- ¿Eso es, emplear la violencia a fin de
superar la violencia?
° Exacto.Puesto
que no conocemos más que un solo objetivo, la conservación de la paz, esperamos
que después de la victoria (si es que la alcanzamos, de lo cual hemos de dudar permanentemente)
no tengamos ya necesidad de la violencia. Nosotros debemos emplear la violencia
sólo como un medio de los desesperados, como contra‐violencia, como algo provisional;
porque en última instancia no apunta sino al estado de no violencia. Pero mientras
los poderes establecidos sigan empleando la violencia contra nosotros, que no tenemos
poder alguno, a quienes ellos han privado deliberadamente de todo poder (y, por
tanto, contra los nietos que esperamos tener), sea mediante la amenaza de convertir
nuestras viviendas en ruinas infestadas de epidemias, sea mediante la construcción
de centrales energéticas pretendidamente inofensivas; mientras ellos sigan intentando
dominarnos o someternos a chantaje o humillarnos o aniquilarnos o mientras tan sólo
acepten la posibilidad de nuestra destrucción (¡pero ese «tansólo» ya es bastante!),
el estado de excepción nos seguirá obligando ‐y lo siento‐ a renunciar a la renuncia a la violencia propia. En otras
palabras: en ningún caso debemos abusar de nuestro amor a la paz ofreciendo a los
sin escrúpulos la posibilidad de aniquilarnos a nosotros y a nuestros descendientes.
Mirar cara a cara a ese peligro sin inmutarse y cruzarse de brazos al mismo tiempo,
como hace el noventa y nueve por ciento de nuestros congéneres, no es una muestra
de valor, ni siquiera de intrepidez, sino únicamente de humildad (disculpe esta
expresión indecente).
- ¿Qué quiere decir usted?
° Que
frente a los que no tienen escrúpulos no hay nada más indigno que la humildad.
- Así que ya no se puede contar con
usted como pacifista.
° Sí
que se puede. Pero para mí la paz no es un medio sino un fin; y no es un medio porque
la paz es el fin. No soporto seguir viendo que nosotros, que estamos amenazados
de muerte por los violentos, nosotros y nuestros descendientes, nos crucemos de
brazos y no nos atrevamos a emplear la violencia contra la violencia que nos amenaza.
Puesto que la afirmación de Hölderlin, que tanto gustan de citar los oradores domingueros,
de que allí donde amenaza el peligro también está cerca lo que salva simplemente
falsa (pues es sabido que en Auschwitz y en Hiroshima no se acercó nada que salvara),
nuestra tarea es intervenir para salvar: aniquilar el peligro poniendo en peligro
a los aniquiladores.
- ¿Ha acabado?
° No.
Una última frase, para que usted se la lleve como recuerdo: en los cementerios donde
yaceremos nosotros nadie llorará; porque los muertos no pueden llorar a los muertos.
[Párrafos
extraídos del folleto Sobre el fin del pacifismo, cuyo texto completo es
accesible en https://bibliotecalarevoltosa.files.wordpress.com/2010/09/texto-gc3bcnther-anders1.pdf.]
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