Vanessa Casado
Un mundo
ideal, en equidad, adaptando las reglas para que todo fuera más justo. Ojalá fuera
posible, pero sabemos que estamos muy lejos de ello. No solo porque cada una se
enfrenta en su día a día ante cientos de dificultades, penas y alegrías. Sino
porque por desgracia, no paran de repetirse dramáticos hechos, y la justicia no
duda en regalarnos a los oídos con sentencias sin escrúpulos y totalmente
surrealistas.
Y es que
somos mujeres... y por ello, se ven con la potestad de poder amenazarnos,
acosarnos, agredirnos, maltratarnos, juzgarnos, violarnos, matarnos...
Vivimos
en un sistema patriarcal a manos de políticos hipócritas, mentirosos y
manipuladores, así como de jueces que dictan sentencias que no nos dejan de
sorprender y decepcionar. Poderes públicos que ante tales crímenes atroces
viven en la pasividad, mirando hacia otro lado, sin ser capaces de dar respuestas
con sentido común; sin olvidarnos de muchos medios de comunicación que intentan
normalizar tan dramáticos sucesos.
Y a toda
esta gente, yo les pregunto: Y si fueran sus hijas, nietas, esposas las que
sufren este tipo de acosos y violencias ¿pensarían igual?
Desde
luego que mi intención no es que me respondan, ya que supongo que tienen
agendas repletas de importantes asuntos y no tendrían tiempo para tan vanas
cuestiones.
Me
bastaría con que lo pensaran y reflexionaran por un momento. Imagínense que un
día cualquiera su hija, su esposa... sale de casa, como cualquier otro día. Se
dirige al instituto, a trabajar, a correr, de fiesta..., eso es que menos
importa. Pero por desgracia ya no podrán volver a verlas, nunca más. Bueno,
quizás sí puedan pero ya será tarde. Yacerá sin vida, en una fría sala tapada
por una sábana.
Espeluznante,
¿verdad? Ojalá nunca les pase, ni a ustedes ni a nadie. Pero por desgracia
sucede con demasiada frecuencia, arruinando la vida de las víctimas y de sus
familias, que se ven obligadas a aceptar que les han arrebatado parte de sus
vidas.
Pues
este, aunque ustedes no quieran verlo, es uno de los mayores miedos que tiene
cualquier padre o madre cada vez que sus hijas salen de casa. Ese miedo que
inconscientemente ya está interiorizado dentro de cada una de nosotras, por el
simple hecho de ser mujeres y tocarnos vivir en una sociedad llena de gente
enferma.
Tenemos
un grave problema, del que no podemos huir. Ya no nos basta con simples lamentos
y minutos de silencio. Exigimos una respuesta integral y efectiva desde todos
los escalafones de la sociedad. No podemos permitir que esto siga pasando como si
nada. Es hora de erradicar de raíz todo tipo de violencias hacia las mujeres,
niños y niñas; acabar de una vez por todas con las desigualdades existentes en
todos los ámbitos de nuestras vidas con el fin de desterrar todas estas
situaciones y comportamientos dañinos.
¡Las
calles también son nuestras!
[Publicado
originalmente en el periódico Rojo y
Negro # 330, Madrid, enero 2019. Número completo accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/rojoynegro%20330%20enero.pdf.]
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