Carlos Solero
Escuché el alegato del Lonko Mapuche Facundo Jones Huala frente al tribunal que lo juzga en Chile. Se sienta en el banquillo de los acusados a un luchador social pero se incrimina la actitud de pueblo harto de la expoliación etnocéntrica.
Sus palabras claras, su dignidad libertaria frente a la caterva de lacayos judiciales marcan el claro contraste entre las personas que luchamos por una sociedad sin explotación ni dominación y los lacayos engranajes del perverso sistema capitalista. La rebeldía y la sumisión.
Escuché el alegato del Lonko Mapuche Facundo Jones Huala frente al tribunal que lo juzga en Chile. Se sienta en el banquillo de los acusados a un luchador social pero se incrimina la actitud de pueblo harto de la expoliación etnocéntrica.
Sus palabras claras, su dignidad libertaria frente a la caterva de lacayos judiciales marcan el claro contraste entre las personas que luchamos por una sociedad sin explotación ni dominación y los lacayos engranajes del perverso sistema capitalista. La rebeldía y la sumisión.
El afán de libertad y la servidumbre, el servilismo para con los poderosos, cuyo poder existe si hay sometimiento y obediencia.
La región Argentina exhibe múltiples formas de violencia. Un 40% de la población está empobrecida. Son escarnecidos mujeres, niñas, niños, jóvenes y ancianos.
Aumenta el número de comedores populares a los que cada vez deben asistir más personas desesperadas, también se acrecienta la cantidad de seres humanos de diversas edades en situación de calle. A pesar de todo esto la pasividad reinante asegura la pasividad.
Muy lejanos resultan los días de movilización y protesta de diciembre de 2001, cuando se impugnaba a las élites políticas y a los banqueros por su rapacidad. Cuando surgían por doquier asambleas barriales con iniciativas solidarias.
Solo un inmenso estado de alienación social y el brutal accionar del capital y del Estado sustentan esta devastación.
La lucha y la resistencia dignifican a los pueblos.
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