Jonathan Swift (1667-1745)
Nota previa de El Libertario: El fragmento que sigue ha sido extraído de Viajes de Gulliver, Madrid, Sarpe, 1985, pp. 210-211. Impreso originalmente en 1726, es una extraordinaria - y muy actual - sátira de convenciones e instituciones sociales, donde Swift muestra una agudeza capaz de resistir con éxito los intentos de convertir esta corrosiva obra en anodina literatura infantil o inaccesible "clásico". Si hay dudas, léase lo que sigue... Por lo demás, cualquier parecido con esa gavilla de rábulas a quienes la dictadura chavomadurista ha entregado el poder judicial, capitaneados por las joyitas del TSJ y su cabecilla el Maykell, no es ninguna coincidencia.]
Nota previa de El Libertario: El fragmento que sigue ha sido extraído de Viajes de Gulliver, Madrid, Sarpe, 1985, pp. 210-211. Impreso originalmente en 1726, es una extraordinaria - y muy actual - sátira de convenciones e instituciones sociales, donde Swift muestra una agudeza capaz de resistir con éxito los intentos de convertir esta corrosiva obra en anodina literatura infantil o inaccesible "clásico". Si hay dudas, léase lo que sigue... Por lo demás, cualquier parecido con esa gavilla de rábulas a quienes la dictadura chavomadurista ha entregado el poder judicial, capitaneados por las joyitas del TSJ y su cabecilla el Maykell, no es ninguna coincidencia.]
...(Hay) entre nosotros una asociación de hombres educados desde su juventud en el arte de probar con palabras multiplicadas al efecto, que lo negro es blanco y lo blanco negro, cobrando por esa actividad. Todo el resto de las gentes - dije - son esclavas de esa asociación. Si, por ejemplo, mi vecino quiere mi vaca, paga a un abogado para que este pruebe que aquel debe entrar en posesión de ella. Yo tengo que pagar a otro abogado para defender mi derecho, ya que va contra todas las reglas de la ley el que un hombre pueda defenderse a si mismo. Y en este caso, yo, legítimo propietario, me encuentro en una doble desventaja: primera, que mi abogado, estando casi hecho desde su cuna a defender la falsía, se halla del todo fuera de su elemento y al abogar por la justicia, lo que es en su oficio antinatural, siempre lo hará con gran torpeza cuando no de mal grado. La segunda desventaja es que mi abogado deberá proceder con gran cautela para no ser reprendido por los jueces y aborrecido por sus cofrades, acusándole de amenguar la práctica de la ley. Y, por tanto, yo solo tengo dos medios para conservar mi vaca. El primero, sobornar al abogado de mi adversario abonándole cantidad doble para que traicione a su cliente insinuando que la justicia está de su parte. El segundo medio es que mi abogado haga aparecer mi causa tan injusta como pueda, asegurando que la vaca pertenece a mi adversario. Y si esto se verifica con destreza, de cierto se logrará el favor del tribunal.
Porque ha de saber Vuestro Honor que los jueces son personas llamadas a decidir todas las controversias sobre propiedades, así como las causas contra criminales, y se les elige de entre los más hábiles abogados cuando estos se vuelven viejos y perezosos, y de tal modo han luchado toda su vida contra la verdad y la equidad que se hallan en fatal precisión de favorecer la opresión, el perjuicio y el fraude, al punto que he visto a varios de ellos rehusar una cantidad considerable por favorecer la justicia, en su temor de injuriar a la profesión haciendo una cosa contrapuesta a la naturaleza de su oficio.
Es máxima entre esos abogados que cualquier cosa que se haya hecho antes puede volver a hacerse legalmente, y por consecuencia tómanse especial cuidado en anotar todas las decisiones anteriormente acordadas contra la justicia común y la razón general del genero humano. Tales decisiones, bajo el nombre de precedentes, son argüidas por ellos como autoridades para justificar las más inicuas opiniones y los jueces nunca dejan de fallar concordemente con ellas.
Cuando abogan por alguna causa, evitan con toda precaución entrar en los méritos de la misma, y en cambio, hablan alto, con violencia y fatigosamente, amplificando todas las circunstancias que hacen al caso. Por ejemplo, en la circunstancia ya mencionada, nunca se preocuparán de saber que derecho alegamos a la vaca mi vecino y yo, sino que querrán saber si la sobredicha vaca es negra o pinta, si tiene los cuernos largos o cortos, si el campo donde pasta es redondo o cuadrado, si se le ordeña en casa o fuera, que enfermedades ha sufrido y otras cosas por el orden, después de lo cual consultan los precedentes, aplazan la causa una vez tras otra, y a los diez, veinte o treinta años llegan a una decisión.
Ha de observarse, análogamente, que esa asociación posee una jerga peculiar, no comprendida por otro mortal alguno, y en ella están escritas todas sus leyes, que ellos ponen especial esfuerzo en multiplicar, de manera que han acabado confundiendo la misma esencia de lo verdadero y lo falso, de lo justo y lo injusto, al extremo de que les llevaría treinta años decidir si el campo que me han dejado seis generaciones de mis antecesores me pertenece a mi o a un extraño que reside a 300 millas de el.
En los procesos de personas acusadas de crímenes contra el Estado, el método es mucho más breve y laudable, ya que el juez sondea primero la opinión de los que se hallan en el Poder y luego ahorca o salva a un criminal, siempre observando estrictamente las formas legales.
Aquí mi amo me interrumpió para decir que era una lástima que personas dotadas de tan prodigiosas capacidades mentales como eran los abogados, según la descripción que de ellos yo le hacía, no fuesen estimulados a obrar como instructores de los demás en prudencia y conocimiento. Respondiéndole dije a Su Honor que, en los puntos ajenos a su oficio, eran usualmente la raza más estúpida e ignorante que existía entre nosotros, la más despreciable en la conversación común, enemiga confesa de todo conocimiento y cultura y tan dispuesta a pervertir la razón general de la humanidad en cualquier materia como en su propia profesión.
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