Mujeres de Negro
Nos está salvando de imaginar otras formas de abordar los conflictos. La paz impuesta y mantenida con las armas no es profunda, es solo aparente. Para que perdure, hace falta retejer los lazos y los puentes con la población civil. Esta labor, que de forma callada llevan a cabo los movimientos de mujeres en la mayoría de los conflictos, rara vez se reconoce durante los grandes procesos de paz oficiales; incluso en las guerras no declaradas, como ha sido el largo proceso violento en Colombia, los movimientos de mujeres sostenían el entramado social en todos sus ejes.
La paz la construyen las mismas personas, las mismas redes y las mismas dinámicas que, en paz o en guerra, trabajan por sostener la vida, y las redes de mujeres han alcanzado muchos más logros en este camino que cualquier ejército. Mujeres latinoamericanas e indígenas de todo el mundo han resistido políticamente a la destrucción de sus vidas, enfrentándose tanto a la deforestación y la contaminación como a las balas.
Nos está salvando de imaginar otras formas de abordar los conflictos. La paz impuesta y mantenida con las armas no es profunda, es solo aparente. Para que perdure, hace falta retejer los lazos y los puentes con la población civil. Esta labor, que de forma callada llevan a cabo los movimientos de mujeres en la mayoría de los conflictos, rara vez se reconoce durante los grandes procesos de paz oficiales; incluso en las guerras no declaradas, como ha sido el largo proceso violento en Colombia, los movimientos de mujeres sostenían el entramado social en todos sus ejes.
La paz la construyen las mismas personas, las mismas redes y las mismas dinámicas que, en paz o en guerra, trabajan por sostener la vida, y las redes de mujeres han alcanzado muchos más logros en este camino que cualquier ejército. Mujeres latinoamericanas e indígenas de todo el mundo han resistido políticamente a la destrucción de sus vidas, enfrentándose tanto a la deforestación y la contaminación como a las balas.
Nos está salvando de crear un escenario global con menos conflictos. Los ejércitos son la herramienta que ayuda a mantener el orden establecido, impidiendo la aparición de cambios sociales profundos. En el origen de la mayoría de los conflictos armados subyacen objetivos relacionados con la explotación de recursos naturales. Para llegar a una solución pacífica estable es imprescindible contar con la distribución justa y sostenible de los recursos. Es imposible obviar la conquista del agua en el caso de la ocupación de Palestina; o de la invasión de Irak, donde se ha llegado a usar como arma de combate la contaminación de los ríos; o el control estratégico de los recursos hídricos en Siria, donde la guerra ha aniquilado la agricultura. Pero poco se conoce del papel de las mujeres en la defensa del Tigris y el Éufrates, por ejemplo.
El ejército y el cambio climático
Nos está salvando de implementar estrategias de mitigación del cambio climático. A pesar de los esfuerzos que hace tanto el Ejército como la industria de armamento para “reverdecer” su imagen, su nexo con los combustibles fósiles debería ser suficiente para anular esta propaganda. Los ejércitos son exagerados consumidores de combustibles fósiles. Pero hay algo más: en las últimas décadas, el objetivo principal de la mayoría de las intervenciones militares ha sido asegurar el suministro y el transporte de combustibles fósiles. No es casualidad que una de las regiones más castigadas sea Oriente Medio. Existen numerosos ejemplos de acuerdos entre países productores de armas (EEUU, China, Reino Unido, Francia, Holanda) y países productores de petróleo (Arabia Saudí, Irak, Sudán, Venezuela, Emiratos Árabes Unidos, Nigeria) para asegurar flujos de estos productos de un lado a otro, tal como documenta Mark Akkerman en “El fin del lavado de cara “verde”: el cambio climático y el comercio de armas”, publicado en 2016.
Bajo el conflicto de Yemen también subyacen sus reservas de gas y petróleo. España firma un contrato de venta de 400 armas de precisión a Arabia Saudí, que lidera la coalición de Estados Árabes en guerra con Yemen, mientras que la población yemení carece de acceso al agua y muere de hambre y cólera, con más de 20 millones de personas en situación de emergencia humanitaria. En respuesta a esto, el Movimiento Feminista de Euskal Herria lleva a cabo una campaña de acciones de desobediencia no violenta en el Puerto de Bilbao contra la exportación de armas a Arabia Saudí y contra el levantamiento de un muro de la vergüenza para dificultar el paso de personas inmigrantes.
Nos está salvando de reconocer las claves de nuestra auténtica seguridad. Aumentar el número de personas con armas en una comunidad suele traducirse en un entorno menos seguro para las mujeres. La impunidad de los crímenes y la normalización de la violencia es lo que hace que se disparen las cifras de los feminicidios.
“La violencia contra el planeta tiene las mismas raíces que la violencia ejercida contra las mujeres; y las consecuencias de esta destrucción recaen directamente sobre las mujeres”, sentencian las lesbianas sudafricanas (XVII Encuentro Internacional de Mujeres de Negro, Ciudad del Cabo, 2018). Las guerras que asolan África provocan los desplazamientos de las comunidades más pobres y de las mujeres por la degradación del entorno, por ello la necesidad de reconocer la figura de las refugiadas ambientales.
Las mujeres encargadas del cuidado y la salud de sus familias, valoran más que nadie la protección de su entorno.
Proteger la vida
En realidad, ¿quién nos salva de la destrucción del ecosistema? ¿Los ejércitos con su política de tierra arrasada o las mujeres indias que se abrazan a los árboles para evitar la aniquilación de sus bosques? ¿El complejo industrial-militar, que es uno de los sistemas más contaminantes del planeta y que persigue intereses económicos por encima de cualquier tipo de vida? ¿O las mujeres que bloquean con sus cuerpos la fabricación y distribución de armas nucleares en el Reino Unido?
Mientras el entramado militar intoxica la tierra, los océanos, la vida animal y vegetal y destruye la diversidad; mientras se experimenta con fines bélicos sobre seres humanos y animales, incluso provocando deformaciones genéticas; mientras el aparato bélico absorbe nuestros recursos económicos y energéticos, y contamina lo que toca prescindiendo de todo control reglamentario... otra parte de la Humanidad -de la que mostramos sólo unos pocos ejemplos- intenta proteger los ecosistemas, sin apenas medios ni recursos.
Unos recursos que deberían dedicarse a la vida y no a la muerte.
[Tomado de http://www.antimilitaristas.org/spip.php?article5915.]
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