Acácio Augusto
El anarquismo en España se
inicia con fuerte influencia de Mikhail Bakunin, desde que el italiano Giuseppe
Fanelli estuvo allá, en 1868, para divulgar las propuestas del ala
antiautoritaria de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT).[16] La
pasión destructiva podría ser atribuida a esa procedencia, mas nuevamente no se
trata de conferir causas a efectos posteriores. Otro trazo relevante que coloca
la experiencia española fuera de una racionalidad estatal es su desprecio por los
registros sistemáticos de los hechos y las acciones, en contramano de la cultura
estatal, que tiene predilección por los registros oficiales y por la
compilación de documentos. Como ya se ha dicho respecto al corto verano de los
anarquistas, esa no fue una preocupación, como anota Orwell al final de su
relato: “nunca será posible hacer un relato completamente cierto e imparcial de
los combates de Barcelona, porque no existen los registros. Los historiadores futuros
no tendrán nada en qué basarse, salvo que se trate de un gran volumen de
acusaciones y propaganda partidaria. Yo mismo poseo pocos datos además de lo
que vi con mis propios ojos y de lo que supe por intermedio deotros testimonios
oculares que considero dignos de crédito”[17]. Aun así, hay momentos que pueden
ser vistos como pequeños acontecimientos capaces de resumir esa forma de ver el
mundo. Entre los episodios en torno de la figura de Durruti y sus actitudes,
tanto en relación a los enemigos, como en relación a sus compañeros, se muestra
eso.
En septiembre de 1936,
fecha de la entrevista, Durruti despuntaba como gran figura de resistencia
armada al fascismo, aunque jamás se comportara como un líder o un estratega
militar, conforme observó su compañero de la FAI y de armas, Ricardo Sanz: “ni Durruti
ni nosotros éramos grandes estrategas”[18]. Asimismo, figuras que luchaban al
lado de los anarquistas, como Gastón Leval, no veían en Durruti un liderazgo político.
Según el relato de Leval compilado por Enzensberger, “Durruti se había
convertido en un hombre influyente cuando lo reencontré, en 1936. No obstante,
jamás lo habría imaginado como un líder político de gran calibre: “para mí, le
faltaba el indispensable horizonte intelectual. Sin duda era un buen agitador
cuando aparecía en público, mas no era un orador de peso”[19]. En fin, fuesen
sus aliados o sus enemigos, no se reconocía en Durruti un liderazgo frío, capaz
de practicar la moderación política. Para él, estaba en juego vencer al
fascismo y avanzar en la construcción de un nuevo mundo por vivir.
Estas observaciones sobre
el temperamento de Durruti y su actitud ante la guerra, condensan el impasse de
los anarquistas entre hacer la revolución y combatir el fascismo, entre la
pasión por destruir la sociedad como ella se encontraba y un cierto idealismo
por la construcción de un mundo nuevo. Como observó Miravitlles, “no pasó mucho
tiempo tiempo para que Durruti percibiera que el Comité Central era un órgano
de poder. Allí se discutía, negociaba, votaba, había actas y trabajo burocrático”[20].
Esta percepción llevará a Buenaventura Durruti a abandonar el Comité en torno
al frente antifascista y montar su propia columna de combatientes con la firme
decisión de retirar el control de Zaragoza de las manos fascistas. En lo que se
refiere a la pasión por la destrucción, hay una entrevista de Durruti a Pierre
Van Paasen, datada en 1936, que evidencia esa decisión obstinada: “para
nosotros, el asunto es vencer al fascismo en todas partes. Ningún gobierno del
mundo combate el fascismo hasta su muerte. Cuando la burguesía ve que el poder
se le escapa entre los dedos, recurre al fascismo para poder mantenerse. Hace
mucho tiempo que el gobierno liberal de España podría haber dejado sin poder a sus
elementos fascistas. En vez de eso, dio rodeos y llegó a compromisos y perdió
el tiempo” [21]. Claro está que su decisión es por una lucha específica y sin
concesiones contra los fascismos, fuera de posibles negociaciones políticas y
arreglo de intereses. Además del combate directo al fascismo, él apunta, en
esta entrevista, los límites de la acción gubernamental ante el fascismo
siempre latente en la razón de Estado.
Esa decisión, ese ímpetu
por la lucha directa y la negativa a las negociaciones, se tradujeron en
acusaciones contra los anarquistas y, especialmente, contra Buenaventura
Durruti. Los comunistas llegaron a circular carteles en los cuales comparaban a
los anarquistas con los fascistas –una forma de
difamación hasta hoy utilizada. No obstante, lo que unía a comunistas y
liberales contra los anarquistas giraba en torno de la política y de la
estrategia militar. Dicho de una manera más directa, en torno de la abolición
de instancias de poder en el combate al fascismo y su mantenimiento en la construcción
de una nueva sociedad. Como quedará claro en el juicio enunciado a la
distancia, a kilómetros del front de batalla, por León Trotsky: “esta
argumentación [de negación en instituir una instancia de poder] demuestra
suficientemente bien que la anarquía es una doctrina contrarrevolucionaria. Quien
niega la conquista del poder se alinea en las filas de los que siempre
estuvieron en el poder, o sea, en las filas de los explotadores”[22]. Si vemos entre
los anarquistas una pasión por la destrucción de la sociedad como ella se
encuentra, el comentario de Trotsky deja claro que incluso en las alas que se rebelaban
al stalinismo, la pasión por el poder es una constante invariable.
En la entrevista ya citada,
Durruti responde, de cierta, a esa acusación, al afirmar: “sabemos lo que
queremos. Para nosotros, no significa nada que en alguna parte del mundo exista
una Unión Soviética que obtuvo la paz y la tranquilidad sacrificando al
fascismo bárbaro de Stalin los trabajadores de Alemania y China. Queremos la
revolución aquí, en España, y la queremos ahora, no después de la siguiente
guerra europea”[23]. Apartado de la estrategia y de la moderación política,
Durruti sabía claramente lo que estaba en juego y se mostraba decidido a combatir
pese al riesgo de perder la vida. Las respuestas enérgicas de Durruti
sorprendieron a su interlocutor, quien lo interrumpió para preguntar si él no
temía heredar apenas ruinas, a lo que Durruti respondió: “no tenemos miedo de
las ruinas. Nosotros heredaremos la tierra, de ello no cabe la menor duda”[24].
Durruti argumentaba que, como obreros, ellos serían capaces de construir otra
ciudad, ya que la existente también fue hecha por ello, y que sería, esta vez,
libre del yugo del Estado y del Capital.
La respuesta de Durruti
expresa la actitud de los anarquistas ante el impasse colocado por la lucha
antifascista. Es fácil reconocer y criticar un cierto romanticismo heroico en
esto y, así, confirmar los análisis de historiadores, como señalamos
anteriormente, de una cierta fe anarquista. No obstante, el asunto es destacar
cuál actitud engendró ésta en la acción de los anarquistas. En momentos en que,
a las puertas del siglo xxi, revueltas en la calle y enfrentamiento con grupos
neonazis se desbordan en todo el planeta, actualizar esa actitud es lo que
mantiene viva la memoria como actualidad de la revolución española. Sin temer a
la ruina y sin dejarse llevar por el argumento conservador (en el sentido literal
de la palabra) que siempre teme a la abolición de las prácticas autoritarias y
la audacia de las liberaciones. El argumento conservador defiende que es preciso
mantener bases para la negociación y posibles acuerdos. Hoy, cuando nos podemos
apartar de la utopía consoladora y de cierto heroísmo de los anarquismos de
otrora, la actitud libertaria sigue sin temer a la ruina y afirmando la
abolición de la autoridad en nosotros. La anarquía sigue como una obra de destrucción
en construcción.
Notas
16. Hans Magnus
Enzensberger. O curto verão da anarquia. Buenaventura Durruti y la
Guerra Civil Española. Traducción de Márcio Suzuki. São Pau o,
Companhia das Letras, 1987., pp.30-32.
17. George Orwell, Homenagem
à Catalunha. Traducción
al portugués de Fernanda Pinto Rodrigues. Lisboa, Antígona, 2007, p.245.
18. Hans Magnus Enzensberger, 1987, op.cit., p. 158.
19. Idem, p. 157.
20. Ibidem, p. 150.
21. George Woodcock, História das ideias e movimentos anarquistas.
Traducción al portugués de Alice K. Miyashiro, Heitor Ferreira da Costa,
José Antônio Arantes y Júlia Tettamanzy. Porto Alegre, L&PM
Editores, v.2, 2002, p.223.
22. Hans Magnus Enzensberger, 1987, op.cit., p.149.
23. Buenaventura Durruti. “Os
Anarquistas na Guerra Civil Espanhola – Buenaventura Durruti entrevista Pierre van
Paasen” en George Woodcock. Os grandes
escritos anarquistas. Traducción al portugués de Júlia Tettamanzi y
Betina Becker. Porto Alegre, LP&M Editores, 1981, p. 223.
24. Idem, p. 224.
[Sección final de un
articulo más extenso titulado “No temer
la ruina: actualidad de la revolución española como práctica libertaria”, que en
versión integral es accesible en https://erosion.grupogomezrojas.org/erosion-6-primavera-verano-2016.]
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