Fran
Fernández
El
milenarismo” anarquista
Una de las teorías de los historiadores sobre el
anarquismo es su supuesto carácter religioso y milenarista. Interpretando la
retórica de emancipación que usaban algunos de sus medios, a menudo llenos de
referencias a la redención y a un futuro paraíso, se entiende que el carácter idealista
y místico que adquiere el discurso anarquista está unido a unas formas
religiosas relacionadas al milenarismo cristiano, del que se desprende ese
“fanatismo” místico, irracional, intransigente, dogmático [1], etc. Dichos
estudios no se detienen a considerar el por qué se hacía este tipo de
expresiones, presente solo en algunos medios dentro de la prensa anarquista.
Consideramos que la construcción de esos términos en el ideario libertario es
solo retórica para acercarse a las clases bajas, que se presumía que era de
cultura cristiana, hasta entonces familiarizadas con unas manifestaciones
discursivas determinadas culturalmente. Adaptarse a esas expresiones, e
invertir sus propios significados, se mostraron como buenas armas de
convicción, y no solo fue usado por el anarquismo, sino por la mayoría de los
movimientos políticos europeos. No solo hubo credos y cristos anarquistas:
también los hubo liberales y comunistas. Por otra parte, consideramos que este
supuesto milenarismo irracional y espontáneo se ve negado por la existencia de
publicaciones científicas, culturales, modernistas y sociales, de gran rigor, que
ya en la práctica y más allá de la propaganda, exponía un modo de ver la vida
para los hombres nuevos, que hacían realidad.
Los anarquistas promovieron desde el siglo XIX en
España las ideas del aborto, igualdad de la mujer, ecologismo, nudismo, higiene,
métodos anticonceptivos, planificación familiar, escuelas libres, y un largo
etcétera [2]. En cuanto a la organización social, Temma Kaplan [[3]toma una
posición clara y considera que no hay nada de “milenarismo” en el movimiento
anarquista andaluz, organizado en sindicatos y todo tipo de asociaciones,
completamente racional.
Es interesante señalar la existencia de importantes
revistas científicas y modernas dentro del anarquismo español, tales como Estudios, Generación Consciente, Brazo
y Cerebro, o Iniciales, con la
participación de importantes intelectuales como el médico Isaac Puente o Félix
Martí Ibáñez, éste último fundador de Medical
Doctor News, revista pionera en monografías y novedades de carácter médico-cultural,
gran referente internacional durante buena parte del siglo XX [4]. Como dice Fernández
Gómez: “el pensamiento científico y positivista de izquierdas más complejo y
avanzado de su época en España” [5].
¿Cómo se llega a considerar al anarquismo como
movimiento milenarista? Se entiende el milenarismo como la tendencia social que
espera la llegada del nuevo milenio, de diferentes tiempos, recordando mucho a
los movimientos medievales que se produjeron en torno al año 1000, o mejor
dicho, en torno a partir del siglo XIV, donde realmente se desenvolvieron estas
agitaciones apocalípticas, y fue posteriormente cuando se inventó la leyenda de
los movimientos milenaristas en torno al Año Mil histórico, que realmente no
existieron más allá de ciertos círculos intelectuales [6]. Por otra parte, se
ha malinterpretado el movimiento milenarista, cuya realidad histórica es prácticamente
desconocida y tergiversada, pues ha sido caricaturizada por los historiadores,
pero su derrota fue por el aplastamiento militar y no por la supuesta pobreza
de sus ideas [7]. Efectivamente, estas agitaciones colectivas de entonces
llevaron consigo unos grandes procesos de renovación, más relacionados con
reivindicaciones sociales que religiosas, que no contenían, como se cree bajo
los prejuicios actuales, arcaísmos ni elementos primitivos, generando unas
críticas al mundo, que poco después se renovará bajo la luz del Renacimiento.
Con todo, aunque reivindiquemos una connotación positiva del milenarismo
alejado del concepto de la histeria colectiva, es un movimiento distinto al
anarquismo: uno es hijo de la Ilustración y la modernidad; el otro de la renovación
espiritual y cognitiva medieval.
Este milenarismo se relaciona con el anarquismo que
arraigó en los sectores populares más desfavorecidos. El historiador Constancio
Bernaldo de Quirós [8] lo califica como desorganizado, caótico y violento,
resultado del carácter individual del andaluz, que es consecuencia de su ser biológico,
que lo lleva a la delincuencia subversiva anarquista, determinado por el clima
del sur hispánico [9]. Díaz del Moral y otros historiadores destacarán el
aparente resurgimiento de las insurrecciones anarquistas decimonónicas cada
diez años, que lo interpreta como síntoma claro de misticismo apocalíptico [10].
El anarquismo español era un movimiento
completamente racional incluso entre sus sectores Rurales [11]. Es cierto que
impulsaban cualquier levantamiento, a menudo sin estrategia alguna y de una
forma espontánea, pero como se ha señalado a menudo, el hambre y la
desesperación motivaban más la impaciencia en la revuelta, que una mística de
la espontaneidad. Se pensaba racionalmente que ante tanta miseria un
levantamiento provocaría una adhesión general [12]. Asimismo, es tendencioso
creer que esta “espontaneidad” sea inferior a una organización permanente, como
pretende Hobsbawn. A menudo incluso los movimientos espontáneos tuvieron mucho
más éxito que los movimientos disciplinados, como muestran prácticamente las
grandes revoluciones de la historia, solo apareciendo la organización
posteriormente.
Los
primitivos
Para explicar el triunfo del anarquismo en ciertos
lugares frente a las ideologías que defienden una modernidad basada en el
progreso, han realizado una teoría, ya clásica en la historiografía, sobre el
carácter primitivo de muchos sectores sociales para explicar cómo una teoría como
el anarquismo les rompe los esquemas y ha llegado a triunfar entre la
población, teniendo un protagonismo histórico indiscutible.
Rebeldes Primitivos de Eric Hobsbawn, es quizás el
mejor ejemplo de todo esto. En el apartado que dedica específicamente a los
anarquistas, basado fundamentalmente en El
Laberinto Español de Gerald Brennan, Hobsbawn se aventura en un campo que a
todas luces desconoce: llega a situar anacrónicamente acontecimientos como la
sublevación de Casas Viejas como parte de un movimiento anarquista aislado del
siglo XIX, cuando era un movimiento previamente coordinado de la CNT, ya en los
años treinta, a la que se reconoce ya una planificación, estallando la rebelión
no solo en el pueblo gaditano, sino en otras zonas de Cataluña, Valencia y
Aragón, a pesar que fue cancelado previamente por haberse detenido sus
organizadores con antelación al inicio del movimiento [13]. Hobsbawn llega a
calificar a los campesinos sublevados en Loja en 1861 como de “indígenas” [14],
como de brutos y salvajes, en contraste al estudio de Bernaldo de Quirós, que
los describe como disciplinados y nobles [15]. El texto tiene más
interpretaciones políticas que otra cosa, de manera que Hobsbawn, tras
confundir los hechos, llega a unas conclusiones bastante discutibles y señala
que si hubiera estado presente una organización política disciplinada -que para
Hobsbawn no puede ser otra cosa, por supuesto, que un partido comunista-
hubieran llegado estos “rebeldes primitivos” a su ansiada emancipación. El
autor, a pesar de ser marxista -o quizás por ello- no llega a comprender las
peculiaridades de una organización distinta, y que los campesinos, anarquistas
o no, tienen formas de lucha distintas a las urbanas.
De la opinión de Hobsbawn tenemos una amplia gama
de historiadores convencidos de que el anarquismo y otros movimientos
reivindicativos y rebeldes no marxistas de la Edad Contemporánea son
manifestaciones pre-industriales que han sobrevivido a la destrucción de Antiguo
Régimen. Creen que la vida rural en la sociedad estamental es semejante a la
vida agrícola
de la edad contemporánea, por ser en ambos casos de
carácter rural. Sin embargo, el mundo campesino es mucho más complejo que ese
panorama, y desde luego el mundo rural contemporáneo
es muy distinto al que existía un siglo antes: las
tierras comunales fueron desamortizadas y vendidas, y con ellas desaparecieron
las formas de vida de por entonces y la gestión local de los
comunales. El Estado contemporáneo se hizo omnipresente,
eficaz y poderoso. Hay mejora de medios de transportes y de herramientas.
Nuevos inventos y comodidades. Surgimiento de las ciudades industriales que
afectan al campo. Y un sin fín más de factores que distinguían a la vieja y nueva
ruralidad.
Sin embargo, el anarquismo español se desarrolló
especialmente en la Cataluña industrial y las capitales de casi todas las
provincias españolas, las zonas más “avanzadas” e industrializadas; que fuese
más pequeño en comparación con otros países no quita que se pueda comparar con
las áreas más agrícolas de España, y ciertamente, los hechos parecen desmentir
absolutamente ese primitivismo, por mucho que se quiera matizar. En Andalucía,
donde se centra Hobsbawn, tuvo ciertamente influencias en las áreas rurales,
pero en general las capitales de provincia andaluzas tenían más militancia y
afiliados que en las zonas rurales. En Granada, la CNT controlaba principalmente
Granada capital y la socialista UGT era indudablemente superior en las áreas rurales
[16]. Los territorios valencianos tiene muchas zonas rurales donde la CNT
domina, pero también la capital, Valencia, así como ciudades industriales como
Alicante o Alcoy, que son claramente feudos tradicionales del anarquismo desde
los tiempos de la Internacional. En los Congresos de la central anarquista son
los sindicatos urbanos los que tienen el mayor peso de decisión, debido a su
número de afiliación, casi siempre superior [17].
Con todo lo dicho, no pretendemos cometer la
simpleza de invertir la afirmación y declarar que el anarquismo es un
movimiento netamente urbano. El anarquismo, como cualquier otro movimiento
social y político, surge en cada lugar por la combinación de una diversidad de
factores que no siempre están relacionados con las características económicas
que marca la visión burguesa del progreso.
Los
incontrolados
Considerado como uno de los mejores especialistas
en la violencia política durante la Guerra Civil Española, José Luis Ledesma no
está libre de ciertas confusiones sobre los “incontrolados” que le lleva a
cometer varios fallos [18] que hereda de una literatura harto repetida. Si bien
Ledesma reconoce las implicaciones políticas y la arbitrariedad del término,
sorprende que al mismo tiempo lo emplee una y otra vez en los contextos que se
denuncia. Algunas de sus afirmaciones se refiere a la violencia pre-bélica, que
sin duda acierta cuando señala que no justifica el golpe de Estado ni se vivía
realmente en una situación de caos. Pero sí llega a decir que “lo que parece
incuestionable es que esas violencias y sus anejas retóricas bélicas minaron
gravemente la estabilidad del régimen republicano” [19], pareciendo que Ledesma
olvida que esa violencia fue ejercida también por el gobierno de la República.
No solo nos referiremos a la represión brutal contra los campesinos de Casas
Viejas, justificado desde el gobierno republicano (“en Casas Viejas no ha
ocurrido (...) sino lo que tenía que ocurrir ” dijo Azaña [20]) sino también a
la represión que se ejerció contra los proclamadores del comunismo libertario
en Mas de las Matas o los mineros de Figols. Todos estos casos de represión no
desestabilizaron el régimen republicano, sino más bien lo contrario: solo perjudicaron
a elementos de algunos partidos políticos por las campañas de la oposición. Desgraciadamente,
es frecuente entre los historiadores confundir la República con unos partidos políticos
(Acción Republicana, Izquierda Republicana, PSOE, etc.) y no con otros (CEDA,
Acción Popular, Renovación Española, Partido Agrario...).
Muchos historiadores [21] también llegan a creer
que la reducción de la violencia a lo largo de los meses de la Guerra se debía
a un mayor control efectivo del gobierno republicano, que frenaría la violencia
incontrolada. Sin embargo tal decrecimiento obedecía sencillamente a que la
mayor parte de los represaliados ya habían sido ejecutados, quedando en las
cárceles solo aquellos que se consideraban no muy peligrosos. Y ya no eran muy
numerosos: el desarrollo de la guerra no era muy favorable a la República y la
cantidad de presos que llegaban era ínfima comparada a la que se hizo a inicios
del propio conflicto.
La palabra “incontrolado” tiene indudablemente un
trasfondo político. Ello es debido a que se politizó el término en un contexto
de lucha ideológica entre partidarios de un modelo revolucionario y los
partidarios de mantener el gobierno republicano tal como estaba antes de la guerra,
marcando a los incontrolados como una consecuencia -voluntaria o involuntaria-
de la política de los primeros. Se suele ignorar por ello los numerosos casos
de bondad “incontrolada”, que por ejemplo cita Izard en uno de sus recientes
trabajos [22], debido a que es un término propagandístico y despectivo. Cuando
el Golpe de Estado se dio en el verano de 1936 por parte de los militares, el
gobierno republicano se desplomó, y fue por la intervención de la población
civil como se salva la situación [23]. Esto produjo un vacío de poder en el
bando republicano, que afectó a todas sus instituciones: en el gobierno, en el
ejército, en la policía y en la economía. Es entonces cuando los anarquistas
aprovechan la oportunidad y comienzan a realizar sus proyectos políticos y económicos,
creando colectividades, gestionando pueblos enteros, haciendo redes de
intercambio, y otras muchas iniciativas más. Sin embargo, los anarquistas
también se integraron en la estructura estatal, pues el gobierno republicano se
convirtió en el nexo de unión de la lucha contra los golpistas. Se exigía
entonces disciplina y control para ganar la guerra. Quien no siguiera esa disciplina
y ese control, era un “incontrolado”, un agente, consciente o inconsciente,
“del fascismo”. Incluso para los anarquistas. Pero pronto observarán que el
término se politiza contra ellos, y no faltan, entonces, referencias
sarcásticas al término, como hace el periódico Hombres
Libres (Granada) cuando cita a un colectivista que devuelve una billetera
llena de grandes cantidades de dinero a su propietario [24].
Mientras tanto, el interés por atraer el apoyo
internacional y de captar partidarios, generó una guerra de propaganda, donde
cada bando, además de alabar su respectiva causa, acusaba al contrario de
atrocidades, mostrando lo inadecuado que era apoyarles. Cuando los eficientes servicios
de propaganda franquistas denunciaron con cierto éxito en Europa, especialmente
en Inglaterra, sobre los crímenes del bando republicano [25], solo fue cuestión
de tiempo usar el concepto de los “incontrolados” para convertirlos en chivos
expiatorios donde el bando republicano no tenía nada que ver.
Sin duda en los primeros momentos del conflicto
civil, el derrumbe de las instituciones que hasta entonces habían regido la
sociedad, promueve una situación que, mezclada con la violencia iniciada por el
golpe, muchos decidiesen arreglar viejas cuentas personales. La violencia de “incontrolados”
que a menudo se mencionan a principios de la guerra, es más bien una violencia
de carácter personal y acaso económico; rara vez de carácter ideológico o
político, y no muy extendida en comparación con la violencia que predominó: la
intrínseca y consecuente con un conflicto bélico. La violencia, incluso la
descontrolada, tiene sin embargo un trasfondo social, marcado por el contexto
del caciquismo, el aspecto político más importante de la España del siglo XX,
que se desarrolló especialmente en las áreas rurales menos politizadas. Los
descontrolados obviamente actuaban bajo su cuenta y riesgo, pero no eran ni
irracionales ni perversos. Eran por lo general personas que reaccionaban ante
una serie de agravios sociales. No mataban a nadie ni por su ideología ni por
su religión. Lo hacían por su propio beneficio personal, o por saldar viejos
agravios de carácter económico. La violencia política que se ejerció al margen
de las instituciones republicanas, se efectuó con mucho control y lógica, y de
facto, con la colaboración y apoyo de los agentes de lo que quedaba de las
infraestructuras republicanas, y por supuesto, de las organizaciones sindicales
y políticas.
Se da por hecho que de haber tomado el control
desde el primer momento, la República hubiera sido menos sangrienta. Pero la
República en los años previos a la guerra no se mostró menos arbitraria,
descontrolada ni sangrienta que los famosos incontrolados, como vemos en la revolución
de Asturias.
Los
Matacuras
La violencia anti-clerical es uno de los temas
estrellas. La enorme proporción de religiosos víctimas de las represalias en la
retaguardia republicana, sumado a la antigua tradición cristiana de victimización
[26], ha provocado una serie de estudios sobre el tema que ha llegado incluso a
considerarse dentro de la disciplina antropológica como un fenómeno de
“ritual”, una serie de costumbres y experiencias colectivas de largo recorrido
en los sectores sociales [27]. Tales estudios afirman que algunos actos sádicos
se ejercieron solo contra los religiosos. Sin embargo existieron actos de esta
índole contra fascistas laicos y no religiosos. La quema de casinos, de locales
derechistas y de algunas bancos o casas nobiliarias, no ha trascendido tanto,
por no resultar tan espectacular [28]. Sin embargo, esos casos existieron, y
habría que preguntarse si también responden a rituales religiosos de las clases
populares. O eran acciones de simple afirmación política contra los representantes
del Golpe de Estado, o aún más frecuente, una re-afirmación de lucha de clases,
un término que parece ser más ignorado entre los historiadores de hoy que el de
“rituales religiosos” anti-religiosos. No vamos a negar el simbolismo en la
violencia no solo contra el clero, sino contra derechistas en general, pero tal
violencia no tiene ningún trasfondo ritual ni se ejerció por motivos religiosos.
Tal simbolismo era meramente propagandístico y de humillación al rival
político.
La propaganda de la Iglesia pretende que tal
persecución era de carácter religioso y no político. Sorprende en una
institución que niega el reconocimiento de martirio de los párrocos vascos, los
cuales para ellos sí fueron ejecutados por tales motivos. Del mismo modo, las ejecuciones
de Martín Usero, José Pascual Duaso o Jeroni Alomar por los franquistas. Por
otra parte, entre los mártires hay personas implicadas en casos de violencia
anteriores a la guerra como Gabino Olaso Zabala, torturador de un sacerdote
filipino, Mariano Dacanay. Y en general, una serie de hechos que demuestran el
conflicto en sus verdaderas dimensiones: el político, y no el religioso. Por
eso, no existen víctimas de los cristianos protestantes o evangelistas en la
retaguardia republicana; en contraste con el bando nacional, donde fueron
represaliados [29].
Dentro del bando republicano, donde los anarquistas
ejercieron un papel muy activo en las calles, los motivos del odio
anti-clerical era, sencillamente, la actividad política de la Iglesia española.
No era una institución política neutra, como hoy en día se pretende o cree.
Estaban aliados con los caciques locales de cada pueblo y ciudad. Los párrocos
solían ser activos militantes que organizaban partidos de derechas [30].
Asimismo llegaron a tomar parte en la violencia derechista antes y durante la
guerra. Asignados como los ideólogos de los movimientos reaccionarios, era previsible
que los ataques políticos se dirigieran en primer lugar contra ellos. Sin
embargo, muchos republicanos y anarquistas protegieron a religiosos y párrocos,
pero tal dato no resulta tan morboso en la historiografía derechista o
eclesiástica. Tenemos numerosos ejemplos, como el de Jesús Arnal, que escribió
unas memorias (Yo fui secretario de Durruti, 1972 [31]), donde relata su
paso de párroco a secretario de la Columna Durruti. O la protección de Joan
Peiró al marista Salvador Oller o a las pasionistas de Tafalla. Y hay
muchísimos más, como vemos en la obra ya mencionada de Izard [32].
Si observamos las zonas de mayor virulencia
anticlerical, comprobaremos que se dan especialmente en las áreas rurales con
una fuerte presencia caciquil y donde el clero forma parte de una manera
directa en las relaciones de poder locales. Cuando estalla el conflicto bélico
y con ella la percepción de encontrarse en medio de una lucha a muerte, en los
pequeños pueblos se persigue inmediatamente al pequeño grupo que ha ejercido el
poder local, constituido principalmente por los grandes propietarios, sus
amigos políticos, y el clero. Este último era el símbolo definitivo de ese Poder
a ojos de la población, por lo cual, quienes se sintiesen oprimidos e
injuriados, desatan su
furia contra ellos. De esta manera, los momentos
más dramáticos de la violencia anti-clerical en la provincia de Granada se da
precisamente en la Alpujarra, con una sindicación y afiliación política prácticamente
inexistente, pero con una pobreza muy aguda y un caciquismo feroz, que se
traducirá durante guerra civil granadina en la zona de la provincia con más
incendios de parroquias y exterminio del clero que conocemos a día de hoy [33].
Los terroristas
Se entiende por terrorismo como la sucesión de
actos de una manera sistemática con el fin de infundir el terror. Sin embargo
tiene hoy connotaciones sociales y emocionales muy claras que van más allá de
esta definición, y existe una visión del terrorista como un elemento oscuro que
aterroriza a la población de una manera indiscriminada como modo de influir y
presionar a los gobiernos o a las sociedades. No sorprende que la prensa
burguesa decimonónica hiciera descripciones terroríficas en este sentido de famélicos
y siniestros anarquistas con bombas en la mano.
El término de la “propaganda por el hecho” (y el de
la “acción directa”) ha sido usado constantemente por los historiadores como
sinónimo de violencia y como justificante eufemístico del terrorismo, ignorando
que incluso en el Congreso de Londres de 1881, donde aparece el concepto, nunca
hablan de ello como sinónimo de violencia, sino como una multiplicad de estrategias
y acciones definidas por la práctica y no por teorizaciones [34]. La violencia
es, obviamente, una posibilidad, pero solo una entre otras muchas. También se
entendía como “propaganda por el hecho” a crear cooperativas económicas,
realizar huelgas, ocupaciones de tierras, y en general cualquier acto que
animase a la población a seguir el ejemplo de lo que se pretende propagar.
Aparte, el movimiento anarquista reaccionó de muy distintas maneras a los
atentados, desde la aceptación bajo la óptica de la
violencia como motor de la historia; como del más enérgico rechazo por
obstaculizar el desarrollo de la organización pública del anarquismo, al promoverse
la represión estatal [35].
Quienes señalan estas actuaciones como
“terrorismo”, no hace lo propio cuando las ejerce el Estado. Efectivamente,
algunos atentados fueron montajes policiales, repletos de informadores de la policía
e infiltrados. El ejemplo más claro, pero no el único, es el caso Rull. Un
antiguo anarquista se convierte en confidente de la policía, y necesitando
dinero que podría conseguir con “soplos”, se dedicó él mismo a preparar bombas,
para luego denunciarlas e informar a la policía [36]. En un libro imprescindible
para conocer este tema [37] se señalan numerosos casos de montajes y un
análisis de los acontecimientos que nos lleva a pensar la más que probable
responsabilidad de los agentes policiales en muchos de los atentados que se
realizaron.
Otra forma de la violencia anarquista se dio en
España en los años veinte con el fenómeno del pistolerismo. Los propios
dirigentes anarquistas, no involucrados en todo esto, pensaban que la violencia
con pistolas fue iniciada por sus propios compañeros más violentos, creyendo
que era la reacción natural ante el encarcelamiento de los huelguistas y el
consecuente fracaso derivado por ello, produciendo una enorme frustración en la
clase trabajadora [38]. Hoy en día sabemos que las hostilidades fueron
iniciadas por los patronos que recurrieron a todo tipo de sicarios, policías, mercenarios
y hasta de sindicalistas de los llamados Sindicatos Libres, para ejecutar a los
dirigentes anarquistas más pacíficos a cambio de una remuneración económica.
Los libertarios respondieron organizando a sus grupos de pistoleros, que no
atacaron a los autores materiales, sino a los principales financiadores de lo
que llamaban “el terrorismo blanco” [39].
Notas
[1] Gerald BRENNAN: El Laberinto Español.
Versión electrónica, Editions Ruedo Ibérico, s/f, p. 110.
[2]
Ideas que
en algunos casos se materializaron por primera vez bajo el Ministerio de la
anarquista Federica Montseny en la Guerra Civil.
[3] Temma KAPLAN: Los orígenes sociales del
anarquismo en Andalucía, 1868-1903. Ed. Crítica, 1977, pp. 25 y 230-237.
[4] Fernando A. NAVARRO: “Félix Martí Ibáñez
(1911-1972)”, en Laboratorio del Lenguaje, 2011, disponible en Internet: http://medicablogs.diariomedico.com/laboratorio/2011/12/31/felix-marti-ibanez
[5] Francisco de Paula FERNÁNDEZ GÓMEZ: Oleadas
terroristas. Ed. Aldarull, 2012, p. 42.
[6] Georges DUBY: El Año Mil. Ed. Gedisa,
1989.
[7]
Yves
DELHOYSE y George LAPIERRE: El incendio milenarista. Ed. Pepitas de
Calabaza, 2008, p. 9.
[8] Constancio BERNALDO DE QUIRÓS: El
espartaquismo agrario andaluz. Ed. Turner, 1974, p. 44.
[9] Jorge RAMOS TOLOSA: “La cuestión del milenarismo
en el anarquismo andaluz”, La Protesta nº 9 de Agosto-Septiembre de 2008, p.
10. Seguramente se referirá a la obra ya citada de Quirós, donde nos
encontramos con términos como “Criminalidad colectiva” y factores térmicos en
p. 44. “Estigma de raza (por ser gitano), del nacimiento” p. 60. “In vino
veritas” (relaciona el éxito de las ideas anarquistas con el consumo del vino,
p. 62. Raza y folclore en p. 73, con implicaciones de género.
[10] Temma KAPLAN: Los orígenes sociales...,
p. 233. Juan DÍAZ DEL MORAL: Historia de las Agitaciones Campesinas
Andaluzas. Ed. Alianza, 1969, p 44. Si bien, es conocida la simpatía de
Díaz del Moral al anarquismo, pero mantiene una visión e interpretación basada
en tópicos; pero en tópicos que le gustan, y que de hecho, en su nota al
capítulo 8 de su obra citada, defiende ese milenarismo frente a los reproches
disciplinantes del marxismo y
socialismo.
[11] Temma KAPLAN: Los orígenes sociales...,
p. 235-236.
[12] Francisco OLAYA: Historia del movimiento
obrero español, siglo XIX. Ed. Nossa y J. Editores, 1994, pp. 176-178 y 567-574.
Posteriormente, lo que se denominaría por Joan García Oliver como “gimnasia
revolucionaria”. Si bien los propios anarquistas reconocían que el hambre más
bien acobardaba que agitaba, rompiendo otro tópico, no es menos cierto que
arrastraba a la población no concienciada a los movimientos insurreccionales o
revolucionarios. El caso de Casas Viejas es paradigmático, pues aunque es
cierto que fue planificado e instigado por los anarquistas, no es menos cierto
la siguiente carta dirigida al Comité Nacional de la CNT, que escribió un
obrero del mencionado pueblo, en Octubre de 1932, unos meses anteriores al
levantamiento: “El paro obrero es cada vez mayor, elevándose el número de
trabajadores parados en ambos pueblos, próximo al millar; el Monterilla no
atiende, el Gobernador tampoco, los Panzudos no siembran y los trabajadores
también se mueren de hambre; creemos que para alimentar los estómagos preparan
balas;... así no es posible vivir; los hombres perecen de inanición. ¿Qué
hacemos?”.
[13] Julián CASANOVA: De la calle al frente. El
anarcosindicalismo en España (1931.1936). Ed. Crítica, 1997. Pp. 108-109.
[14]Eric J. HOBSBAWN: Rebeldes Primitivos.
Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX
y XX. Ed. Ariel, 1983. P. 122
[15] Bernaldo CONSTANCIO DE QUIRÓS, El
espartaquismo agrario andaluz, pp. 46-47
[16] José Antonio ALARCÓN CABALLERO: El movimiento
obrero en Granada durante la II República (1931-1936), Ed. Diputación de
Granada, 1990.
[17] M. GONZÁLEZ URIÉN y Fidel REVILLA GONZÁLEZ: La
C.N.T. a través de sus Congresos. Editores Mexicanos Unidos, 1981, pp. 282-307.
[18] Cuando habla, por ejemplo, del caso de Luis
Bonilla.
[19] José Luis LEDESMA: “Qué violencia para qué
retaguardia o la República en guerra de 1936”, en Ayer 76/2009, p.89.
[20] En Julián CASANOVA: De la calle al frente...,
p. 113.
[21] José Luis LEDESMA: Qué violencia para qué
retaguardia..., pp. 94-95.
[22] Miquel IZARD: Que lo sepan ellos y no lo
olvidemos nosotros. Ed. Virus, 2012. Pp. 271-353.
[23] A pesar de lo que diga el historiador militar
Gabriel Cardona en un artículo publicado en una revista de Historia (Grandes
Enigmas del siglo XX nº 9, Clío: Revista
de Historia nº 58, de 2006, pp 42-50), afirmando que el triunfo lo consiguieron
los policías y militares que quedaron leales al gobierno, pero que fue
adjudicado por los revolucionarios en Madrid y Barcelona debido a que contaban
con mayores medios de propaganda y a que tomaron el poder que quedó vacío. Lo
cierto es que no podemos compartir la visión de Cardona, ya que su relato no es
preciso, y olvida acontecimientos y datos importantes, ignorando que las tropas
leales salieron a la calle solo cuando la batalla estaba ya muy avanzada y el
enemigo cansado y sin municiones, ocurriendo tan solo que los militares “leales”
solo se limitaron a ver quién era el bando vencedor para sumarse a él. Por el
momento nos bastará recordar las palabras de un falangista que luchó en
Barcelona contra los revolucionarios, García Teresa, que aparece en el documental
“La Vieja Memoria”, donde relata él mismo que
perdieron la batalla por “Murcia y
Almería. Es decir, la CNT-FAI”, por tanto, el pueblo revolucionario,
interviniendo los militares y policías republicanos solo al final cuando ya
estaba todo decidido. Minuto 59 del documental.
[24] Hombres
Libres nº 36, de 13 de Agosto de 1937: Cómo proceden los “incontrolados”
.
[25] Hugo GARCÍA FERNÁNDEZ: “Seis y media docena:
propaganda de atrocidades y opinión británica durante la Guerra Civil Española”,
en HISPANIA. Revista Española de Historia,
2007, volumen LXVII, nº 226, mayo-agosto, pp. 671-692
[26] Vicente CÁRCEL ORTÍZ: La persecución religiosa en
España durante la II República (1931-1939). Antonio MORENO MORENO Historia de
la persecución religiosa en España 1936-1939
.
[27] Víctor LUCEA AYALA: Un pueblo en movimiento,
p. 209. Ed. Prensas Universitarias de Zaragoza, 2009. Ejemplos de estudios de
este tipo en Bruce LINCOLN: “Exhumaciones revolucionarias en España, Julio 1936”
en Historia Social nº 35, pp.
101-118.
[28] En Granada, el casino fue el principal blanco
de los ataques incendiarios, y son notorios las quemas a principios del régimen
republicano de los locales del Noticiero
Granadino o del Ideal, el primero por su posición monárquica. En ALARCÓN
CABALLERO: El movimiento obrero en Granada..., p. 362.
[29] Juan Bautista VILAR RAMÍREZ: “La persecución
religiosa en la zona nacionalista. El caso de los protestantes españoles”, en Los
nuevos historiadores ante la Guerra Civil española, volumen 2, Ed.
Diputación de Granada, 1990. Pp. 169-188.
[30] Caso de Santiago Megido Suárez (Mallorca),
Mariano Silvestre (Lliria) o el famoso caso de Fermín Yzurdiaga. E innumerables
casos en investigaciones sin citar nombres, en lugares como Grado (Asturias).
[31] Jesús ARNAL: Yo fui secretario de Durruti.
Ed. Mira, 1995.
[32] Ver cita de la obra de Miquel IZARD, Que lo
sepan ellos...
.
[33] Rafael GIL BRACERO: Revolucionarios sin
revolución. Ed. Universidad de Granada, 1998, p. 143-144.
[34] No se conservan las actas en sí de este polémico
pero importante Congreso internacional, tan solo algunas publicaciones de
periódicos anarquistas, entre las que destaca La Révolté que protagonizaba Kropotkin desde Ginebra, no mostrando
tampoco un gran entusiasmo por el congreso; también encontramos La Revolution Sociale de un confidente
de la policía, Serreaux, que se mostró, como otros tantos, como un entusiasta
de la violencia. No fue el único confidente policial del Congreso, y hubo hasta
un caso de espía en su comité organizador, que nuevamente, empujaba a la
violencia. Asimismo, existe un informe de la policía francesa sobre el
Congreso. Ninguno de estos documentos, así como los diversos testimonios, son
satisfactorios sobre un congreso que no gustó a nadie, pues por su carácter, se
pretendió abarcar a todos, tanto como los partidarios de la organización
pública, como los partidarios de la violencia, y finalmente, de tanto abarcar,
no agarró nada, y nadie salió contento, llevando a sus respectivas organizaciones
y regiones, lo que interpretaron de las resoluciones, tan amplias, que ninguno
mintió. Con todo, es de destacar que en tal comicio nunca jamás se llegó a
confundir o convertir en sinónimo la propaganda por el hecho con la violencia;
si bien el entusiasmo de unos por las “ciencias químicas” fue notorio y no
dejaron de recomendar, dentro de las resoluciones, el uso de tal violencia como
una de las formas de propaganda. Para las resoluciones de la violencia: La Révolté, 23-07-1881. Para no buscar
un documento de tan difícil acceso, se puede recurrir a la obra Oleadas terroristas, p. 40.
[35] José ÁLVAREZ JUNCO:
La ideología política del anarquismo español
(1868-1910)
. Ed. Siglo XXI, 1991, p. 508-
510. Se puede añadir mucho más, ya que la
bibliografía del conflicto entre la FTRE y el grupo violento de Los Desheredados
es abundante y bien conocido.
[36] Antoni DALMAU:
El cas Rull. Viure del terror a la ciutat de les
bombes (1901-1908)
. Ed. Columna 2008.
[37] Marc VIAPLANA y Raj KUTER: La Barcelona de
la dinamita, el plomo y el petróleo 1884-1909. Ed. Grupo de Afinidad de
Quico Rivas, 2009.
[38] Ángel PESTAÑA: Trayectoria Sindicalista.
Ed. Tebas, 1971, p. 401. Es un ejemplo claro de militante que creyendo conocer
todos los antecedentes, no conocía los inicios del pistolerismo como tal,
iniciado por la burguesía en 1917, tal como denunció uno de sus primeros
integrantes, Epifanio Casas, el cual más tarde se incorporará a la banda de Bravo
Murillo. Esto no quita la existencia de la violencia política anteriormente,
traducido en represión y muertes contra los trabajadores, y atentados anarquistas,
pero son fenómenos diferentes al del pistolerismo.
[39] Pere FOIX, Los Archivos del Terrorismo
Blanco. El fichero Lasarte 1910-1930. Ed. La Piqueta, 1978.
[Extraído del texto más extenso titulado
“Las negras tormentas de la Historia”, que en versión original completa está disponible
en https://anarkobiblioteka3.files.wordpress.com/2016/08/las_negras_tormentas_de_la_historia_-_francisco_josc3a9_fernc3a1ndez_andc3bajar.pdf.]
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