José Manuel Higueras
Carlos
Taibo ha publicado un libro que, con ilustraciones de Jacobo Pérez-Enciso,
traza el desarrollo del anarquismo en España desde 1868 hasta nuestros días.
Aunque en inicio el trabajo tiene una dimensión fundamentalmente divulgativa y
es, como tal, una introducción a nuestro anarquismo, no falta en él la
consideración crítica de debates importantes como, por ejemplo, el relativo a
la participación de la CNT-FAI en el gobierno republicano durante la Guerra
Civil. El libro se titula Los olvidados de los olvidados. Un siglo y medio
de anarquismo en España y ha sido editado por Catarata.
- ¿Qué es lo que te condujo a escribir este
libro, Carlos?
° Un
hecho fundamental fue la lectura de dos trabajos que se proponían explicar la
Guerra Civil a los jóvenes. Me pareció que esos dos textos no rompían en modo
alguno el molde de lo que, en relación con el anarquismo, ha preconizado la “cultura
de la Transición”. Un molde traducido en tres posiciones posibles: el silencio
más abrumador, la demonización más obsesiva y, en fin, el propósito de subsumir
a los anarquistas en el magma general de “los republicanos”. Creo que textos como
ésos, y otros muchos, merecían una réplica que recuperase, con orgullo, la
memoria libertaria.
Debo
aclarar, con todo, que mi libro no se dirige, o no se dirige fundamentalmente,
a los jóvenes. Aunque siga conservando una vocación claramente pedagógica,
fortalecida por las ilustraciones de Jacobo Pérez-Enciso, pretende abordar materias
que por lógica deben interesar a todo el mundo, incluida, naturalmente, la
militancia libertaria.
- ¿Cómo se explica la fuerte presencia del
anarquismo en España?
° Se han
aportado al respecto muchas explicaciones. Así, una de ellas, francamente
prescindible, remite al supuesto carácter ácrata del español. Otra habla, con
tono más bien despectivo, de un impulso milenarista lleno de irracionalidad que
habría crecido al calor de un Estado inútil. Pero yo creo que al cabo la
explicación mayor remite al hecho de que los anarquistas aportaron respuestas objetivas
a los problemas de la sociedad de su tiempo, y al respecto perfilaron un
movimiento poco dogmático que se adaptaba con facilidad a escenarios dispares.
Ese movimiento empleó un estilo directo y sencillo, muy alejado del de la
política al uso, y con el paso de los años se dotó de una organización de masas:
la CNT.
- Otro de los empeños del libro es subrayar que los
anarquistas no eran republicanos.
° Así es,
como réplica a una de las visiones a la que ya me he referido. Los anarquistas
no pueden ser, conceptualmente, republicanos. Defienden la democracia directa
frente a las formas de seudodemocracia representativa o delegativa. Pero, más allá
de eso, y en el terreno preciso de la década de 1930, aunque pudieran recibir a
la república como un régimen que ampliaba determinadas posibilidades de acción,
era difícil no ver la realidad. La república fue incapaz de sacar adelante una
reforma agraria merecedora de tal nombre, apostó por los jurados mixtos, en
descarado provecho de la UGT y frente a las formas de acción directa postuladas
por la CNT, y desplegó sobre el mundo libertario una activa represión. Para que
nada faltase, en julio de 1936 muchos responsables republicanos se mostraron
más inclinados a negociar con los militares que a entregar armas a los
sindicatos. La segunda república tuvo, de resultas, un carácter manifiestamente
burgués, lejos de la retórica que hablaba de una “república de los trabajadores”.
- También estudias la democracia interna en el
mundo de la CNT.
° Es
verdad. Creo que en el nivel de base la CNT fue, como tantas veces se ha
señalado, una organización horizontal, asamblearia y antiautoritaria,
infinitamente más democrática que cualesquiera otros sindicatos o partidos que
operaron en la España de aquel tiempo. Cierto es, sin embargo, que, ante todo
en la década de 1930, se hizo valer en su interior el ascendiente de lo que en
algún caso se conocía como “militantes influyentes”. Aunque éstos no eran
cooptados por órganos cerrados y su condición se derivaba más bien del
prestigio del que gozaban y de la admiración que suscitaban, con el paso del
tiempo, pasaron a desempeñar algunas de las funciones propias de una cúpula que
actuaba por separado.
Sé que el
argumento es arriesgado y simplificador, pero creo que puede afirmarse que la
decisión de la CNT-FAI en el sentido de sumarse en 1936, luego del golpe militar
fascista, a los gobiernos de la Generalitat de Cataluña y de la propia
república española fue en esencia asumida por los militantes influyentes. Cobró
cuerpo entonces una paradoja: mientras anarquistas connotados y formados
decidían participar en las instituciones, muchos de los militantes de base, que
acaso eran anarquistas sin saberlo, se entregaron a la tarea de sacar adelante una
genuina revolución social.
- El mundo libertario no se agotaba, por lo demás,
en la actividad de los sindicatos.
° Ese
mundo acabó por configurar, en barrios y pueblos, genuinos espacios autónomos
completamente al margen del control de las autoridades. A su amparo
proliferaron herramientas de movilización social —así, los escraches— que
creemos haber ideado recientemente, prosperaron el naturismo, el amor libre y
un nuevo urbanismo, se realizó un ingente esfuerzo en materia de difusión de la
palabra escrita y emergió una cultura obrera alternativa que, según una versión
de los hechos, fue la más rica registrada en la Europa de antes de la Segunda
Guerra Mundial. Me importa subrayar, por añadidura, que en ese caldo de cultivo
emergió un movimiento tan admirable como Mujeres Libres, consciente de las
muchas taras que arrastraba el propio movimiento libertario y empeñado en
propiciar una revolución de las mujeres que acompañase y completase la revolución
social.
- En las páginas del libro te muestras muy crítico
con la participación de la CNT-FAI en los gobiernos catalán y republicano.
° Así es.
Esa participación constituyó, a mi entender, un freno en el despliegue de la
guerra social que acompañó a la guerra civil. Las cosas como fueren, me
limitaré a señalar que ninguno de los objetivos que se invocaron para
justificar la participación por la que me preguntas fue objeto de satisfacción:
no se garantizaron las armas y la financiación para las unidades confederales, estas
últimas fueron objeto de una activa y lamentable militarización, las
colectivizaciones experimentaron un permanente acoso, apenas se progresó en
materia de gestación de una imagen que permitiese que países como Francia o el
Reino Unido abandonasen sus políticas de neutralidad y, en fin, y a la postre,
se perdió la guerra. El beneficiario final de semejante desvarío no fue otro que
una fuerza política, el PCE, empeñada, eficientemente, en generar divisiones
entre los demás y en acabar, en paralelo, con la revolución social.
- ¿Cuál es la idea mayor que vinculas con las
colectivizaciones?
° Las
colectivizaciones fueron la señal principal de esa revolución social de la que
acabo de hablar. Producto de la mezcla de un colectivismo de raíces
tradicionales y de las ideas y las prácticas anarquistas, demostraron de manera
fehaciente que los empresarios y los capataces sobraban. Y operaron desde la
certeza de que no había revolución si de por medio no se revelaban, al tiempo,
la autogestión y la organización colectiva del trabajo.
- ¿Cómo valoras, en fin, lo ocurrido con el movimiento
libertario, entre nosotros, en los últimos cuarenta años?
° El
primer elemento del balance tiene que ser, por fuerza, la certificación de que
en la década de 1970 ese mundo, reprimido con saña y dividido internamente,
había perdido el contacto con la base social que había marcado su derrotero antes
de 1939. Se enfrentó, por añadidura, a una nueva e interesada oleada represiva
—ahí está el caso Scala—, que en los hechos dura hasta hoy, y a la dificultad
de hacer frente a los retos de una sociedad cada vez más acomodada.
Hoy echo
de menos una mayor implicación en la lucha social —bien estaría que
aprendiésemos de las compañeras griegas— y la búsqueda de espacios de
confluencia en los que se den cita, claro, las activistas anarquistas, pero
también las muchas gentes que, espontáneamente, pelean por la autogestión, la
acción directa y el apoyo mutuo. Creo, en fin, que la perspectiva de un colapso
general del sistema que padecemos debe darle alas a proyectos libertarios en
todos los ámbitos de la vida. Nuestra tarea es conseguir que eso sea una
realidad.
[Tomado
del suplemento cultural Addenda # 62
(incluido en el periódico Rojo y Negro),
Madrid, octubre 2018. Número completo accesible en http://www.rojoynegro.info/sites/default/files/addenda%2062%20octubre.pdf.]
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