Gustavo Godoy
Cada vez que nos encontramos sometidos, inevitablemente, a humillaciones y a injusticias propiciadas por fuertes ajenas y sin poder escapar, estamos en un universo definido por Franz Kafka. Autoridades como políticos, jueces, policías, burócratas, padres y jefes son villanos kafkianos. Su literatura puede ser leída como una metáfora de lo peor de la vida moderna: los poderes invisibles, la burocracia infinita, la confusión de una realidad laberíntica, la falta de sentido y propósito.
Franz Kafka nació en la bella ciudad de Praga, hoy Checoslovaquia, en 1883, dentro de una familia judía y germano parlante. Era hijo de un padre sumamente severo, arbitrario y frío. Y de una madre amorosa pero débil de carácter. Siempre fue tímido y solitario. Además, de un gran apasionado de la literatura. En su juventud leyó a Goethe y a Flaubert con entusiasmo. Nunca se casó. En una oportunidad, sí estuvo comprometido con una joven llamada Felice Bauer, pero rompió con ella para poder “estar más tiempo solo”. Toda su vida trabajo en empleos que nunca le gustaron. Primero, como auxiliar administrativo y luego en una compañía de seguros. Siempre sometido a la imposición de horarios, rutinas y normas inflexibles. Murió de tuberculosis en 1924.
Cada vez que nos encontramos sometidos, inevitablemente, a humillaciones y a injusticias propiciadas por fuertes ajenas y sin poder escapar, estamos en un universo definido por Franz Kafka. Autoridades como políticos, jueces, policías, burócratas, padres y jefes son villanos kafkianos. Su literatura puede ser leída como una metáfora de lo peor de la vida moderna: los poderes invisibles, la burocracia infinita, la confusión de una realidad laberíntica, la falta de sentido y propósito.
Franz Kafka nació en la bella ciudad de Praga, hoy Checoslovaquia, en 1883, dentro de una familia judía y germano parlante. Era hijo de un padre sumamente severo, arbitrario y frío. Y de una madre amorosa pero débil de carácter. Siempre fue tímido y solitario. Además, de un gran apasionado de la literatura. En su juventud leyó a Goethe y a Flaubert con entusiasmo. Nunca se casó. En una oportunidad, sí estuvo comprometido con una joven llamada Felice Bauer, pero rompió con ella para poder “estar más tiempo solo”. Toda su vida trabajo en empleos que nunca le gustaron. Primero, como auxiliar administrativo y luego en una compañía de seguros. Siempre sometido a la imposición de horarios, rutinas y normas inflexibles. Murió de tuberculosis en 1924.
Por sus diarios sabemos que Kafka siempre vivió una doble vida. En el día, trabajaba. Por las noches, escribía (en alemán) literatura. Durante su vida, fue un escritor desconocido, y publicó muy poco. Solo tres colecciones de cuentos cortos, que incluyen uno de sus escritos más reconocidos, Metamorfosis. Sus otras obras fueron publicadas después de su muerte por un amigo, Max Brod, que no destruyó sus manuscritos, desobedeciendo así los deseos del autor. El proceso, El castillo y América, sus novelas, sus verdaderas obras maestras.
Sus finales en muchos casos, inconclusos; sus comienzos, geniales. En Metamorfosis: “Al despertar Gregorio Samsa una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto. Se hallaba echado sobre el duro caparazón de su espalda, y, al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades… Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia. -¿Qué me ha sucedido? …” En El proceso: “Alguien debió de haber calumniado a Josef K., puesto que, sin haber hecho nada malo, fueron a arrestarlo una mañana”.
Kafka es una de las grandes figuras del siglo XX. Un genio de la literatura alemana y universal. Esa mezcla de realismo y fantasía que utilizó en su literatura posee una fuerza extraordinaria y una estética única. Kafka es sentimiento. Es sentirse alienado, solo, confundido, culpable. Es un autor para leer y releer. Es la modernidad.
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