Manuel De
Paz-Martínez
[Nota
previa de El Libertario: Para fines
de la década de 1950, no había en Venezuela ninguna expresión reconocible que
fuese heredera de aquellos esfuerzos que se habían hecho en las décadas de 1920
y 1930 por arraigar la simiente ácrata en nuestro suelo, pero si teníamos una
importante representación del exilio libertario que se había visto forzado a
abandonar España con la imposición de la dictadura franquista. Ese exilio tuvo
oportunidad de proclamarse abiertamente en su ideal ácrata luego del
derrocamiento del gobierno militar que había imperado en Venezuela entre noviembre
de 1948 y enero de 1958, y esa posibilidad por supuesto sirvió para expresar
perspectivas del anarquismo de ese entonces sobre la coyuntura que se vivía en
el país que los acogía, visión que estuvo muy influenciada por su preocupación central en la lucha antifranquista. Sobre ese particular, hemos extraído el extenso
fragmento que sigue a continuación, tomado del trabajo académico titulado “Voces
disonantes. Opiniones libertarias sobre Venezuela y Cuba (1958-1961)”, que
examina este tópico que entendemos de interés para quienes dediquen atención a
la historia de Venezuela, y en particular a la historia del anarquismo en estas
tierras.]
El
resumen semanal de acontecimientos de finales de enero de 1958, no podía estar
más claro para los redactores de Solidaridad Obrera: en Venezuela se
había producido, en realidad, «media revolución», por ello escriben:
«Ha
habido revolución en Venezuela, escasamente satisfactoria. Se perfila la degeneración
premeditada de un conflicto al que un impulso verídicamente popular habría
abierto las mejores perspectivas. Mientras el pueblo venezolano auspiciaba una
mayor libertad con sacrificio de vidas propias, la Iglesia, los militares y la burguesía
han hecho lo posible para apoderarse del movimiento y canalizarlo según conviene
a sus designios». [7]
La
noticia concluía con la sospecha de que Perón, refugiado entonces en
Caracas,
se disponía a partir rumbo a Santo Domingo, territorio que, efectivamente, estaba
convirtiéndose en el «último reducto de las dictaduras criollas»[8]. Allí
acabarían encontrándose, en los pasillos del confortable Hotel Paz, los
tres dictadores desterrados: Perón, Pérez Jiménez y el propio Batista [9].
Poco
tiempo después, Cosme Paules volvió sobre el mismo asunto desde las
páginas de CNT. En su opinión:
«Por
falta de preparación, el pueblo venezolano ha perdido una batalla. Una de esas
batallas decisivas […]. Sin embargo, la sangre ha corrido a raudales. Algunas de
las infinitas ratas que infectaban el territorio bolivariano, también han caído
en la refriega: pero son las menos, y, por lo menos, insuficientes. […] La
revolución, en fin, ha recibido un nuevo y rudo golpe. Tendrá que volver a
recomenzar» [10].
Al
referirse al contralmirante Wolfgang Larrazábal, que se había hecho cargo de la
nueva situación, insistió en el fracaso del envite insurreccional que debió
profundizar en el proceso de transformación social. También señaló que a la
postre los venezolanos se habían dejado convencer por los mensajes de paz y de
orden de las nuevas autoridades y, finalmente, se adhirió
a
la tesis de la revolución a medias:
«No
existe obra –muchísimo menos una obra revolucionaria– que pueda hacerse a
medias. O el pueblo, una vez en la calle, rompe las armas, o las armas y quienes
eternamente las manejan, le rompen a él la cabeza en mil pedazos» [11].
Resultaba
cierto, en fin, que se habían abierto las cárceles, pero la revolución social
había fracasado por «falta de una clara orientación». Concluyó, sin embargo,
que la intentona revolucionaria de los venezolanos había representado un gesto
digno y ejemplar que, cuando menos, indicaba claramente que «la lucha
subterránea del hombre por la justicia» se mantenía en vigor.
En
España Libre, órgano de los «posibilistas», se publicó un vibrante
artículo de Eduardo Ortega y Gasset que contrastaba con los anteriores. En su opinión,
se trataba de un triunfo indiscutible del pueblo venezolano, que debería servir
de ejemplo a los republicanos españoles para derrocar a Franco. Para el hermano
mayor del filósofo y ex fiscal general de la República, que murió precisamente
en Venezuela unos años más tarde, habían sido veintiún días de heroísmo, de
centenares de muertos y heridos que «han coronado esta victoria
popular».
Esta
«gran lección» de los venezolanos debería servir de acicate a los españoles en
dos aspectos cruciales. En primer lugar, por la actuación del ejército que
había cumplido con el deber de amparar las ansias legítimas de liberación
popular, si bien reconocía que resultaba incomprensible el apoyo que, por el
contrario, el ejército español ofrecía al general Franco. En cualquier caso,
poseía mayor trascendencia en su opinión el ejemplo de la unidad de las fuerzas
políticas tras el ideal democrático:
«La
segunda lección, la más trascendente, es la de la unidad. En Nueva York, a
fines de 1957, se reunieron los representantes de los cuatro grandes partidos venezolanos,
expresión de la opinión de su país, y firmaron un sólido acuerdo de unidad […].
Mientras no sigamos ese magno ejemplo y no califiquemos de traidores a los
personalistas y partidismos feroces y exclusivistas, en cuyo fondo late un moho
antidemocrático y totalitario, no podremos obtener la victoria por la que hoy, un
viejo republicano español, que suma ya veintiún años de exilio, felicita a este
noble pueblo hermano de Venezuela, al que me siento unido más que nunca. Porque
me ha brindado el mejor de los dones, no solo a mí sino a mis nietos
venezolanos: la Libertad…» [12].
En
este contexto, el 17 de mayo se dio a la estampa en España Libre el manifiesto
que, dirigido a todos los demócratas y antifranquistas, había elaborado la
Junta de Exilados de la República Española en Venezuela. Esta junta estaba
integrada por «los partidos republicanos», el socialista, el movimiento libertario,
los partidos autónomos de Euzkadi y Cataluña y las tres centrales sindicales
CNT, UGT y Solidaridad de Trabajadores Vascos (STV):
«La
Junta de Exilados de la República Española ha podido constituirse en Venezuela en
virtud de la liberación de este país hermano y en gracia al régimen liberal y
democrático que disfruta […]. Por este hecho ha sido posible mancomunar la
acción de los partidos y sindicales republicanos, reforzando así las
organizaciones que, pese al régimen de dictadura padecido, jamás dejaron de
mantener viva la emoción de sus ideales ni de cumplir con su deber cerca de
aquellos hermanos nuestros que, en lucha permanente dentro del solar patrio,
han sabido en todo momento oponer su santa rebeldía ante la tiránica e
infrahumana manera de gobernar de Franco y su equipo militar y fascista. » [13]
Se
ponía de relieve que los partidos y sindicatos del exilio español en Venezuela
habían colaborado hasta entonces «en silencio, pero eficazmente» en favor de
los emigrantes y de los perseguidos del franquismo. La Junta reconocía, además,
que los grupos que la integraban eran una prolongación natural de las mismas
organizaciones ubicadas en otros países, y, asimismo, de las agrupaciones del
interior de España «que tantas heroicas acciones han realizado». En el acuerdo
faltaban los comunistas, pero era lógico, pues los firmantes reconocían su
ilación natural con el Pacto de París [14], donde aquellos brillaban por su
ausencia. Se leía, pues, en el citado manifiesto de Caracas:
«La
Junta de Exilados de la República Española aspira y lucha por la liberación de
España y sus regiones autónomas, de la dictadura fascista de Franco, sin
presentar a este fin ningún programa político demagógico ni propugnar por
métodos represivos, de violencia o de revancha. Su conducta está inspirada en
los principios emanados del Pacto de París, y desea fervientemente la
cancelación del estado de guerra civil iniciado el 18 de julio de 1936, la
reanudación de la convivencia ciudadana y el establecimiento de la libre
discusión mediante el ejercicio de las esenciales libertades humanas, como la
norma más elemental para el desarrollo de las actividades cívicas y para la
protección de los derechos de todos los conciudadanos.»
Así,
pues, este acuerdo de Caracas, lo mismo que el rubricado en su día en París,
apostaba por fórmulas democráticas y por la imprescindible consulta popular.
Por ello los firmantes reconocían que estaban dispuestos al entendimiento con
fuerzas liberales que coincidieran «en la necesidad de liberar al país mediante
una acción conjunta». Este proyecto tenía como objetivo incorporar a España a
la órbita de los pueblos libres, donde, lógicamente, no tendrían cabida
opciones totalitarias:
«Bajo
este signo liberal y democrático, la Junta de Exilados de la República Española
pide a todos los ciudadanos la confraternización, la práctica del diálogo respetuoso
y constructivo, la acción común para el objetivo fundamental de incorporar nuestro
país a la órbita de los pueblos libres […]. En
esta vehemente invitación no hay más exclusión que para aquellos que aspiran al
partido único, a la sindical única y al gobernante único, ya que esto implica
otra dictadura que los demócratas no podemos admitir como solución política.
Todos los demás deben y pueden trabajar con nosotros.»
Con
el paso de los días la situación mejoró de manera significativa para los
exiliados españoles en Venezuela, que pudieron reorganizarse y robustecer los
cuadros de la CNT. Al mismo tiempo trabajaron para la creación en Caracas de un
centro socio-cultural y coadyuvaron al restablecimiento de Solidaridad Internacional
Antifascista, algunos de cuyos integrantes eran entrevistados, a la sazón, en
la prensa venezolana [15].
El
31 de octubre de 1958, antes de las elecciones que dieron el triunfo a Rómulo
Betancourt, los representantes de los partidos venezolanos URD (Unión
Republicana Democrática), Acción Democrática (AD) y COPEI (Comité de
Organización Política Electoral Independiente), con la exclusión de los
comunistas, se avinieron a firmar el denominado Pacto de Punto Fijo. Mediante
estos acuerdos se comprometían a defender la constitucionalidad democrática y a
poner en marcha un gobierno de unidad nacional con un programa de mínimos [16].
El
2 de noviembre, España Libre dio cabida en sus páginas al mensaje de la
Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL) de Venezuela al VIII Pleno
de la CNT de España en el exilio. La joven generación de libertarios españoles,
que se sentía heredera de los grandes ideales del anarquismo peninsular, requería
de sus compañeros del pleno «una actuación serena, meditada y ecuánime, pero
firmemente revolucionaria de cara al objetivo fundamental de nuestra presente
lucha: el derrocamiento del franco-falangismo» [17].
En
principio, escribía con cierto toque de ingenuidad Manuel Mora Torres [18], lo
importante era la unidad de todas las fuerzas políticas y sindicales de
oposición al franquismo. Si la revolución que desembocó en la caída de Pérez
Jiménez se había podido llevar a cabo en Venezuela, no había razón para que un
proceso similar no se pudiese repetir en España. Pero, para conseguirlo, no
bastaría con tomar la capital como, básicamente, había sucedido en aquel país,
sino que, para España, se hacía preciso asegurar «unos cien puntos
simultáneamente», al objeto de evitar el estallido de otra contienda civil.
Mora Torres sugería que no se perdiera el tiempo en discusiones sobre el tipo
de régimen (monárquico o republicano), ya que se hacía imprescindible establecer
un «régimen provisional», presidido por una «persona de reconocida austeridad y
honradez». Su artículo ponía de relieve, además, la pureza de los sufragios
venezolanos que habían dado el triunfo a Betancourt, con quien, «salvo las
naturales excepciones», se sentían identificados los republicanos españoles, «y
de cuyo partido tenemos recibidas gratitudes que jamás olvidaremos» [19].
Los
exiliados libertarios y sus simpatizantes encontraron, además, espacios de
sociabilidad como el Centro Cultural y de Estudios Sociales de Caracas que
sirvió como centro de debate en torno al humanismo ácrata, la creación artística
y los principios del sindicalismo anarquista [20]. Paralelamente, la alianza UGT-CNT
en Venezuela publicó, con motivo de las celebraciones del 1.º de Mayo, un
manifiesto dirigido a los trabajadores para impetrar sus simpatías y
solidaridad en la lucha contra «los asesinos y atracadores de las libertades del
pueblo español» [21].
En
otra de las crónicas, remitida por «Víctor García» [22] desde Venezuela, se
ponían de relieve las disputas entre el «general» Alberto Bayo y el presidente del
gobierno de la República española en el exilio, Félix Gordón Ordás. Bayo había
participado en la guerra civil española y, con anterioridad, se había formado
militarmente a las órdenes directas de Franco durante su destino en el
Protectorado español de Marruecos. Pero, realmente, se había hecho famoso por
entrenar en Méjico a los expedicionarios del Granma. Llegó a Caracas
pregonando que con 300 guerrilleros podría derrotarse al franquismo en España [23].
Paralelamente, trató de desprestigiar al gobierno republicano en el exilio al
acusar a Gordón Ordás de haber recibido de Batista 1500 dólares durante años,
que en realidad se remontaban a la época de Prío Socarrás. Pero el proyecto de
Bayo parecía poco convincente [24].
En
efecto, la caída de las dictaduras de Venezuela y Cuba, se apuntaba a su vez en
un editorial de Solidaridad Obrera, «parece haber levantado deseos de
emulación en la emigración política española», pero, según se decía, «tan propicios
para el pesimismo inmotivado como para los entusiasmos pasajeros, podría darse
el caso, una vez más, de que «viviendo» el reflejo de los otros desconectáramos
con la realidad española». La lucha del pueblo venezolano contra Pérez Jiménez
había contado, en realidad, con la cooperación de un sector representativo del
personal castrense, pero, en el caso de España, la experiencia y las
incursiones realizadas en el territorio demostraban que una operación de este
tipo no iba a resultar una tarea fácil. El «fidelismo», por su lado, había
tenido a su favor el «factor selvático impenetrable y la devota amistad de los
mambisos» [sic], esto es, de los guajiros cubanos. Así, pues, resultaba
evidente que, antes de iniciar cualquier operación precipitada y sin base real,
el primer objetivo debía ser la «alteración política y revolucionaria del
pueblo, la elevación del pueblo al ámbito de los puros e irreprimibles entusiasmos»
[25].
Mientras
tanto, la prensa anarquista también publicó algunos sueltos, sobre temas
históricos, en algún caso bastante polémicos, relacionados con Venezuela y con
América en general. Sucedió así con el asunto de los «desmanes cometidos en el
proceso de conquista en el Medievo contra el aborigen venezolano», episodio que
no había que confundir, según Marcos Leiva, con «defender una obra de espesor
cultural, civilizadora y de un contenido social insospechado» [26].
Durante
1960, al paso que la inestabilidad política iba ganando terreno en la patria de
Bolívar [27], sectores del anarquismo como los representados por la CNT de
Toulouse no dudaron en comparar ese estado de cosas con ciertas etapas de
desequilibrio en el seno de la II República española (1931-1939). En aquel
momento se habían sabido beneficiar los fascistas, mientras que «los que hoy se
aprovechan internacionalmente son los comunistas, que encuentran en todo ello
una plataforma fácil de demagogia y de propaganda»:
«¿Cuándo
comprenderán socialistas, republicanos, liberales de todos los matices que,
para evitar el comunismo no queda más que una solución: hacer la revolución social,
la verdadera, la que iguale y libere, la que, sobre la base del pacto y del federalismo,
establezca formas de vida y de organización social compatibles con la evolución
y los tiempos que vivimos? » [28]
Venezuela
no podía perder, por tanto, su apuesta de futuro, pues ello significaría un
retroceso no solamente para el país, sino para otros que se miraban en el
espejo venezolano y que, igualmente, necesitaban una verdadera transformación
de sus estructuras socio-políticas y económicas, entre ellos, lógicamente,
«nuestra desgraciada España».
Pero,
el año clave fue 1961. El 29 de enero la CNT celebró un acto en la Casa
Sindical de Caracas, en el que intervinieron varios miembros de la organización
como José Consuegra, secretario de cultura y propaganda, José Leiva
y Germinal Gracia (Víctor García). También fueron invitados varios representantes
de la UGT y el dirigente del movimiento portugués contra el dictador Oliveira
Salazar, Julio Cid Costa Motta, por lo que se comentó el secuestro del
trasatlántico Santa María por el capitán Galvão. En la reunión se
destacó la importancia de la unidad confederal y la necesidad de sumar esfuerzos
para recuperar España. «Somos matas en un invernadero y nuestra verdadera vida
solo la encontraremos en el sol de España. Aquel sol que nos hiciera como
somos, rebeldes, anarquistas» [29].
El
escritor Ángel Samblancat [30] resumía, en su habitual estilo culterano, la historia
y la compleja realidad socio-política de Venezuela y, en cierto modo, de su
relación contemporánea con Cuba. Decía así en un artículo sobre El Bagre, Juan
Vicente Gómez (1857-1935), gran dictador tachirense como indicaba su apodo:
«Venezuela,
la maja, indicase renuente a dejarse castrar por el castrismo cubano, afluente
del lunívolo Neva; y a encastrárselo hasta el hígado. Las dos rebeldías o rebeliones
del bolivariano ecúmeno –la antifidelista de hoy, y la antiperezjimenista de
ayer– no puede la primera y pudo la segunda; no podrían una y otra, estar más
causa-causadas y cimentadas en roca y carne vivas de infortunio [31].
El
gobierno de Venezuela rompió relaciones diplomáticas con el de Cuba el 11 de
noviembre de 1961, tal como se reflejó en la prensa de la época. Se trataba del
noveno país de Hispanoamérica en hacerlo [32].
La
experiencia venezolana, en fin, reforzó la opinión favorable a la confluencia de
las fuerzas democráticas españolas de diferente signo, para potenciar una lucha
social y sindical que agrietara poco a poco el monolítico régimen de Franco. Se
planteó la necesidad de contribuir al desprestigio y al aislamiento del
franquismo en foros políticos e intelectuales de ámbito internacional, y, desde
luego, también se trató de estar alerta ante el peligro de la desunión y la
división, tal como no tardaría en experimentar la propia democracia venezolana
[33].
Ello
no quiere decir que, a pesar de sus reiterados fracasos, el anarquismo hispano
renunciara a la acción directa, que era una de sus señas de identidad, y en tal
sentido a proyectos como Defensa Interior (DI)34, una unidad armada que, a
partir de 1961, ambicionaba acabar por la vía rápida con el régimen de
Franco.
Pero lo cierto es que, en el trasfondo del DI, como ha señalado Octavio Alberola
[35], estaban también los esperanzadores triunfos de 1958 y 1959 contra las
dictaduras de Venezuela y Cuba.
Herrerín
López ha subrayado, en este contexto, el hecho significativo de la presencia en
Francia de destacados militantes confederales como el citado Alberola, que
traía de Méjico, junto a su labor en la organización de las juventudes libertarias
de aquel país, su propia experiencia, a partir de 1956, en relación con grupos
de propaganda de las agrupaciones revolucionarias cubanas Movimiento 26 de
Julio y Directorio Revolucionario. En consecuencia la caída de la dictadura de
Batista supuso un «fuerte estímulo para los jóvenes libertarios» [36], que
soñaban con repetir en España la gesta insurreccional de Cuba.
* * * * *
El
proceso insurreccional cívico-militar que, a principios de 1958, condujo a la
recuperación de la democracia en Venezuela benefició a los anarquistas españoles
que, después de la guerra civil, se habían trasladado por causas económicas y
políticas a aquel país. En las páginas de la prensa anarquista del exilio
español en Francia se recogieron algunas aportaciones críticas a un proceso
que, al principio, llegó a ser definido como una «revolución a medias». Pero
las distintas sensibilidades del anarquismo español coincidieron en que la
insurrección venezolana había representado un gesto digno y ejemplar que,
cuando menos, demostraba que el espíritu de justicia de los sectores populares
continuaba en toda su fuerza y vigor.
Al
mismo tiempo, el desarrollo de los acontecimientos políticos en Venezuela fue
visto por muchos libertarios españoles como un modelo digno de imitación. Es
decir, en la medida en que se consiguiera unir a las diversas agrupaciones y
movimientos político-sindicales contra el régimen de Franco, al estilo de lo
que había sucedido en Venezuela, se podrían albergar nuevas esperanzas en un
cambio de régimen en España. Mientras tanto, los ácratas españoles en el país
del Orinoco se cohesionaban a través de agrupaciones como la Federación Ibérica
de Juventudes Libertarias (FIJL) o la delegación sindical de la CNT. Estas
organizaciones tendieron lazos, a su vez, con otros grupos del exilio,
integrados en la Junta de Exilados de la República Española en Venezuela, de la
que también formaban parte las centrales sindicales (CNT, UGT y STV). Además,
se restableció Solidaridad Internacional Antifascista y, paralelamente, se
celebraron actos socio-culturales y de adhesión a otros movimientos y
dirigentes ibéricos como el del portugués Costa Motta, que ambicionaba la caída
del dictador Oliveira Salazar.
Notas
[7]
“Notas de la Semana. Media revolución en Venezuela”, Solidaridad Obrera,
París, 30/01/1958: 1-2.
[8]
Idem.
[9]
Paz-Sánchez, 1997: 87-88 y 265.
[10] Paules, Cosme, “Venezuela en cuatro
actos”, CNT, Toulouse, 23/02/1958: 2.
[11
Idem.
[12]
Ortega y Gasset, Eduardo, “El triunfo del pueblo venezolano. II”, España
Libre, 23/03/1958: 1.
[13
“Desde Venezuela. Junta de Exilados de la República Española”, España Libre,
17/05/1958: 1-2. El manifiesto se rubricó en abril.
[14]
Romero Samper, 2005: 167, 299-300 y 302.
[15
Fontaura (i. e., el ácrata catalán Vicente Galindo Cortés), “Marginales.
Tripurcio en Venezuela”, CNT, 25/05/1958: 1 y 4. La identificación del
autor del artículo, por ejemplo, en Navarro, 2002: 259.
[16]
Luis León, 2015: 25-30.
[17]
“Saludo y mensaje de las Juventudes de Venezuela”, España Libre,
02/11/1958: 2. Firma el manifiesto la comisión directiva formada por Félix
Blanco, Nardo Mora, Leopoldo Gracia, José Dopico, Nicolás Gil y Alfonso
Gisbert.
[18]
Sobre el personaje, Lería Rodríguez y Eslava Rodríguez, 2010.
[19]
“Desde Venezuela. Venezuela, ejemplo (De la dictadura militar a la democracia
constitucional)”, España Libre, 22/02/1959: 2. Langue (2009) ha definido
a Betancourt como «uno de los mayores defensores de las instituciones
nacionales y de los valores democráticos, aunque con un matiz conservador».
[20]
“Crónicas americanas”, Soli, 23/04/1959: 1. “Desde Venezuela”, Soli,
5/06/1959: 4.
[21]
“Manifiesto UGT-CNT en Venezuela”, España Libre, 31/05/1959: 4.
[22]
Tomás Germinal Gracia Ibars (1919-1991). Senta, 2008: 52.
[23]
No parece que tuviera mucho éxito el proyecto de la UCE (Unión de Combatientes Españoles),
auspiciado por Bayo que quiso hacer de las montañas de Asturias su propia
Sierra Maestra. Se aseguraba, no obstante, que un sector de la CNT asturiana le
apoyaba. Parece que se inspiró, además, en la teoría del foco guerrillero que
desarrolló Debray. La UCE se concibió como un movimiento abierto a todas las
tendencias, a imitación del Movimiento 26 de Julio, al menos formalmente
(Paz-Sánchez, 2001: 172-173. Debray, 1967. Calvo-González, 2012).
[24]
“Crónica internacional. Alberto Bayo versus Gordón Ordás”, Soli,
04/06/1959: 2. Este asunto de las subvenciones había sido destapado en La
Habana por las autoridades diplomáticas del régimen de Franco, lo que
efectivamente perjudicó los intereses de los republicanos que deseaban verse
reconocidos oficialmente como sucedía con Méjico (Paz-Sánchez, 2001: 133-137,
159 y 164. Hernández Sánchez, 2005: 314-316).
[25]
“En esta hora eufórica”, Soli, 11/06/1959: 1. El guerrillero Francesc
Sabaté Llopart (Quico Sabaté) fue muerto a principios de 1960 (Eyre, 2001).
[26]
“Temas de historia. Sobre la conquista y la colonia de España en el Nuevo Mundo”,
España Libre, 26/07/1959: 2.
[27]
Fuenmayor, 1985: 287 y ss.
[28]
“La historia se repite. España ayer; hoy Venezuela”, CNT, 11/12/1960: 1.
[29]
“La CNT en Venezuela”, Soli, 16/02/1961: 3. Soriano Jiménez, 2002: 79 y
790. Por la UGT intervino Leoncio Pérez (Paz-Sánchez, 2001: 185-186).
[30]
Ángel Samblancat Salanova (1885-1963), sobre este personaje véase Samblancat
Miranda, 1990.
[31]
“El país de Gómez”, Soli, 22/06/1961: 1.
[32]
Hoja del Lunes, Burgos, 13/11/1961: 1.
[33]
Víctor García, “Desde Venezuela. La CNT su extrema derecha y su extrema
izquierda”, Soli, 29/06/1961: 2 y 4. Alberola y Gransac, 2005: 39, 44-45,
50-53, 56-61 y 220.
[34]
Herrerín López, 2004: 238 y ss. Termes, 2011: 686-687.
[35]
http://www.portaloaca.com/historia/historia-libertaria/1691-el-di-defensa-interior-y-la-resistencia-libertaria-contra-el-franquismo.html
[consultada: 27/09/2016]: «Cuando
en 1960 Sabater decide volver a España han caído las dictaduras de Pérez Jiménez,
en Venezuela, y la de Batista, en Cuba, despertando nuevas esperanzas en el
seno de la oposición antifranquista, del interior y del exilio». Alberola y
Gransac, 2005. Villagrasa y Alberola, 2007.
[36] Herrerín López,
2004: 239-240.
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°
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Grupo pro revisión del proceso Granado-Delgado”. Hispania Nova. Revista deHistoria
Contemporánea, 7 (Madrid, 2007), http://hispanianova.rediris.es [consulta:
29/09/2016].
[Tomado
de http://revistadeindias.revistas.csic.es/index.php/revistadeindias/article/view/1051/1123.]
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