Pablo Amaya
El anarquismo fue un movimiento libertario surgido durante el siglo XIX, siglo caracterizado por el tránsito hacia la sociedad de clases, que generó entre los individuos acciones de rebeldía en contra de las injusticias sociales, creando el conflicto entre sociedad e individuo. Sin embargo, más allá de las discrepancias de acepciones y equivocaciones en la conducta de algunos de sus miembros, el anarquismo fue un movimiento de libertad sobre cuyos cimientos se construyeron principios filosóficos, literarios y artísticos, como el simbolismo y el modernismo, no por casualidad las ideas sociales de León Tolstói, Godwin, Thoreau, Ibsen, Wagner y Oscar Wilde, por mencionar algunos, han sido calificadas de anarquistas.
El anarquismo fue un movimiento libertario surgido durante el siglo XIX, siglo caracterizado por el tránsito hacia la sociedad de clases, que generó entre los individuos acciones de rebeldía en contra de las injusticias sociales, creando el conflicto entre sociedad e individuo. Sin embargo, más allá de las discrepancias de acepciones y equivocaciones en la conducta de algunos de sus miembros, el anarquismo fue un movimiento de libertad sobre cuyos cimientos se construyeron principios filosóficos, literarios y artísticos, como el simbolismo y el modernismo, no por casualidad las ideas sociales de León Tolstói, Godwin, Thoreau, Ibsen, Wagner y Oscar Wilde, por mencionar algunos, han sido calificadas de anarquistas.
Las raíces del anarquismo se han observado en filósofos de la antigüedad como en Lao-Tse, Aristóteles, Platón, etc. Algunos historiadores han encontrado en el seno del cristianismo raíces anarquistas al afirmar que el verdadero fundador del anarquismo fue Jesucristo y que la primera sociedad anarquista fue la de los apóstoles. Como quiera que sea, el pensamiento anarquista se extendió al siglo de oro español, al Renacimiento italiano y a la Revolución francesa. Todos tenían como denominador común las ansias de libertad. Esa es la esencia del anarquismo, un deseo por la libertad individual, y lo que permitió que se diera una alianza entre el anarquismo y la revolución que profesaban algunos movimientos artísticos ya sea en la música, la pintura, el teatro o la poesía.
Los teorizadores más notables del anarquismo fueron el francés Proudhon, los rusos Kropotkin y Bakunin, pero el verdadero precursor es considerado el inglés William Godwin (1756-1836), cuya obra, “Investigación sobre la justicia política” es considerada la obra cimera del anarquismo y del pensamiento libertario. Fue bajo la influencia godwiniana que el poeta romántico Percy Shelley ingresa el anarquismo por primera vez como tema de la literatura mundial y aunque Shelley, dice Woodcock, deba ceder a Tolstói el ser el más grande de todos los escritores anarquistas, sigue siendo el más grande de todos sus poetas. Y no deja de ser verdad, “La reina Mad”, “La revuelta del islam” y “Prometeo liberado”, se consideran obras transcritas en verso del credo de justicia política de Godwin. Sin duda alguna el iniciador del modernismo, Rubén Darío, conocía del mito celta de la reina Mad por la obra de Shelley, y de ahí nació la idea de realizar, en base al poema filosófico del romántico inglés, su cuento ampliamente conzocido incluido en “Azul”. No se puede negar la posibilidad de que Darío conociera del mito celta por medio de Shakespeare, quien también lo había incluido en su obra “Romeo y Julieta”.
A la fecha el mundo ignora lo que ha sido la labor cultural, de liberación de las conciencias y manifestaciones artísticas libertarias del pensamiento anarquista. Ellos fueron, los anarquistas, los que siempre abogaron por la creación de un arte nuevo que liberara al artista latente en el hombre y que pusiera los valores de la imaginación en el centro de la aventura estética. Fueron ellos los que infundieron la idea en las consciencias de los poetas de no aceptar palabras e ideas que no fueran las suyas y de crear su propio estilo. Un músico, esteta anarquista, Ricardo Wagner, lo decía: “Lo primero no imitar a nadie, mucho menos a mí”, mismas palabras retomadas por Darío. Así lo dejó claro en ‘Palabras liminares’ de “Prosas Profanas”. Los modernistas y, específicamente, Darío adoptan a Wagner como músico, no solo por la belleza auditiva de sus sinfonías sino también por el mensaje ideológico y filosófico que contenían.
Más allá de la música de Wagner, hay un esteta anarquista que pide una armonía libertaria, que cree que el arte será el medio por el cual la humanidad podrá regenerarse. Wagner representa la figura del anarquista, del precursor directo de la revolución libertaria del arte.
Fueron los anarquistas los primeros en propagar el culto wagneriano que tanto simbolistas, primero, y modernistas después, retomarían. Muchos poetas simbolistas franceses colaboraban con revistas reconocidas como anarquistas: Mallarmé, Laurent Teilhade, etc. La Revue Blanche, la Entretiens Politiques et Littéraires. Otra revista de corte anarquista, La Révolté, era nutrida con colaboraciones de Mallarmé, Leconte de Lisle, Daudet, etc.
Existen dos colaboraciones de Rubén Darío, en revistas anarquistas documentadas por Anthony L. Geist: “Colaboraciones de Darío en revistas anarquistas francesas” (1975: 213-22) “Les lettres hispano-américaines. María Guerrero”, Revue Blanche, XVII, septiembre-diciembre 1898, pp. 315-318; y “Vargas Vila”, Heraldo de París, II, 24, 30 marzo 1901. En Argentina, Darío colaboró en la revista modernista-anarquista, El sol de Domingo, dirigida por Alberto Ghiraldo.
[Tomado de https://www.elnuevodiario.com.ni/suplementos/cultural/455510-ruben-dario-estetica-anarquista.]
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