Aurora Clignotard
L@s anarquistas no somos mucho de creer en infiernos, pero, de existir algo así, el castigo que nos aguardaría sería el de replantar árboles toda la eternidad. Si hay algo que a lo largo de la historia nos ha caracterizado ha sido el afán de llenar de letras cualquier tipo de papel. Nada gratuito, pues refleja la voluntad de transmitir a través de la palabra la expresión de un pensamiento.
Desde los albores del siglo XVIII, con la Investigación acerca de la justicia política y su influencia en la virtud y la dicha generales de William Godwin tratando de demostrar que "el hombre es perfectible, aunque incapaz de perfección, pero capaz de mejorar indefinidamente", hasta este artículo, la idea de que es posible vivir de manera racional, sin necesidad de tutelas económicas, políticas, patriarcales, en plena armonía entre todas las personas y la naturaleza ha tenido diversos recorridos escritos. Tanto papel se ha necesitado por el empeño del poder en hurtar a las personas la evidencia de que la dicha es posible desde la voluntad de uno o de una misma, como también planteara la compañera de Godwin, Mary Wollstonecraft, una de las primeras feministas.
L@s anarquistas no somos mucho de creer en infiernos, pero, de existir algo así, el castigo que nos aguardaría sería el de replantar árboles toda la eternidad. Si hay algo que a lo largo de la historia nos ha caracterizado ha sido el afán de llenar de letras cualquier tipo de papel. Nada gratuito, pues refleja la voluntad de transmitir a través de la palabra la expresión de un pensamiento.
Desde los albores del siglo XVIII, con la Investigación acerca de la justicia política y su influencia en la virtud y la dicha generales de William Godwin tratando de demostrar que "el hombre es perfectible, aunque incapaz de perfección, pero capaz de mejorar indefinidamente", hasta este artículo, la idea de que es posible vivir de manera racional, sin necesidad de tutelas económicas, políticas, patriarcales, en plena armonía entre todas las personas y la naturaleza ha tenido diversos recorridos escritos. Tanto papel se ha necesitado por el empeño del poder en hurtar a las personas la evidencia de que la dicha es posible desde la voluntad de uno o de una misma, como también planteara la compañera de Godwin, Mary Wollstonecraft, una de las primeras feministas.
Esa responsabilidad del individuo sobre sí mismo, sin necesidad de dar explicaciones a poder ajeno alguno, estará presente a principios del siglo XIX en la obra de Max Stirner, quien en su libro El único y su propiedad plasmó una radical defensa del individuo libre, único y soberano, visión de éste como sujeto autónomo y liberado de toda atadura económica, política o religiosa, que dará pie, entre otras, a la idea del superhombre en Nietzsche o a la defensa de los derechos de los homosexuales hace ya más de un siglo por Adolf Brand.
Doscientos años desde estas primeras expresiones de una idea que terminaría llamándose anarquismo, como exaltación de la libertad, como esencia del ser humano, que sólo mediante la solidaridad y la igualdad puede alcanzarse. ¿Qué pueden hoy decir quienes desde esa idea tratan de responder a los retos del presente? Lo que dicen sus miles de libros y escritos publicados por quienes creían en la palabra como una herramienta para la conquista de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Siempre un paso por delante, buscando nuevas libertades para las personas que en el fragor de las crisis eran relegados. Como las mujeres, para quienes Louise Michel exigía iguales derechos que los reclamados en la Comuna de París en 1871. O para los artesanos, que defendía Proudhon declarando, en ¿Qué es la propiedad?, que la propiedad es un robo, cuando se iniciaba la proletarización de aquellos que hasta entonces se sustentaban con sus propios medios y a los que la naciente industrialización obligaba a entregarse a quienes disponiendo de capital e industria se apropiaban de la fuerza de trabajo o de las tierras... Hoy, las grandes corporaciones y el capital financiero han exacerbado al límite aquella expropiación haciendo del capital el nuevo becerro de oro. Mijaíl Bakunin, en Dios y el Estado, explica esa colusión entre el capital, la religión y el Estado como forma de dominación para someter a individuos y pueblos. Más allá de esta crítica, Bakunin afirmará, frente a la ideología burguesa del "pacto social" y de que para que pueda existir la convivencia en sociedad los individuos deben perder o ceder parte de su libertad, la idea de "mi libertad y la tuya no se limitan, sino que juntas se extienden hacia el infinito". Esta visión nueva y radical define la piedra angular sobre la que se apoyará todo el edificio anarquista y supone la solución al aparente conflicto entre igualdad y libertad. El anarquismo entiende esto como dos términos de una sola ecuación. Sin libertad no podemos ser iguales y viceversa. Para alcanzar ésta es condición necesaria la lucha contra todas las instancias que impiden su realización.
Kropotkin, en La conquista del pan y en Campos, fabricas y talleres, profundizará la visión acerca de las condiciones para organizar una sociedad de hombres libres, llegando a la conclusión de que ésta no podrá realizarse sobre la base de grandes unidades industriales ni urbanas que depreden el medio ambiente o produzcan grandes concentraciones de habitantes donde los individuos se conviertan en masa. Frente a un mundo en pleno proceso de concentración del poder, Kropotkin fue capaz de ver que las cosas se podían organizar de forma descentralizada y federal, de manera racional y económica, para no despilfarrar recursos humanos o naturales de cara a vivir en libertad y conseguir el mayor bienestar. Frente al intento de los capitalistas, basándose en una lectura sesgada de Darwin, Kropotkin demostrará en su libro El apoyo mutuo que las especies han evolucionado a través de la colaboración y la solidaridad, por lo que la sociedad, si ha de ser justa y libre, deberá fundarse sobre una Ética en la que no haya diferencia entre fines y medios.
Élisée Reclus incorpora también la propia naturaleza a esta relación en su obra El hombre y la tierra o en su extensa Nueva Geografía Universal, donde aporta una visión del medio ambiente y la geografía como producto de la interacción del hombre, lo que abrirá las puertas a la ecología, a la visión del territorio y del medio como algo a respetar y no a depredar.
La moral, la costumbre, la tradición, "las culturas" cercenan las posibilidades de felicidad desde el deseo y la satisfacción, como critica Emma Goldman en su texto Matrimonio y amor. La hipocresía del puritanismo; Errico Malatesta, en El problema del amor; o Voltairine de Cleyre en La esclavitud sexual. Guyau, en su Esbozo para una moral sin obligación ni sanción, planteará las vías para una ética como afirmación gozosa de la vida como norma de conducta y relación con los otros desprovista del complejo de culpa y el afán de dominio.
Los libros servían a l@s anarquistas para condenar la incultura y el analfabetismo por la vía que consideraban más legítima: la educación. El impulso de la enseñanza racionalista expresado en La Escuela Moderna de Francisco Ferrer da lugar a centros educativos donde se aplicará una educación que enseñe a los niños y niñas a ser sujetos libres y autónomos. Ricardo Mella expresa en su Ideario la idea de enseñar desde la neutralidad para no manipular a los niños y niñas en su desarrollo.
En este Viaje a través de la utopía (Maria Luisa Berneri), la lucha obrera expresará su estrategia, entre otros, en El proletariado militante de Anselmo Lorenzo. Un proletariado que superaba fronteras entendiendo que el camino hacia la libertad pasa por el fin de religiones y naciones, como recuerda Rudolf Rocker en Nacionalismo y cultura.
Un recorrido por La anarquía a través de los tiempos (Max Nettlau) no puede concluir sin la obra de algunos pensadores que hoy siguen tratando de dar nuevas respuestas a la lucha por la libertad. Noam Chomsky, desde la lingüística o la crítica al imperialismo y a la dominación, abre la puerta a la denuncia de las nuevas formas de explotación y propone nuevas alternativas a la crisis del capitalismo. Michael Albert, con su obra Parecom, plantea no sólo una profunda crítica al modelo capitalista sino también una salida, a través de la autogestión, que posibilite una gestión económica que, rechazando los mercados, no caiga en los pasados errores de las economías fuertemente centralizadas.
Nos gustaría que este artículo te sirva para conocer una idea cuya aspiración ha sido abrir las grandes alamedas por donde pasee la humanidad libre para construir una sociedad mejor. Si para ello, después, nos vemos condenados a pasar la eternidad plantando árboles, no creas que lo tomaremos como un gran castigo.
[Tomado de https://www.nodo50.org/tierraylibertad/264.html#articulo4.]
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