Gustavo
Rodríguez
—A la memoria del compañero Joël Fieux, y tantas otras
víctimas del porno revolucionario
Lo bello no es ni la envoltura ni el objeto
encubierto, sino el objeto en su velo. Desvelado se mostraría infinitamente
insignificante.
Walter
Benjamin
A finales del siglo pasado la imposición del
neoliberalismo a sangre y fuego nos anunciaba el “fin de la historia” y nos
auguraba el destino manifiesto de la humanidad con el arribo de una irrefutable
cosmogonía fundada en la libertad de empresas y mercados, en la democracia
parlamentaria y en la “globalización” capitalista. Sólo nos quedaba
esperar –sin mayores sobresaltos– la arrolladora
expansión de su definitivo imperio. En medio de esta trama adversa, la
insurrección de los sinrostro, señalando todo lo que había de podrido
al interior de esta nueva panacea, fue un recordatorio necesario desde la
recóndita Selva Lacandona que advertía, sin cortapisas y a todo pulmón, que
nada había detenido el curso de la historia y que los excluidos continuaban en
pie de guerra contra la dominación y lo atestiguaban con contundencia hi
stórica, excediendo con creces el efímero “fin de la historia”.
La irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN) causó gran fascinación entre los filántropos de todos los colores desde
los primeros momentos de aquella madrugada inaugural del año 1994. La
irradiación pornográfica del neozapatismo pronto provocó una suerte de coacción
icónica que comenzó a propagarse por contagio desatando una epidemia viral que
inundó las redes telemáticas de hipercomunicación anestésica. El denominado
“movimiento anarquista” no quedó exento de su alcance, entregándose en cuerpo y
alma a cultivar admiración y solidaridad. Ese “movimiento anarquista”, precario
e incoloro, aún no se recuperaba por esos eneros de la tamaña embriaguez
producida por la estrepitosa implosión de su archienemigo histórico: el
“socialismo realment e existente” o capitalismo de Estado. Las precariedades de
este “movimiento” imposibilitaron el aprovechamiento de condiciones favorables
ante el campo particularmente fértil que dejaba a su paso la hecatombe
soviética y la anhelada confirmación de todas las tesis anárquicas ancestrales.
La ausencia de color, además, le había impedido apropiarse de la
historicidad concreta de la que formaba parte, soslayando la necesaria
renovación teórico-práctica y la correspondiente innovación de un modelo de
organización y acción consecuente con los tiempos.
El “movimiento anarquista”, carente de paradigma, caía
rendido a los brazos del EZLN dejando que los efectos narcóticos de la
hipercomunicación anestésica, acompañados de una generosa porción de vaselina,
cumplieran su objetivo. Sin embargo, sería injusto no matizar esta afirmación y
continuar ocultando las honrosas excepciones que alzaron sus voces críticas
desde los primeros intentos de penetración. Ese fue el caso de Charles Reeve,
Sylvie Deneuve, Marc Geoffroy y de nuestro compañero Massimo Passamani, entre otros.
De tal suerte, de paso por Montpellier a mediados de 1995, llegaba a mis manos Au-dela
des passes-montagnes. Para mi sorpresa, ese no sería el único manuscrito
crítico que me harían llegar los compañeros europeos.
En Brescia también me entregarían un documento de
autoría anónima y, al finalizar mi charla en el Politécnico de Tesalónica,
otro. Éste estaba en inglés y me lo otorgarían los propios autores: una joven
pareja que no dejó de denunciar los desvaríos nacionalistas del EZLN, la clara
intención socialdemócrata de sus discursos y la fuerte alineación jerárquica
que caracterizaba su estructura. De regreso en Barcelona, en el acogedor
departamento de Diego Camacho (Abel Paz), el veterano luchador
anarcosindicalista me cuestionaría de nueva cuenta en torno a los mismos
tópicos, haciendo énfasis en el tremendo desatino que estábamos cometiendo al
alimentar estos desvaríos leninistas en lugar de renovar nuestro
andamiaje teórico-práctico y reconstruir al “movimiento”. Al despedirnos, tras
desp otricar contra los remanentes del exilio cenetista en México,
retomaría el tema neozapatista sentenciando sonriente «Chaval, te digo lo mismo
que le he dicho a Iñaki que se ha convertido en su embajador en Barcelona: lo
del tal Marcos es una zarzuela y los zapatistas tienen de anarquistas lo que
tienen de católicos mis cojones.» Un año y dos meses después pude comprobar la
veracidad de su sentencia.
Pero, sería deshonesto de mi parte proseguir con este
texto sin entonar el mea máxima culpa del confiteor. A estas
alturas, cabe darnos la licencia de un pequeño paréntesis y hacer pública mi
“grande culpa”: Si bien es cierto que a lo largo y ancho de aquella tourné encontré
incontables críticas, el motivo de nuestra encomienda era cimentar las bases
del “apoyo crítico” al neozapatismo al interior de nuestras tiendas y
fundamentar los nexos históricos entre anarquismo y zapatismo. Bastaba con
desempolvar a Ricardo Flores Magón y el guión del nuevo culebrón revolucionario
estaría listo para escena.
La solidaridad libertaria –cada vez menos crítica–
comenzó a fluir por tuberías. Las recaudaciones de fondos eran copiosas y
llegaban directamente a las cuentas destinadas a este fin, lo que aunado a las
fuertes donaciones de partidos políticos, fundaciones, asociaciones de ayuda
humanitaria, ministerios, gobiernos municipales, eurodiputados y una que otra
ex-primera dama socialdemócrata, sumaban un nutrido botín solidario. Por
nuestra parte, y con apoyos exclusivamente libertarios, abríamos las puertas en
precarias condiciones del Campamento de Solidaridad Directa “Mártires de
Chicago” en pleno corazón de la Selva Lacandona. Considerábamos que con la
cooperación directa de compañeros internacionalistas podíamos darle continuidad
al proyecto de la Federación Anarquista Revolucionaria Amor y Rabia/Love and
Rage Revolutionary An archist Federation, que impulsaba una escuelita
antiautoritaria (la Escuela Antiautoritaria “Primero de Mayo”, Santa Rosa El
Copán, Municipio de Las Margaritas) y la Casa de la Mujer “Margarita Ortega” en
la misma localidad selvática.
Pronto germinarían las abismales contradicciones. Los
lineamientos y objetivos del EZLN y los fundamentos teórico-prácticos de la
Anarquía no tenían el más mínimo punto de encuentro. Comenzábamos a constatar
–aunque no todos lo quisieran ver y mucho menos aceptar– los privilegios de la
jerarquía militar y el control autoritario que ejercían sobre la población,
expulsando de las comunidades y despojando de sus tierras a quienes
consideraban “desafectos” y, decidiendo impunemente el libre tránsito de la
población, llegando incluso a impedir el acceso a los centros de salud.
Asimismo, el reclutamiento forzado, el uso y abuso constante de la privación de
libertad (a régimen de aguachile) y el castigo físico eran hechos cotidianos.
Por esas fechas, comenzaba a verificarse la inminente corrupción que hoy hace
estragos en sus feudos, facilitando el enriquecimiento del sector más cercano a
la élite dirigente, controlando el monopolio del transporte, los
establecimientos de distribución de víveres y la crianza de ganado vacuno y
porcino para su explotación comercial.
También pudimos confirmar la condición y posición de
las mujeres en los territorios dominados por el EZLN, más allá de la verborrea
discursiva y los escenarios montados para consumo exterior en los Caracoles y
las patéticas “escuelitas zapatistas”. Las mujeres no sólo tienen una
participación nula en la toma de decisiones substanciales sino que continúan
subordinadas ejerciendo los roles de género tradicionales, ocupándose de la preparación
de alimentos, el lavado de la ropa, el cuidado de los hijos y la crianza de los
animales de corral, además de la doble jornada que representa el apoyo a los
hombres en las labores agrícolas y la recolección y traslado de la leña. Para
las llamadas “insurgentes” la condición y posición es idéntica, aunque varía en
dependencia del nivel de jerarquía que ostenten en la estructura político
militar, gozando solamente del “privilegio” de acceso al aborto a diferencia de
las mujeres en las comunidades que persisten sin poder ejercer la libre
interrupción del embarazo sometidas a las estrategias de crecimiento
poblacional del EZLN y/o como consecuencia de la imposición de la moralina
católica.
Debería ser obvio que en un ambiente tan despótico las
críticas son inadmisibles. Para entonces, el subcomediante
Marcos barajeaba la propuesta de incursionar en la farsa electorera
aprovechando la popularidad obtenida con el alzamiento y el ofrecimiento de la
candidatura presidencial por parte del desaparecido Partido Frente Cardenista
de Reconstrucción Nacional (PFCRN). Frente a los acontecimientos, no dudé en
externar mis críticas en derredor de semejante oportunismo –propio del más
facultado de los discípulos de Niccolò di Bernardo dei Machiavelli–, lo que
inmediatamente resultó en mi inapelable expulsión del territorio controlado por
el EZLN.
No faltó la versión jocosa que trataba de agregarle
folklore a tales atropellos y corrió la voz que la expulsión había sido
motivada por mis invariables “indisciplinas” entre las que destacaba la gota
que derramó la copa: haberme hecho pasar por el propio subcomediante
para gozar de los favores sexuales de una periodista pequebu de esas
que llegaban a la selva hambrientas de exclusivas con el micrófono en una mano
y el calzón en la otra. Lo cierto es que a la sazón, no sólo me habían
expulsado del “territorio zapatista” (sic.) –comunicado mediante,
firmado por el infraescrito– acusándome de actuar “como los demás políticos”
sino que habían encarcelado con cargos de “desacato” y “deserción” a Matt M.,
miembro de la Federación Anarquista Re volucionaria Amor y Rabia, contando con
el silencio cómplice de los “compañeros” de organización.
Dos años más tarde, el 23 de mayo de 1998, fenecía la
Federación con casi una década de esfuerzos y un gran bagaje teórico-práctico.
Durante el último encuentro continental celebrado en el Hunter College en la
ciudad de Nueva York, la organización se disolvería tras 3 años de
encontronazos irreconciliables entre sus dos principales facciones. Las posturas
antípodas se reprochaban mutuamente ser los “saboteadores” del proyecto. Unos
eran acusados de “antiorganizacionistas”, los otros de maoístas. El “pluralismo
revolucionario”, postulado como bandera de lucha en 1995, se revelaba como una
estrategia centralista que comenzaba a surtir efecto a mediano plazo.
Curiosamente, esta estrategia tuvo su origen en San
Cristóbal de las Casas, Chiapas, durante la prolongada estancia de algunos
miembros del Comité Coordinador de Amor y Rabia. Se presentarían primero
algunos análisis favorables sobre los desvaríos históricos del pensamiento
ácrata (la Makhnovchina, la Plataforma y el anarco-bolchevismo de
1937); después continuarían las tesis sobre la importancia del “poder dual”, el
“municipalismo autónomo”, el “federalismo democrático” y, por último, se
avalaría la estrategia de “línea de masas “y se aplaudían las bondades del
“Poder Popular”. Evidentemente, este era el final de la Federación.
En México, los satélites de esta suerte de coup d’
État de poca monta, acto seguido de una profunda purga expulsando a toda
la disidencia, intentarían darle continuidad al trabajo editorial bajo otro
título poco original. Sus impulsores se diluirían en el fallido Frente
Zapatista de Liberación Nacional, abandonando para siempre todo proyecto
ácrata. Sin embargo, aquella nefasta maniobra blanquista quedó sepultada en la
historia reciente del anarquismo continental bajo un alud de vaselina y una
tenaz campaña difamatoria que aún persiste en estos días.
Como bien afirmaban las compañeras y compañeros de la
extinta Coordinadora Informal Anarquista: «El subcomediante Marcos
conoce muy bien las bondades de la vaselina»[1]. Este grasoso
artilugio soslaya el dolor y facilita la penetración. La ingrávida
positividad de la vaselina evita la negatividad del desgarro. Extirpa toda
resistencia de lo real y la negatividad de lo otro. Es por ello
que el sistema de dominación incrementa el proceso de positividad de la
sociedad y subversiona la producción de vaselina incorporándola a la canasta
básica.
Quizás este exceso de positividad, latente en todos
los rincones sociales, es lo que ha impedido a muchos compañeros poder expulsar
de lo más recóndito de sus extrañas –por muy enérgico que pujen– la larga
penetración que les invade. La creciente ausencia de negatividad en
nuestras tiendas ha producido las más exuberantes desvirtuaciones, alimentando
propuestas “estratégicas” y “alianzas tácticas” disparatadas que comienzan a
mostrarnos un desbarajuste teórico-práctico de proporciones adversas. Tal vez,
si estos compañeros seducidos por las doctrinas ajenas se dieran la oportunidad
de detener el inútil hiperactivismo que les embarga y abandonaran, aunque fuera
momentáneamente, el quéhacerismo, tendrían la ocasión de reflexionar
desde una perspectiva más antiautoritaria y dar una respuesta contundente a la
brutal penetración de la que están siendo objeto sin percatarse.
Baudrillard señala que «El único fantasma en juego
en el porno, si es que hay uno, no es el del sexo, sino el de lo real, y su
absorción, absorción en otra cosa distinta de lo real, en lo hiperreal […] La
dimensión de lo real es abolida por el efecto de zoom anatómico, la distancia
de la mirada deja paso a una representación instantánea y exacerbada: la del
sexo en estado puro, despojada no sólo de toda seducción, sino incluso de la
virtualidad de su imagen –sexo tan próximo que se confunde con su propia
representación: fin del espacio perspectivo, que también es el de lo imaginario
y el del fantasma– fin de la escena, fin de la ilusión»[2].
La falta de distancia y la exposición hiperrealista
aniquila toda negatividad y anula cualquier posibilidad de accionar erótico
dando paso a la exhibición pornográfica, es decir, a la lógica capitalista
donde todo se reduce a mercancía. La destrucción de la transgresión erótica se
consuma en el porno cotidiano de la irradiación transparente. Esa irradiación
carente de luz –que no alumbra sino penetra— que hace todo transparente.
Desprovista de la luminosidad que engendra la tensión negativa, esta ausencia
de luz impide la representación de las acciones y la liberación de las pasiones
en el teatro del mundo. Sobre el cadáver de la negatividad hoy se erige la
transparencia o sea, la exposición pornográfica.
Esa irradiación transparente ha convertido al Ejército
Zapatista de Liberación Nacional en una pornoguerrilla. La guerrilla
de la transparencia. Una guerrilla sin color, desprovista de toda singularidad,
que se despidió de la insurrección renunciando a toda tensión negativa.
En el trascurso de su Larga Marcha hacia la positivización, el EZLN ha
experimentado una profunda metamorfosis que concluye en la absoluta
domesticación que hoy les amolda a un nuevo espacio de confort, apoltronándose
en la dimensión del precio. El neozapatismo hoy puede sintetizarse como la
“guerrilla” del espectáculo, por eso su apuesta por los medios telemáticos y la
reciente incorporación de la farsa electorera a su amplio menú de opciones.
Sin duda, el mayor de los hermanos Marx tenía razón en
aquello de la repetición de la historia: primero como tragedia, luego como
farsa[3]. Hoy, la farsa se
refleja en múltiples espejos de actos pornográficos de un leninismo posmoderno
que se ha venido despojando de todos sus lastres, arrojando por la borda a
tiranos y verdugos que presagiaban su inexorable destino trágico. Bajo el
maquillaje de la transparencia, la tolerancia, la horizontalidad, la autonomía
y el confederalismo democrático, se disponen para la nueva película abusando
del close up biológico. Algunos cambios imperceptibles acomodan el
guión y cambia la locación del rodaje: de la Selva Lacandona se traslada a las
montañas del Rojava en el legendario Kurdistán. El cartel que avisa el estreno
nos muestra un nuevo protagonista. En los a vances se deja ver en un
privilegiado primer plano a Abdullah Öcalan posando con una ajustada tanga rojo
y negra. Un intrépido zoom al pecho nos muestra a todo detalle una flamante A
circulada tatuada con esmero sobre un desvanecido garabato que aparenta haber
sido una hoz y un martillo. De nueva cuenta su irradiación pornográfica provoca
esa suerte de coacción icónica que se propaga por contagio desatando una nueva
epidemia viral que comienza a inundar las redes telemáticas de
hipercomunicación anestésica. El “movimiento anarquista”, una vez más, no queda
exento de su alcance.
Notas:
[1] Ver El “Otro Circo” y su resplandor cegador
–Reflexiones a propósito de la Otra Campaña y su lógica recuperadora
(Anexo III).
[2] Baudrillard, Jean, De la seducción, Madrid,
Ediciones Cátedra, 2011, p. 34 ss.
[3] Vid, Marx, K., El 18 Brumario de Luis
Bonaparte, Longseller, Buenos Aires, 2005, p. 17. La frase puede leerse al
comienzo del libro y reza así: “Hegel dice, en alguna parte, que todos los
grandes hechos y personajes de la historia universal se repiten, para decirlo
de alguna manera, dos veces. Pero se olvidó de agregar: la primera, como
tragedia, y la segunda, como farsa”.
*El presente texto, pertenece originalmente como
Prólogo a la edición en castellano de Detrás de la
máscara: más allá de los pasamontañas del sureste mexicano,
Charles Reeve, Sylvie Deneuve y Marc Geoffroy. Editora y Distribuidora Pensamiento Ilícito
Marzo 2017, Ciudad de México. Con la Introducción de Massimo Passamani.
Traducción de la edición en inglés (Beyond the balaclavas of South East Mexico
Elephant Editions, London, 2003.) por Luis Prat. Título original: Au-dela
des passe'montagnes du Sud-Est mexicain Collection Breve/Meteorite (3),
Paris, 1996. Imágen de la Portada, James Bonachea.
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