Chemi
Con este
texto pretendemos ayudar de una forma amena, con consejos y anécdotas, a
atravesar el laberinto que la Católica Iglesia, una organización con técnicas avaladas
por miles de años de experiencia en manipular a las gentes, os puede plantear
si queréis abandonarla.
¿Por qué
apostatar? A mí me movió a la apostasía la pregunta
de un
compa inglés un poco ignorante del “spanish way of life” que permite que bajo
el calificativo de católico estemos “marcadas” una gran cantidad de gentes que
ya hace mucho tiempo que le tenemos bastante manía al Vaticano y sus mariachis.
Un día, mi amigo me preguntó: ¿tú eres católico?, naturalmente le respondí que no,
para nada. Entonces ¿por qué sigues figurando en sus archivos como que sí lo
eres? Pues tiene razón, me dije, y comencé a informarme.
A ti
puede que te muevan otras razones, yo qué sé: no ser creyente o creer en otras
cosas, odiar las ideas ultraconservadoras que difunde la jerarquía católica en
materia de mujer, sexualidad, educación; puede que estés harta o harto de apoyar
a esa panda de ocultadores de pederastas, o el tema de los privilegios tal vez
(los impuestos que los paguen las y los pringaos, opinan ellos), las inmatriculaciones
de propiedades de todxs... tú mismx.
Mirando
en internet encontré una web (apostatar.org) de la que me descargué un formulario
tipo y algunos consejos sobre cómo proceder. En primer lugar hay que conseguir
la partida de bautismo, esto para alguna gente podría ser fácil, para otras
puede que no tanto.
Los curas
son muy desconfiados y si se enteran para qué la quieres puede que te
dificulten el conseguirla, incluso puede que se nieguen... y entonces ¿qué
haces?, ¿denunciarles? En mi caso la cosa era más difícil pues mi pueblo era
una pedanía de otro cuando nací y no se sabía si mis papeles de bautismo estaban
en alguna parroquia del pueblo “principal” o donde me bautizaron. Le pedí a mi
padre que fuera él a conseguirla (yo estaba viviendo en Canarias y soy de un
pueblo de la península), al principio se negó, pero luego se lo pensó y fue a
ver si lo encontraba. No estaba ni en una parroquia ni en la otra.
Continué
informándome y me dijeron que la dichosa partida de bautismo podría estar en el
archivo del obispado. Le pedí a una colega que fuera allí y lo pidiera. Esta
amiga, que demostró ser bastante clarividente en sus tratos con los curas, se
vistió en plan Opus Dei y se plantó en el archivo de la diócesis, allí le contó
al cura que la atendió que yo, su amigo, necesitaba el certificado para casarme
con una buena chica católica de las islas, que la boda ya estaba en marcha y
que corría prisa. Pues incluso con esta coartada tan estupenda tampoco le
dieron facilidades, ni el certificado, ni el camino a seguir... desconfiaban.
Quizás fue un error pedirle a una mujer que fuera a tratar con una organización
tan misógina.
Al final,
aprovechando una visita al pueblo, fui a hablar con el párroco (que no me había
visto nunca) y le conté mi problema: que no encontraba el certificado de
bautismo en la parroquia, que había estado en el archivo de la diócesis, sin
resultados, y que lo necesitaba urgentemente, había venido desde Canarias solo
por esto y lo necesitaba para casarme... por lo católico, claro.
El
párroco se quedó con mi teléfono y en pocos días me llamó para decirme que ya tenía
el certificado. ¡Bingo! Los ateos aprendemos rápido y también podemos ser
maquiavélicos.
A partir
de ahí: fotocopia del DNI compulsada, el impreso que me bajé dirigido a la
diócesis donde me bautizaron y el puñetero certificado de bautismo. Todo por
correo debidamente certificado, o entregado en mano y a esperar.
Pasado un
tiempo, recibí una carta en la que me anunciaban que habían “tomado en cuenta”
mi interés en que se me borrara de todos los documentos donde figurara como adepto
a la Iglesia de Roma, pero que el bautismo era un acto social del que quedaban muchos
rastros: fotografías, recordatorios, vídeos, etc. y que estos, claro está, no
se podían eliminar.
¿Esto que
era? ¿Sí o no? Hala, a asegurarse tocaba: vete a la parroquia donde te
bautizaron y comprueba que junto a tu nombre, en el libro de bautismo, hay una
anotación con tu apostasía y la fecha de la misma. ¿Qué no? Te toca exigir al
arzobispado que lo hagan: carta y otra vez a comprobarlo. La paciencia no es
solo una virtud de lxs creyentes.
[Tomado
del suplemento cultural Addenda # 51,
Madrid, octubre 2017. Numero completo accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/addenda%2051%20octubre.pdf.]
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