Enric Tarrida
Recibimos
con asombro la noticia de que un grupo de tarados, producto de las retóricas
xenófobas de nuestra querida Europa y de las miserias de nuestros “dirigentes”,
han fletado un barco para dedicarse a “devolver” a las personas que, huyendo de
la guerra y la miseria, pretenden llegar a nuestras “sagradas” costas. Como si
no tuvieran bastante padecimiento nuestros hermanos, como si no fuera ya
lamentable el trato que se le dispensa por parte de nuestros gobiernos, de las
instituciones europeas, de parte de la propia población, que dirige sus miedos
sobre ellos, los más débiles, en lugar de señalar a los verdaderos culpables de
lo que ocurre.
Esta
actuación de unos supuestos seres humanos, se suma a la información que nos dan
los medios, según la cual, buques por la zona de navegación de las
embarcaciones con inmigrante, incluidos los de guerra, apagan los medios de
detección, para no darse por enterados, para ni sentir ni padecer sobre la
existencia de esas miserables embarcaciones cargadas de gente al borde de la
extenuación, con su existencia en serio peligro. Cierran los aparatos
electrónicos, como quien cerrara los ojos ante alguien que se ahoga. Insistiría
en recordar que además, suelen ir cargados de mujeres embarazadas, de niños, a
los cuales las bombas “inteligentes” que venden nuestros países no distinguen
cuando explotan. Pero qué más da, nos importa un carajo, porque este
comportamiento inhumano de nuestros congéneres, solo se puede entender por
haber llegado a la deshumanización de estas personas, a determinar que no son
hombres, mujeres y niños como nosotros, cuya diferencia es haber nacido en otro
lugar, sino que no tienen ni merecen la categoría de humanos, son “otra cosa”.
Descrito
esto, recordemos lo que dice la Convención de las Naciones Unidas sobre el
Derecho del Mar, hecho en Montego Bay el 10 de diciembre de 1982, en su
artículo 98. Deber de prestar auxilio.
“1.
Todo Estado exigirá al capitán de un buque que enarbole su pabellón que,
siempre que pueda hacerlo sin grave peligro para el buque, su tripulación o sus
pasajeros:
a)
Preste auxilio a toda persona que se encuentre en peligro de desaparecer en el
mar;
b)
Se dirija a toda la velocidad posible a prestar auxilio a las personas que
estén en peligro, en cuanto sepa que necesitan socorro y siempre que tenga una
posibilidad razonable de hacerlo;
c)
Caso de abordaje, preste auxilio al otro buque, a su tripulación y a sus
pasajeros y, cuando sea posible, comunique al otro buque el nombre del suyo, su
puerto de registro y el puerto más próximo en que hará escala.
2.
Todo Estado ribereño fomentará la creación, el funcionamiento y el
mantenimiento de un servicio de búsqueda y salvamento adecuado y eficaz para
garantizar la seguridad marítima y aérea y, cuando las circunstancias lo
exijan, cooperará para ello con los Estados vecinos mediante acuerdos mutuos
regionales.”
Y
en nuestro país, la Ley de Puertos del Estado y de la Marina Mercante, en su
artículo 116.2.k tipifica como infracción administrativa muy grave la no
prestación o denegación de auxilio a las personas o buques, cuando dicho
auxilio sea solicitado o se presuma su necesidad. Y en el caso de considerarse
el hecho como posible delito –denegación de auxilio u omisión del deber de
socorro, arts. 371 y 489 del C.P. –, el art. 119 ordena que se dará cuenta del
mismo al Ministerio Fiscal.
No
deberían ser necesarias estas leyes para que cualquier ser humano que se digne
serlo, empatizara con sus congéneres, con su sufrimiento. Y desde luego
sentirse solidario con el riesgo que corren sus vidas. Pero lo cierto es que
nuestros gobernantes están más preocupados por que no lleguen.
Lo
cierto es que junto a las aberrantes e insolidarias noticias sobre el BUQUE
FACHA y los que no quieren ver, sabemos que hoy los gobiernos están molestos
con las ONG que actúan sobre el terreno, molestos porque están salvando las
vidas que ellos prefieren no ver. De hecho quieren imponer unos protocolos que
dificulten su labor.
Para
muestra las últimas declaraciones de un alto cargo del Gobierno español, y que
no pocos comparten, viniendo a decir que el salvar vidas hace un efecto
llamada, y que traducido significa: “mejor que se mueran, así se lo pensaran
dos veces”. Nada, que las personas de continente africano, de Oriente Medio, no
huyen de guerras, persecuciones, muerte, miseria, hambre pobreza, se juegan su
vida en la mar para llegar a Europa, porque los salvamos demasiado.
El
panorama no es como para tirar cohetes, salvo si valoramos el esfuerzo
solidario y generoso de miles de personas, que de un modo u otro están
intentando ayudar a estas personas, a sus iguales.
Tenemos
un grave problema si una gran parte de la población civil se identifica y
comparte los mensajes de nuestros cerriles gobernantes, si comparten su
mediocridad humana, su sinrazón, su egoísmo asesino.
No
podemos tener la menor duda, el menor resquicio, en marcar una frontera clara y
precisa entre ellos y nosotros, entre quienes piensan que ellos y su clase
están por encima del bien y del mal. En caso contrario seremos cómplices de la
barbarie, y tan culpables como ellos.
[Publicado
originalmente en el periódico Rojo y Negro # 315, septiembre 2017. Número
completo accesible en http://rojoynegro.info/sites/default/files/RyN%20septiembre.pdf.]
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