Grupo Anarquista Pulso
[Nota de El Libertario: Este texto discute sobre una situación evidente en la escena ácrata de la Península Ibérica, en torno a la cual en esta otra orilla del Atlántico debemos necesariamente reflexionar, habida cuenta que es un tema con el que estamos comenzando a encontrarnos, o al que debemos enfrentar si nuestra acción e influencia se consolida y expande.]
¿Por qué se produce el desencuentro generacional entre la gente libertaria?, ¿cuáles son las razones?, ¿es algo que se produce de manera inevitable, es decir, como consecuencia lógica de la militancia entre generaciones distintas con experiencias diferentes, o es algo que podemos remediar? Cuando hablamos de desencuentro generacional, nos centramos únicamente en la incomunicación entre militantes libertarixs de distintas edades. Si bien sabemos que ésta no se da únicamente entre generaciones distintas, sino que también está presente entre militantes de las mismas edades de colectivos distintos, proyectos de las mismas o distintas ciudades,…etc.
[Nota de El Libertario: Este texto discute sobre una situación evidente en la escena ácrata de la Península Ibérica, en torno a la cual en esta otra orilla del Atlántico debemos necesariamente reflexionar, habida cuenta que es un tema con el que estamos comenzando a encontrarnos, o al que debemos enfrentar si nuestra acción e influencia se consolida y expande.]
¿Por qué se produce el desencuentro generacional entre la gente libertaria?, ¿cuáles son las razones?, ¿es algo que se produce de manera inevitable, es decir, como consecuencia lógica de la militancia entre generaciones distintas con experiencias diferentes, o es algo que podemos remediar? Cuando hablamos de desencuentro generacional, nos centramos únicamente en la incomunicación entre militantes libertarixs de distintas edades. Si bien sabemos que ésta no se da únicamente entre generaciones distintas, sino que también está presente entre militantes de las mismas edades de colectivos distintos, proyectos de las mismas o distintas ciudades,…etc.
Sabiendo también que este desencuentro generacional no es exclusivo de los ambientes libertarios, sino que asimismo está presente fuera. Más allá de los centros de trabajo, lugares cada vez más lejanos para la cotidianeidad de la mayoría, pocas veces nos relacionamos en nuestro día a día con personas mayores que nosotrxs. Y esto es un reflejo de la sociedad en que vivimos, cada vez más atomizada y donde la memoria y las experiencias se van perdiendo, olvidadas, y los caminos han de comenzarse una y otra vez.
Queremos señalar, antes de exponer nuestras reflexiones, que éstas provienen de un grupo con una horquilla de edad entre los 25 y los 35 años y que, por tanto, tiene relación con una parte de esta realidad que estamos intentando analizar. De ahí la idea de plantear este debate públicamente, para que quede abierto a nuevas aportaciones de las diferentes generaciones que conviven en el ambiente libertario. Muchxs de nosotrxs, si nos retrotraemos a nuestra primera experiencia en entornos políticos, coincidimos en la prioridad que se le ha dado al contenido estético y subcultural en nuestros espacios. Nos hemos encontrado por primera vez en manifestaciones, conciertos de punk o en okupas, atraídos por la música, la estética y una serie de ideas que se relacionaban con todo esto y por las que sentíamos simpatía y curiosidad. Pese a que para muchxs estos espacios fueron la llave de entrada a la militancia libertaria, muchxs otrxs se quedaron fuera por no compartir estas realidades, por ejemplo, la gente de generaciones superiores a la nuestra.
Las relaciones políticas que se han generado en un entorno subcultural y político simultáneamente, han ocasionado la endogamia o falta de permeabilidad y la incomunicación con otros sectores de la militancia. He aquí una de las causas más importantes que creemos que generan este desencuentro, la incapacidad de crear espacios esencialmente políticos. Es decir, espacios donde primen la interrelación de ideas más allá de estéticas, lenguajes o estilos de vida. Especificar que cuando nos referimos a la estética como un factor limitante, no nos referimos exclusiva ni principalmente al aspecto personal o las pintas, sino a un conjunto de factores que acaban encasillando a las personas e incluso a las ideas y las prácticas.
Nos referimos a la estética de los locales, de la propaganda, el tipo de imágenes que se utilizan, o el tipo de frases y eslóganes que se repiten y se imitan. Este círculo estético suele acabar con lxs integrantes de un grupo o entorno quedando atrapadxs en la autorreferencialidad, pues la estética acaba actuando de factor atrayente de quienes tienen los mismos gustos y excluyente de quienes no los comparten. Se suele llegar a una situación en la que parece que se pierde el sentido inicial de la acción política, puesto que se empezaron a hacer las cosas para cambiar el mundo y al final la forma en que se hacen esas cosas es uno de los principales obstáculos para poder conseguir algún avance real. Con esta crítica no pretendemos desacreditar las formas de ser y sentirnos que tenemos dentro de estos entornos que denominamos “subculturales”, sino señalar la importancia que tiene la construcción de otros espacios donde se puedan dar relaciones políticas y que éstas primen sobre lo demás. Por otro lado, esto es una cuestión recíproca. Es decir, la incapacidad que tenemos de salir de la comodidad de nuestros espacios no es algo que salpique únicamente a lxs “jóvenes”. Lxs “mayores” también se mueven por sus espacios y, por supuesto, también poseen y manejan determinados códigos con los que lxs “jóvenes” no nos sentimos identificados y que, por tanto, impiden que nos acerquemos a ellxs. Encabezonarnos en que lxs “mayores” se acerquen a nuestros espacios es tan difícil como que nosotrxs nos acerquemos a los suyos. Así, la solución puede pasar por crear nuevos espacios, diferentes, donde todxs tengamos cabida, donde podamos compartir lxs intereses de “mayores” y “jóvenes” en torno a la lucha.
Hemos puesto de relevancia, por tanto, que es complicado relacionarse políticamente en estos espacios con personas que no comparten los códigos ya señalados, pero no es el único hándicap. También existe falta de comunicación e interrelación entre las personas que conforman los proyectos y colectivos políticos, y aquellas que están fuera o en proyectos o colectivos distintos al nuestro. Esto puede deberse a que constituimos proyectos cerrados, de nuevo poco permeables a individuos de generaciones distintas, o bien, a que, valorando la necesidad de constituir estos proyectos con personas afines -y es por ello que lógicamente serán poco permeables-, no constituimos proyectos organizativos comunes o no nos involucramos en otros que son abiertos y en los que sí podríamos confluir. De existir proyectos organizativos comunes, se favorecería la comunicación entre anarquistas de todas las edades, evitándose así caer en debates circulares y cíclicos al compartirse las distintas experiencias. Es posible que éste fuera un modo de combatir el desencanto de lxs militantes que por su veteranía en espacios libertarios, se ven abocadxs a repetir los mismos esquemas una y otra vez. Por otro lado, los problemas que existen en lo cotidiano, son problemas que comparten jóvenes y mayores. Por tanto, otra de las ventajas de existir proyectos como los mencionados, que den respuestas a estos problemas compartidos, sería la convergencia de personas que independientemente de su edad, se relacionen con esta finalidad. Con sus virtudes y sus defectos, un ejemplo de convergencia política entre distintas generaciones fue el conocido fenómeno del 15M [en la peínsula ibérica]. Durante un periodo considerable de tiempo, pudimos ver asambleas o manifestaciones constituidas por personas de muy distintas edades, compartiendo espacios y experiencias.
Si bien, esto no es fácil de tomar como modelo, puesto que las circunstancias fueron muy concretas y excepcionales, podemos tomarlo como experiencia o prueba, quizás, de que la confluencia pude darse. Hemos ido analizando a lo largo de este texto las posibles razones que nos han llevado a este desencuentro generacional. Pero una vez más, antes de pasar a la siguiente reflexión, hemos de aludir al hecho de que el presente texto está escrito desde la óptica de militantes más jóvenes. Aclaramos esto de nuevo, porque quizá pueda ser rebatido el hecho de plantear que lxs militantes mayores de una determinada edad (pongamos, 40 años) son cada vez menos. Podemos esgrimir algunas razones que creemos pueden explicar esta cuestión, pero siempre poniéndola en duda, pues quizá estxs militantes no sean menos numéricamente sino que se mueven en espacios distintos a los nuestros, con ritmos distintos y/o trabajan en torno a temáticas diferentes, lo que nos impide encontrarnos. Podrían existir muchas explicaciones a esta situación. Es posible que a partir de una edad determinada, la necesidad de sobrevivir empuje a muchxs hacia trabajos con horario fijo o que aparezcan obligaciones familiares. Esto repercute en la disponibilidad de tiempo dedicado la militancia e incluso en ocasiones hace la jornada diaria incompatible con la misma. Imposibilita el seguir los ritmos que consideramos marcados por nuestro colectivo, proyecto o el devenir de los acontecimientos mismo, y puede hacernos renunciar.
Otra de las causas de abandono de la militancia podría ser el llamado “queme”. Esto es, personas que, por sobrecarga de trabajo que no ven equiparablemente repartido, falta de objetivos en sus proyectos, o desgaste, acaban perdiendo la ilusión y marchándose. Podemos hablar de un problema que se retroalimenta. Si en un proyecto no entra gente nueva, pero quienes están rebajan o no asumen su nivel de participación, otrxs cargan con más responsabilidades y es fácil llegar a cansarse y quemarse. También puede ocurrir, que se asuman compromisos que no puedan ser cumplidos, lo que también repercutirá en el colectivo e individualmente en aquellxs que habrán de cumplirlos por nosotrxs. También pueden fallar los objetivos. Cuando hablamos de falta de objetivos, es porque no consideramos objetivos lo suficientemente definidos cosas como “hacer la revolución social”, “acabar con el valor de cambio y sustituirlo por el valor de uso” o “la liberación total”. Pensamos que para poder avanzar necesitamos definir unos objetivos. más concretos y cercanos, objetivos que realmente podamos valorar si estamos consiguiendo y que dependan en cierta medida de nuestra acción y no necesariamente de que toda la sociedad vea la luz y llegue el día D. Pensamos que abordar conflictos concretos, o fases definidas de procesos más amplios, planteados con plazos y en los que el concepto de eficacia sea tenido en cuenta, sería bastante positivo. Por contra, y como muchxs hemos podido comprobar, tenerlos muy lejanos o no tenerlos en absoluto, puede causar desazón, sensación de no avanzar o incluso de pérdida de tiempo. Al final todo se junta, unxs no van, otrxs no curran, los proyectos hacen aguas y acaban muriendo, llevándose un poquito de la ilusión con la que lo afrontamos al principio. Como decimos, estas son posibles explicaciones al cese de la militancia a partir de una edad determinada, pero no esclarecen el porqué no nos encontramos entre generaciones distintas.
Pues si bien es posible que numéricamente la situación esté descompensada, no es excusa para no encontrarnos. Además, nos haría más sencillo obtener una visión de conjunto el restarle importancia a este división jóvenes/mayores. Esta división no es estática, no nos separa irremediablemente pues es importante no perder de vista la cuestión de que todxs vamos creciendo. Lxs que ahora hablamos desde esta posición de “jóvenes”, y ya no lo somos tanto, aspiramos a compartir militancia con las nuevas generaciones que se van sumando a la lucha. Para ello podemos aprender de los errores que nosotrxs mismos hemos ido cometiendo respecto a la comunicación y relación con lxs “mayores”, y no repetirlos cuando el tiempo pase y lxs “jóvenes” sean otrxs. Tenemos la oportunidad de ir construyendo un entorno, un discurso, unas formas organizativas y unos espacios, en lxs que todxs tengamos cabida, independientemente de la edad, y en los que lo realmente importante sean las ideas y las prácticas.
************************
Para terminar queremos recordar algunas de las conclusiones e ideas expuestas en el debate “Desencuentro generacional y Anarquía” que tuvo lugar hace 5 años en el Local Anarquista Magdalena. Lo primero que quedó patente es que para lxs allí asistentes, la brecha generacional se ve como un problema y una limitación. Además coincidimos en que jóvenes y mayores estamos igual de afectadxs y perdidxs ante esta situación. Hay que tener en cuenta en todo momento, que las vidas de lxs jóvenes y de lxs mayores son muy diferentes y, si bien hay muchos problemas comunes, no tiene mucho que ver la rutina diaria de un/a estudiante que vive con sus padres, o de una persona que vive okupando, intentando no trabajar y reciclando comida de la basura con la de una persona más mayor, que ha formado una familia y por tanto necesita más ingresos, lo que suele significar muchas horas de trabajo y muy pocas para dedicarse a otras cosas.
Esto se refleja en hechos como que gran parte de lxs libertarixs mayores estén implicadxs sobre todo en el terreno sindical, mientras que lxs más jóvenes en general pasan porque no se identifican con esa problemática. O el ejemplo que se puso de la lucha contra el desmantelamiento de la sanidad pública: se comentó que a esas convocatorias la presencia juvenil es muy baja, lo cual tiene cierta lógica, ya que lxs jóvenes mayoritariamente gozan de buena salud, no tienen que acudir al sistema de salud y no perciben como una amenaza perder una serie de prestaciones sanitarias. Aún así, también se vio claro que nadie plantea que tengamos que vivir igual, ni tener los mismos gustos y hábitos, sino que hay mucho que compartir y estamos perdiéndonoslo todxs por no crear las condiciones que permitan ese encuentro. Quedó patente que algunas personas más mayores no se acercaban más a las okupaciones por la propia precariedad de los espacios y por el temor (debido al desconocimiento más que a otra cosa) de que en cualquier momento puede aparecer la policía a identificar o intentar desalojar, lo que les genera una sensación de indefensión. Aunque lo que más veces apareció como factor clave es la falta de proyecto que padece el movimiento anarquista (si es que existe como tal) en la actualidad. Para que la gente, independientemente de su edad, se sume a algo, tiene que haber algo a lo que sumarse. Quitando casos muy concretos, se ve una falta de objetivos definidos y palpables que hace que los colectivos y proyectos tengan una vida muy corta.
También la falta de análisis a la hora de plantear los proyectos, moviéndonos muchas veces más por la inercia de lo que hacen lxs demás que por un planteamiento de nuestra actividad a corto y medio plazo, pensando en las necesidades que hay y en qué podemos aportar para cubrirlas. Esto, unido al éxodo masivo cuando se pasan los 25 años, edad en la que mucha gente acaba la carrera, se busca un trabajo y se va a vivir con su pareja, hace que sea muy difícil acumular experiencias y acabemos repitiendo los mismos esquemas de comportamiento una y otra vez. También dentro de este punto se habló del inmediatismo como un problema propio de la sociedad que vivimos y que nosotrxs reproducimos a la perfección, quemándose mucha gente por no ver resultados y dejando morir las iniciativas sin haberlas mantenido el tiempo necesario para que puedan dar sus frutos. Se habló también de la figura de los ateneos, que cumplían esa función de espacios para la formación en los que sí se daba ese encuentro intergeneracional. Actualmente, fuera del ámbito anarcosindical, no conocemos muchas iniciativas de este tipo que estén funcionando. Sobre los posibles puntos de encuentro que se podían fomentar, la participación apareció como el que está más a nuestro alcance. No se trataría de cambiar ni adaptar discurso, sino de hacer partícipe o al menos contemplar esa posibilidad. Muchas veces la propia estructura organizativa con que se encaran las luchas impide que otras personas interesadas se sumen. No se trataría tanto de crear organizaciones mastodónticas perpetuas en el tiempo, ni necesariamente asambleas abiertas tan ansiosas de sumar miembros que acabe vaciándose de contenido, como de dedicarle un poco de tiempo a pensar también cómo pueden otras personas (más allá de nuestros grupos de afinidad) participar en las luchas que intentamos potenciar.
A veces incluso nuestro discurso (no por lo que decimos, que es irrenunciable, sino por cómo lo decimos) deja poco margen a quienes no sean exactamente iguales que nosotrxs. Por último una reflexión: lxs que ahora tenemos entre 20 y 30 años, algún día tendremos 50. En nuestras manos está empezar a crear un entorno, un discurso, unas formas organizativas, unos espacios en los que nosotrxs mismxs tengamos cabida el día de mañana.
[Extraido de texto originalmente publicado en http://www.localanarquistamagdalena.org/2015/03/la-necesidad-de-romper-la-brecha-generacional-en-los-ambientes-libertarios/.]
Queremos señalar, antes de exponer nuestras reflexiones, que éstas provienen de un grupo con una horquilla de edad entre los 25 y los 35 años y que, por tanto, tiene relación con una parte de esta realidad que estamos intentando analizar. De ahí la idea de plantear este debate públicamente, para que quede abierto a nuevas aportaciones de las diferentes generaciones que conviven en el ambiente libertario. Muchxs de nosotrxs, si nos retrotraemos a nuestra primera experiencia en entornos políticos, coincidimos en la prioridad que se le ha dado al contenido estético y subcultural en nuestros espacios. Nos hemos encontrado por primera vez en manifestaciones, conciertos de punk o en okupas, atraídos por la música, la estética y una serie de ideas que se relacionaban con todo esto y por las que sentíamos simpatía y curiosidad. Pese a que para muchxs estos espacios fueron la llave de entrada a la militancia libertaria, muchxs otrxs se quedaron fuera por no compartir estas realidades, por ejemplo, la gente de generaciones superiores a la nuestra.
Las relaciones políticas que se han generado en un entorno subcultural y político simultáneamente, han ocasionado la endogamia o falta de permeabilidad y la incomunicación con otros sectores de la militancia. He aquí una de las causas más importantes que creemos que generan este desencuentro, la incapacidad de crear espacios esencialmente políticos. Es decir, espacios donde primen la interrelación de ideas más allá de estéticas, lenguajes o estilos de vida. Especificar que cuando nos referimos a la estética como un factor limitante, no nos referimos exclusiva ni principalmente al aspecto personal o las pintas, sino a un conjunto de factores que acaban encasillando a las personas e incluso a las ideas y las prácticas.
Nos referimos a la estética de los locales, de la propaganda, el tipo de imágenes que se utilizan, o el tipo de frases y eslóganes que se repiten y se imitan. Este círculo estético suele acabar con lxs integrantes de un grupo o entorno quedando atrapadxs en la autorreferencialidad, pues la estética acaba actuando de factor atrayente de quienes tienen los mismos gustos y excluyente de quienes no los comparten. Se suele llegar a una situación en la que parece que se pierde el sentido inicial de la acción política, puesto que se empezaron a hacer las cosas para cambiar el mundo y al final la forma en que se hacen esas cosas es uno de los principales obstáculos para poder conseguir algún avance real. Con esta crítica no pretendemos desacreditar las formas de ser y sentirnos que tenemos dentro de estos entornos que denominamos “subculturales”, sino señalar la importancia que tiene la construcción de otros espacios donde se puedan dar relaciones políticas y que éstas primen sobre lo demás. Por otro lado, esto es una cuestión recíproca. Es decir, la incapacidad que tenemos de salir de la comodidad de nuestros espacios no es algo que salpique únicamente a lxs “jóvenes”. Lxs “mayores” también se mueven por sus espacios y, por supuesto, también poseen y manejan determinados códigos con los que lxs “jóvenes” no nos sentimos identificados y que, por tanto, impiden que nos acerquemos a ellxs. Encabezonarnos en que lxs “mayores” se acerquen a nuestros espacios es tan difícil como que nosotrxs nos acerquemos a los suyos. Así, la solución puede pasar por crear nuevos espacios, diferentes, donde todxs tengamos cabida, donde podamos compartir lxs intereses de “mayores” y “jóvenes” en torno a la lucha.
Hemos puesto de relevancia, por tanto, que es complicado relacionarse políticamente en estos espacios con personas que no comparten los códigos ya señalados, pero no es el único hándicap. También existe falta de comunicación e interrelación entre las personas que conforman los proyectos y colectivos políticos, y aquellas que están fuera o en proyectos o colectivos distintos al nuestro. Esto puede deberse a que constituimos proyectos cerrados, de nuevo poco permeables a individuos de generaciones distintas, o bien, a que, valorando la necesidad de constituir estos proyectos con personas afines -y es por ello que lógicamente serán poco permeables-, no constituimos proyectos organizativos comunes o no nos involucramos en otros que son abiertos y en los que sí podríamos confluir. De existir proyectos organizativos comunes, se favorecería la comunicación entre anarquistas de todas las edades, evitándose así caer en debates circulares y cíclicos al compartirse las distintas experiencias. Es posible que éste fuera un modo de combatir el desencanto de lxs militantes que por su veteranía en espacios libertarios, se ven abocadxs a repetir los mismos esquemas una y otra vez. Por otro lado, los problemas que existen en lo cotidiano, son problemas que comparten jóvenes y mayores. Por tanto, otra de las ventajas de existir proyectos como los mencionados, que den respuestas a estos problemas compartidos, sería la convergencia de personas que independientemente de su edad, se relacionen con esta finalidad. Con sus virtudes y sus defectos, un ejemplo de convergencia política entre distintas generaciones fue el conocido fenómeno del 15M [en la peínsula ibérica]. Durante un periodo considerable de tiempo, pudimos ver asambleas o manifestaciones constituidas por personas de muy distintas edades, compartiendo espacios y experiencias.
Si bien, esto no es fácil de tomar como modelo, puesto que las circunstancias fueron muy concretas y excepcionales, podemos tomarlo como experiencia o prueba, quizás, de que la confluencia pude darse. Hemos ido analizando a lo largo de este texto las posibles razones que nos han llevado a este desencuentro generacional. Pero una vez más, antes de pasar a la siguiente reflexión, hemos de aludir al hecho de que el presente texto está escrito desde la óptica de militantes más jóvenes. Aclaramos esto de nuevo, porque quizá pueda ser rebatido el hecho de plantear que lxs militantes mayores de una determinada edad (pongamos, 40 años) son cada vez menos. Podemos esgrimir algunas razones que creemos pueden explicar esta cuestión, pero siempre poniéndola en duda, pues quizá estxs militantes no sean menos numéricamente sino que se mueven en espacios distintos a los nuestros, con ritmos distintos y/o trabajan en torno a temáticas diferentes, lo que nos impide encontrarnos. Podrían existir muchas explicaciones a esta situación. Es posible que a partir de una edad determinada, la necesidad de sobrevivir empuje a muchxs hacia trabajos con horario fijo o que aparezcan obligaciones familiares. Esto repercute en la disponibilidad de tiempo dedicado la militancia e incluso en ocasiones hace la jornada diaria incompatible con la misma. Imposibilita el seguir los ritmos que consideramos marcados por nuestro colectivo, proyecto o el devenir de los acontecimientos mismo, y puede hacernos renunciar.
Otra de las causas de abandono de la militancia podría ser el llamado “queme”. Esto es, personas que, por sobrecarga de trabajo que no ven equiparablemente repartido, falta de objetivos en sus proyectos, o desgaste, acaban perdiendo la ilusión y marchándose. Podemos hablar de un problema que se retroalimenta. Si en un proyecto no entra gente nueva, pero quienes están rebajan o no asumen su nivel de participación, otrxs cargan con más responsabilidades y es fácil llegar a cansarse y quemarse. También puede ocurrir, que se asuman compromisos que no puedan ser cumplidos, lo que también repercutirá en el colectivo e individualmente en aquellxs que habrán de cumplirlos por nosotrxs. También pueden fallar los objetivos. Cuando hablamos de falta de objetivos, es porque no consideramos objetivos lo suficientemente definidos cosas como “hacer la revolución social”, “acabar con el valor de cambio y sustituirlo por el valor de uso” o “la liberación total”. Pensamos que para poder avanzar necesitamos definir unos objetivos. más concretos y cercanos, objetivos que realmente podamos valorar si estamos consiguiendo y que dependan en cierta medida de nuestra acción y no necesariamente de que toda la sociedad vea la luz y llegue el día D. Pensamos que abordar conflictos concretos, o fases definidas de procesos más amplios, planteados con plazos y en los que el concepto de eficacia sea tenido en cuenta, sería bastante positivo. Por contra, y como muchxs hemos podido comprobar, tenerlos muy lejanos o no tenerlos en absoluto, puede causar desazón, sensación de no avanzar o incluso de pérdida de tiempo. Al final todo se junta, unxs no van, otrxs no curran, los proyectos hacen aguas y acaban muriendo, llevándose un poquito de la ilusión con la que lo afrontamos al principio. Como decimos, estas son posibles explicaciones al cese de la militancia a partir de una edad determinada, pero no esclarecen el porqué no nos encontramos entre generaciones distintas.
Pues si bien es posible que numéricamente la situación esté descompensada, no es excusa para no encontrarnos. Además, nos haría más sencillo obtener una visión de conjunto el restarle importancia a este división jóvenes/mayores. Esta división no es estática, no nos separa irremediablemente pues es importante no perder de vista la cuestión de que todxs vamos creciendo. Lxs que ahora hablamos desde esta posición de “jóvenes”, y ya no lo somos tanto, aspiramos a compartir militancia con las nuevas generaciones que se van sumando a la lucha. Para ello podemos aprender de los errores que nosotrxs mismos hemos ido cometiendo respecto a la comunicación y relación con lxs “mayores”, y no repetirlos cuando el tiempo pase y lxs “jóvenes” sean otrxs. Tenemos la oportunidad de ir construyendo un entorno, un discurso, unas formas organizativas y unos espacios, en lxs que todxs tengamos cabida, independientemente de la edad, y en los que lo realmente importante sean las ideas y las prácticas.
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Para terminar queremos recordar algunas de las conclusiones e ideas expuestas en el debate “Desencuentro generacional y Anarquía” que tuvo lugar hace 5 años en el Local Anarquista Magdalena. Lo primero que quedó patente es que para lxs allí asistentes, la brecha generacional se ve como un problema y una limitación. Además coincidimos en que jóvenes y mayores estamos igual de afectadxs y perdidxs ante esta situación. Hay que tener en cuenta en todo momento, que las vidas de lxs jóvenes y de lxs mayores son muy diferentes y, si bien hay muchos problemas comunes, no tiene mucho que ver la rutina diaria de un/a estudiante que vive con sus padres, o de una persona que vive okupando, intentando no trabajar y reciclando comida de la basura con la de una persona más mayor, que ha formado una familia y por tanto necesita más ingresos, lo que suele significar muchas horas de trabajo y muy pocas para dedicarse a otras cosas.
Esto se refleja en hechos como que gran parte de lxs libertarixs mayores estén implicadxs sobre todo en el terreno sindical, mientras que lxs más jóvenes en general pasan porque no se identifican con esa problemática. O el ejemplo que se puso de la lucha contra el desmantelamiento de la sanidad pública: se comentó que a esas convocatorias la presencia juvenil es muy baja, lo cual tiene cierta lógica, ya que lxs jóvenes mayoritariamente gozan de buena salud, no tienen que acudir al sistema de salud y no perciben como una amenaza perder una serie de prestaciones sanitarias. Aún así, también se vio claro que nadie plantea que tengamos que vivir igual, ni tener los mismos gustos y hábitos, sino que hay mucho que compartir y estamos perdiéndonoslo todxs por no crear las condiciones que permitan ese encuentro. Quedó patente que algunas personas más mayores no se acercaban más a las okupaciones por la propia precariedad de los espacios y por el temor (debido al desconocimiento más que a otra cosa) de que en cualquier momento puede aparecer la policía a identificar o intentar desalojar, lo que les genera una sensación de indefensión. Aunque lo que más veces apareció como factor clave es la falta de proyecto que padece el movimiento anarquista (si es que existe como tal) en la actualidad. Para que la gente, independientemente de su edad, se sume a algo, tiene que haber algo a lo que sumarse. Quitando casos muy concretos, se ve una falta de objetivos definidos y palpables que hace que los colectivos y proyectos tengan una vida muy corta.
También la falta de análisis a la hora de plantear los proyectos, moviéndonos muchas veces más por la inercia de lo que hacen lxs demás que por un planteamiento de nuestra actividad a corto y medio plazo, pensando en las necesidades que hay y en qué podemos aportar para cubrirlas. Esto, unido al éxodo masivo cuando se pasan los 25 años, edad en la que mucha gente acaba la carrera, se busca un trabajo y se va a vivir con su pareja, hace que sea muy difícil acumular experiencias y acabemos repitiendo los mismos esquemas de comportamiento una y otra vez. También dentro de este punto se habló del inmediatismo como un problema propio de la sociedad que vivimos y que nosotrxs reproducimos a la perfección, quemándose mucha gente por no ver resultados y dejando morir las iniciativas sin haberlas mantenido el tiempo necesario para que puedan dar sus frutos. Se habló también de la figura de los ateneos, que cumplían esa función de espacios para la formación en los que sí se daba ese encuentro intergeneracional. Actualmente, fuera del ámbito anarcosindical, no conocemos muchas iniciativas de este tipo que estén funcionando. Sobre los posibles puntos de encuentro que se podían fomentar, la participación apareció como el que está más a nuestro alcance. No se trataría de cambiar ni adaptar discurso, sino de hacer partícipe o al menos contemplar esa posibilidad. Muchas veces la propia estructura organizativa con que se encaran las luchas impide que otras personas interesadas se sumen. No se trataría tanto de crear organizaciones mastodónticas perpetuas en el tiempo, ni necesariamente asambleas abiertas tan ansiosas de sumar miembros que acabe vaciándose de contenido, como de dedicarle un poco de tiempo a pensar también cómo pueden otras personas (más allá de nuestros grupos de afinidad) participar en las luchas que intentamos potenciar.
A veces incluso nuestro discurso (no por lo que decimos, que es irrenunciable, sino por cómo lo decimos) deja poco margen a quienes no sean exactamente iguales que nosotrxs. Por último una reflexión: lxs que ahora tenemos entre 20 y 30 años, algún día tendremos 50. En nuestras manos está empezar a crear un entorno, un discurso, unas formas organizativas, unos espacios en los que nosotrxs mismxs tengamos cabida el día de mañana.
[Extraido de texto originalmente publicado en http://www.localanarquistamagdalena.org/2015/03/la-necesidad-de-romper-la-brecha-generacional-en-los-ambientes-libertarios/.]
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