Por Humberto Decarli
Unas recientes declaraciones a la prensa del experto ambientalista Alexander Luzardo han desnudado la realidad del país en esta materia. Denunció la barbarie ecológica del presente gobierno en todos sus planos consecuencia de una concepción extractivista y desarrollista así como la omisión opositora al respecto.
Unas recientes declaraciones a la prensa del experto ambientalista Alexander Luzardo han desnudado la realidad del país en esta materia. Denunció la barbarie ecológica del presente gobierno en todos sus planos consecuencia de una concepción extractivista y desarrollista así como la omisión opositora al respecto.
La postura de la actual
administración sobre desarrollo es la tradicional en este rubro. Se limita en
principio a un crecimiento del P.I.B. a través de la renta petrolera ejerciendo
la importación porque es muy fácil con flujo de liquidez traer bienes en lugar
de generarlos aquí. En función de este objetivo no importa cómo se obtenga el
flujo de caja haciendo abstracción de los daños a las montañas, los ríos, las aguas
y otras manifestaciones del medio físico.
Esa actitud sólo busca la mayor disponibilidad
dineraria que en el caso venezolano se limita a extraer hidrocarburos, bien por
PDVSA o por las socias transnacionales, y luego venderlos. El maná del oro
negro es el alfa y la omega de todo el esquema gubernamental.
El telos de la actividad económica es producir numerario a como dé lugar y no tiene ninguna relevancia los daños ambientales. Los casos del tendido eléctrico, el carbón en el Zulia, el gas en el Delta, el empleo de la agricultura para obtener biocombustibles, entre muchas, son manifestaciones expresas de esta conducta.
El programa de la M.U.D. no aporta nada el
respecto porque se trata del mismo estilo de gobernar, vale decir, continuar la
actitud extractiva de esta gestión. Se pensaría que han preterido este aspecto
porque en el fondo no discrepan del gobierno en este asunto.
En el mundo contemporáneo el
ambiente es un punto esencial para concebir el desempeño de la economía
mundial. Así, vemos como el Protocolo de Kyoto, los acuerdos de Cancún y los de
Copenhague, son letra muerta debido a su incumplimiento por los Estados Unidos,
China, Rusia y la Unión
Europea parcialmente. China se ha convertido en el mayor productor
de contaminación y de violaciones como el daño propiciado con la Presa Las Tres
Gargantas. También los Estados Unidos violentan este tema como lo demostró las
tristes declaraciones del presidente a la sazón, George W. Bush, cuando señaló
no acatar los acuerdos ambientales porque decaía la economía americana.
En Venezuela, apreciamos cómo el
gobierno y la oposición asumen la misma posición. El primero transgrediendo
todo para obtener beneficios y la segunda callando al no proponer nada en este
aspecto. Son caras de la misma moneda desde el ángulo ecológico.
El respeto a la Tierra es fundamental para
la pervivencia del planeta. Acelerar el período de su vida útil es una
aberración solo por mantener un esquema de rentabilidad sin tomar en
consideración las funestas consecuencias de una conducta sorda y ciega. James
Lovelock y su tesis Gaia es muy diáfano al indicar la capacidad de
autoregulación o de homeostasis de nuestro astro, alterada por las políticas de
los centros mundiales económicos y de poder.
Se puede llegar a proyectos de decrecimiento
o de adecuación de la tecnología a los seres humanos para la búsqueda de
nuestra felicidad material. Habría que romper la escisión entre cultura y
naturaleza iniciada desde Platón con su topus
urano y reformular nuestro modelo civilizatorio. Pero es mucho pedir a
nuestro país donde reinan concepciones primarias de desarrollo en los bandos
polarizados.
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