Rosa Fraile
En el siglo XXI tenemos pendiente una conquista irrenunciable, de gran dimensión política y a la que deberíamos dedicar todo nuestro esfuerzo: conseguir por fin la libertad sexual y reproductiva. Lograrlo sería un hecho revolucionario en sí mismo, que beneficiará sin duda a toda la humanidad. El libre desarrollo de nuestra sexualidad se ha temido desde aquel tiempo inmemorial en el que nacieran los mitos sobre vaginas dentadas. El poder nunca ha dudado en usar la coerción y la brutalidad para imponer a la mujer desde el ritmo de embarazos, hasta la privación de nuestro disfrute sexual. ¿Tanto se teme al libre desarrollo del cuerpo y de la sexualidad de la mujer como para llevar milenios esforzándose por controlarlo y conducirla?
Un gran poder debe residir en nuestro coño, sin duda, y llega muy dentro hasta los ovarios. En nuestro coño y nuestra capacidad de parir se halla el poder que el patriarcado nos otorga y que cualquier sistema de explotación nos reconoce. Nos usan como máquinas biológicas cuya producción debe controlarse o dirigirse según convenga.
La dimensión política de estos hechos es tremenda y desde el anarquismo lo supimos reconocer desde el principio. No en vano, en 1900 se celebró el Congreso Neomalthusiano Internacional, donde nació la Sección española de la Liga Universal de la Regeneración Humana, siendo partícipes de ella, entre otras personas, Ferrer y Guardia, Emma Goldman, y Luis Bulffi, del que todas deberíamos conocer su texto «Huelga de Vientres».
Buscar el placer sexual y sobre todo negarnos a parir, se evidenció como una herramienta de lucha poderosa y el Estado empezó a perseguir a los difusores de estas ideas. El poder de nuestro coño se revelaba inmenso.
Y se me antoja que hoy en día deberíamos utilizar ese poder a nuestro favor y promover huelgas de vientre en las luchas y reivindicaciones que emprendemos, con el fin de avanzar en justicia social y en igualdad. Cada vez que nos digan que nos preñemos porque peligran las pensiones de jubilación; cada vez que cierren las fronteras a los refugiados de guerra y hambre; cada vez que luchemos por nuestra dignidad como clase trabajadora; cada vez que pretendan recortar en sanidad y educación; cada vez que quieran silenciar nuestra voz, usemos el poder de nuestro coño y declarémonos en huelga reproductiva.
Nuestros cuerpos, nuestra sexualidad, son una herramienta política.
A pesar de todo, hoy, como siempre, por favor, ¡maternidad consciente!
[Tomado de https://www.cnt.es/noticias/cono-que-poder.]
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