Federación de Anarquistas de Lengua Alemana (FdA-IFA)
* Introducción y Conclusiones del folleto _Krieg dem Krieg! Für die soziale Revolution!_, que en su versión completa original en alemán es accesible en https://fda-ifa.org/wp-content/uploads/2014/07/brosch%C3%BCre1.pdf, material publicado con motivo del Centenario de la 1ra. Guerra Mundial. Textos traducidos al castellano por la Redacción de El Libertario.
"¡Matamos como se nos ordenó, con plomo y dinamita, por la patria y el capital, por el Kaiser y las ganancias!"
(Erich Mühsam, Canción de los soldados, 1916)
Es obvio que un ideal anarquista de libertad e igualdad social, por el que luchamos, difícilmente puede conciliarse con la cultura militar. Conceptualmente, el ejército siempre ha sido un aparato de represión al servicio de los gobernantes, cuya mera existencia todavía se utiliza fundamentalmente para mantener los gobiernos actuales. La injustificada pretensión de gobernar y sus privilegios solo pueden defenderse internaternamente a través de la violencia y la lealtad de los militares, y pueden mantenerse en el tiempo. Además de su evidente impacto externo, la voraz adquisición/ consumo de recursos y la inclusión de la jerarquía militar en las estructuras de poder geopolítico,la maquinaria de guerra también tiene un importante significado político interno para el Estado: estabiliza las estructuras jerárquicas dentro de nuestra sociedad y siempre impone a la población sumisión hacia el orden prevaleciente.
Las estructuras jerárquicas son ejemplificadas por los militares de una manera que se ha llevado a los extremos. Si nos sometemos a la "lógica" de los militares, esto significa lo siguiente: rechazamos el pensamiento independiente y confiamos ciegamente en nuestros jefes, superiores, políticos profesionales o jefes de policía, personas que consideramos más capaces que nosotros o de las que tememos, porque son más poderosos que nosotros. Los militares llegan incluso a exigir obediencia incondicional a “sus” soldados. Si es deseada por un nivel superior de la jerarquía, esta obediencia requiere que los soldados maten a la gente por "obediencia debida" o para evitar que la gente por medio de la violencia haga cosas que su humanidad les ordena hacer, por ejemplo, resistir. Esta autoimagen no solo es profundamente misantrópica, sino también un crimen contra el progreso social que reprime.
El culto al despliegue de las fuerzas armadas que puede activarse, durante los desfiles militares o mediante la presencia de soldados armados en el paisaje urbano, no es solo una cuestión estética, sino, mucho más crucial, también política y psicológica. Tanto interna como externamente, el Estado debe mostrar su poder de fuego a quien se atreva a cuestionar, oponerser o intentar derribar su autoridad.
Incluso si aparentemente ya no se llevan a cabo grandes desfiles militares en Alemania en estos días y el anclaje de la Bundeswehr [el actual ejército germano] en la población civil parece haber disminuido debido a la abolición del servicio militar obligatorio, la Bundeswehr sigue avanzando en el espacio público con exhibiciones continuas y sus campañas publicitarias. No es menos importante abordar precisamente estos trastornos, sus ventajas obvias, pero también sus desventajas ocultas en particular, los desarrollos actuales en relación con la creciente participación de las fuerzas armadas alemanas en guerras en todo el mundo [disfrazadas de "intervenciones humanitarias" o "lucha contra el terrorismo"] y el debate sobre el uso de la Bundeswehr en Alemania o el de su apéndice las RUSKr (fuerzas regionales de seguridad y apoyo), especialmente diseñadas para la "seguridad nacional", temas que deberían preocupar a todas las personas amantes de la libertad.
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"Quiero decir que el anarquismo es la única filosofía de la paz, la única teoría de las relaciones sociales que pone la vida humana por encima de todo".
(Emma Goldman, Lo que pienso, 1908)
El antimilitarismo, el rechazo de los valores y estructuras militares en la sociedad y la política, tiene una larga tradición entre las personas de mentalidad anarquista. A diferencia de otras perspectivas de la sociedad, no vemos la existencia de un ejército como una cuestión de rutina o incluso por la que valga la pena luchar, sino más bien como una condición amenazante que debe superarse. No compartimos la visión marxista de que el ejército es solo una contradicción secundaria del capitalismo y, por lo tanto, desaparecería automáticamente con él. El ejército representa una estructura con relativa autonomía que, incluso en una sociedad liberada del capitalismo, puede estar interesada en su propia sobrevivencia institucional y la continuación asociada de las posiciones de poder que aporta a los actores sociales que se organizan en el ejército.
El sufrimiento y la miseria que provocan las guerras, así como el ciclo aparentemente eterno de esas guerras que se justifican como reacción del orgullo herido por las derrotas de guerras pasadas y las experiencias traumáticas de guerras anteriores, solo se pueden romper si nos distanciamos de lo que esas formas de pensar dan por sentado y legítimo: un tóxico sentimiento de afiliación nacional o étnica. Además, debemos nombrar, socavar y desmantelar claramente todos los sistemas de gobierno que de alguna manera otorgan a la horda castrense una supuesta legitimación para infligir sufrimiento a otras personas, con pretextos ideológicos que en parte se disfrazan religiosamente.
Son tareas actuales que comienzan a pequeña escala allí donde la máquina de guerra puede verse obstaculizada. Las campañas publicitarias de la Bundeswehr pueden interrumpirse, ya sea en los ámbitos urbanos o en las escuelas.
Nuestra crítica al militarismo con disfraz democrático y a las aspiraciones alemanas de ser una "gran potencia" debe oponerse a la imagen publicitaria. Si la República Federal de Alemania libra guerras, suministra armas y hace de la Unión Europea su herramienta, debe llamarse así.
Para evitar que el Estado alemán se convierta en una gran potencia y, en última instancia, hacer que las guerras en todo el mundo sean imposibles, la crítica debe ser práctica y sus expresiones deben cuestionar todo el aparato del muilitarismo. Las huelgas en las industrias de guerra y en el ejército han tenido éxito en el pasado. Pero al final no solo queremos prevenir la guerra, queremos establecer una sociedad mundial pacífica basada en la felicidad, la razón y la libertad. En el camino, por lo tanto, perseguimos la abolición de las fuerzas que provocan repetidamente la guerra, la dominación y el sufrimiento: la abolición del Estado y el capitalismo, eso incluye obstruir activamente la guerra y el militarismo.
Un orden que no sirve a las reglas institucionales, sino exclusivamente a las individualidades que organizan su propia vida en él, solo puede ser vivido y establecido por nosotros mismos. Como se describió en los capítulos anteriores de este folleto, hay muchos desarrollos en Alemania en estos días que van en contra de nuestros sueños de una sociedad libre y no violenta. Es por eso que lo siguiente se aplica a nosotros, hoy y hace 100 años:
¡Guerra la guerra!
¡Por la revolución social!
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