Xabi Rueda
En el siglo XIX, el artista Katsushika Hokusai(1760-1849) imprimió las Treinta y seis vistas del monte Fuji, xilografías que retratan el monte Fuji desde diferentes planos. Entre ellas destaca “La gran ola de Kanagawa”, una cautivadora imagen que desprende el poder del mar.
Después de la crisis del 2008, algunos colectivos sociopolíticos usaron el icono de Hokusai, de forma literal o metafóricamente, para dar entender que podría avecinarse una gran ola, un gran cambio en nuestras vidas. En lo colectivo se empezaron a usar términos como las mareas. Recordemos: en la educación, la marea verde; en sanidad, la marea blanca, o las mujeres con sus mareas moradas. Incluso las nuevas formaciones, que ingenuamente creían que reinventarían la política en España, acabaron por apropiarse de términos parecidos, para dar entender que una gran ola ciudadana, con otros valores, derrocaría el viejo sistema caduco. Sí, las olas hicieron pequeñas brechas en el dique, pero las embestidas fueron absorbidas por el capitalismo hasta calmarlas.
Cuando hay una ola en acción, existe una reacción en el dique
Si el sistema se siente amenazado por alguna causa, responderá sin ningún tipo de escrúpulo. Las olas feministas, por ejemplo, en su trazado en la historia, han puesto en jaque esta forma caduca de un sistema que oprime y esclaviza a las mujeres. Un movimiento, el feminista, que ha crecido y bramado como las olas en una tormenta en el mar. Creando un calidoscopio de nuevas formas de entender la vida en positivo, ha conseguido quedar fuera del mundo cuadricular, del pensamiento heteronorma-tivo-patriarcal de dominación, muerte, violencia y devastación.
La misoginia, junto al machismo, es la reacción más normal del hombre capitalista contra la actividad feminista. Como si de un dique se tratase, desde hace unos años hasta ahora hemos palpado ese resurgimiento, con una mayor intensidad, en varios grados de la vida cotidiana. Como también hemos podido ser protagonistas de otros resurgimientos, como el racismo y la homofobia, que “casualmente” suelen ser elementos de una misma composición ideológica que renace en tiempos de crisis. Pienso en el fascismo, el nazismo o el identitarismo. Por eso, muchas veces, cuando nos encontramos con un síntoma como el odio hacia las mujeres, acabamos por darnos de frente con actitudes autoritarias y de dominio, hasta llegar claramente a episodios de violencia física.
Un dique terrorista llamado INCEL
Ese odio al semejante es transformado e integrado en nuevas construcciones según los nuevos tiempos, pero sigue siendo en esencia puro odio. El movimiento llamado INCEL, abreviatura en inglés de involuntary celibate, está compuesto por hombres heterosexuales que se denominan a sí mismos “célibes involuntarios”.
Fue una mujer queer canadiense, reconocida como Alana, quien, en el año 1993, propuso el nombre para crear una comunidad inclusiva para personas apartadas de la “normalidad social”, ya fuese por motivos de problemática social, marginación o enfermedades mentales, que no pudiesen tener o conseguir unas relaciones sexoafectivas completas.
La idea principal de Alana se distorsionó, llegando a ser la excusa de unos individuos fanáticos y llenos de odio para justificar su repulsión principal hacia todo lo femenino. Hombres resentidos, narcisistas y autocompasivos que culpabilizaban a las mujeres por no encontrar pareja o no poder tener sexo. Esos individuos llegaron a crear pretextos, basados muchas veces en conspiraciones, para justificar la violencia, como que, supuestamente, el feminismo es un movimiento creado por los judíos para debilitar a Occidente. Una idea compartida con otros movimientos de odio actualizado, como el denominado Derecha Alternativa, grupo claramente neofascista.
Las mujeres en un buen número de países están cada vez más emancipadas y sin miedo de romper todas las cadenas de los caminos marcados por aquellos individuos que sobreentienden que, de forma natural, las mujeres deben someterse a ellos.
Actualmente, la mayoría de las mujeres deciden cuándo y con quién mantener relaciones sexuales, algo que no pueden consentir los de INCEL. El pensamiento de este movimiento, de sometimiento misógino, se extrema para culpabilizar a una corriente y a un género que elige libremente con quién mantener esas relaciones. Algo que ellos cuestionan como injusto. La reacción de quienes forman INCEL es el mantenimiento del estatus “natural” de dominación del hombre sobre la mujer. Es decir, perpetuar la cosificación de la mujer, aplicando cualquier tipo de violencia a todo lo femenino, por sentirse víctimas de sus acciones. Un planteamiento que podríamos calificar claramente de terrorismo.
Los terroristas de INCEL
Elliot Rodger, ideólogo y mártir del movimiento, es el máximo ejemplo de los INCEL. Con sólo 22 años mató a seis personas e hirió a otras 13 en la universidad de Isla Vista (California). Acabó suicidándose después, dejando un mensaje que sirvió como manifiesto del grupo. Rodger es reconocido entre ellos como “caballero supremo”. Un calificativo que encierra un pensamiento completamente autoritario de la vida.
Nikolas Cruz abrió fuego en su instituto en Florida. Cometió el atentado como forma de homenaje a Rodger, dejando escrito: “Elliot Rodger no será olvidado”. Cruz arrebató 19 vidas, y los INCELS inmediatamente lo llamaron “héroe” y lo nombraron “hombre del año”.
Alek Minassian cometió un acto terrorista en homenaje también a Rodger. Atropelló con su furgoneta a varias personas, matando a 10 y dejando a 14 heridas. Al igual que Cruz, dejó un mensaje que encerraba una personalidad paramilitar.
Brian Isaack Clyde, de 22 años, aficionado a las armas y confeso supremacista blanco, entró vestido de militar y con un rifle en el Palacio de Justicia Earle Cabell. Antes del ataque dejó un mensaje con la frase “la tormenta se acerca”, una consigna de los conspiracionistas Qanon, un grupo de extrema derecha estadounidense que está convencido de que existe una trama profunda para liquidar al Gobierno y a los seguidores de Donald Trump.
Estamos ante un movimiento, el INCEL, estructurado bajo una ideología y que cuenta con simpatizantes de otras que apoyan cualquier tipo de violencia hacia todo lo femenino. Que exhibe un formato parecido en todos sus “atentados”, que es el de asesinar a un mayor número de inocentes posible, con el fin de establecer lo que ellos consideran un estatus para las mujeres, donde sean sólo objetos con miedo. Y eso con el fin de que la mujer deje de reivindicarse como sujeto protagonista de su vida y quede sometida al hombre por los siglos de los siglos.
La ola como cambio y autodefensa
Sí, la reacción a la ola de lucha y acción de la mujer por su libertad ha sido en este caso un movimiento ultra, clara-mente terrorista. Un movimiento de hombres fomentadores del odio que justifica el asesinato de inocentes, con vinculaciones a grupos de extrema derecha, y que solo son noticia en momentos concretos, casi de forma anecdótica. Sin embargo, ese movimiento no ha merecido ninguna atención como grupo terrorista por parte de ningún gobierno o por parte de la opinión pública, y menos aún por las fuerzas y cuerpos de seguridad de los Estados.
Sería deseable que este tipo de olas de cambio, como es el caso de la morada, adoptase un formato de autodefensa frente a un dique como los INCEL u otros diques de odio hacia las mujeres. El espíritu de cambio que impregnó en 2008 “La gran ola de Kanagawa” de Katsushika Hokusai en nuestros movimientos sociopolíticos debe reaparecer en esta nueva crisis. Olas que deben bramar de nuevo sin miedo a responder de forma legítima contra sistemáticos diques que ejercen su violencia para que esas mareas no tengan resultado y vuelvan a una forma de esclavitud, de calma.
Es preciso acometer cambios, vuelve a ser el momento de ello. Cambios que pongan en el centro a las personas, las vidas, y que arrasen hasta los cimientos, sin miedos, la lógica capitalista que justifica cualquier acto que llene todo de odio y muerte, perpetuando así el estatus de dominio.
[Tomado del vocero Al Tajo # 24, Aranjuez, octubre 2020. Número completo accesible en https://www.cnt.es/wp-content/uploads/2020/10/AlTajo24octubre.pdf.]
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