Paul Buhle y Nicole Schulman
* Se reproduce de seguidas la Introducción de este libro, que integra un documentado texto junto a un amplio soporte de ilustraciones para rememorar mas de un siglo de trayectoria de esta combativa organización sindical. El volumen completo traducido al castellano es accesible en http://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/libros/wobblies%20castellano.pdf
Los Industrial Workers of the World (Trabajadores Industriales del Mundo), -según sus miembros y seguidores la “mejor cosa de la Tierra”, aunque para empresarios y conserva-dores una amenaza para la sociedad- cumplieron exactamente un siglo en 2005.
¿Cómo pudo un movimiento que en sus mejores momentos solo reunió un promedio de cien mil miembros, haber organizado por un tiempo, a los trabajadores más pobres y opri-midos de todas las razas y grupos, y escrito algunas de las canciones más conmovedoras y divertidas burlándose de los explotadores ricos y sus esclavos felices?
¿Por qué los poetas, novelistas y radicales estadounidenses desde John Dos Passos y Gary Snyder a Noam Chomsky (hijo de padre wobbly) continuaron evocando a “los temblequeantes” (los wobblies) cuando prácticamente todos los sindicatos se han retirado totalmente de la memoria, de la añoranza y del pensamiento personal y colectivo?
Buenas preguntas. Las leyendas de los wobblies no son tan diferentes, en cierto modo, a las leyendas de otros personajes más grandes que la vida, como la de Johnny Apple-seed (el John Chapman real, que caminaba descalzo por la frontera, buscando paz y plantando semillas de manzana), o John Henry (el mítico afroamericano que venció a la máquina de vapor y murió en el proceso), o Paul Bunyan (el “más grande que yo”), inventado con fines publicitarios por una empresa maderera, entre otros. Pero los wobs son muy diferentes en otro sentido.
El wobbly, (temblequeante) masculino o femenino, asiático u occidental, negro, marrón, rojo o blanco, era solo un ser humano ordinario. Él o ella, era diferente sobre todo debido a un “mensaje” que fue explicado, predicado y cantado alrededor de las fogatas de campa-mentos de “bindle-stiffs” (“tiesos” o “rígidos” trabajadores itinerantes que llevaban hatillos o “bindles” con ropa de cama a la espalda) y en reuniones de “lobos madereros” (leñado-res); en el “lío” o comité de mineros del carbón y marineros; en las calles de los pueblos, pero también en los salones sociales de los inmigrantes finlandeses, húngaros o rusos. O que se transmitió a través de las fronteras en Canadá y México por hombres y mujeres que cambiaban de un trabajo precario a otro; y, por un tiempo, incluso en los salones de Greenwich Village.
Su historia fue solidaria, colectiva, no dependiente de ningún héroe o heroína. Tan heroica (o trágica) como las vidas de las personas individuales podrían ser.
Los wobblies también fueron únicos en la creación de una leyenda sobre la realidad de la “ho-bohemia”*, una palabra que ni siquiera existe entre los vagabundos (hobos) empobrecidos y sin hogar de hoy en día. Intente imaginar una “universidad hobo” (en Chicago), o un salvo-conducto hobo [para poder viajar en un furgón a través de los Estados de las grandes llanuras, tenían que mostrar su tarjeta roja (carnet) del IWW], o el “Bughouse Square” de Chicago con su zona de libertad de expresión para cualquier persona dispuesta a subirse sobre una tarima improvisada o caja de jabón y enfrentarse a una audiencia que exige una argumentación viva y convincente. Todo esto son imágenes de una época perdida. ¿O no lo son?
Este libro enfoca a los wobblies de muchas maneras diferentes. Pero quizás la más importante de estas es la visión de las personas que desean cambiar la sociedad en beneficio de todos: sin jefes, sin políticos, sin un Estado coercitivo, ejército, marina, fuerza aérea o marines. Pero también sin el odio y la sospecha por “ser extranjeros”, o la culpa, que todo lo abarca, con frecuencia, de que como somos ricos, alguien puede querer tomar nuestras riquezas.
Alejadas hoy de nosotros las creencias en la libertad y el internacionalismo, los wobblies resultan portadores del ideal más estadounidense posible. Sin embargo fueron arrestados y encarcelados durante la Primera Guerra Mundial, por parte de una administración demó-crata liberal, no realmente porque le dijeran a nadie que resistiera a esa guerra sin sentido y brutal, sino porque sus ideas, su misma existencia, representaban una amenaza para los poderosos hombres que necesitaban la guerra.
Esa forma de ver la libertad hace que la IWW parezca mucho más que una organización sindical o más grande que todas las demás organizaciones laborales juntas. Se ve, por ejemplo, como la base del movimiento ecológico/ambiental actual. Parece que los mexicanos y estadounidenses que dieron la bienvenida a los zapatistas recuperaron la tierra que había sido robada a su gente. Parece que inspirasen todos los movimientos contra las guerras. Incluso parece que inspirasen un poco al mundo que John Lennon resumió en su canción “Imagine”: Ningún dios distante, ningún país. Solo nosotros, los humanos. Todos nosotros y nuestro mundo. También parecen, mucho más de lo que nadie hubiera sospechado, hace treinta o cuarenta años, una América sumergida que emerge rápidamente de nuevo hasta la luz.
El mundo de los wobs estaba formado por trabajadores inmigrantes sin empleo esta-ble, planes de salud, seguridad social o beneficios médicos (como el futuro que hoy los republicanos y muchos demócratas nos desean), sin ninguna responsabilidad por parte de los asquerosos ricos hacia la clase creciente de los pobres. Como en la sociedad que hoy nos rodea.El mundo de los wobblies realizó sus mejores momentos de solidaridad a través de redes de raza, etnia, género y nacionalidad.
El mundo y la promesa wobbly fueron destrozados, finalmente, por la colaboración en-tusiasta de las grandes corporaciones, los militares, los liberales y los conservadores.Todos ellos comprometidos firmemente con el Imperio. ¿Ocurrirá lo mismo o algo así, cada vez que el imperio vuelva a caer en crisis?
Todo lo que hicieron los wobs fue mantener una alternativa; la alternativa que necesitamos encontrar ahora más que nunca.
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