Humberto Decarli
El autoritarismo marca la pauta al nivel internacional. Los acontecimientos acaecidos en Bielorrusia y Rusia así lo colorean pero en el caso africano, en Asia y las antiguas repúblicas soviéticas y las democracias populares se hacen más patentes. Incluso, en regímenes con una relativa legitimidad de origen también el rasgo despótico se manifiesta en episodios y en las políticas generales de esos Estados. La mayoría de los análisis occidentales colocan como punto de inflexión para calificar un modelo como democrático a las características de su inicio, vale decir, si es nacido por comicios o una situación de facto pero no se detienen a escrutar el desempeño del esquema como instrumento determinante para determinar la democracia en su cotidianidad.
El autoritarismo marca la pauta al nivel internacional. Los acontecimientos acaecidos en Bielorrusia y Rusia así lo colorean pero en el caso africano, en Asia y las antiguas repúblicas soviéticas y las democracias populares se hacen más patentes. Incluso, en regímenes con una relativa legitimidad de origen también el rasgo despótico se manifiesta en episodios y en las políticas generales de esos Estados. La mayoría de los análisis occidentales colocan como punto de inflexión para calificar un modelo como democrático a las características de su inicio, vale decir, si es nacido por comicios o una situación de facto pero no se detienen a escrutar el desempeño del esquema como instrumento determinante para determinar la democracia en su cotidianidad.
Lukashenko y Putin
Hay dos hechos que marcaron fechas recientes en el mundo. Uno, la reelección sempiterna de Alexander Lukashenko como presidente de la antigua Rusia Blanca. Dos, el envenenamiento de un disidente ruso mediante el modus operandi gansteril de la gestión del antiguo jefe de la KGB.
Desde su independencia de la Unión Soviética, hace veintiséis años, el personaje ha monopolizado la escena de Belarus, como también se le conoce. Es la sexta elección ganada en comicios bien cuestionados. No obstante, el último evento fue tan descarado que produjo una resistencia traducida en la reacción de calle del pueblo para denunciar el fraude cometido por el llamado “último dictador de Europa”.
Ante las movilizaciones el autoritario reprimió, encarceló, hirió y asesinó a los participantes, motivando más presencia de la gente en los lugares públicos. Asimismo, hizo ejercicios militares como fórmula disuasoria para fines internos y externos y asume posiciones de aceptar reformas constitucionales pero no modificar los resultados electorales presidenciales. La Unión Europea decidió sancionar personalmente a los responsables de la punición de la gente como una manera de presión hacia los representantes de esta nefasta dictadura. De igual manera las tropas de la OTAN se concentraron en la frontera con Lituania y Polonia como signo de alerta.
Lukashenko apeló por ayuda a Putin, quien guardó un largo silencio hasta anunciar estar dispuesto a enviar tropas de élite y de inteligencia para ayudar al gobierno de Minsk, condicionado al desbordamiento incontrolable de los contestatarios. El presidente ruso actúa con discreción frente a su par de Bielorrusia porque este ha demostrado una actitud ladina en el pasado reciente, en especial en el tratamiento de la unificación de ambas naciones y haber acudido a la misma Unión Europea buscando auxilio económico.
En el caso de Vladimir Putin, ya es una praxis recurrente el recurso de envenenamiento por vía respiratoria, digestiva, con venenos tradicionales y hasta radiactivos, en una senda trazada para eliminar adversarios que pudiesen significar algún peligro a su gobierno. Los casos conocidos de adversarios de oposición e incluso un espía asesinado en Londres, son evidencias de este proceder abyecto.
Además, el presidente ruso obtuvo de la duma una reforma constitucional facultándolo para reelecciones indefinidas ratificando su intención de gobernar eternamente. Fue una votación apabullante en el parlamento, con la titular de un escaño, la cosmonauta Valentina Tereshkova, llevando la voz cantante en esta modificación de la carta magna.
Autoritarismo africano
En el continente donde nació el ser humano se presentan muchas administraciones fácticas y otras con dudosa legitimación electoral con una perseverante actuación despótica. Las dictaduras de Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial, los desastres de Libia y Somalia, los regímenes rígidos en Egipto con el militar Al Sisi supuestamente electo, la severidad argelina luego de una cruenta guerra interna a pesar de la renuncia del siempre presidente Bouteflika, el caso de Túnez con barniz electoral al igual que el Congo, Namibia, Angola, Mozambique, Guinea Bisseau, Senegal, Gambia, Cabo Verde, Chad, República Centroafricana, Etiopía, Marruecos, Yibuti, Eritrea, Sudán, Sudán del Sur, Mauritania, Zimbabue, Níger, Nigeria y paremos de contar. Incluso, acaba de ocurrir una asonada militar exitosa en Mali en el contexto de una crisis en todos los órdenes presionada por la actuación de los grupos fundamentalistas en el norte del país.
África se encuentra atrapada entre esquemas rígidos y dictatoriales y experiencias formalistas institucionales edulcoradas con signos occidentales. Además, muchas naciones de esta región están supeditadas a China porque son deudores extremos como lo demostró el derrocamiento de Robert Mugabe cuando el comandante de la fuerzas armadas zimbabuense acudió a Beijing para solicitar la aprobación de su asonada.
Asia con el militarismo en auge
El continente asiático está infectado de violencia y despotismo. China, Vietnam, Corea del Norte y la dinastía de los Kim, Laos y Camboya formalizan el eje de rigidez con esquemas inflexibles acompañados de gran represión y control de la población sin las más elementales libertades democráticas. Afganistán con su sempiterna guerra, Arabia Saudita y los emiratos del golfo pérsico, sedes de regímenes severos modelados con la peor interpretación del Corán y los principios del islam. Irán, con un Estado teocrático donde manda el consejo de clérigos por encima del gobierno formal. Myanmar es otro ejemplo de una larga y atroz dictadura militar atemperada por la presencia en el gabinete de la Premio Nobel de la Paz, Aung San SuuKyi, quien se ha prestado para intentar legitimar a la dictadura castrense. Tailandia se manifiesta con una monarquía militarizada.
Filipinas e Indonesia poseen gobiernos muy fuertes, específicamente el de Rodrigo Duterte en el primer archipiélago, conocido por sus acciones y declaraciones destempladas sobre muchos aspectos como el sexual, el religioso y la intolerancia como norte de su ejercicio.
Pakistán y la India son ejemplos de parlamentarismo autoritario puesto que hay elecciones para el congreso pero el ejercicio del mandato trasciende su contenido para convertirse en verdaderos caudillos. Igualmente Bangladés y Sri Lanka presentan la misma faz. Taiwán, Japón, Corea del Sur y Singapur (relativamente) son cartabones elaborados con elecciones y cierta institucionalidad democrática.
Los países exsoviéticos del Asia central son igualmente rígidos. Kazajstán con su eterno presidente NusurtanNusarbayev, quien renunció por razones de salud; y sus colegas de Kirguizia, Azerbaiyán, Turkmenia y Uzbekistán, todos con un poder incontrolable y algunos con elecciones fraudulentas o arregladas.
Las antiguas democracias populares europeas
Los regímenes liberados por el ejército rojo y ocupados luego, se derrumbaron con la grave crisis soviética y quedaron a la deriva al igual que dos países socialistas que desalojaron ellos mismos a los nazis, Albania liderada por EnverHoxa y Yugolavia por Tito. Alemania Oriental fue anexada a la República Federal Alemana después de los acuerdos de Gorbachov con las autoridades occidentales teutonas. Polonia resistió y guiados por el original sindicato Solidaridad se transformó en un régimen parlamentario. Hungría es presa del liderazgo populista de derecha de Víctor Orbán, los checos y eslovacos se mantienen en la democracia formal, los rumanos, búlgaros y albanos están por la misma vía mientras los antiguos miembros de Yugoslavia también cumplen esa ruta.
Las pseudo democracias despóticas
Normalmente se habla de una disyuntiva aparente, de modelos democráticos o dictatoriales. Ese maniqueísmo no demuestra la realidad porque al hablar de regímenes abiertos se contraen exclusivamente a su certificación de origen, es decir, nacidos de un proceso electoral que en muchas ocasiones son defectuosos o fraudulentos manipulados por quien detenta el poder. Es un hábito heredado de la guerra fría cuando Occidente empleaba gobiernos militares para combatir abiertamente al comunismo sin respeto de los derechos humanos ni de ninguna legalidad. Posteriormente, al finalizar la pugna Este-oeste, Estados Unidos promovió gobiernos producto de elecciones y no de asonadas como una fuente alterna de legitimidad. El llamado Club del Caribe, integrado por Pepe Figueres, Víctor Raúl Haya de la Torre, Rómulo Betancourt, Grau San Martín, PríoSocarrás, Manuel Muñoz Marín, entre otros, se inscribe en una iniciativa para ofrecerle a Washington una opción no militarizada de la alternativa del hemisferio frente al socialismo y las dictaduras castrenses.
La dificultad más ostensible para calificar un cartabón gubernamental como democrático radica en el desempeño o ejercicio de la gestión porque implica una evaluación de su praxis cotidiana. Una institucionalidad puede ser democrática por nacer de un proceso electoral pero puede ser autoritaria en su devenir, ora porque viola los derechos humanos, ora porque no consulta a nadie y pasa por encima cualquier formalidad esencial.
La democracia formal venezolana
El puntofijismo en Venezuela hace valer su origen comicial, con todas las aberraciones cometidas por el espíritu antidemocrático de las autoridades electorales. “Acta mata voto”, principio bellaco de la viveza en los conteos ahora ampliado con las máquinas de votación, más útiles para la martingala. Sin embargo, no hablan de su actividad diaria, muy impositiva por lo demás, carente de la más elemental institucionalidad democrática cuyo eje proviene de la misma dialéctica de la secesión de España matizada por el predominio de los milicos, inicialmente populares, en alianzas con las oligarquías criollas.
Los políticos tradicionales venezolanos, clientelares, palaciegos, pragmáticos y burocráticos, no plantean nada nuevo para transformar al país más allá de las consabidas entregas a los organismos multilaterales dada su incapacidad para administrar y gerenciar la cosa pública. La actual dictadura no hace sino mantener el poder con base en la represión y con un esquema económico rígido lesivo a las grandes mayorías transformadas en pobres (96%) de acuerdo a la última encuesta Encovi. Los opositores presentan su Plan País, una repetición del extractivismo y el rentismo, cuando se fundamentan en elevar la producción del crudo a seis millones de barriles. Estamos atrapados en dos formaciones con diferencias de estilo y de forma, una más militarizada que la otra, pero igualmente dañinas para Venezuela.
Perspectivas post-pandemia
Ulterior a la reducción del Covid-19 aparece el paisaje del autoritarismo como fórmula exitosa de gobierno. China es la potencia emergente estructurada alrededor de un estalinismo cerrado donde se monitorea cada paso de la población a través de la tecnología. Estados Unidos está en manos de un presidente supremacista desbordante de la institucionalidad y si es reelecto habría la continuación de una experiencia despótica. Rusia, a pesar de su debilidad económica, tiene relevancia por su armamentismo pero también está regida por un zarismo contemporáneo encabezado por el antiguo director de la KGB, Vladimir Putin. En América Latina Jair Bolsonaro en Brasil, la Cuba de los hermanos Castro, Venezuela y su peculiar dictadura y Nicaragua, son muestras del mandoble al servicio del orden. Las democracias electorales, como las llamó una vez el PNUD, son modelos fuertes con Duque en Colombia, NayibBukele en El Salvador, Manuel Piñera en Chile, Fernández en Argentina. Son gobernantes electos popularmente pero con contenidos severos en su accionar diario.Europa se debate entre los llamados países frugales (Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suecia y Austria), con alto nivel de vida, gobiernos electos y con menores niveles de desigualdad; y los débiles electoralmente y con niveles inferiores económicamente hablando, como España, Grecia, Portugal e Italia. Se encuentran en una coyuntura delicada por la deuda con la Unión Europea amén de la recesión por la cual atraviesan por el Covid-19.
Definitivamente el presagio del futuro inmediato es sombrío porque el poder se encuentra en manos de los peores representantes, se concentra cada vez más y el armamentismo y el complejo militar industrial son fuentes de la dinámica normal de los polos de dominio. El fundamento de las naciones dominantes reside en la expansión de las relaciones de poder en la gente, cuya desaparición es un factor esencial para construir un esquema democrático.
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