Humberto Decarli
El escenario inmediato para Venezuela es aciago. La pandemia del Covid-19, consecuencia y no causa de la crisis de un modelo civilizatorio perverso, ha acelerado mundialmente la consolidación de la tangibilidad del poder. La necesidad de aislamiento coincide perfectamente con la inhibición manipulada de la gente para expresar opiniones, sobre todo en países como el nuestro donde la institucionalidad es demasiado precaria y los cuerpos armados tienen prioridad a la hora de arbitrar los conflictos sociales.
La inexistencia de respuestas sociales organizadas
El movimiento social actual está en su peor etapa de reflujo por la experiencia de los últimos años. Primero, la exitosa demolición de Chávez sobre el tejido de la sociedad venezolana al promover un liderazgo mesiánico para enfrentar los problemas en desmedro de iniciativas de base. Segundo, la precaria autonomía de los sindicatos, gremios, organizaciones populares y demás formas de expresión, demostrada en la escasa capacidad de convocatoria a pesar de la gravedad de las carencias de electricidad, gas en bombonas, agua, vivienda, salarios y pensiones miserables y servicios en general aunque hay expresiones espontáneas sin coordinación alguna. Tercero, la manipulación gubernamental de las necesidades a través de programas asistencialistas como los Clap y las diversas bonificaciones para dar la impresión de una voluntad de auxiliar a los venezolanos a través de esos paliativos. Cuarto, la oposición nucleada en varias instancias ha sido desacertada sufriendo multiplicidad de derrotas y de las pocas victorias, como la de 2015 con la elección en la Asamblea Nacional, se desgastó llegando al actual momento de precariedad. Los estremecimientos masivos como el de 2014, la salida, y la gran rebelión civil del año 2017, fueron frustrados por las apetencias electorales de ciertos partidos con un gran sentido del oportunismo.
Sintetizando, tenemos un cuadro político en decadencia, sin vigencia y sin apoyo popular. Además, los movimientos sindicales, de trabajadores de base, los gremios profesionales, estudiantil y juvenil, los vecinales y las redes sociales, se encuentran en una situación de inercia al no tener una cita atractiva. La incertidumbre, el hambre, la pobreza, la carencia de medicamentos, viviendas, hospitales, el temor generado por la represión y los abusos de autoridad, inciden en paralizar a la gente.
Explosiva situación económico-social
La nación atraviesa una severa crisis en el ámbito económico y social. Una depresión actual luego de más de seis años de recesión, dibujan el estado de la economía. La caída sistemática de la producción de bienes y servicios deviene de la dependencia petrolera porque el descenso de los precios primero y luego por la caída de la generación de crudo y derivados por las dificultades de una PDVSA arruinada, eran las únicas opciones seguidas por los gobiernos desde el gomecismo. Estaba supeditado al excremento del diablo y al declinar este se hundía la economía. Y Chávez generó una dependencia demencial del oro negro cuando llegó al 97% las divisas percibidas. Era la crónica de una muerte anunciada por el rentismo despilfarrador y corrupto.
Debemos hacer notar otro elemento más en la contracción del aparato productivo, los efectos de la pandemia que empujan a paralizar al sector manufacturero pero que en Venezuela había el precedente del descenso petrolero como agente ralentizador de la economía.
La inflación se disparó por las sucesivas devaluaciones del signo monetario nacional para cubrir el déficit fiscal y cuando no fue suficiente lo monetizaron, esto es, emitieron dinero inorgánico para financiarse con la gran tragedia significada al engendrar la hiperinflación, la más alta del orbe y con dígitos impronunciables.
El escenario inmediato para Venezuela es aciago. La pandemia del Covid-19, consecuencia y no causa de la crisis de un modelo civilizatorio perverso, ha acelerado mundialmente la consolidación de la tangibilidad del poder. La necesidad de aislamiento coincide perfectamente con la inhibición manipulada de la gente para expresar opiniones, sobre todo en países como el nuestro donde la institucionalidad es demasiado precaria y los cuerpos armados tienen prioridad a la hora de arbitrar los conflictos sociales.
La inexistencia de respuestas sociales organizadas
El movimiento social actual está en su peor etapa de reflujo por la experiencia de los últimos años. Primero, la exitosa demolición de Chávez sobre el tejido de la sociedad venezolana al promover un liderazgo mesiánico para enfrentar los problemas en desmedro de iniciativas de base. Segundo, la precaria autonomía de los sindicatos, gremios, organizaciones populares y demás formas de expresión, demostrada en la escasa capacidad de convocatoria a pesar de la gravedad de las carencias de electricidad, gas en bombonas, agua, vivienda, salarios y pensiones miserables y servicios en general aunque hay expresiones espontáneas sin coordinación alguna. Tercero, la manipulación gubernamental de las necesidades a través de programas asistencialistas como los Clap y las diversas bonificaciones para dar la impresión de una voluntad de auxiliar a los venezolanos a través de esos paliativos. Cuarto, la oposición nucleada en varias instancias ha sido desacertada sufriendo multiplicidad de derrotas y de las pocas victorias, como la de 2015 con la elección en la Asamblea Nacional, se desgastó llegando al actual momento de precariedad. Los estremecimientos masivos como el de 2014, la salida, y la gran rebelión civil del año 2017, fueron frustrados por las apetencias electorales de ciertos partidos con un gran sentido del oportunismo.
Sintetizando, tenemos un cuadro político en decadencia, sin vigencia y sin apoyo popular. Además, los movimientos sindicales, de trabajadores de base, los gremios profesionales, estudiantil y juvenil, los vecinales y las redes sociales, se encuentran en una situación de inercia al no tener una cita atractiva. La incertidumbre, el hambre, la pobreza, la carencia de medicamentos, viviendas, hospitales, el temor generado por la represión y los abusos de autoridad, inciden en paralizar a la gente.
Explosiva situación económico-social
La nación atraviesa una severa crisis en el ámbito económico y social. Una depresión actual luego de más de seis años de recesión, dibujan el estado de la economía. La caída sistemática de la producción de bienes y servicios deviene de la dependencia petrolera porque el descenso de los precios primero y luego por la caída de la generación de crudo y derivados por las dificultades de una PDVSA arruinada, eran las únicas opciones seguidas por los gobiernos desde el gomecismo. Estaba supeditado al excremento del diablo y al declinar este se hundía la economía. Y Chávez generó una dependencia demencial del oro negro cuando llegó al 97% las divisas percibidas. Era la crónica de una muerte anunciada por el rentismo despilfarrador y corrupto.
Debemos hacer notar otro elemento más en la contracción del aparato productivo, los efectos de la pandemia que empujan a paralizar al sector manufacturero pero que en Venezuela había el precedente del descenso petrolero como agente ralentizador de la economía.
La inflación se disparó por las sucesivas devaluaciones del signo monetario nacional para cubrir el déficit fiscal y cuando no fue suficiente lo monetizaron, esto es, emitieron dinero inorgánico para financiarse con la gran tragedia significada al engendrar la hiperinflación, la más alta del orbe y con dígitos impronunciables.
En el ámbito social la coyuntura es igual o peor. Los salarios, las pensiones, las prestaciones sociales, las jubilaciones, las cajas de ahorro y la contratación colectiva llegaron a niveles de miseria. Un salario mínimo, el percibido por la mayoría de los laborantes, que no llega a 5 dólares mensuales es una monstruosidad. Trabajar bajo dependencia no tiene sentido en Venezuela porque no alcanza para cubrir las cestas básica o alimentaria.
La gente salió a la calle a protestar pero la represión y violaciones a los derechos humanos hizo mella, los partidos políticos negociaron la situación y se produjo una desmoralización traducida en la migración más grande del mundo después de Siria donde hubo una guerra. Ese mutis se dio por la impotencia de no lograr cambios y el agravamiento de la pobreza, el desempleo y la economía informal. Nunca antes había ocurrido acá una hecatombe social como la vivida en el presente.
El gobierno se estabiliza en el poder
No obstante la existencia de tantas vicisitudes el gobierno se mantiene hasta por inercia. Tiene una garantía, la ausencia de una oposición eficaz amén de haber armado un tinglado con factores de poder interno como la fuerza armada, los distintos cuerpos de seguridad y los paramilitares; y externos como el ELN, las FARC disidentes, Hezbollah, la asesoría de seguridad de Cuba y el empleo totalitario del Estado (Chávez un solo gobierno) para mantenerse en la cúspide a cualquier costo.
Ahora bien, cabe preguntarse hasta dónde llega esa subsistencia con las graves dificultades presenciales que inciden en cuestionar la gobernabilidad por el desempeño aterrador de la gestión. La respuesta no es simétrica porque frente a tantas condiciones objetivas para efectuar un cambio no necesariamente conduce a una reacción. Hasta ahora la gestión madurista ha alcanzado intimidar a las personas creando una sensación derrotista y si no se ha incrementado el éxodo de venezolanos es simplemente por la recesión ocasionada por el coronavirus en toda la región.
Los sueños de invasión
El libro del halcón de la Casa Blanca Tom Bolton radiografía la conducta del presidente americano. Nunca estuvo planteada una intervención por razones inherentes a la política internacional de Washington. Además, una entrevista hecha a Donald Trump desnuda su inconsistencia mediática cuando dio la impresión de quererse reunir con Maduro. Ulteriormente el Departamento de Estado aclaró la situación ratificando su apoyo al gobierno interino. En todo caso, el jefe de Estado norteño adecúa su accionar al desenvolvimiento electoral porque en la actualidad se encuentra debajo de JoeBidden y su prioridad es volver a triunfar en los comicios de noviembre de 2020.
Asimismo la invocación del TIAR ha sido una recurrencia de algunos factores de oposición pero no es aplicable porque es un tratado diseñado en su época para defender intereses de Estados Unidos en el continente durante la guerra fría. Argentina, cuando la invasión de las Malvinas, tuvo una agria experiencia al inclinarse el Tío Sam por su aliado en la OTAN.
El grupo de Lima, la Unión Europea y las Naciones Unidas han abogado más bien por una negociación pero todos conocemos que es imposible con el actual gobierno dada su intención de eternizase en el dominio de la sociedad.
Venezuela en los actuales momentos no es apetecible para nadie porque solo puede exportar algunos minerales y lo hace apresuradamente con precios por debajo del mercado. Cumplió en el pasado con el rol asignado por los factores mundiales de poder, ser proveedor de materia prima al exportar crudo a Estados Unidos país ahora convertido en el primer productor petrolero del mundo gracias a la fractura hidráulica para alcanzar el shaleoil o petróleo de esquistos o rocas lutitas, circunstancia que lo catapultaron al vértice del mercado productor petrolero. Obviamente que el interés en nuestro país se redujo a raíz de la debacle de PDVSA y las empresas asociadas.
Colofón
Vista la conducción del Estado por el actual gobierno ejerciéndolo en medio de ingentes dificultades pero sobreviviendo a sanciones internacionales, a la conflictividad social interna derivada del hambre, la pobreza, las fallas de agua, electricidad, gas, vivienda, salud y hospitales, vivienda y educación. Increíble pero cierto, mantienen el dominio de la población a través de la represión, la criminalización de la protesta, el chantaje basado en unas pensiones, salarios, convenciones colectivas aplanadas al sueldo mínimo y jubilaciones miserables, y el programa de las cajas Clap con los cuales crean pedestres expectativas. La lógica es de peor es nada y no existe una opción viable para salir del gobierno.
Está más que comprobada la imposibilidad tangible del egreso gubernamental y la desmitificación de la esperada invasión de los marines así como la posibilidad negada de competir electoralmente frente a los floretes abotonados del aparato electoral del régimen. Para eso sobran quienes aspiran recibir prebendas oficialistas en la dinámica clientelar cuyo telos es la obtención de beneficios y sinecuras.
Otra esperanza fallida de algunas mentes opositoras es una reacción de los uniformados y hasta ahora ha sido imposible por la elemental razón de constituir la base esencial del gobierno y mal podrían estar trabajando para su autoexclusión del sanedrín cupular.
Decantada las posibilidades de negociación, oposición oficialista directa o indirecta dependiente del exterior, de una invasión o la espera castrense, queda la probabilidad de una acción social sostenida con paciencia y aguante de todas las asfixias dictatoriales. Sería la senda para elaborar una salida distinta a la tragedia venezolana. Siempre a la espera de superar al modelo civilizatorio fracasado traducido en una pandemia de un virus sin tener ni siquiera vida que ha puesto en jaque a los Estados Unidos, el Reino Unido, Francia e Italia, amén de Brasil, México, Perú y Chile en América Latina. Para sobrevivir, el poder apuesta al Covid-19 como dispositivo disciplinario, más allá de las razones médicas, para someter a los hombres y mujeres.
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