Dolors Marín
El pensamiento y la práctica de
los anarquistas no se encuentran reunidosen un corpus doctrinario ni
pueden circunscribirse a una sola escuela. A diferencia de otros movimientos
hijos de la Ilustración, las raíces del anarquismo,centradas en la búsqueda de
la libertad y la felicidad, se adentran en la historia de los hombres. De todos
modos, será a partir del crisol de la Ilustración, así como de las luchas de
los siglos XVIII y XIX, cuando el anarquismo se haga visible en el imaginario
social de sus contemporáneos y adquiera un protagonismo fundamental en la
mayoría de revoluciones que sacuden el planeta.
La memoria anarquista recuerda el
esfuerzo de varias personas que seenfrentaron al poder antes de la
revolución industrial. No es extraño quehistoriadores anarquistas como
Piotr Kropotkin o Max Nettlau hablen de Lao-Tse, de Espartaco y su
revuelta de los esclavos, de la escuela de los cínicos y Diógenes, de las
revueltas religiosas de la Edad Media o de Prometeo, que, según la leyenda,
robó el fuego a los dioses para dárselo a los hombres. Algunos anarquistas
incluso se remontan al cristianismo primitivo o a los anabaptistas
protestantes, que rechazaron la idea del poder y pusieron en cuestión la moral
de su tiempo. Lógicamente, desde el punto de vista historiográfico estos
antecedentes poco tienen que ver con una ideología nacida de la mano de la
Revolución Industrial y de la primera globalización planetaria, pero la
búsqueda de referentes en las luchas contra la autoridad reviste aportaciones
interesantes a la construcción de la idea anarquista, en constante evolución y
reinterpretación.
No hay una definición al uso del
anarquismo, ya que todos sus teóricos son, al mismo tiempo, militantes activos,
críticos, reflexivos y, por tanto, irreverentes con la Idea, como se conoce al
ideal anarquista. Como señalaba Kropotkin en sus Memorias-. «En las conversaciones
sobre el anarquismo... yo nunca oí decir: “Bakunin decía esto...”, o “Bakunin
pensaba esto otro...”, como si un par de argumentos pudiesen acabar con la discusión.
Sus escritos y palabras no tienen la fuerza de un dogma, como por desgracia
ocurre dentro de los partidos políticos. En todas las preguntas en que la
inteligencia tiene la última palabra, cada uno puede aportar a la discusión sus
argumentos o razones personales».
Además de sus propagandistas y militantes,
el anarquismo cuenta con una legión de seguidores: militantes culturales, gente
que simpatiza con la revuelta social, amantes de la libertad individual o
partidarios de la colectividad. Posee, por tanto, una rara cosmogonía de autores
y obras de pensamiento político y social que interactúan con una pléyade de
obras literarias de todas las épocas en las que sus protagonistas tienen en
común la lucha en contra del poder y la autoridad. El ejemplo que dan estos
héroes de ficción, como los personajes de Camus o Kafka, o el capitán Nemo, se refuerza
con las biografías de la mayoría de militantes y propagandistas de la Idea, anarquistas
que hacen de sus vidas una construcción política y ética que edifica, a su vez,
un sistema vital, orgánico, en constante transformación. De este modo, se enriquecen
mutuamente. Ninguna cultura social es quizá tan rica en símbolos y a la vez tan
iconoclasta.
Así que describir el anarquismo,
o mejor dicho, los anarquismos, no es una tarea fácil. Podríamos compararlo con
el universo, con sus galaxias de pensadores, sus cometas iridiscentes y de
acciones fugaces, sus lunas magnéticas orbitando planetas habitables y, cómo
no, sus agujeros negros. Y en todo este universo, que se renueva constantemente,
el pensamiento yla acción van unidos. Ninguna
filosofía ética ha sido, y es, tan vital como el anarquismo, porque si la
práctica no va unida a la teoría, el anarquismo no existe. persona anarquista, cooperativa,
mutualista, individualista, naturista, esperantista, atea, neomalthusiana o
humanitarista puede siempre comportarse como tal en la vida pública y privada,
en cualquier entorno cotidiano. Basta con que desafíe poderosamente cualquier
autoridad y cualquier desigualdad. Por este motivo, el anarquismo puede
aparecer en momentos de grandes alteraciones sociales o en periodos de calma,
en zonas industriales o en el agro, en ciudades o en cuencas mineras. Y siempre
con la misma divisa: «Contra toda autoridad». Esa es la fuerza del anarquismo, su
poderosa base ideológica y vitalista que encuentra múltiples referentes históricos
y literarios.
La falta de una obra de síntesis,
de una ortodoxia escrita, como son las ideas de Marx, Engels o Lenin para socialistas
y comunistas, que nacieron en el mismo periodo y con los que compartieron, o se
enfrentaron, en algunas barricadas, dota al anarquismo de esta fuerza diversa.
Algunos atacan lo que consideran una debilidad en su paradigma; otros, los más,
explican que precisamente aquí radica su fuerza. A veces el anarquismo nace de
la discusión, la complementación o la confrontación radical e irrumpe con toda
su fuerza, como el torrente en el páramo tranquilo.
Organizar el caos cotidiano en
que se ha transformado la humanidad: eso quieren los anarquistas, eso defienden
contra sus detractores, que los acusan de desorganizados o informales. Sin
embargo, nada hay más comprometido que un buen anarquista, un anarquista con
una sólida formación que actúa de acuerdo con su conciencia que, como un héroe
de las novelas rusas que lo tomaron como modelo, es la única autoridad que reconoce.
La Enciclopedia anarquista dedica
buena parte del primer tomo a definir— dentro de lo que es posible— la
anarquía, ya que no es solo y primariamente una forma de la lucha contraria a
la autoridad genéricamente imaginada, sino algo más profundo. Debemos interrogarnos
sobre la naturaleza de la autoridad y su origen para poder direccionar la
lucha, y construir alternativas. Sébastien Faure, su editor y compilador,
propone la siguiente definición: «En la sociedad actual la autoridad reside en
tres formas principales: 1. La forma política: el Estado; 2. La forma
económica: el capital; 3. La forma moral: la religión».
Así, el individuo que lucha
contra estos tres tipos de autoridad es un anarquista, si bien la historia nos
demuestra que la lucha contra el Estado ha sido la más intensa. La lucha en
contra del capital se ha organizado siempre a través del sindicalismo revolucionario
y aparece ligada al movimiento obrero mundial y sus organizaciones. Además,
posee un extenso martirologio entre sus activistas. En cuanto al ter cer
apartado, para los anarquistas la esfera de la moral ha quedado relegada a la
vida privada, y sus militantes han abarcado distintas tradiciones: el agnosticismo,
el ateísmo, el cristianismo tolstoyano, el espiritismo o, en lacrítica más superficial a los
privilegios de las grandes religiones monoteístas, un anticlericalismo a veces
furibundo. Dentro de las trayectorias vitales de los militantes anarquistas, se
aúnan estas tres formas de lucha y se enfatiza alguna más que otra a causa del contexto
histórico que les toca vivir.
La opresión del Estado moderno,
nacido al rescoldo de la industrialización y el reparto colonial del planeta,
siempre ha sido vista por los anarquistas como la forma más violenta de
autoridad impuesta contra los individuos. Una autoridad que, apoyada en leyes,
amenazas, ejércitos, burocracias kafkianas, ordenanzas cívicas, niass media o sistemas
de pensamiento único, humilla y desorienta a sus ciudadanos. Ese es el gran núcleo
del pensamiento anarquista y el origen de su lucha.
Los anarquistas exponen su
teoría, ya esbozada por Bakunin: «En la Humanidad hay dos tipos de personas: las
que obedecen y aspiran a ser obedecidos, y las que desafían la autoridad, que
ni obedecen, ni quieren ser obedecidos. Su máxima es la Libertad».
Efectivamente, estos dos tipos de personas son irreconciliables, ya que tienen
valores distintos. Errico Malatesta, uno de los autores más leídos y asimilados
en el pensamiento anarquista del siglo XX, lo expresaa la perfección cuando
afirma que un anarquista no es solo un rebelde, sino mucho más. Los que forman
parte de una clase oprimida no rechazan convertirse a su vez en represores: son
individuos con mentalidad de burgués frustrado. Un anarquista debe abolir las
clases.
Como afirmaba otra anarquista, la
lituana Emma Goldman: «La superioridad de la literatura anarquista, comparada
con los escritos de otras escuelas sociales, está en la sencillez de su estilo».
Intentaremos, pues, seguir esta máxima anarquista y aportar luz a momentos
importantes en la historia colectiva de la humanidad... El autodidactismo y el
criterio personal son parte de la personalidad de los anarquistas, y seguimos
en buena medida en la brecha abierta por estos utopistas sociales. Deseamos un
camino breve y fecundo que abra otras sendas personales, diversas y plenas,
como fue y como son el pensamiento y la acción anarquistas... Un totum revolutum
tremendamente fecundo, que abarca en un proyecto intergeneracional, e
interclasista, a hombres y mujeres de todas las regiones del orbe desde los
años de la Comuna de París hasta la revolución que toma las calles ahora mismo,
mañana mismo. Como afirmaba Heráclito en el albor de los tiempos: «Todas las
cosas suceden según discordia».
[Tomado de la circular
informativa Amor y Rabia # 28,Valladolid,
mayo 2020. Número completo accesible en https://mega.nz/download.]
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