María Vallejo
El 24 de enero de 2020, una mujer escapó de un hombre que la tuvo secuestrada durante 31 años en el estado Aragua. Matías Salazar se llevó a Morela de su casa, en 1988, con la excusa de escapar de la familia que no aceptaba la relación. Ella tenía apenas 17 años. Ese viernes, luego de un poco más de tres décadas en cautiverio, según el reportaje publicado en Crónica.Uno, Morela caminó durante horas hasta dar con el Instituto de la Mujer, en Maracay, y contó todo a una trabajadora del organismo que remitió el caso al Ministerio Público.
El 24 de enero de 2020, una mujer escapó de un hombre que la tuvo secuestrada durante 31 años en el estado Aragua. Matías Salazar se llevó a Morela de su casa, en 1988, con la excusa de escapar de la familia que no aceptaba la relación. Ella tenía apenas 17 años. Ese viernes, luego de un poco más de tres décadas en cautiverio, según el reportaje publicado en Crónica.Uno, Morela caminó durante horas hasta dar con el Instituto de la Mujer, en Maracay, y contó todo a una trabajadora del organismo que remitió el caso al Ministerio Público.
Tres días después, Matías Salazar fue a denunciar la desaparición de su mujer, pero fue detenido y llevado al centro de reclusión y rehabilitación de Aragua, mejor conocido como cárcel de Alayón. La Fiscalía 25ª del estado Aragua le imputó los delitos de violencia sexual, esclavitud sexual, inducción al suicidio y violencia psicológica. Esta última, según especialistas, suele ser la que mayor afectación tiene en las víctimas, a mediano y largo plazo, y el inicio de un espiral que puede terminar en femicidio.
“Una persona sin autoestima es una persona que no puede tomar decisiones, es manejable, no tiene aspiraciones, es conformista, no sabe poner límites”, apunta Blanca Martorell, psicóloga. La violencia psicológica no deja marcas visibles, pero se traduce en insultos, humillaciones, comparaciones peyorativas, burlas, críticas destructivas, aislamiento, dominación, amenazas y manipulación. El agresor rechaza todo lo que haga la víctima, desprecia la forma en la que se ve, no le permite opinar y menoscaba tanto su autoestima que la hace sentir insuficiente, no importa cuánto intente demostrar lo contrario.
ste tipo de maltrato está penalizado en el artículo 39 de la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y se sanciona con prisión de entre 6 a 18 meses. Sin embargo, el problema de la violencia psicológica no es solo asunto del Estado, sino de la sociedad. Martorell explica que el origen de la violencia psicológica, específicamente contra las mujeres, es el sistema machista que legitima las relaciones desiguales de poder en las que se superpone al hombre y lo masculino por encima de la mujer y lo femenino. El patriarcado es un problema ideológico, cultural, simbólico, económico y político.
Diferencias impuestas
Desde la educación inicial, dice Martorell, a los niños se les enseña a ser fuertes, a imponerse y a buscar el liderazgo; mientras, a las niñas se les insiste en la ternura y la maternidad como bases, a nunca alzar la voz y a obedecer. “No es la diferencia, no, ese no es el problema porque todos somos diferentes, incluso entre mujeres, el problema es cuando se hace de la diferencia algo desigual”, precisa. La desigualdad entre hombres y mujeres tiene cifras. Según el índice de Brecha Global de Género del Foro Económico Mundial, para 2018 Venezuela tenía una tasa de diferencia de 70,9% en términos de salud, educación, economía y participación política.
Entre noviembre de 2011 y agosto de 2017, el Ministerio Público atendió a 101.249 víctimas de violencia de género, de acuerdo con Tarek William Saab, fiscal designado por la ANC; aunque solo se lograron 9.427 acusaciones. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en sus estimaciones mundiales de 2017, precisó que 35% de la población femenina ha sufrido algún tipo de violencia física o sexual en algún momento de su vida; además, 38% de los asesinatos de mujeres son cometidos por su pareja masculina. También se manifiesta en la legislación. La Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras (Lott) establece un descanso postnatal de 20 semanas para la madre (artículo 336) y apenas 14 días para el padre (339). Susana Reina, abogada y directora de la organización Feminismo.Inc, expone que la violencia contra las mujeres parte de estas desigualdades: “Todo tipo de violencia es un tipo de rechazo, de discriminación, expresión de un sistema que supone que para las mujeres no hay espacio de poder posible. Nos crían como mujeres pensando que el poder, que la ambición no son para nosotras. Los hombres para lo público y decidir y las mujeres para lo privado para cuidar y esperar”.
El hombre establece y logra estatus a través del poder, coincide Yubi Terán, psicóloga y especialista en Derechos Humanos. “En el colegio está el que se impone porque es el más agresivo, el que intimida. Así se establece el liderazgo. Culturalmente el hombre tiene más propensión a lograr el poder a través de la violencia. Yo te golpeo, yo te limito, te aíslo, no porque tú me hagas algo sino porque quiero lograr el poder”, refiere. “Los hombres son violentos porque los han educado así”, enfatiza Martorell. Y, como forma de acceder al poder y de relacionarse, ha tenido consecuencias: el Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) publicó que para 2018 había 46.775 personas presas, de esas, 44.192 eran hombres, lo que representaba 94%.
Deconstrucción del sistema
La violencia parece estar normalizada, sobre todo si es psicológica. “Como no tienes forma de probar, se desestima, porque se subestima el efecto de las acciones en la emocionalidad de la gente. A la víctima es a quien menos se le cree”, asegura Reina. Como en el caso de Morela, que antes de que una trabajadora del Instituto de la Mujer remitiera la denuncia al Ministerio Público, la víctima había hablado con dos funcionarios que no le creyeron. La desestimación de las denuncias tiene su base en dos sistemas: violencia estructural y violencia cultural. La primera es el uso del poder para impedir la satisfacción de las necesidades colectivas e individuales. De allí expresiones como “tú dependes de mí”. Terán detalla que esto puede pasar tanto en relaciones amorosas como laborales, incluso desde el Estado hacia la ciudadanía. Lo segundo se refiere a la normalización de la violencia como forma de interacción entre las personas y se legitima, según Terán, mediante el arte, la religión, las ideologías o los dogmas. Por ejemplo, cuando una víctima va a denunciar a su agresor y los receptores insisten en que el maltrato es normal porque así ha sido siempre.
Magdymar León, coordinadora de la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (Avesa), coincide y apunta que la violencia psicológica no es fácil de identificar porque no deja lesiones visibles al ojo y no todo el mundo se da cuenta de los cambios emocionales. Para cambiar el sistema, manifiesta Reina, hay que deconstruir las bases del machismo, desde quienes ostentan el poder hasta quienes viven las consecuencias de sus decisiones: “No hay manera de romper el sistema machista si no hay políticas públicas definidas. La violencia es un problema público, político y colectivo. Debe haber políticas públicas que intersecten el género en cada postulado. Si no hay políticas que hablen del rol de las mujeres en los ámbitos de la justicia, la salud y la educación, ese círculo nunca se va a romper”.
León afirma que una manera de minimizar la violencia de género es acabar con las relaciones inequitativas y para eso se debe lograr que las mujeres estén empoderadas: “Y empoderadas quiere decir que tengan capacidad de ser autónomas, capacidad para decidir sobre sus cuerpos, autonomía económica y que dispongan de sus ingresos y autonomía en la toma de sus decisiones sin que sean coaccionadas”. Además, cree que no se trata solo de aplicar correctamente la ley, sino que debe desarrollarse un plan preventivo que involucre al sistema judicial, al educativo y a los medios de comunicación y que cuente con suficientes recursos asignados para que sea materializable.
Martorell cree que es necesario cambiar desde la base para erradicar las brechas entre hombres y mujeres: “El sistema patriarcal les niega a los varones la posibilidad de mostrar amor, de llorar, pero sí pueden expresar la rabia. Macho que se respeta habla más duro, cómo dicen. El patriarcado lastima a mujeres y hombres, porque todo lo que no encaje dentro de lo heterosexual es perseguido”.
[Tomado de https://elpitazo.net/reportajes/violencia-psicologica-contra-mujeres-demuestra-desigualdades-de-genero-en-venezuela.]
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