Rubén Hernández
Se acerca el inicio de otra Feria del Sol en la ciudad de Mérida, en el marco del Carnaval, y aunque parezca increíble, dada la situación crítica en Venezuela, autoridades estadales y municipales pretenden celebrar por todo lo alto el evento en cuestión. Ahora bien, un aspecto de lo grave del caso no es lsolo a celebración como tal, sino el hecho de que han sido destinados importantes fondos públicos para la realización de espectáculos perjudiciales para la salud física y mental de los asistentes, fondos que pudieron haber sido destinados para cubrir necesidades colectivas urgentes, como el suministro de alimentos a numerosos ciudadanos de escasos recursos, algunos de los cuales ya compiten con los perros callejeros por los restos desechados en la basura. Para colmo esta “inversión” no dejará ganancias al pueblo merideño, sino a unos pocos empresarios (como los taurinos), y a ciertas autoridades estadales y municipales.
Entre los espectáculos feriales desgraciadamente subvencionados por el Estado, destacan las barbáricas corridas de toros, nefasta herencia del colonialismo español en el continente americano. Si bien cada vez éstas son menos populares en Mérida, ciudad ambientalista y ecologista por excelencia, no han perdido el apoyo de la élite local, especialmente de la perteneciente al empresariado, a la Iglesia católica, a los medios de masivos de difusión y al sector político-partidista. Con el objetivo de que la tauromaquia no se extinga en la ciudad andina, tanto el Gobierno estadal como el municipal de Mérida aportan año tras año millones y millones de bolívares, dinero que en vez de ser utilizado para costear un evento de naturaleza violenta, y por tanto no apto para la salud mental de sus aficionados, debería ser empleado para mitigar el hambre de buena parte del pueblo y para mejorar el estado de la salud pública. Con frecuencia advierten líderes oficialistas y “opositores” que la violencia debe ser erradicada del seno de la sociedad venezolana, pero a la vez son cómplices de que las masas sometidas reciban su ración periódica de violencia, que además funciona como elemento distractor y embrutecedor.
Entonces, ¿estamos en condiciones de celebrar fiestas carnavalescas o de otra índole en Venezuela?. Por supuesto que no, por el contrario hay que reprobar e increpar a todos aquellos funcionarios públicos y negociantes capitalistas involucrados en la realización de eventos deplorables caracterizados por el consumo indiscriminado de alcohol y de otras drogas, la exhibición de la mujer como objeto sexual y la violencia. ¡Basta ya de Feria del Sol en la ciudad de Mérida¡, más aún en estos tiempos de crisis, en los que la prioridad no puede ser jamás el financiamiento público de un espectáculo desgraciado como la sangrienta corrida de toros, por ejemplo.
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