Radio La Nevera
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Entrevista con motivo de la publicación del libro No le deseo un Estado a
nadie
- Hablas de
que se está produciendo una deriva de una parte de los y las libertarias. ¿A
qué te refieres con ello?
° Pues, me refiero,
sencillamente, a que una parte del movimiento libertario en Catalunya está
dejando de ser libertario. … Así de claro. Y voy a intentar explicarlo.
Efectivamente, se
está produciendo una deriva, pero no es porque una parte de los libertarios y
de las libertarias se estén desviando de una determinada línea recta que
marcaría la trayectoria correcta, o la trayectoria canónica, que habría que
seguir porque así lo exigirían unos supuestos imperativos ideológicos. No. En
realidad, no existe tal línea recta. Lo libertario transita por un espacio muy
amplio entre unos lindes fronterizos que separan lo que es propiamente
libertario y lo que, claramente, no lo es. Por ejemplo, pese a que lo
libertario se define como un espacio totalmente desprovisto de dogmas, es obvio
que la explotación de los demás, la creación de jerarquías, y otras cosas por
el estilo, son totalmente incompatibles con él.
Cuando los
libertarios y las libertarias nos movemos por ese amplio espacio nos toca
dibujar y trazar nuestro propio rumbo, nos toca definir nuestra propia
trayectoria en base a nuestros propios criterios, y, eso significa que siempre
caben varias trayectorias, unas trayectorias muy diversas dentro del campo
libertario. Así que, la deriva que se está produciendo desde hace ya algún
tiempo no consiste en alejarse, o en desviarse, de un rumbo prefijado, como lo
hace, por ejemplo, un barco cuando se extravía de la ruta que le ha sido
asignada. Sino que esa deriva consiste más bien en perder el control sobre el
rumbo que se pretende seguir, como lo haría un barco cuyo timón se habría roto.
En el caso que aquí
nos ocupa la deriva libertaria no consiste pues en desviarse de una determinada
ruta que sería la única ruta correcta en medio del actual conflicto, sino que
consiste en dejarse arrastrar por las corrientes en lugar de decidir de forma
autónoma la propia andadura. Y ese tipo de deriva es especialmente preocupante,
porque el hecho de renunciar a la propia autonomía y de dejar que sean otros
quienes decidan en nuestro lugar, eso sí que resulta totalmente incompatible
con la idiosincrasia libertaria.
“Que nadie decida por
ti”. Ese es uno de los grandes principios anarquistas que naufraga
estrepitosamente en la actual deriva libertaria en Catalunya. Naufraga porque
hay que renunciar a ese principio si se quiere participar en las convocatorias
lanzadas por los dirigentes del procès,
y en las luchas que estos promueven.
Y no estoy
exagerando…Sin ir más lejos, la reciente participación de libertarias y de
libertarios en las movilizaciones del tsunami democrático, un tsunami donde
nadie sabe quienes toman las decisiones realmente importantes, ni tampoco como
se toman esas decisiones, pero que todo el mundo acata como si se tratase de
órdenes, constituye una buena muestra de ese tipo de deriva, que resulta
totalmente opuesta a una actitud libertaria.
— Defiendes
que hay que luchar contra los nacionalismos dominantes, pero denunciando
también los nacionalismos ascendentes. ¿Es esto lo que las y los libertarios
están haciendo? ¿hay que denunciar también al nacionalismo ascendente?
° Por supuesto. Pero
resulta que aquellos sectores libertarios contra los cuales me manifiesto se
olvidan por completo de denunciar los nacionalismos ascendentes. No lo hacen ni
aquí en Catalunya, ni en muchos otros lugares del planeta donde determinados
colectivos que están siendo reprimidos por los nacionalismos dominantes, están
luchando para escapar de esa represión.
De hecho, me temo que
se está produciendo una gran confusión entre lo que significa, por una parte,
promover activamente las luchas contra los nacionalismos dominantes, cosa con
la cual me parece que todos los libertarios y las libertarias estaremos de
acuerdo, y, por otra parte, apoyar o involucrarnos en las luchas que los
nacionalismos dominados desarrollan contra esos mismos nacionalismos para
alcanzar su liberación nacional.
Es, concretamente,
esa vertiente de las luchas contra los nacionalismos dominantes la que ningún
libertario o libertaria debería asumir si pretende mantener cierta coherencia
con sus propias ideas. Las luchas por la liberación nacional de determinados
colectivos no nos conciernen para nada, pero sí nos importan, sin embargo, y
mucho, las luchas contra los nacionalismos, y más aun si son dominantes, por
supuesto, pero, también, si son “dominados”.
Es obvio que luchar
contra la represión y contra la dominación es lo nuestro, siempre lo ha sido.
Sin embargo, apoyar un nacionalismo, por muy “dominado” que este pueda ser, nos
resulta totalmente ajeno, o, por lo menos, así debería ser. Por supuesto, en la
medida en que tenemos un enemigo común, es comprensible que se produzcan
confluencias entre, por una parte, las luchas contra los nacionalismos
dominantes y, por otra parte, las luchas por las liberaciones nacionales. Sin
embargo, esas confluencias no pueden propiciar ninguna alianza, y mucho menos
ninguna fusión, ni nada que se le parezca.
Los enemigos de mis
enemigos no tienen porque ser mis amigos, y de hecho pocas veces lo son, como
así se demostró ampliamente en el 36. Está claro que se puede coincidir en una
determinada trinchera y apuntar hacia un mismo blanco, pero sin perder nunca de
vista las insalvables discrepancias que impiden hablar de una lucha común.
Se trata de unas
luchas que pueden ser coincidentes por momentos, pero nunca de una lucha común.
Algunos y algunas luchamos contra el nacionalismo dominante, el nacionalismo
español en este caso, porque rechazamos todos los nacionalismos, y, por
supuesto, este también y además de forma muy contundente. Otras y otros luchan
contra ese mismo nacionalismo porque quieren promover su propio nacionalismo
disfrazado, eso sí, con la máscara del independentismo. Por lo tanto, por mucho
que tengamos un enemigo común, eso no quita que sigamos siendo enemigos, y eso
significa que no puede haber paz entre nosotras, y ni siquiera un efímero, y frágil,
armisticio, porque aún luchando contra un mismo enemigo no podemos dejar de
luchar contra el enemigo que tenemos a nuestro costado.
— Hablas de
una mitificación de las jornadas del 1 y del 3 de octubre y de una sobre
valoración de la capacidad de auto organización popular que se manifestó en torno
a la defensa de las urnas. Explícanos esto.
° En cuanto al
primero de octubre, resulta que se suele presentar las cosas como si, tanto la
iniciativa del referéndum, como su convocatoria, y como su organización
practica, hubieran constituido una iniciativa popular surgida desde abajo. Y,
claro, eso oculta por completo que, en realidad, fue todo el enorme peso, y
todo el enorme poder de las instituciones gubernamentales de Catalunya, lo que
estaba haciendo posible el referéndum. y lo que estaba alentando a la población
para que acudiera a las urnas.
De hecho, se empieza
a mitificar el primero de octubre tan pronto como se oculta, o como se
minimiza, el entramado institucional que hizo posible el referéndum de aquel
día. Cuidado, eso no quita que las personas que acudieron a las urnas lo
hicieron por voluntad propia, y que una parte de ellas opusieron una admirable
resistencia frente a los intentos represivos de impedir la votación.
Pero, tampoco hay que
pasar por alto que buena parte del “protagonismo” de esa resistencia recayó
sobre la militancia, fuertemente motivada, de los colectivos y de los partidos
nacionalistas. Una militancia que, cada 11 de septiembre, había demostrado sobradamente
su extraordinario sentido de la disciplina, obedeciendo de forma milimétrica y
ordenada, casi militar, las consignas organizativas dictadas por la Asamblea
Nacional de Catalunya. Si se toma en cuenta ese adiestramiento de los
militantes y de las militantes nacionalistas, así como el papel que esa
militancia desempeñó en la organización y en el desarrollo de la resistencia, y
si se añade a todo esto la intervención, que fue bastante decisiva a mi
entender, de las instituciones catalanas, lo que entonces resulta es que la
auto organización popular durante el 1 de octubre no fue ni tan ejemplar ni tan
extraordinaria como así se nos repite de forma bastante machacona.
En cuanto al 3 de
octubre… pues, pasó tres cuartos de lo mismo. No hay que olvidar que a la
huelga general se sumó el “paro de país” convocado por las propias
instituciones gubernamentales y por una parte de la patronal catalana. Por
supuesto, no se trata de restar importancia a aquella huelga general, pero,
tampoco debemos mitificarla. Y se la mitifica, de forma clarísima, cuando se
oculta el peso que tuvo el respaldo institucional y patronal. para conseguir su
éxito. Huelga general y paro de país en una misma entrega…Eso demuestra, una
vez más, y por si aun hiciera falta, que el nacionalismo siempre, siempre, es
interclasista.
Creo que con lo dicho
hasta aquí queda bastante claro el porqué hablo de la mitificación de las
jornadas del 1 y del 3 de octubre. Lo que me entristece es que sean sectores
que siento como muy cercarnos, quienes contribuyan a mitificar esos eventos. Me
entristece porque quienes sacan el verdadero provecho de esa mitificación son
los partidos, las instituciones y las asociaciones nacionalistas que, no en
vano, se han apresuradoa grabar esas fechas con letras de oro en su santoral
patriótico, casi a la misma altura que el 11 de septiembre.
—
Manifiestas que cuando un movimiento de lucha incluye un importante componente
nacionalista las posibilidades de un cambio emancipatorio son estrictamente
nulas. ¿No crees que todas estas movilizaciones pueden llegar a servir para
adquirir prácticas de lucha hoy ya olvidadas que pueden llegar a traspasar el
ciudadanismo e incluso el nacionalismo en beneficio de otras luchas?
° Vamos a ver. Si,
por una parte, concedemos cierto crédito a la tesis de que las luchas con un
fuerte componente nacionalista no conducen nunca a ningún desenlace
emancipatorio, cosa ampliamente demostrada en la historia, y si, por otra
parte, admitimos que las actuales luchas en Catalunya sí tienen un fuerte
componente nacionalista, cosa que me parece difícil negar, entonces la
conclusión se desprende por sí misma, y cae por su propio peso con una lógica
aplastante. La puesta en relación de esos dos hechos deja meridianamente claro
que las luchas actuales no pueden desembocar sobre ninguna perspectiva
emancipatoria.
Pensar, como lo hacen
algunos libertarios y libertarias, que esas luchas pueden dejar paso a unas
luchas desvinculadas de cualquier motivación nacionalista, y transformarse en
algo totalmente diferente de lo que hoy tenemos, es tomar los propios deseos
por realidades, y sucumbir de lleno al pensamiento mágico. Porqué, claro: ¿por
qué extraño milagro la enorme energía, y hasta la pasión, que impulsa las
actuales luchas en Catalunya dejaría de ser nacionalista para transformarse en
una energía y en una pasión de carácter más o menos libertario, y, por lo
tanto, de signo radicalmente antinacionalista?
Esa transmutación de
una cosa en su contraria apela a conceptos que son más propios de la alquimia
que del pensamiento político. En definitiva, para creer en la posibilidad de
ese milagro, hace falta o bien una enorme ingenuidad, o bien, cosa bastante más
preocupante, una gran necesidad de encontrar y de formular argumentos que
permitan ocultar, consciente o inconscientemente, las propias inclinaciones
hacia el nacionalismopor parte de algunos de los libertarios y de las
libertarias que se involucran en esas luchas.
— En tu
ultimo articulo del libro expones que “es imprescindible recapacitar acerca de
los errores cometidos y, sobre todo, no engañarnos a nosotros mismos
magnificando los momentos más espectaculares de las luchas y sobrevalorando
algunos de sus aspectos más positivos”. ¿Crees que en todo el tiempo que ha
pasado se ha hecho una reflexión sobre los aciertos y errores de la
participación libertaria en el procés?
° Quiero pensar que
sí. Quiero pensar que, efectivamente, quienes se han involucrado en estas
luchas han llevado a cabo una reflexión sobre los aciertos y sobre los errores
de la participación libertaria en el procés. Ahora bien, confieso que por mi
parte no he sabido encontrar en todo lo que se ha publicado hasta ahora, una
exposición clara de cuáles son los logros alcanzados hasta hoy. Me refiero, por
supuesto, a unos eventuales logros de carácter libertario, y no a la simple
constatación de que las movilizaciones convocadas por los protagonistas del
procés no pierden fuelle con el paso del tiempo.
Y tampoco he sabido
encontrar un relato bien argumentado acerca de los errores cometidos. Por lo
tanto, ni exposición de los logros, ni análisis de los errores. Lo único que
podemos leer son múltiples justificaciones de esa participación, así como
contundentes críticas contra quienes rechazamos involucrarnos.
Por mi parte, sigo
sin ver los logros por ningún sitio, y, a la inversa, me parece que el gran
error de la participación libertaria es clamoroso.
Basta con pensar, por
ejemplo, en la manera en la que los compañeros y las compañeras que levantaron
sus tiendas en la plaza Universidad fueron utilizadas para engrosar las
protestas contra las sentencias del procés, y fueron abandonadas posteriormente
por los sectores nacionalistas.
Digo bien, por los
sectores “nacionalistas”, aunque estos disimulen su compromiso nacionalista
tras la etiqueta “independentista”.
Involucrarse en el procès es ponerse al servicio de las
estrategias nacionalistas y, comprar poco a poco su propio discurso, debido
tanto al roce con los activistas del procès, como a la necesidad de justificar
esa colaboración. Una de las características del discurso que se compra
consiste en magnificar los episodios de lucha, y en presentar la contienda como
una batalla contra la represión y en defensa de la libertad. Ese discurso
permite captar las simpatías de quienes militamos, precisamente, contra la
represión y en defensa de la libertad, pero siempre y en todos los planos, no
solo cuando afecta a las luchas por la liberación nacional.
Ya sé que no puedo
demostrarlo de forma irrefutable, pero estoy convencido de que ciertos sectores
del nacionalismo catalán, concretamente ciertos sectores de la CUP han
elaborado una estrategia política que consiste en intentar integrar el
movimiento libertario, tanto sus militantes como sus referencias históricas, en
la hoja de ruta nacional-independentista. El hecho de que una parte del
movimiento libertario caiga en esa trampa no deja de producir cierta desazón, y
francamente, lo encuentro lamentable.
Por mi parte sigo sin
desearle un Estado a nadie …y tampoco un gobierno.
[Tomado
de http://rojoynegro.info/articulo/ideas/sigo-sin-desearle-un-estado-nadie-%E2%80%A6-tampoco-un-gobierno.]
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