Pablo V Carlevaro
[Nota previa de El Libertario: Este artículo, con una sentida remembranza biográfica, fue publicado originalmente en el semanario Brecha de Montevideo poco después del fallecimiento de L.F. como un cercano homenaje a esta figura del anarquismo latinoamericano.]
Conocí a Luce Fabbri hace muchos años, cuando yo era un niño y ella, que acababa de perder a su padre, una mujer joven.Luce era compañera de ideas libertarias de mi tío Virgilio Bottero, un personaje muy fuerte y querido de mi familia y de nuestra infancia. La recuerdo en sus vacaciones en Santos Lugares -un paraje de la vecindad de Las Piedras-. Ella y Bianca -su madre- alquilaban en el verano dos habitaciones en una casa de viticultores de la zona, y por correlación obligatoria, italianos, muy cerca de la quinta de mi abuela. Por allí desfilaban visitantes refugiados del fascismo, que venían principalmente de Argentina. Algunos eran compañeros de ideas anarquistas; otros, intelectuales distinguidos. Recuerdo entre ellos a Rodolfo Mondolfo, con su -para nosotros- imponente barba blanca.
[Nota previa de El Libertario: Este artículo, con una sentida remembranza biográfica, fue publicado originalmente en el semanario Brecha de Montevideo poco después del fallecimiento de L.F. como un cercano homenaje a esta figura del anarquismo latinoamericano.]
Conocí a Luce Fabbri hace muchos años, cuando yo era un niño y ella, que acababa de perder a su padre, una mujer joven.Luce era compañera de ideas libertarias de mi tío Virgilio Bottero, un personaje muy fuerte y querido de mi familia y de nuestra infancia. La recuerdo en sus vacaciones en Santos Lugares -un paraje de la vecindad de Las Piedras-. Ella y Bianca -su madre- alquilaban en el verano dos habitaciones en una casa de viticultores de la zona, y por correlación obligatoria, italianos, muy cerca de la quinta de mi abuela. Por allí desfilaban visitantes refugiados del fascismo, que venían principalmente de Argentina. Algunos eran compañeros de ideas anarquistas; otros, intelectuales distinguidos. Recuerdo entre ellos a Rodolfo Mondolfo, con su -para nosotros- imponente barba blanca.
De todos estos personajes -inclusive de Luce y Virgilio- fui dimensionando verdadero valor y aquilatando significado, bastante tiempo después. Por ese entonces -dictadura de Terra, aquí, y fascismo en Italia- nosotros, mi hermano y yo, percibíamos sólo los riesgos y las amenazas que venían de aquí y de allá. Eran, pues, tiempos difíciles.
Luce y su familia llegaron a esta tierra -para ellos, en esos años, un oasis- refugiadas del fascismo. Muy jovencita había cruzado los Alpes clandestinamente. Mi tío Virgilio estuvo preso y golpeado -por un Gavazzo precursor- en el Cuartel de Bomberos y fue amenazado con la deportación a Italia. En el entorno de Luce ya estaban, también, otros personajes libertarios muy ilustres: José B Gomensoro -neurólogo y universitario distinguidísimo-, Carlos María Fosalba -gremialista médico de excepción, principal ideólogo del Centro de Asistencia del Sindicato Médico del Uruguay, ahora conocido por la sigla CASMU, con reducción sintética de su significado-. Por todos ellos Luce sentía una gran admiración. Junto a los médicos, Roberto Cotelo -después administrador del casmu-, los Caprio, el escribano Pedro Tufró -también de Las Piedras, que fue asesinado por los comunistas en España durante la guerra-revolución-, el constructor Ermacora Cressatti -al poco tiempo su compañero, esposo y ángel guardián- editaba una hermosa publicación efímera que se titulaba Esfuerzo. También preparaban el viaje a España que hicieron varios de ellos, pues ese era el escenario de su compromiso revolucionario.
Digo todas estas cosas no sólo para rastrear en la vida de Luce -hace 65 años-, sino para dejar en evidencia de qué modo me comprenden las "generales de la ley" y cuánto han de influir -aun tratando de evitarlo- en lo que voy a decir.Luce era tenue, delicada, de modales naturalmente finos. La recuerdo pidiendo permiso paraentrar a la casa de mi abuela, con un gracioso ademán que mi tío remedaba sin lograr otra respuesta que su indulgente tolerancia. Luce era frágil, muy frágil. Siempre en las manos fraternas de sus ilustres compañeros médicos, la salud de la Luce joven no hubiera hecho pensar que viviría 92 años con tan escasas fuerzas físicas y tan sorprendente vitalidad. Ahí está una singular paradoja: débil y frágil, Luce tenía, sin embargo, una fortaleza de ánimo y de espíritu que conservó intacta, aún en su venerable vejez.
Por esa época iniciaba su actividad docente en la enseñanza secundaria, dando clases de historia universal. Muy pronto agregó la docencia del idioma italiano en el Vázquez Acevedo, el legendario ámbito de los "Preparatorios".Más adelante accedía a la Cátedra de Lengua y Literatura Italianas de la Facultad de Humanidades y Ciencias. Es que cuando emigró -pese a su juventud- ya había culminado sus estudios de filosofía y letras en la Universidad de Bolonia, y lo temprano de su graduación denotaba inequívocamente la fuerza intelectual de la egresada.Su cultura -general y particular- era inmensa y notablemente sólida, nunca apabullante ni abrumadora. Tan sólida como su capacidad de razonar y argumentar, tan poco exhibida como su propia persona.
Muerto Luigi Fabbri -su amadísimo padre- continuó durante diez años la tenaz edición de los Studi Sociali, que distribuía por el mundo.En su vida se hicieron lugar, sin interferir, la pensadora social, la escritora, la editora, la educadora, la investigadora literaria y, siguiendo su principalísima vocación: la militante anarquista indeclinable. Todas estas tareas fueron generando esa perfecta armonía que poseyó su vida y se tradujo en su fecundo magisterio.Fue nuestra maestra -decía con razón al despedirla Alfredo Errandonea- y, traspasando fronteras ideológicas, fue maestra de tantísimos más.
Nuestra generación -la que iniciaba su militancia gremial y universitaria a mediados del siglo XX- se nutría con sus folletos sabiamente concisos: _El antiimperialismo entre dos guerras_ y _El camino_.Nada más lejos del panfleto que sus escritos políticos; pocas cosas más coherentes y esclarecedoras que sus alegatos en torno a una sociedad siempre por venir. Luce vivió toda su larga vida tras esa búsqueda anhelante y tenaz, esperanzada, de una asíntota utópica de la cual tantas veces la sociedad contemporánea parece alejarse demasiado...
Hace pocos años decía en Barcelona: "Estamos ahora en un momento de reflujo en el mundo, un momento de frustración y de irónico descreimiento. Se proclama la muerte de las utopíaso, más radicalmente, la muerte de la historia. El primer paso se dio cuando, a raíz del asombroso suicidio del 'socialismo real' (que nada tenía de socialista), se dijo: 'El socialismo ha muerto'. Son todas muertes aparentes, letargos de transición. Y hoy las transiciones son rápidas".Y más adelante agregaba: "El socialismo libertario es acaso la única utopía que no ha sido derrotada, en el terreno teórico, por los acontecimientos. En la práctica, en lo concreto del acontecer diario, el proyecto libertario está acostumbrado a las derrotas".Terminó su exposición diciendo: "El siglo XXI no va a ser fácil. Los que no hemos perdido la fe en la solidaridad le lanzamos este mensaje de socialismo en la libertad, que viene de una experiencia muy amarga y muy larga, pero que da frutos de serenidad interior y de esperanza, la esperanza que se necesita para afrontar los desafíos que se acercan". Su pensamiento y su sentir fueron así, siempre, pues al final de sus días escribía acerca del perdón, en Brecha, con lucidez intacta, para aunar y condensar el sentir de todos.
Luce fue, también, italianísima. No sé cómo recibiría ella, que afectivamente era de un mundo sin fronteras y no era de fácil asentimiento, esta calificación. No sólo por el origen, sino por su familia, por sus costumbres, por su educación, por el cultivo incesante -oral y escrito- de su lengua natal, por su modo de vivir y de sentir los afectos, Luce fue natural e involuntariamente muy italiana. Creo que sólo recientemente los italianos oficiales descubrieron qué tesoro tan singular de su cultura habían arrojado hacia Montevideo los avatares del fascismo .Hace bastante poco le entregaron en acto de justicia el premio Morosoli, en la ciudad de Minas. El presentador argumentó muy sólidamente la condición uruguaya -por permanencia y compromiso- de Luce. Ella agradeció muy brevemente y enterneció a todos cuando dijo que solía llegar hasta Minas para mitigar la nostalgia de los Alpes...
Luce estaba estructurada con tenues hilos de acero. Era de acero la trama intelectual de su ideología libertaria; eran de acero su temple y la fortaleza de su espíritu cuando se trataba de luchar y defender valores, o de enfrentar con firmeza la adversidad autoritaria. Era de acero la malla que a modo de coraza la hacía invulnerable a la agresión. Por fin, quienes conocimos algo de su entorno íntimo, sabemos que era también de acero, en extraña mezcla con el algodón, el material que Ermacora Cressatti -su compañero y, además, constructor- había inventado para protegerla, para cuidarla amorosamente, para hacer posible que los embates climáticos de la vida corriente no hicieran estragos en su somática fragilidad. El mismo algodón que antes habían cardado sus padres y luego proveyó, también con amor, su descendencia, cuando Bianca y Cressatti ya no estaban más.
Cuando se va un personaje de estas dimensiones -casi una criatura de ficción- es imposible no pensar: qué debemos conservar de ella. Conservar entre todos: los compañeros, los colegas, el ámbito de la educación, la Universidad, la sociedad entera.Qué podemos -en nuestra ostensible pequeñez- retener de ella, de su influjo, de su estilo, de sus aportes a la cultura y a las ideas, de sus valores inconmovibles. Esta pregunta es un buen punto de partida para evitar que Luce muera del todo. No se trata de una búsqueda sencilla y provisoria de consuelo. No es un intento de eludir artificialmente la naturaleza (con lo que seguramente ella no estaría de acuerdo), sino que es una legítima respuesta defensiva en pro de nuestra cultura, de ideas superiores de convivencia y sociedad que no se pueden perder -hoy más que nunca-, y es también un intento de responder, aún modestamente, al ejemplo singularísimo que su vida nos legara.
Dentro de muy poco tiempo, la vida y la obra de Luce serán debidamente valoradas y evocadas jubilosamente, con legítima alegría. Será la celebración entusiasta y sin ritual de un milagro laico. Hoy que ha muerto, aunque sea por un instante, que ella nos permita exteriorizar la afliccióny llorar serenamente.
[Tomado de https://anarkobiblioteka2.files.wordpress.com/2016/08/luce_fabbri_anarquista_-_pablo_v._carlevaro.pdf.]
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