Alex B.
El
evento anual del Orgullo Gay, que se celebra desde hace cuarenta años en todo
el mundo, se ha vuelto en un desfile festivo aliñado por música disco,
patrocinado por los bares de ambiente y por las multinacionales, es una fuente
de prósperos negocios y se realiza con la colaboración de las autoridades. A
menudo al final del desfile se reserva un espacio para un agradecimiento especial
a las fuerzas del orden, por la protección garantizada a lo largo del recorrido
de la manifestación. El espíritu subversivo que originó este evento, que
debería celebrar el «nacimiento del orgullo gay» en la fecha del 28 de junio
del 1969, se ha perdido por completo. Las mismas personas LGBT que una vez al
año bajan a la calle para celebrar, y luego vuelven por todo el resto del año a
cerrarse en la invisibilidad y en la segregación del «estilo de vida gay», no
saben que el movimiento LGBT nació de una revuelta en contra de la policía,
conocida como «revuelta de Stonewall».
Es
útil hacer una pequeña premisa sobre el contexto histórico en el que se inserta
Stonewall. El final de los años 60 fue una época propicia para el nacimiento de
muchos movimientos y organizaciones revolucionarias. Después de la muerte de
Martin Luther King Jr. Y de Malcom X, el movimiento de liberación negro se
orientó hacia formas de resistencia más radicales y vio el nacimiento de las
Panteras Negras. Este grupo rechazaba las premisas no violentas y de
integración «a toda costa» de Luther King, prefiriendo el concepto de
autodefensa como principal medio de lucha. También el movimiento de los
estudiantes, en esta época, ganaba fuerza y se radicalizaba, y protagonizará
los eventos del 1968 en muchos países del mundo, que inspiraron y radicalizaron
políticamente a muchas personas que vivieron en aquella época. Estados Unidos.
La
condena social de las relaciones homosexuales y de las personas transgender
(que todavía no tenían este nombre) era explícita e institucionalizada: en la
mayoría de los estados existían leyes en contra de la sodomía (todavía activas),
estaba prohibido vender alcohol en los bares a personas homosexuales o
sospechosas de serlo, estaba prohibido por ley el crossdressing, o sea era obligatorio utilizar vestidos considerados
idóneos con el género/sexo de quien los llevaba. La transgresión podía
significar ser detenidxs, pasar una o más noches en el calabozo, recibir
palizas de la policía y a menudo ser víctima de violencia y abusos sexuales por
parte de los mismos policías. Lxs trans, lxs genderqueer, gays, lesbianas y trabajadorxs sexuales podían vivir sus
relaciones y amistades en semiclandestinidad, se reunían en algunos bares no
reconocidos oficialmente como bares de ambiente, que sin embargo eran llevados
por unos dueños, a menudo heterosexuales, que por un poco de dinero más estaban
disponibles a hacer la vista gorda y arriesgarse a unas incursiones policiales.
La represión policial era muy dura, con frecuentes detenciones y palizas, en
especial hacia lxs que no tenían una apariencia de género normativa y hacia lxs
trans que trabajaban en la calle. Había muchas irrupciones y registros en los bares
sospechosos de ser puntos de encuentro de gays, lesbianas y trans.
Había
silencio total alrededor de los discursos sobre el género y la sexualidad.
Quienes en el pasado se habían declarado a favor de las minorías sexuales o
habían publicado revistas underground,
a menudo habían sido despedidxs o encarceladxs, así que había muy pocas
personas tan valientes como para tomar partido en contra de la homofobia. Entre
estas estuvo Emma Goldman, que a finales del siglo XIX tuvo lecturas públicas en
las que denunciaba el trato injusto que tenían que vivir las personas
homosexuales, por las que fue criticada hasta por sus mismos compañeros anarquistas.
Sin embargo en los años 50 habían nacido, siempre en los Estados Unidos, algunas
asociaciones de activistas que se definían «homófilas», que luchaban
tímidamente por la abolición de las leyes en contra de la homosexualidad y por
la aceptación del amor homosexual por parte de la sociedad. Por esta razón
hombres y mujeres de este movimiento se vestían de manera conforme a los
estándares sociales para el género masculino y femenino (hombres con corbata y
mujeres con faldas), mientras que las manifestaciones de cariño y sexualidad en
público estaban condenadas porque eran «dañinas para la lucha». Las demandas de
asimilación por parte de la sociedad y de sus estándares de normalidad son muy
similares a las reivindicaciones de las asociaciones LGBT reformistas actuales.
Stonewall
era un bar miserable situado en el número 53 de Christopher Street, en el
corazón del Greenwich Village, Nueva York. Era un local sin agua ni permiso,
sin embargo los mafiosos que lo gestionaban corrompían a los policías para que
llamara antes de las incursiones y para que éstas pasaran muy pronto por la
noche, cuando todavía no estaba lleno de clientes. Era uno de los pocos lugares
de encuentro de las personas trans y queer, además de ser frecuentado
principalmente por personas afroamericanas o latinas; los dueños hacían la
vista gorda sobre la presencia gay en el lugar, así que lograban mayores
ganancias. En la noche del 28 de junio 1969 un grupo de policías se presentó
sin avisar alrededor de la 1:30 de la noche y empezó a detener a quienes se
encontraban sin documentación o no había respetado las leyes sobre el «travestismo»
llevando vestidos del «sexo opuesto », entonces principalmente personas trans,
lesbianas butch (masculinas) y drag queen, muchas de ellas negras. Un
grupo de personas empezó a agruparse fuera del local y alguien empezó a gritarle
a los policías.
La
rabia explotó cuando una lesbiana butch,
detenida en una furgoneta policial, empezó a agitarse y a gritar. La leyenda
cuenta que Sylvia Rivera, una mujer transgender, fue una de las primeras en tirar
una botella (o un zapato con tacones, según otra versión) contra los policías.
Alguien consiguió robar las llaves de las esposas y se soltó, y luego liberó a
lxs otrxs detenidxs. Otras personas empezaron a gritar: «¡policías maricones!»,
«Gay power!». Las personas empezaron a atacar lanzando ladrillos, piedras,
basura y mierda de perrx encima de los policías. Los policías se retiraron adentro
del bar, y se barricaron adentro. En la calle fue arrancado un parquímetro y
luego fue utilizado para intentar romper la puerta y coger a los policías
encerrados; otrxs, una vez abierta una brecha en la puerta, empezaron a lanzar
cócteles molotov intentando quemar el bar. Cuando llegaron los refuerzos de la
policía, con el equipaje antidisturbio, empezaron los verdaderos
enfrentamientos. Mientras tanto también lxs vecinxs del barrio y lxs clientes
de los bares cercanos se juntaron a la revuelta. Los testimonios hablan de 2000
personas en contra de 400 policías. La gente bailaba y cantaba en el medio del
caos, riéndose de la policía por su incapacidad de restablecer el orden. Los
disturbios continuaron por toda la noche, con un balance de cuatro policías
heridos y trece personas detenidas, sin contar el número indefinido de
manifestante heridos: la policía actuó con particular brutalidad en contra de
las personas trans o genderqueer,
frente a cómo actuaban con quienes tenían una presentación de género más
normativa.
Al
día siguiente la noticia de lo que había pasado se difundió rápidamente, y esa
misma noche miles de queers radicales se volvieron a juntar fuera del bar
Stonewall Inn. La policía intentó echar a lxs manifestantes, pero éstxs bloquearon
las calles y empezaron a tirar piedras y botellas. La tercera noche de revuelta
pasó cinco días después de la primera lucha: mil personas se juntaron en el bar
y destruyeron los coches de policía aparcados en los alrededores.
Stonewall
no fue el primer ejemplo de rebelión por parte de las personas trans y queer cansadas
de ser oprimidas y perseguidas por el orden policial y estatal:
-1959:
Revuelta de Cooperʼs Donuts. Esta cafetería de Nueva York, a finales de los
años 50, abría durante toda la noche, y era el punto de encuentro de
prostitutas, chaperos y queers callejeros. La policía se dedicaba a provocar a
lxs clientes con cualquier excusa, hasta que una noche de mayo de 1959 la rabia
queer explotó. La respuesta a los abusos de la policía fue inicialmente un
simple lanzamiento de donuts, que se transformó en unos disturbios en la calle
que duraron por toda la noche.
-1966:
Revuelta de la Cafetería Compton. Este bar de San Francisco, también abierto
toda la noche, era frecuentado por prostitutas, chaperos adolescentes, personas
marginales y vecinxs del barrio. Los dueños del bar una noche llamaron a la
policía porque algunas dragqueens
sentadas en una mesa se habían puesto demasiado ruidosas y estaban consumiendo muy
poco. El policía que llegó respondiendo a la llamada, agarró a una chica trans por
el brazo y, seguro de su impunidad, le pidió que abandonara el bar. La chica
contestó echándole café caliente en la cara y la revuelta explotó dentro del
bar, con lanzamiento de platos, vasos y cubiertos, ventanas y mesas destruidas y
lanzados en la calle, hasta que llegaron los refuerzos de la policía. Los
disturbios continuaron fuera, y acabaron con un coche patrulla destrozado y
policías heridos por los bolsos y los zapatos de tacón de las dragqueens.
Después
de Stonewall
La
revuelta de Stonewall fue un evento que ayudó a despertar las consciencias de
lxs que siempre habían estado discriminadxs a causa de sus identidades de
género, de sus sexualidades, además de ser marginadxs por sus condiciones
sociales o de raza. La rebelión queer fue encabezada por personas trans,
trabajadoras sexuales, lesbianas butch,
personas que se prostituían de vez en cuando o que vivían en la calle,
marginadxs por el hecho de ser pobres, trans, queer, inmigrantes.
Stonewall
trajo la inspiración, el amor y la rabia para la creación de un movimiento que
quería luchar por la libertad y la justicia. Desgraciadamente hoy queda muy
poco de aquel espíritu de revuelta. El movimiento LGBT contemporáneo, salvo
algunos espacios más radicales, es totalmente moderado y comprometido con las
políticas de los partidos, y ya no es una amenaza para nadie. Las principales organizaciones
LGBT representan los intereses de la mayoría blanca de clase media y «normativa»,
que busca una integración democrático-institucional en el sistema, piden ayuda
a los gobiernos y a las fuerzas del orden, mendigan «derechos» como el
matrimonio entre homosexuales y leyes contra la homofobia, que sólo sirven para
alejarnos a todxs (queers y no queers) de la libertad verdadera y refuerzan las
instituciones sociales que tienen el control de nuestras vidas.
El
movimiento gay/lesbiano ha sido asimilado por el capitalismo, que ha hecho de
éste un producto de consumo a través de la venta de un estilo de vida y de un
negocio que ha crecido alrededor de clubs, saunas, discotecas, agencias de
viaje, revistas… Los elementos «incómodos », como las personas trans,
bisexuales, pansexuales, genderqueer,
han sido eliminados de manera silenciosa, sus necesidades y demandas han sido
olvidadas, porque son un obstáculo para los proyectos de asimilación de los
políticos gays y de las políticas lesbianas. La hipocresía de esta inclusión es
evidente sólo en las letras B y T de la sigla LGTB, porque no hay otras
ocasiones en las que se hable de la realidad cotidiana de estas personas o de
las que son queer no blancas, o no privilegiadas económicamente.
[Publicado
en el periódico Solidaridad Obrera # 374,
Barcelona, agosto 2019.]
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