Liber Lucta
Estos son tiempos de “alternancia” política (como dice el aberrante politiquero uruguayo Lacalle Pou), de discurso progre en decadencia, de un discurso e imaginario social punitivista y militarista que vemos in crescendo. También escuchamos declaraciones amenazantes desde el sector militar mientras se respira un religioso clima democrático de respeto y tolerancia. Sabemos por la empiria que ese clima se esfuma débilmente ante la actuación del poder real y material, es decir, del poder armamentístico. Por ahora el sistema democrático marca la cancha y determina las reglas del juego, funcionando de medio para el acceso al poder político y para implantar regímenes despiadados sin necesidad de un golpe de Estado. Estallan conflictos en toda américa latina y el capital se reestructura, el Estado y la democracia continúan siendo los axiomas que se autoproclaman incuestionables reguladores de nuestras vidas, integrados por los organismos mediadores entre lxs oprimidxs y lxs opresorxs, apagando así las rebeliones y dándose la mano con los grandes capitales globales. Por eso nos debemos reflexión y acción autónomas si queremos trascender a una vida más placentera en este mundo, si queremos derribar las barreras y los principios que, en alguna convención política, interpusieron en el camino de nuestra existencia. Para eso debemos entender las estructuras que nos dominan, algunas materiales y otras más conceptuales, con el único objetivo de criticarlas, destruirlas y superarlas.
Estos son tiempos de “alternancia” política (como dice el aberrante politiquero uruguayo Lacalle Pou), de discurso progre en decadencia, de un discurso e imaginario social punitivista y militarista que vemos in crescendo. También escuchamos declaraciones amenazantes desde el sector militar mientras se respira un religioso clima democrático de respeto y tolerancia. Sabemos por la empiria que ese clima se esfuma débilmente ante la actuación del poder real y material, es decir, del poder armamentístico. Por ahora el sistema democrático marca la cancha y determina las reglas del juego, funcionando de medio para el acceso al poder político y para implantar regímenes despiadados sin necesidad de un golpe de Estado. Estallan conflictos en toda américa latina y el capital se reestructura, el Estado y la democracia continúan siendo los axiomas que se autoproclaman incuestionables reguladores de nuestras vidas, integrados por los organismos mediadores entre lxs oprimidxs y lxs opresorxs, apagando así las rebeliones y dándose la mano con los grandes capitales globales. Por eso nos debemos reflexión y acción autónomas si queremos trascender a una vida más placentera en este mundo, si queremos derribar las barreras y los principios que, en alguna convención política, interpusieron en el camino de nuestra existencia. Para eso debemos entender las estructuras que nos dominan, algunas materiales y otras más conceptuales, con el único objetivo de criticarlas, destruirlas y superarlas.
Desde su surgimiento, fruto del ascenso de la burguesía al poder, el Estado tal como lo conocemos hoy, solo ha funcionado para establecer un nuevo modelo de dominación de masas. El devenir del mundo en capitalismo industrial y esclavitud asalariada se dio a merced del Estado y sus sistemas de gobierno como posibilitadores y amortiguadores de los cambios económico-sociales.
Las instituciones se colocan como mediadoras de las relaciones humanas, manteniendo una armonía ficticia y una falsa paz social, que es falsa porque el capitalismo es violencia legitimada. La persona realizada es aquella que sirve al Estado y a la patria, debe defender su lugar de origen (mientras este mantenga determinado orden), debe ejercer sus derechos y obligaciones como ciudadanx, etc. Por eso el sistema estatal termina produciendo una cantidad de sirvientxs voluntarixs, que se encuentran entre la espada y la pared durante toda su vida, atropelladxs por las cuentas a pagar y horarios a cumplir. Desgraciadamente muchxs deciden trabajar para conservar el orden actual a costa de perder su individualidad y asumir ovejunamente los roles que el Estado les ofrece. Otrxs acatan por miedo a las consecuencias represivas de la desobediencia, ya que solo las instituciones designadas al orden público son habilitadas para ejercer la violencia, que junto con los narcos conforman el monopolio de la violencia. La única forma de salir de ese miedo es luchando en la calle, porque ya está demostrado que la fe en el Estado solo nos hace endebles y dependientes.
El Estado es la continuación de los sistemas absolutistas, con la diferencia de que el poder no está encarnado en una persona en nombre de Dios, sino que todxs le rezan a una constitución y eligen obligadamente el gobierno, y este ejecuta los planes que tiene programados el capital financiero para la región. Los engranajes de la política parlamentaria están a la altura de lo que necesitan lxs grandes vividores para seguir beneficiándose. Los derechos otorgados son pequeñas libertades tranzadas con el esclavista Estado, que muestra su cara más paternal otorgando a sus esclavxs un “recreo”, una fina burbuja confortable que reafirma la continuidad de la delegación y la opresión. Por eso también es la imagen más representativa del patriarcado, con un afán de vigilancia y control digno de un padre de familia estereotípico; es permisivo en lo que genera consenso con las instituciones y castiga lo que pone en duda sus principios.
“El Estado deja jugar libremente todo lo posible a los individuos, con tal que no tomen su juego en serio y no pierdan de vista al Estado. No pueden establecerse de hombre a hombre relaciones que no sean turbadas por la vigilancia e intervención superior.” -Max Stirner.
La ideología burguesa, colmada de ideas absolutas como la tolerancia, la ley, el derecho.. se nos instala en nuestra cotidianeidad como mantras que repetimos incansablemente en algunas situaciones, sobre todo en época electoral. Sin embargo sabemos que estas ideas no rigen completamente en nuestras vidas concretas, sino que están por encima y por fuera nuestro. Están en un mundo suprasensible que no se parece en nada al mundo material en el que apoyamos los pies, observamos, sentimos, pensamos e interactuamos con otras personas muchas veces de forma anárquica sin darnos cuenta. Entonces las reglas del Estado, que con tanta soberbia se jactan de conservar todxs sus partidarixs, no son más que conceptos abstractos que se diluyen con un golpe de realidad. Cuando nosotrxs, lxs individuos nos decidamos a dejar de estar sujetos a estos ideales y nos dispongamos a confrontarlos para vivir dignamente, ahí estará el germen de la desaparición del fantasma llamado Estado. Pero sepamos que este sistema va a defender materialmente sus ideas.
Lo que nos proponemos a destruir en sí mismo no son solo cosas tangibles que se pueden romper a martillazos, aunque hay cosas que sí son tangibles y se ven más lindas si están rotas. El Estado es un concepto que se apropió de nuestras individualidades, que se consolidó permeando en las bases sociales a lo largo de la historia y nos hace creer ese mito de “el Estado somos todxs”. El Estado cumple una función fantasmagórica; está presente sin estarlo, asecha en cada relación, en cada colectividad como un acosador omnipresente, sus funcionarios envían a sus guardianes para asegurar sus establecimientos.. Depende de nosotrxs, de cómo encaremos nuestras relaciones en la lucha, si nos desharemos de él o no.
[Tomado de https://periodicoanarquia.wordpress.com/2019/11/25/pequenas-reflexiones-para-abolir-el-estado.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.