Grupo Acracia
* Editorial del periódico Acracía # 83, Valdivia, diciembre 2019.
La deriva inorgánica del estallido social, ha propiciado una forma educativa espontánea y bien simplificada a muchos de sus simpatizantes, por medio de una serie de “verdades” en formato memes u otros ingeniosos y ultra simplificados formatos, que han resultado ser increíblemente efectivos a la hora de compartir una impresión o sentimiento. Esto es aún más cierto, dado la incapa-cidad teórico-práctica de la izquierda tradicional de vincular sus distintos discursos para ponerse a la cabeza teórica del movimiento. De hecho para muchos de estos fenómenos la izquierda no tiene enunciados que permitan interpretar esta emergencia en un contexto de nuevos actores. A propósito de los muchos dogmas de estos pensadores, que han dejado amplios márgenes e intersticios fuera de cualquier reflexión posible, quedado muchas transformaciones socioculturales de reciente data sin el debido análisis, Por ejemplo el caso concreto de lo que sucede en los sectores populares e indígenas con las avanzadas de los grupos evangélicos, o que pasa en Carabineros que la analogía más elaborada de estos, es que sus escopetas son como la quimioterapia y nosotros “los usuarios” de un cáncer a extirpar. El propósito de esta nota editorial es explicar dicho trasfondo.
Desde
el inicio del llamado estallido social,
ha emergido, o más bien se han sa-cado
las máscaras infinidad de personas que
parecieran sentir mayores niveles de
empatía por la propiedad, que por la vida
de sus congéneres menos favoreci-dos.
Este fenómeno lo veníamos denunciando
desde hace algunos años con una serie
de artículos titulados “el equívoco sobre
la naturaleza humana”, pues re-sulta
ser que, para la mayoría de las religiones
y ciencias heredadas de occidente, el
ser humano es avaro por naturaleza y
está en el mundo para obtener para sí mismo
las mejores ventajas sobre el resto,
dispuestos en todo momento a pasar por
encima de cualquier valor o relación Por
un mundo donde seamos socialmente iguales,
humanamente diferentes y completamente
libres con tal de conseguir la
preciada ventaja bajo la
premisa de “la elección racional”, velando
cada cual por su propio interés, a
costa de una implacable competencia, llegándose
al absurdo determinismo bio-lógico
del “gen egoísta”. Así la idea Hob-bes
que el hombre es el lobo del hombre, no
solo insulta la naturaleza del hombre, sino
también la del lobo, que nunca ha sido
el animal antisocial que nos presen-tan,
de este modo estos enunciados se alzan
como una profecía autocumplida de
la “ley de selva”, amenazando con ello nuestra
existencia social. Estas mismas ideas
han configurado un ideal prototipo de
persona, como esencialmente malo, naturalmente
egoísta y sin posibilidades de
regirse a sí mismo y a sus semejantes. El
egoísmo, como acto individual, natu-ral,
inherente a la persona. De esta for-ma,
de hecho, la tendencia al comporta-miento
asocial se naturaliza y se le otorga un
sitial privilegiado en el desarrollo de las
relaciones sociales, al mismo tiempo que
es su más evidente negación. Dando cabida
al siguiente paso en el desarrollo de
la humanidad, la dominación de unos sobre
los otros.
Aquí,
lo que nos preocupa, es el despro-pósito
del concepto de naturaleza huma-na
que se encuentra, valga la redundan-cia,
“naturalizado” por igual en nuestra sociedad.
Una sociedad por lo demás pro-fundamente
neoliberalizada, podemos observar
en este país un gran retraso en
materia cultural, aún impera y se expande
la xenofobia, la homofobia, el clasismo,
etc., en una sociedad donde aún algunos
afirman que la dictadura “igual hizo
cosas buenas”. Regularmente pode-mos
escuchar afirmaciones como: “Si viene
de familia pobre, va a seguir así, lo tiene
en los genes, si les gusta ser pobre”, o
“no si su papá era curao, por eso él salió así”,
o “su papá era golpeador y él también
es así” o “no si es de genes malos” y un
largo etc. Podemos ver que todos es-tos
ejemplos, muy comunes, que se escuchan
a toda hora, todo contexto y lugar. “Se
puede arrojar una silla y romper una vitrina,
pero solo los parlanchines holgaza-nes
consideran al Estado como algo o un fetiche
que se puede golpear para destruirlo. El
Estado es una condición, una cierta rela-ción
entre seres humanos, un modo de com-portamiento
entre personas; lo destruimos al
asumir otras relaciones, al comportase de
manera distinta con los demás (...) Nosotros
somos el Estado y seguiremos siéndolo hasta
que hayamos creado las instituciones que
conformen una verdadera comunidad y
sociedad”. Gustav Landauer.Ahora bien ¿y cuál es el problema?, ¿dónde está el engaño?, genetizar la cuestión sociocultural; la pobreza, la violencia, la discriminación, etc.
Este
tipo de postulados encontraron amplio
respaldo los 90 ́s (por supuesto en-marcado
en una serie de antecedentes racistas,
clasistas, etc.), gracias a distorsionadas
interpretaciones de algunos avances
en las neurociencias, reinter-pretados
por psicólogos que podríamos caracterizar
como “evolucionistas neoliberales
norteamericanos”, quienes anunciaron
al mundo con bombos y platillos el
descubrimiento del llamado “gen del lenguaje”,
a lo que a lo largo de esta década
se sumaron los “genes egoístas”, el “gen
de la empatía”, y muchos otros de amplia
carga simbólico social. Resultando
así que las elecciones, raciocinios y explicaciones
que creíamos realizar concienzudamente,
venían codificadas en nuestro
trasfondo genético, siendo esto lo
que gobernaba en realidad nuestras habilidades
conscientes. La escuela psi-cológica
genetista e innatistas, son bien identificados
y retratados por la antro-póloga
Susan Mckinnon en su celebrada obra Genética neoliberal (2012), quien apunta
“En una época en la que la economía
neoliberal angloamericana domina gran
parte del mundo, cosa que provoca
grandes resentimientos y resistencia, los
psicólogos evolucionistas nos brindan una
teoría de la evolución que naturaliza
los valores neoliberales (...) Sostengo que
esta ficción ha sido creada por el supuesto
erróneo de que sus propios valores
culturales son tanto de origen natural
como de naturaleza universal”. (pp. 17-19).
Por tanto los discursos neoliberales,
ahora son transmutados en orientaciones
éticas y morales presuntamente innatas
y de carácter universal.
[El
número completo de esta edición del periódico Acracia es accesible en https://periodicoacracia.files.wordpress.com/2019/12/acracia83-prueba.pdf.]
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