Emiliano Teran
Desde principios del siglo XX, el petróleo representó la gran promesa de riqueza súbita y modernidad a nivel mundial, e incluso numerosos proyectos de luchas en el Sur Global lo tuvieron como un instrumento principal para la ‘Liberación Nacional’. Pero hoy como nunca, es evidente que se trata de una promesa rota. El tiempo de auge, estable dominio y expansión del petro-capitalismo contemporáneo no sólo ha llegado su fin, sino que asistimos a una fase de la crisis energética global determinada por la volatilidad, inestabilidad y el declive.
No se trata sólo de la ocurrencia de ‘guerras por el petróleo’ (que suelen ser usadas para explicar toda la conflictividad y contradicciones generadas en torno a este recurso); o del ‘fin de la era de los hidrocarburos baratos’, aunque es también un factor determinante. Lo que cruje, lo que se estremece, es todo el mundo que ha sido configurado en torno a los hidrocarburos. Las relaciones de poder global, los ritmos de acumulación y consumo, las tecnologías y la potencia de las máquinas, la movilidad y la relación espacio-tiempo, la alimentación, la distribución de energía, el metabolismo social y los modos de relacionamiento con la naturaleza, los ciclos ecológicos, los patrones culturales.
Desde principios del siglo XX, el petróleo representó la gran promesa de riqueza súbita y modernidad a nivel mundial, e incluso numerosos proyectos de luchas en el Sur Global lo tuvieron como un instrumento principal para la ‘Liberación Nacional’. Pero hoy como nunca, es evidente que se trata de una promesa rota. El tiempo de auge, estable dominio y expansión del petro-capitalismo contemporáneo no sólo ha llegado su fin, sino que asistimos a una fase de la crisis energética global determinada por la volatilidad, inestabilidad y el declive.
No se trata sólo de la ocurrencia de ‘guerras por el petróleo’ (que suelen ser usadas para explicar toda la conflictividad y contradicciones generadas en torno a este recurso); o del ‘fin de la era de los hidrocarburos baratos’, aunque es también un factor determinante. Lo que cruje, lo que se estremece, es todo el mundo que ha sido configurado en torno a los hidrocarburos. Las relaciones de poder global, los ritmos de acumulación y consumo, las tecnologías y la potencia de las máquinas, la movilidad y la relación espacio-tiempo, la alimentación, la distribución de energía, el metabolismo social y los modos de relacionamiento con la naturaleza, los ciclos ecológicos, los patrones culturales.
El sistema se desacopla internamente (como ocurre con las brechas que se van generando entre la oferta y la demanda de hidrocarburos; o el declive de las fuentes convencionales), pero también radicaliza su desfase con los límites del planeta Tierra. Esto nos está llevando a escenarios límite. El mundo que sostiene el petróleo se desquicia, mientras que se van profundizando significativamente las contradicciones. ¿Hacia dónde nos dirigimos?
Haití, Aramco, Londres, Venezuela. Crisis energética en fase tardía
Con la sofisticada tecnología de los drones, rebeldes houti logran llevar a cabo el pasado 14 de septiembre un bombardeo de gran escala en las instalaciones de Aramco, la mayor petrolera del mundo, ubicada en el segundo país productor de crudo del planeta, Arabia Saudí. De un plumazo lograron afectar la mitad de la capacidad de producción de la empresa, unos 5 millones de barriles diarios. El pasado viernes 11 de octubre, un tanquero iraní era atacado en el mar Rojo, zona costera de Arabia Saudí. La volatilidad del mercado petrolero está también estrechamente relacionada con la creciente volatilidad del conflicto geopolítico. Ambos factores se retroalimentan peligrosamente.
Pero en un sentido muy diferente, y motivados por la emergencia climática que se asume cada vez con más fuerza en el mundo, miles de activistas en varias partes del mundo se vuelcan a las calles, ya no sólo a protestar, sino a ejecutar acciones directas de ocupación de espacios y cortes de ruta para tratar de detener máquinas, proyectos y flujos de mercancías que siguen contribuyendo al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero; pero también, para tratar de sacudir el mundo, de generar una reacción social. Desde el 7 de octubre miles de activistas del movimiento internacional ‘Extinction Rebellion’ acuden al llamado a la ‘Rebelión Internacional’ y, bloquean avenidas principales o plazas en ciudades europeas como Amsterdam, París, Berlín, Madrid o Roma; las puertas o alrededores del parlamento en Londres o Dublín; o hasta acciones en aeropuertos como en Londres. Sólo en esta ciudad, al menos hasta el día 12 de octubre, casi 1.300 personas habían sido arrestadas. Varias comunidades, pueblos y organizaciones en el mundo están en esta misma línea (como las ocupaciones de minas de carbón por el grupo Ende Gelände en Alemania, las resistencia contra la explotación petrolera en la Amazonía ecuatoriana por parte de indígenas Shuar y Achuar, o los bloqueos de oleoductos en Standing Rock en los Estados Unidos) y nuevas acciones de rebelión climática están programadas. Estas son el síntoma del crecimiento de la legitimidad de las acciones radicales para hacer frente drásticamente al cambio climático. El petróleo nunca había sido tan impopular como en la actualidad.
A pesar de ello, los combustibles siguen estando entre los productos más requeridos para el desarrollo de la vida cotidiana de millones de personas. La crisis energética, que se conecta con la inestabilidad del acceso a los combustibles, está vinculada a su vez con la emergencia de numerosas de las explosiones sociales que vemos en la actualidad. Haití, que está sumergida en una profunda crisis, experimenta en la actualidad un escenario de intensas protestas generalizadas en el país desde el pasado mes de septiembre hasta la actualidad (sumando ya unos 18 muertos), motivado a una creciente escasez de combustible, que ha visto su suministro colapsar desde agosto. La razón: el fin de los envíos que la ex-potencia petrolera Venezuela dirigía a este país en el marco de la alianza ‘PetroCaribe’. El colapso de la nación petrolera venezolana ha repercutido en diversos grados en varios de los países de la zona que contaban con su apoyo, lo que ha contribuido a la intensificación de las crisis económicas internas de los mismos. La corrupción en Haití, que también es uno de los factores que motivan las protestas en ese país, está también vinculada a PetroCaribe, en la medida en la que antiguos y el actual gobierno, liderado por Jovenel Moïse, han estado involucrados directamente en el desfalco de los fondos obtenidos de ese programa, que se dirigían a mejorar los servicios públicos para los más pobres.
Las revueltas que han convulsionado Ecuador en la primera quincena de octubre, también están relacionadas con el aumento de los precios de los combustibles, a raíz del anuncio del Presidente Lenín Moreno de eliminar los subsidios. Luego de las protestas, primordialmente encabezadas por las organizaciones indígenas como Conaie, Moreno se vio obligado a derogar el decreto. Pero lo que pudiésemos destacar es la evidencia de la relación entre crisis económica, ajustes neoliberales y el acceso social a los combustibles. Los huecos fiscales, sobre todo en los países del Sur Global, y el afán de mantener los márgenes de ganancia del gran capital cargándoles a los más pobres los costos de las crisis, van afectando permanentemente la capacidad de dichos países de mantener subsidios y evitar las alzas de precios, que tantas protestas van generando. Estas tensiones calientan aún más el termómetro de la crisis, y la redimensionan.
Si esto lo vemos a escala geopolítica, Irak hoy es una de sus más claras expresiones. El país vive una oleada de protestas desde inicios de octubre, que ha dejado cerca de un centenar de fallecidos. Pobreza, desempleo, corrupción, violencia y servicios públicos inservibles son de las principales demandas de los manifestantes, en un proceso crítico desatado en desde intervención militar estadounidense y el derrocamiento de Sadam Husein a principios del siglo XXI. Una guerra desatada en primer lugar por petróleo.
Por último, en esta panorámica de la relación petróleo-inestabilidad volvamos a Venezuela. Aunque las sanciones de los Estados Unidos están teniendo un gran impacto en el país, en realidad se trata de una crisis mucho más profunda. El país caribeño es, a nuestro juicio, la expresión más clara de la crisis de la civilización petrolera; un reflejo en pequeño del colapso sistémico de un mundo construido alrededor de los hidrocarburos. No hay que olvidar que décadas atrás, Venezuela fue la gran promesa de la modernidad, la estabilidad y la riqueza en el Sur Global. Si se quería analizar cómo se expresaba el ‘mito del petróleo’, bastaba mirar al país. En la década de los años 80, la economía colapsó y el hechizo comenzó a romperse. La posterior instauración de la llamada ‘Revolución Bolivariana’ parecía decidida a cumplir la gran promesa de modernidad y emancipación social incumplida en el pasado. Pero decidió surfear la ola revolucionaria montado sobre una nueva versión de la Gran Venezuela Petrolera, ahora con los crudos extra-pesados de la Faja del Orinoco como bastión. Hoy el derrumbe en el país es integral y ha provocado un conjunto de conflictos de diversa escala (protestas de calle, conflictos territoriales, conflictos políticos por el control del Petro-Estado y/o conflictos de orden geopolítico). Venezuela es el reflejo del nuevo ‘orden’ del mundo de los hidrocarburos.
Ya no hay nada futuro que prometer con el petróleo
Antes que eventos aislados, estos conflictos sociales y geopolíticos laten al ritmo de un tiempo límite. Son también el movimiento proactivo o reactivo de las volátiles e inestables ondulaciones de este sistema global petrolizado. El petróleo es ya hoy muy requerido, pero a la vez muy socialmente contestado y se muestra cada vez más incapaz para sostener el mundo que construyó sobre sus hombros. Así que estamos en un crucial período de redefiniciones en el cual, además, se está jugando el mantenimiento de las condiciones que hacen posible la vida en el planeta.
El petróleo, que otrora construyera horizontes de futuro, ahora es el emblema de la inestabilidad. Ya no hay nada futuro que prometer con el petróleo. El camino es claramente otro, pero no bastarán energías renovables, si no se produce un profundo cuestionamiento a un modelo civilizatorio capitalista, colonial y patriarcal. La profundidad de la crisis es tal, que es a la vez una oportunidad para abrirnos hacia otros horizontes civilizatorios.
[Tomado de http://www.ecopoliticavenezuela.org/2019/10/15/petroleo-ya-no-promesa-futuro-sino-sinonimo-inestabilidad.]
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