Macarena
Amores
A pesar del «avance» de nuestra sociedad
y de las victorias logradas por las mujeres en los últimos años en relación a la igualdad, derechos y
libertades, todavía existen ciertos «enemigos», muy po-derosos, jugando a la contra. En este
artículo analizamos, sucintamente, el papel que asignan, aún hoy, a las mujeres en la sociedad a través
de los medios de comunicación de masas y la publicidad.
El feminismo, sobre todo el de clase
(anarcofeminismo) sigue siendo la mejor herramienta contra la desinformación y la desigualdad.
Mucho se ha tratado, debatido y escrito
sobre el papel de la mujer en
los medios de comunicación y en la publicidad. Existen numerosos e
interesantes estudios al respecto, y en las facultades de ciencias de la
información, el rol de la
mujer es analizado a través de materias, talleres o asignaturas por quienes tienen que
dedicarse profesionalmente a comunicar. Sin embargo, seguimos siendo conscientes de la existencia de un tipo de
violencia contra las mujeres a través de los grandes medios de comunicación
y agencias de publicidad. ¿Cuál es el papel de la mujer en los medios de masas? ¿Qué ha
representado o sigue
representando? ¿Qué mensaje se transmite al resto de la sociedad a través de ellas? ¿Qué
consecuencias tienen y tendrán estos mensajes en nuestras generaciones presentes y futuras?
Para entender qué se esconde detrás de
los mensajes publicitarios e
informativos a los que estamos expuestos todos
los días, y a casi todas horas, debemos tener claro qué se entiende por «violencia simbólica».
En primer lugar es un tipo de
violencia, de las muchas que se pueden llegar a ejercer contra o sobre
las mujeres en nuestra sociedad. Se canaliza a través de mensajes,
valores, imágenes, mitos y
representaciones sociales que perpetúan y acomodan relaciones de
dominación, exclusión y sometimiento para que socialmente la
subordinación de las mujeres se
acepte sin cuestionamientos. El objetivo de la violencia simbólica no es otro que hacer «aceptable»
que ciertos esquemas sociales
se vean y sientan como los correctos. Es
una fórmula más que utiliza el sistema patriarcal en el que vivimos y nos desarrollamos como seres
humanos. La «violencia
simbólica», que es muy sutil, subsiste gracias a un
tipo de publicidad, a determinados medios de comunicación y a una forma de
literatura.
La
mujer en los medios de comunicación de masas
Según la Organización de las Naciones
Unidas (ONU), una de cada 4
personas sobre las que se lee o se escucha en
las noticias de medios generalistas es mujer. También la misma organización dice que las mujeres
solo ocupan el 27% de los
puestos de alta dirección en organizaciones de medios de comunicación. Esto
está estrechamente relacionado
con la función que la mujer sigue desempeñando en la sociedad. Son las
mujeres quienes se siguen encargando
de los cuidados, de los hijos e hijas y de las tareas
domésticas a la vez que compaginan estos trabajos con su vida profesional. Demasiadas mujeres
ven cómo su carrera se para en seco cuando deciden ser madres. Y si deciden no serlo, para no tener que
renunciar a su profe-sión o a
su vida laboral, continúan viviendo bajo la presión social que supone el hecho de no dar a luz.
Haga lo que haga, una mujer
siempre lo tendrá casi todo en contra para
realizarse en sociedad.
Decíamos que, casi sin percatarnos,
somos bombardea-dos
constantemente por mensajes subliminales que perpetúan las desigualdades
entre hombres y mujeres. Los medios
juegan un importante papel en este hecho. Una de
las imágenes más habituales en los medios de comunicación audiovisuales es la
de las presentadoras que obedecen a unos determinados cánones de belleza
sociales. Son jóvenes (pocas
superan los 50 años), atractivas y delgadas. Además, en los casos en los que
los informativos son
presentados en pareja, si esta está conformada por un chico y una chica, el presentador será
más mayor que la presentadora
y, desde luego, su imagen no se ajustará necesariamente
a unos estándares de belleza determinados. La imagen de las mujeres
presentadoras de informativos contrasta con la de sus compañeras, las
reporteras, que pueden ser más
maduras y no estar tan sujetas a estas
características, quizás porque su intervención en un informativo de media hora se limita a
aparecer en pantalla unos segundos, al introducir una pieza informativa,
pero sobre las que no recae la
«responsabilidad» de llevar todo
el hilo conductor del programa.
En los informativos deportivos, y
teniendo en cuenta algunas excepciones, es habitual también que los medios de comunicación audiovisuales
dispongan de más periodistas
masculinos. El mensaje subliminal que podemos
entender es que la información deportiva no suele
ser «cosa de mujeres». También el tratamiento que
en estas redacciones se da a las noticias deportivas en las que las
mujeres son protagonistas de victorias importantes es distinto. El
ejemplo más reciente lo tenemos
en el triunfo de la selección española de fútbol femenino,
que ha logrado su primera victoria mundial a principios
de junio de 2019. No se destinan los mismos minutos
a hablar de este hecho que cuando la victoria la
logran los equipos masculinos, y lo comprobamos porque desayunamos y
cenamos con las mismas noticias una
y otra vez.
Los medios de comunicación, tanto en el
ejercicio de sus funciones
como a la hora elaborar mensajes que se transmiten
a la sociedad, están siendo claros a la hora de
decirnos lo que es «correcto». La mujer tiene que estar perfecta siempre, pase lo que pase.
Tener un cuerpo «diez» y ser o, al menos, parecerlo) joven. Se espera de la mujer que sea muy femenina –que use
cierto tipo de complementos y
vestimenta por obligación y no porque ella lo decida libremente-, que no
pierda el tiempo tratando de
cambiar el mundo con ideas tan locas como el
feminismo y discursos alrededor de esta idea. El éxito social de una mujer depende sobre todo de
su belleza, de su saber estar
y comportarse, y menos de su capacidad intelectual
o de sus méritos o trayectoria profesional. Lo más
triste es que en algún momento de conciencia, entre tanto mensaje
subliminal, muchas entendemos que en la actualidad
y a pesar de la teoría, la vida «pública» de las mujeres
toca fin a partir de los 50 años. Esto contrasta con
la de ellos, los profesionales masculinos, que pueden seguir disfrutando de una segunda etapa
haciendo aquello que más les gusta y con la seguridad que los años de experiencia les brinda.
Que nadie se engañe. Luchamos contra los
estereotipos, cierto. Pero todavía, a día de hoy, incluso en algunos medios de información más alternativos, las
apariencias físicas siguen
siendo decisivas para tener hueco.
La
mujer a través de la publicidad. Cosificación
de la mujer: la mujer objeto
Es muy habitual que las multinacionales
recurran al machismo para
promocionarse. Hace algunos años la opinión pública estaba más
acostumbrada a determinados mensajes
publicitarios que fomentaban roles de género y prácticas
machistas. Que ahora nos cuestionemos muchos de
estos mensajes y se organicen campañas contra marcas publicitarias es un
síntoma de que somos personas más críticas y conscientes con la necesidad de
tener una publicidad
responsable y de que la sociedad va avanzando gracias
a los movimientos feministas.
Los anuncios publicitarios en
televisión, por centrarnos en
un medio, pueden darnos algunos ejemplos sobre esto. Los spots
televisivos sobre productos de limpieza siempre eran
protagonizados por mujeres, como encargadas del hogar
y de sus tareas domésticas. En los últimos años estamos empezando a ver a más
hombres protagonizando este tipo
de anuncios, sin duda ante una presión crítica de la ciudadanía consciente de lo que conlleva
emitir estos mensajes a través de los medios de comunicación de masas.
Marcas de perfumes, de comida, de ropa,
videojuegos, etc. han
recurrido a la figura de la «mujer objeto» para promocionar
su productos. Esto debería hacernos reflexionar sobre la estrecha
relación existente entre el capitalismo y el patriarcado, cuando para impulsar
el consumo se elige la
denigración de las mujeres a través de mensajes que
calan en millones de personas.
Hay un tipo de publicidad que es
culpable de promover la idea de «mujer diez» en nuestra sociedad como sinónimo de triunfo, éxito o felicidad. Los
anuncios de productos de
belleza, con los que nos garantizan la «eterna
juventud» o mejorar nuestra apariencia física son
ejemplos de ello. Este tipo de publicidad puede llegar a ser en muchas
ocasiones cruel para las mujeres y
lo peor es que la inmensa mayoría no es consciente de esto. La talla 38 se fija como la talla
y más allá de la misma es
raro, feo, no deseable. Olvidamos que la mayor parte
de las mujeres no usan precisamente esta talla y que
la belleza (algo totalmente subjetivo) no debe establecerse en base a
una idea concreta sobre el aspecto físico
de las personas, sino de acuerdo a un conjunto de actitudes y características personales que
nos hacen únicas como
personas.
La idea de «mujer» que nos imponen desde
determinados anuncios es una dictadura que produce frustración en muchas personas que no se acercarán
jamás a esos cánones de
belleza elegidos como «buenos».
[Texto resumido de artículo publicado
originalmente en versión integral en la revista Libre Pensamiento # 99, Madrid, verano 2019. Número completo
accesible en http://librepensamiento.org/wp-content/uploads/2019/10/LP-N%C2%BA-99-web.pdf.]
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