Revista Ekintza Zuzena
Con esta entrevista realizada al compañero Andrés Cáceres pretendemos acercarnos a la realidad social y política colombiana desde un punto de vista libertario, tratando de abarcar –si bien de forma necesariamente breve e incompleta– ciertos aspectos que muestren la complejidad política de un país inmenso desde hace décadas en un cruento conflicto político social, una de cuyas estaciones ha sido la negociación del proceso de paz que ha llevado a la desmovilización de las FARC. Esto no ha significado, sin embargo, ni el fin de la lucha armada, ni el de las tensiones políticas y la vulneración de los derechos humanos.
Con esta entrevista realizada al compañero Andrés Cáceres pretendemos acercarnos a la realidad social y política colombiana desde un punto de vista libertario, tratando de abarcar –si bien de forma necesariamente breve e incompleta– ciertos aspectos que muestren la complejidad política de un país inmenso desde hace décadas en un cruento conflicto político social, una de cuyas estaciones ha sido la negociación del proceso de paz que ha llevado a la desmovilización de las FARC. Esto no ha significado, sin embargo, ni el fin de la lucha armada, ni el de las tensiones políticas y la vulneración de los derechos humanos.
Ekintza Zuzena: Os agradeceríamos que contextualizaseis la situación política. Explicadnos brevemente qué ha pasado a nivel político, social y económico en Colombia en las últimas dos décadas.
Andrés Cáceres: A modo de contextualización, en las últimas dos décadas, Colombia ha continuado fragmentándose. Los problemas fundacionales de la guerra han subsistido durante más de 50 años, siguen perviviendo. La propiedad latifundista sobre la tierra, la brecha de género, el clasismo y el racismo siguen siendo parte de la estructura que sostiene el Estado que ocupa el territorio colombiano. La inauguración de este último siglo, en Colombia, trae consigo la cristalización de los poderes paramilitares y su llegada al control completo del Estado de la mano de Álvaro Uribe Velez. Un cambio sustancial a nivel político fue la asunción de Juan Manuel Santos al poder al iniciar las negociaciones de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Pero a pesar de la euforia que trajeron, en una buena parte de la sociedad, las conversaciones de paz, el objetivo de Santos era el desarrollo de un capitalismo sin tropiezos, como el que efectivamente generaban las guerrillas; es decir, quería llevar a Colombia a ese nuevo capitalismo tardío que comprende al fenómeno de la gentrificación: air bnb, cervecerías artesanales, Starbucks y Glovo para todo el mundo, literalmente.
A nivel social, a principios de siglo, con la llegada de Uribe al control del Estado, inició una nueva época del terror: sindicalistas, estudiantes, campesinos e indígenas. Nadie, ningún movimiento social quedó a salvo del paramilitarismo ahora más que legitimado. Así como el terror se impuso, la resistencia se impulsó. Lejos de terminar con la resistencia, el paramilitarismo terminó por reavivarla -casi de forma dialéctica- del 2002 al 2010 los movimientos sociales, cualquiera fuera su tipo, salieron a enfrentar esa distopía triunfante. Los movimientos estudiantiles jugaron un papel importante en esa tragedia cotidiana. Fueron los responsables, desde las universidades públicas, de mantener viva la llama del antagonismo.
Por último, a nivel económico, a principio de siglo, las materias primas producidas en Colombia y en toda América Latina, subieron de precio en el mercado internacional. Esto trajo consigo una bonanza económica. Es por esto que a nivel político las FARC representaban un obstáculo infranqueable para los capitales internacionales que, después de firmado el acuerdo de paz, aterrizarían con fuerza en el territorio dominado por el Estado colombiano.
EZ ¿Qué rol geoestratégico juega Colombia en la actualidad? ¿Cuál es su papel regional?
AC: Para nadie es un secreto que Colombia es un territorio estratégico para los Estados Unidos y su modelo imperialista que impone sobre la región latinoamericana. En el presente, ahora que la ultraderecha más feroz se ha hecho de nuevo con el control del Estado, con la crisis política venezolana Colombia representa, por su vecindad geográfica a Venezuela, el lugar desde el cual los Estados Unidos intervienen directamente sobre el país vecino. Esperemos, por el momento, que no sea militarmente.
En general, la región latinoamericana estaba dividida en dos grupos. Por un lado, estaba el grupo del Mercosur creado por los gobiernos, generalmente de izquierda, de Argentina, Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Uruguay; y por el otro lado, estaba el grupo de la Alianza del Pacífico, creado por los gobiernos de derecha e impulsado por los Estados Unidos, conformado por Colombia, México, Perú y Chile. En el presente, ahora que las derechas han recuperado el control del continente, esta división ha dejado de existir, pero hace 15 años eran divisiones bastante marcadas. Es importante saber esto, ya que, si hablamos de roles geoestratégicos, le podemos dar a Colombia una posición política en el mapa.
De hecho, y como dato de color, en Colombia hay, al menos, siete bases militares estadounidenses. Ya están puestos el tablero de ajedrez y las fichas. El escenario geoestratégico no puede ser peor, ni para Colombia ni para Venezuela. No hay un día en el que no se amague con una guerra que tiene un nombre conocido y se llama petróleo.
EZ: Visto desde fuera, Colombia parece un país dividido, con una derecha neoliberal que ha tenido y tiene un fuerte peso sociológico ¿a qué factores respondería esta polarización social?
AC: Visto desde dentro, Colombia no solo parece un país dividido, de hecho lo es. Las diferencias abismales entre el campo y la ciudad son insalvables. Los niveles de desigualdad son verdaderamente alarmantes, realmente superiores a los de otros países de América Latina.
A comienzos del presente siglo, y luego de la bonanza económica producida por el alto precio del café y el petróleo, los paramilitares sirvieron como arma para que los movimientos sociales no pudieran pedir un reparto equitativo de esas riquezas, que fue algo que pasó en mayor o menor medida a lo largo y ancho de América Latina.
En este sentido la iglesia ha jugado un papel fundamental en los conflictos de clase, género y raza. Colombia es un país profundamente religioso, de hecho, fue uno de los pioneros en desarrollar el tema de la teología de la liberación con Camilo Torres y el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Es el campo en el que se juega la legitimidad de las instituciones y representan la base de los dispositivos de disciplinamiento político.
La burguesía, desde pasados los tiempos de la colonia española, ha sabido mantener las estructuras de legitimación del poder ideológicamente, y cuando algo falla en dicha estructura se usan los poderes militares y paramilitares para el restablecimiento del orden. Para dar un ejemplo de lo que ha pasado a nivel sociológico, en Colombia se puede hablar de la campaña victoriosa del No a la paz como un caso paradigmático de análisis. Impulsado desde las iglesias evangélica y católica, el No a la paz triunfó mayoritariamente en las ciudades, que son los territorios que han sufrido el conflicto en menor medida; en cambio en el campo, que son los territorios más afectados, triunfó el Sí a la paz, decidiendo por estos últimos una mayoría demócrata y urbana que no había sufrido el conflicto a gran escala.
EZ: Las FARC han sido la guerrilla más antigua de Latinoamérica ¿qué análisis haríais de su trayectoria hasta la firma de los acuerdos de paz de La Habana y de su devenir posterior?
AC: El 8 de agosto de 2016 en La Habana el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia firmaron un acuerdo de paz para dar fin a uno de los conflictos civiles armados más largos de la historia. Más de 50 años de guerra intestina que se saldaron con miles de muertos en los campos y las ciudades. Para entender la importancia de este acuerdo se tenían que sentar las bases de cuáles fueron las razones que dieron inicio al conflicto.
Las FARC nacieron como una guerrilla, luego de la Conferencia Guerrillera Nacional que fue promovida por el Partido Comunista Colombiano, que exigía una reforma agraria que permitiera a los jornaleros y campesinos asalariados tener en su propiedad tierras para la producción de mercancías. Estos campesinos al no recibir nunca una respuesta efectiva del Estado decidieron organizarse como una guerrilla que, impulsada por el contexto internacional y la ayuda de la Unión Soviética, propugnaba por el comunismo en Colombia. En 1964 nace la guerrilla de las FARC, con el antecedente de la República de Marquetalia en la que grupos campesinos se organizaron para confederarse en una república, que fue atacada y destruida por el Estado colombiano. Después de los sucesos de la República de Marquetalia, las FARC se dispersaron por todo el territorio colombiano llegando a tener casi 50.000 mujeres y hombres en sus filas en el momento de mayor auge.
Durante los años 80 se empiezan las primeras conversaciones de paz entre el gobierno y muchos de los grupos guerrilleros que actuaban en el territorio dominado por el Estado colombiano. No solo la guerrilla de las FARC, sino también el ELN, el Movimiento Armado Quintín Lame, el Ejército Popular de Liberación y el M-19 iniciaron conversaciones de paz, pero por la ausencia de acuerdos entre tantas posturas políticas, ninguno llega a firmar la paz y desmovilizarse. Aunque las FARC junto con otros miembros de otras guerrillas, pudieron crear un partido político, llamado Unión Patriótica; integrantes del ejército, de la policía y de los paramilitares masacraron sistemáticamente alrededor de 5.000 de sus miembros.
Con estos antecedentes, el futuro de las FARC pende de un hilo. El retorno de la ultraderecha en Colombia hace recordar la masacre que sufrieron los integrantes de la Unión Patriótica, y esperemos que no, pero el devenir de la sociedad colombiana no pinta de rosa. Sin embargo, quizá en un futuro puedan generar al menos un movimiento que haga contrapeso al discurso hegemónico que ha sabido sostener la derecha que ha tenido el monopolio del pensamiento popular desde ya largo tiempo.
Solo queda en este punto afirmar que la guerra en Colombia no es de carácter solamente militar sino también social. Es por esto que la firma de un tratado no acabará con la guerra, la guerra es social, definitivamente social.
EZ: ¿Cuál ha sido y es el papel del ELN hasta la actualidad?
AC: La guerra no termina, prueba de ello es la bomba que explotó hace unos meses en un cuartel de formación de la policía en Bogotá. El saldo del atentado, reivindicado por el ELN, es de 21 muertos y 68 heridos; todos ellos policías. Todo esto ocurrió en el marco de las negociaciones de paz que mantenía esta guerrilla con el gobierno de Colombia, en La Habana, Cuba, cortando de esta manera las negociaciones. La guerrilla, al reivindicar el atentado, apela al derecho de guerra, ya que ninguna de las víctimas del mismo era civil, es decir, todas las víctimas del atentado estaban dentro del marco de la guerra y eran participantes activos en ella.
En este punto se puede hablar de una retórica de la violencia, pero también de una violencia de la retórica. La justificación de los atentados es totalmente válida si se la analiza desde el punto de vista del lenguaje, e incluso filosófico, excediendo los límites jurídicos y de legalidad. El sometimiento generado desde las clases dominantes a las clases bajas, ya que en Colombia ni siquiera se puede hablar de una verdadera clase media, es respondido con la misma crueldad con la cual se soporta.
En el presente, ahora que las conversaciones de paz están cortadas, el panorama es el de una guerra de no acabar. Si desde las clases altas no cesa la represión fuertemente violenta es más que seguro que las clases bajas no dejarán nunca las armas; incluso, aunque no existan más grupos guerrilleros la disparidad social se va a ver siempre traducida, al menos, en fenómenos como el de la inseguridad, tan de moda ahora en los discursos de derecha de casi todo el planeta. No debe ser una casualidad.
EZ: ¿Cuál sería el escenario actual de la izquierda social en Colombia? ¿Cómo se ha ido articulando en estos años la lucha de los sectores políticos más radicales (temas, planteamientos, etc.)?
AC: La izquierda social en Colombia, después de la firma de los tratados de paz, está intentando alcanzar posiciones de poder político de forma democrática. Después de estar mucho tiempo fragmentada por discursos pro y anti lucha violenta, la izquierda ha iniciado un proceso de reunificación con base en postulados democráticos. Ahora que las FARC han dejado las armas, asistimos a la creación de bloques de partidos como el Polo democrático (creado por ex-miembros de la guerrilla M-19), las FARC y el Partido Comunista para presentarse a elecciones como un bloque opositor. Estos partidos están logrando la conformación de un discurso común, y ya que siempre han trabajado desde los sectores más desfavorecidos, es más que seguro que sus discursos calarán hondo.
En cambio, desde los sectores más radicales se ha creado un discurso en contra de la deriva democrática que ha llevado a la dejación de las armas por parte de las guerrillas. Estos discursos se articulan, y con toda la razón, con base en las experiencias democráticas pasadas hechas por partidos como el de la Unión Patriótica, de los cuales como lo dije antes, fueron asesinados la mayoría de sus miembros, cerca de 5.000 personas, que se intentaron presentar a elecciones y, por supuesto, nunca lo lograron. Creo necesario escuchar estos discursos con mucha conciencia histórica, ya que en un país en el que las derechas son tan violentas, ya no solo en lo estructural sino también en lo físico, se necesita de algún modo que se levante una voz que diga: ¡acá seguimos!
EZ: Háblanos del movimiento libertario en este periodo (importancia, sectores, grupos, experiencias interesantes, debates significativos, etc.) ¿De qué manera se entronca la realidad indígena y otras cuestiones ligadas a la tierra con las prácticas de los grupos de izquierda-libertarios antiautoritarios?
AC: Primero, me gustaría hacer una aclaración. En Colombia no se puede hablar de un movimiento libertario, ya que nunca ha llegado a tener ni la masividad ni la importancia que sí han tenido los movimientos de izquierda. Hecha esta salvedad sí se puede hablar, concretamente de grupos o experiencias de carácter anarquista, libertario y antiautoritario.
Una investigación llevada adelante por el Centro de Investigación Libertaria y Educación Popular (CILEP) llamada Pasado y presente del anarquismo en Colombia, nos permite rastrear los primeros movimientos de carácter anarcosindicalista que sí pudieron generar un movimiento allá por los años 20.
Los grupos de carácter antiautoritario y libertario se han visto, después de esa experiencia de los años 20, reducidos en importancia y número. La mayoría de las experiencias, aunque existen, son de carácter muy acotado y parecen encerradas en una lógica propia, se ha perdido realmente el contacto con las situaciones coyunturales que se han vivido en el país y con ello los y las comunistas se han ganado el terreno. La existencia, de igual forma, de colectivos esparcidos por todo el país es una constante. Las luchas de los sectores libertarios se suelen dar sobre todo en espacios urbanos y concretamente en las universidades públicas; pero les cuesta mucho hacer propias las demandas de la población en general.
Sin embargo, hay experiencias destacables. La creación de bibliotecas, centros de estudio y de investigación, escuelas populares, huertos urbanos, okupación de casas, editoriales y muchas otras manifestaciones de carácter político-cultural, han sido los campos de desenvolvimiento del ambiente ligado a lo libertario.
En cuanto a la articulación con las realidades indígenas, los sectores libertarios en este mismo momento están siendo parte de la resistencia generada por la Minga indígena del departamento del Cauca, mediante apoyos desde las ciudades. Haciendo marchas y una interesante protesta gráfica, se han invadido las calles de las principales ciudades del país de manifestantes y carteles de protesta. En este momento, los indígenas están en pie de lucha y, quizá por fin, están encontrando eco en todos los movimientos sociales de las zonas urbanas, incluidos los grupos libertarios.
Creo que el reto para todos los sectores antiautoritarios y antiestatistas está dado en cómo articular sus discursos propios, para no autofagocitarse, con las demandas de las poblaciones locales y así aprovechar de las coyunturas que de seguro se darán en un futuro. El futuro es nuestro, pero solo si inclinamos el presente hacia aquello que estamos deseando.
EZ: ¿Cómo se ha concretado la represión estatal en estos años? ¿Cuál ha sido el papel de los grupos paramilitares?
AC: Hacia finales de los años 80 y principios de los 90 se introducen otros nuevos actores en el campo político colombiano. Por un lado, grupos de narcotraficantes que empiezan a ocupar posiciones de poder político, y por otro lado, el nacimiento de grupos paramilitares agrupados bajo el nombre de Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) que desde su nacimiento establecieron como meta la erradicación completa del comunismo, y las y los comunistas, en Colombia. Estos actores fueron y son fundamentales para entender el pasado, el presente, y ojalá que no, el futuro político del país. Con la llegada del narcotráfico a Colombia se abre una guerra a tres frentes de batalla entre el Estado, las guerrillas y los narcotraficantes; estos últimos son los responsables de la creación, junto con los latifundistas, de los llamados grupos de autodefensa o paramilitares. Las AUC son los grupos que se constituyen como elemento de acción creado por la burguesía y los latifundistas del país para hacerle frente a los grupos guerrilleros, pero no solo para eso.
Los paramilitares han sido durante las últimas tres décadas el instrumento favorito de las élites locales para menguar cualquier posibilidad de protesta social. El asesinato de cientos de sindicalistas, maestras y maestros, estudiantes y cualquier tipo de oposición política es el resultado de la participación en la guerra de este grupo de choque contra las poblaciones locales. Financiadas por narcotraficantes, ganaderos, terratenientes, empresas multinacionales, e incluso por altos cargos militares, las Autodefensas continúan siendo, aún hoy, el arma más efectiva para aterrorizar a la población por parte de la extrema derecha. Al menos en el caso colombiano no es que la ultraderecha haya retornado, como sí en el caso brasileño o argentino, es que de Colombia nunca se fueron.
Después del circo mediático creado por el gobierno de Uribe con base en la, más que supuesta, desmovilización de estos grupos que terminaron de entregar las armas el 15 de agosto del 2006, han vuelto a resurgir en el presente. Los asesinatos de líderes sociales a los que les habían sido arrebatadas las tierras por parte de los paramilitares han vuelto a prender las alarmas. Una vez más. La guerra es social, es estructural, está metida en lo más hondo de la sociedad colombiana. Es por ello que la guerra no se terminará más, porque es una guerra de clases, de género, de raza; es una guerra cotidiana.
EZ: La cuestión de la vulneración de los derechos humanos (ej. desplazamientos forzados de población, asesinatos de dirigentes sociales, etc.) parece fundamental dentro del conflicto ¿Cuál ha sido su importancia y cómo se aborda en la actualidad?
AC: Una de las principales causas, y quizá sea la principal, de la guerra en Colombia es la propiedad latifundista sobre la tierra. Las guerrillas que actuaban en el territorio colombiano eran de caracteres distintos: algunas fueron de carácter urbano como el caso del M-19 en el que su rango de acción era mayoritariamente en las principales ciudades del país; sin embargo, en su gran mayoría, las guerrillas fueron de carácter rural, es decir, se desenvolvían siempre en entornos rurales y llevando las reivindicaciones de los campesinos a la acción militar.
Colombia es el país con más desplazados internos en el mundo. Los campesinos y las campesinas expulsados de sus tierras migran a las ciudades huyendo de la violencia, pero en las ciudades tampoco encuentran paz. La violencia estructural a la que están sometidos y sometidas los suelta en una selva de cemento para la que no tienen ninguna preparación, ya que tienen un alto nivel de analfabetismo, y terminan por engrosar las cifras de pobreza en las grandes ciudades del país.
Con la desaparición de las guerrillas del campo, los campesinos se han quedado sin ningún tipo de protección frente a los grupos paramilitares. En el presente se les siguen arrebatando tierras por parte de los latifundistas que ahora tienen via libre, siempre mediante la violencia, para seguir con su accionar frente a los pequeños productores y jornaleros. Lo que pasa en el presente es doblemente trágico, ya que los campesinos a los que hace más de veinte años se les había robado su tierra y habían sido expulsados, pudieron, con las firmas de los tratados de paz, recuperar la tierra. Ahora, con un ventrílocuo de Uribe y los paramilitares en el poder de nuevo, están siendo asesinados quienes hicieron el más que legítimo reclamo de tierras. Primero expulsados, después asesinados.
EZ: ¿Cómo influye la existencia de poderes paralelos al Estado (narcotráfico, paramilitarismo, etc.) a la hora de desarrollar diferentes luchas sociales y de construir un movimiento político alternativo?
AC: Cuando hablamos de luchas sociales y movimientos políticos alternativos, hablamos al mismo tiempo de la posibilidad de pensar un futuro más allá de un presente político profanado y catastrófico. Es decir, es la posibilidad de pensar, de inclinar, el tiempo hacia una configuración diferente a la que están sometidas todo tipo de subjetividades por las estructuras sociales. Es la potencia generativa de pensar más allá de las fronteras del tiempo. Pero ¿es posible pensar en un futuro con la existencia de estos grupos paramilitares y narcotraficantes?
Después de muchas experiencias de masacres de distintos movimientos antagonistas por parte de los grupos paramilitares, no podemos ser ingenuos e ingenuas y descartar su existencia. Pero, por otro lado, los proyectos políticos no deben, ni pueden, estancarse en una conversación dialéctica con las fuerzas represivas, porque de esta manera nunca se podrá proyectar un verdadero futuro diferente al hegemónico. Aunque hay que tener en cuenta la existencia de estos grupos, se hace necesario pensar los proyectos al margen de la configuración ya establecida, pues allí es donde se abre una beta, una brecha, que servirá, a modo de caleidoscopio, para poder ver el futuro pintado de distintos colores.
[Tomado de https://www.nodo50.org/ekintza/2019/una-mirada-sobre-colombia.]
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