Grupo Higinio Carrocera (Asturias)
[Nota previa: El siguiente artículo llegó a la Redacción de El Libertario vía e-mail acompañado de este mensaje del Grupo Higinio Carrocera: "Salud compañerxs. Desde Asturias (España) os hacemos llegar este artículo que hemos elaborado por si fuera de vuestro interés publicarlo. Agradeceros también el buen trabajo periodístico y de difusión del anarquismo que hacéis desde El Libertario. Un fuerte abrazo".]
El postestructuralismo y sus ramificaciones posmodernas y relativistas nacidas al calor de la burguesía académica llevan unos añitos tratando desde la teoría y los despachos universitarios de desmontar lo que durante años han construido hombres y mujeres humildes buscando un modelo social emancipatorio frente al Estado y el sistema capitalista.
[Nota previa: El siguiente artículo llegó a la Redacción de El Libertario vía e-mail acompañado de este mensaje del Grupo Higinio Carrocera: "Salud compañerxs. Desde Asturias (España) os hacemos llegar este artículo que hemos elaborado por si fuera de vuestro interés publicarlo. Agradeceros también el buen trabajo periodístico y de difusión del anarquismo que hacéis desde El Libertario. Un fuerte abrazo".]
El postestructuralismo y sus ramificaciones posmodernas y relativistas nacidas al calor de la burguesía académica llevan unos añitos tratando desde la teoría y los despachos universitarios de desmontar lo que durante años han construido hombres y mujeres humildes buscando un modelo social emancipatorio frente al Estado y el sistema capitalista.
Estos posmodernos que jamás pisaron una barricada, ni sufrieron la represión por defender unos ideales de igualdad y justicia, tratan con toda su artillería academicista de desmontar el anarquismo o, mejor aún, hacerse un anarquismo a su medida y, en base a su relativismo, desintegrar (¿o deconstruir?) lo que para ellos es el gran relato del pensamiento libertario. Su objetivo es hacer un anarquismo sin anarquistas.
Se han escrito numerosos artículos teóricos defendiendo un autocalificado postanarquismo o neoanarquismo que, a la postre, pretende hacer una nueva lectura del anarquismo más ‘actual’, más posmoderna, que supere a “los clásicos”, pobres almas confundidas que beben del ya superado modernismo y del trasnochado cientifismo como el de Kropotkin.
Se trata de un lobby académico integrado por gente que se cree progre, de ideas avanzadas, muy cercana a los núcleos de mando de Podemos (en España) y que se considera heredera reseteada de los teóricos del anarquismo. Afortunadamente sus tesis, publicadas en sus elitistas foros, apenas calan en las masas trabajadoras que, en cualquier caso no entenderían sus códigos pedantes llenos de conceptos que tratan de vaciar de contenido los principios del anarquismo sin los cuales este movimiento, simplemente, dejaría de existir. Claro que quizás sea lo que busquen nuestros amigos.
Uno de estos artículos ‘de fondo’ que trata de hacer un anarquismo más guay y posmoderno es el de Anahí Méndez e Iván Cicchini titulado con el rimbombante ¿Pos-Anarquismo? Reflexiones sobre la emergencia del pensamiento libertario y su influencia en la renovación de las prácticas anarquistas”. ¡Toma ya! []El texto de Méndez y Cicchinni es accesible en https://www.aacademica.org/anahi.mendez/18.pdf].
Méndez y Cicchini, al igual que la mayoría de los autores que citan a pie de página son marxistas renegados que buscan ahora un anarquismo a su medida y vacío. Claro que para ello hay que empezar por renombrar a La Idea y llamarla `posanarquismo’ que no deja de ser un coladero de exmarxistas huérfanos de modelo político y que tratan de meter la cuchara en el anarquismo, cuyos principios no han perdido vigencia y que se han filtrado en los nuevos movimientos sociales. Y por eso ese interés en controlar.
Como no podía de ser de otra manera este texto fue presentado en un congreso académico latinoamericano de Teoría Social en Buenos Aires en 2015. El propio Cichini, defensor del nuevo anarquismo, escribe en un periódico trotskista Frente de Izquierda por lo que ya nos va aclarando un poco las intenciones de este nuevo teórico del ‘anarquismo’.
Parten inicialmente estos autores de una definición del postanarquismo como una nueva versión “sin estructuras maniqueas que condicionan y restringen al anarquismo clásico”. Persigue así decir lo que quieren sobre lo que ellos consideran anarquismo para guardarse las espaldas de las críticas y, en un nuevo esfuerzo relativista, buscar la superación de buenos y malos, como si el pensamiento anarquista pudiera desarrollarse en un mundo en el que hay diversidad, tolerancia y debate, obviando que esta sociedad vive en guerra social entre dos bandos, el de los que detentan el poder y la riqueza (una minoría) y los que sufren, son oprimidos y explotados por dicha minoría.
Pero no nos engañan. La pretensión de estos postanarquistas es sintetizar marxismo y anarquismo, algo que por otro lado no es nada nuevo y ya se ha intentado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia con escaso éxito porque ambas ideologías son antitéticas, como lo son la libertad y la autoridad. De hecho forjan sus bases teóricas partiendo de una pretendida síntesis de nuestros clásicos como Bakunin, Kropotkin o Malatesta con autores que provienen del marxismo, como Foucault, Castoriadis, Deleuze Holloway o el propio Negri, entre otros.
A partir de ahí empiezan a agitar el cóctel en donde utilizan como base o esencia del mismo a nuestros anarquistas y les dan la chispa con el posmodernismo para conseguir nada más y nada menos que el “renacimiento de la teoría libertaria”. Claro que de esta coctelera no puede salir nada ácrata, sino más bien un destilado autoritario o postautoritario con un nombrecito más light como el gramsciano “construcción de una contrahegemonía”.
El anarquismo no busca el poder, pero eso lo obvian estos posmodernos burgueses que lo que pretenden es darle a sus principios hegemonistas y por tanto autoritarios un tinte libertario, ante el descrédito histórico de las teorías marxistas que derivaron en totalitarismos al servicio de castas y burocracias de los partidos comunistas y leninistas. Ahora les da vergüenza y buscan otra carcasa. Claro que ese nuevo contrahegemonismo pseudoanarquista que predican es aún una “tendencia” que parte, nada más y nada menos que de Mayo del 68, aseguran.
Pronto, avanzando en este artículo, se quitan la careta y se hacen transparentes, expresando sin tapujos el porqué de su búsqueda de una nueva ideología a su medida. “Con el agotamiento del marxismo-leninismo y la impotencia que manifiestan tanto el trotskismo como otras variantes del marxismo para presentar una alternativa viable y creíble están emergiendo alternativas en el mundo que progresivamente retoman los postulados libertarios”.
Ignoran estos autores que el anarquismo quiere cambiar la actual sociedad y por eso es un movimiento revolucionario que busca la transformación radical, no un nuevo manifiesto comunista revisado y adaptado y un poco más guay que el de los barbudos Federico y Carlos sustituidos en este caso por Negri y Hardt, donde el Manifiesto Comunista del siglo XXI se llama Imperio.
Muy posmoderno también apelar al uso de herramientas tecnológicas para llegar a la emancipación, como las redes sociales, los móviles o internet que, a su juicio facilitan la “democratización de la información” lo que favorece “la emergencia de nuevas modalidades de resistencia, autoorganización y lucha por la construcción de visiones alternativas del mundo”. Parece que Méndez y Cicchino descubren las formas de lucha usadas, de manera complementaria a otras, desde hace ya algunos años y de manera permanente hasta nuestros días por los anarquistas.
Estos teóricos o gurús creen haber descubierto la luna cuando explican que es necesario hacer confluir a los nuevos movimientos sociales con el anarquismo. Olvidan que dichos movimientos, en gran parte, beben del anarquismo clásico y de sus métodos de organización y lucha, además de compartir sus objetivos de una sociedad autoorganizada y sin Estado y una economía basada en la autogestión y el comunismo libertario.
Claro que a estos posanarquistas no les mola tanto el comunismo libertario como el poder, el entrismo, y la utilización de los movimientos espontáneos de carácter emancipatorio para sus fines partidistas de conquista del Estado. Un caso claro lo tenemos en Podemos, un partido claramente centralista y socialdemócrata que para ser alternativa de otros partidos reformistas manipuló al movimiento 15M para acabar desmovilizándolo a costa de promesas de poder y gobierno. No solo eso, sino que además se quedó con todos los términos clásicos del anarquismo, como la asamblea o el confederalismo vaciándolos de contenido pero añadiéndolos a su fachada posmodernista en donde lo que importa es la cáscara.
No entienden nada de anarquismo Méndez y Cicchini a pesar de pretender ser tan doctos. Bajo su prisma marxista ¿o debo decir posmarxista? creen que los principios libertarios persiguen la “unidad” y la centralidad. Por eso critican la “lógica sectaria” de los libertarios cuando lo correcto según ellos sería el “ensamblaje de los distintos anarquismos”. La esencia del anarquismo está precisamente en su diversidad, en su carácter autónomo y federalista, si se nos permite, en su dispersión por supuesto poco eficaz (como diría Lenin) para la toma del poder. Y ahora ya nos dicen estos salvadores de patrias que el posmodernismo llega para “unificar el movimiento, pero no para mutilarlo”. ¡¡Cómo nos recuerda a los plataformistas de Archinov que buscaban un anarquismo bolchevique centralizado y disciplinado!! Nada nuevo bajo el sol.
Pero no solo los postanarquistas confunden de manera premeditada el panorama del anarquismo sino que además tienen entre sus referentes teóricos a personajes de la talla de Bauman, un sociólogo marxista que formó parte del servicio de inteligencia del Estado polaco (por poner un ejemplo).
Vienen a salvar el anarquismo
Han venido los marxistas fracasados en sus postulados a salvar el anarquismo y claro, como buenos materialistas dialécticos todo lo ven bajo el prisma de las contradicciones que han de ser sintetizadas por una nueva teoría social “que busca ir más allá de los particularismos y dogmatismos ácratas”. Esa teoría social, desde luego será lo que se quiera menos anarquista.
Una teoría social posmoderna que pretende, en base a esta corriente de pensamiento que todo lo invade en la actualidad, que el anarquismo renuncie a sus esencias, es decir las que le conforman como lo que es. Por eso reclaman que el anarquismo se “actualice” y “salga de las paredes de modernidad”. Pero no vamos a hacerlo porque sería renunciar a aquellos ideales de los que nos precedieron en la lucha y que han demostrado que aún están frescos. Y por cierto, muchos de ellos han salido de la “moderna” Revolución Francesa que parió los principios de la igualdad, la libertad y la fraternidad. No queremos actualizarlos porque, al fin y al cabo, no hemos llegado a una sociedad libre, igualitaria y fraterna y por eso seguimos luchando. Somos así de antiguos.
En su retorcida búsqueda de similitudes entre la nueva criatura y el anarquismo, Méndez y Cicchini hacen una lectura sesgada del anarquismo para conseguir que ese acercamiento sea posible. Y entonces su académica precisión científica se va aquí al traste. Así, para estos estudiosos de las ciencias sociales el anarquismo se basa en “la oposición a toda forma de opresión” y entre los medios para lograrlo está “la democracia” (¡horror!, ¿pero no éramos ácratas o neoácratas?). ¿Y el antipoliticismo y antiestatismo?...son solo “otros rasgos” del anarquismo.
Eso sí, a la hora de respaldar y argumentar este nuevo anarquismo democrático destacan que las influencias vienen extramuros del movimiento “provenientes de pensadores ajenos al anarquismo purista”. Es lógico, son autores marxistas (huy perdón, postmarxistas).
El anarquismo, aunque sea post, no existiría sin unos conceptos muy concretos que le dan sustento como son el antiestatismo, el antipoliticismo, el apoyo mutuo, la solidaridad, la autogestión… pero claro, lo más cómodo para quitarse estos elementos esenciales del pensamiento anarquista y encima quedar de molones es decir que los que defienden los mismos son “dogmáticos y ortodoxos”. Es más, se atreven a ironizar sobre los “sagrados principios fundadores”. Pues claro amigos, estamos hablando de anarquismo no de marxismo.
Se sorprenden estos descubridores del nuevo anarquismo que estos principios impregnen movimientos sociales actuales como el zapatismo, las acciones directas contra la globalización, las asambleas multitudinarias, la autogestión obrera en algunas fábricas de Argentina, la creación de zonas autónomas de inspiración ácrata en Exarquía (Grecia), el 15M en España o el Occupy Wall Street en Estados Unidos, el confederalismo democrático de los kurdos... Para estos autores estas manifestaciones provienen del neoanarquismo,. no del anarquismo, cuando la filosofía que inspiran estos movimientos es la de siempre del anarquismo. Quizás es que cuando estos principios ya antiguos en el movimiento libertario se pusieron en práctica nuestros nuevos anarquistas estaban demasiado ocupados en conspirar en los comités centrales de sus organizaciones leininistas y no se enteraron. Estos movimientos sociales actuales maman de la tradición libertaria y no de una teoría neomarxista pergeñada desde la burguesía académica.
Querer atribuir a estos movimientos de carácter revolucionasrio y anarquista un sello postmoderno es vomitivo, aunque no sorprendente, pues el marxismo y ahora el postmarxismo siempre se caracterizó por acaparar y manipular las luchas sociales para su propio beneficio. Es un parasitismo histórico al que ya estamos muy acostumbrados.
Avanzando en el artículo un nuevo párrafo nos da nuevas claves de quiénes están detrás de este proyecto. Lo reproducimos textualmente: “en las universidades el interés por el estudio del anarquismo va avanzando y es de allí de donde emerge la sugerente reflexión post anarquista” dicen. Ninguna propuesta emancipatoria o pretendidamente emancipatoria, máxime cuando se pone el apellido de anarquista surgirá nunca de la Universidad, del poder académico, sino del pueblo y de las clases trabajadoras. Y sí es así, como en este caso, ya nos dice claramente que su génesis es burguesa.
Parasitando métodos
Méndez y Cicchini, además de burlarse de la “gloriosa tradición” anarquista no buscan realmente un anarquismo para el siglo XXI, sino aprovecharse y parasitar los métodos, que no los fines, del movimiento libertario en su propio beneficio. Insisten en salvarnos de nuestras “disputas estériles” para poder “dilucidar” lo que tienen en común lo que ellos llaman neoanarquistas y postanarquistas.
Acaban así inventándose un pseudoanarquismo que parte de teóricos postestructuralistas como Derrida o el propio Bifo, un defensor de las instituciones y del parlamentarismo. Es lógico, por otra parte, que estos sintetizadores busquen acabar con el anarquismo clásico pues en su ADN llevan el antiesencialismo. Y es que cuando se quiere eliminar del anarquismo su esencia, es decir su carácter revolucionario y antiestatista, desaparece el anarquismo.
El análisis de estos militantes ‘posts’ no deja de sorprender y denota, además, un gran desconocimiento del pensamiento anarquista. En base a su postestructuralismo que no deja títere con cabeza parten de que el anarquismo debe ser superado porque es un producto de la sociedad moderna en su etapa de desarrollo industrial. No es cierto. El anarquismo como tal empieza antes de la Revolución Francesa, se desarrolla en la misma y se perfecciona y amplía en la revolución industrial. Pero sus antecedentes se pueden buscar a lo largo de la historia, ya desde los cínicos griegos, como Diógenes de Sínope. Les recomendamos a estos autores que profundicen más en la Revolución Francesa de la mano del gran Kropotkin, cuya magna obra La Gran Revolución, explica cómo, al igual que años después ocurrió con la Revolución Rusa, los elementos más cercanos al anarquismo que buscaban el fin de la propiedad y el reparto justo de la riqueza fueron aniquilados por la burguesía y los bolcehviques respectivamente. Con esta lectura, ambos autores se cercionarán de que el jacobinismo y el vanguardismo fueron siempre de la mano de los marxistas y nunca de los anarquistas. Además incluyen como una objeción para su pretenciosa síntesis con el marxismo los “fuertes contenidos morales” del anarquismo, como si los mismos fueran una rémora para nosotros. Claro que les entendemos por su relativismo posmoderno y también por sus simpatías marxistoides, en donde ya sabemos que el fin justifica los medios. Pero nosotros siempre tratamos de ser muy éticos en la teoría y la acción y tenemos hasta todo un tratado del mismo Kropotkin.
Otro error en su análisis del anarquismo es creer que el Estado como causa principal de la dominación política “era algo muy común en el pensamiento libertario”, cuando junto al anticapitalismo es un elemento esencial. Para los anarquistas el Estado no es el Gobierno y los poderes judicial, ejecutivo y legislativo. El Estado lo impregna todo y sus instituciones son múltiples, también los psiquiátricos, las cárceles y las escuelas.
El caso es que llegados a la parte final del artículo nos resumen estos dos “investigadores” lo que es el postanarquismo. Entonces uno se da cuenta de que los elementos que le dan consistencia y su “gran potencia”son precisamente… ¡los principios anarquistas de toda lavida!: “la autoliberacoón, la prefiguración de un nuevo mundo, las relaciones de poder, la concordancia con medios y fines, la fuerte oposición a todas las formas de autoritarismo..”. Resumiendo, el post anarquismo es el anarquismo pero sin anarquistas que han sido sustituidos con marxistas “abiertos”.
Explican, por último, que aparte de los principios, los métodos y formas de lucha que adquieren los nuevos movimientos sociales son propias del “neo-anarquismo”. Méndez y Cicchini desconocen (o lo obvian para barrer para casa) que la acción directa, la organización asamblearia, la inexistencia de líderes y portavoces, el consenso, el sabotaje… son maneras de actuar del anarquismo de toda la vida y cuya eficacia y frescura en las luchas actuales demuestra que no hacía falta ningún neoanarquismo para salvarnos. Para este viaje no hacían falta estas alforjas.
Soberbia y cinismo (del malo, no del griego), es la lo que caracteriza a estos ‘post’ y ‘neos’, que se quieren quedar con lo que hemos forjado en nuestra heroica historia contra el Poder y la Autoridad. Ahora llegan cuatro profes embebidos de Foucault y declaran pomposamente que tienen la llave para que anarquismo se salve. Rezuman reformismo en su artículo, llegando al atrevimiento de decir perlas como esta: “no hay una distinción fuerte entre luchas reformistas y revolucionarias. Aquí la revolución se entiende como un proceso reflexivo”. Que se lo digan a Bakunin, que hacía la revolución en la barricada, mientras sus contemporáneos Marx y el millonario Engels, su padrino, “reflexionaban” en sus cómodos sillones sobre cómo emancipar a la clase obrera.
Para más inri justifican la existencia de luchar “dentro del sistema” utilizando a la vez “el éxodo, la creación de espacios autónomos y de contrapoder para resistir y avanzar”. ¡Huy, como nos suena a Podemos!.
En definitiva, los academicistas postestructuralistas, ‘neos’ y demás burgueses tratan de invadir nuestro barco echándonos por la borda a los anarquistas y, de paso, nuestras ideas. Hemos de estar alerta de estos acróbatas de palabras y conceptos que persiguen enredar para manipular y controlar los movimientos sociales y populares en los que carecen de presencia.
El postanarquismo es el coladero de los marxistas desplazados o renegados con el único objetivo de seguir controlándolo todo. Como la peste y desde sus cuarteles generales situados en las universidades del mundo tratan de redefinir todo y echar una palada de tierra sobre las luchas de años de sufrimientos, muertes, experiencias revolucionarias, despreciando desde su soberbia burguesa el corpus doctrinal que de abajo arriba se fue forjando y perfeccionando en ateneos, escuelas racionalistas, sindicatos, asambleas, congresos y otros foros donde trabajadores y trabajadoras del mundo fueron forjando unas ideas para poder construir un mundo nuevo.
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