David Placer
La ministra de Prisiones se reúne “en algunas instancias, en persona, con los delincuentes de mayor poder del país”, denunció David Placer en su libro El dictador y sus demonios, que analiza los lazos invisibles entre Sai Baba, Nicolás Maduro, la santería y la violencia de los “pranes”.
“En la Venezuela chavista, el gobierno ha llegado a permear las cárceles, y viceversa“, denunció David Placer, periodista que dejó su país para exiliarse en España en su libro _El dictador y sus demonios_. Se trata de una red favorecida por la ministra de Prisiones de Nicolás Maduro, Iris Varela, que conforman los reclusos que se imponen como líderes, por medio de la violencia, en las cárceles: los pranes.
La ministra de Prisiones se reúne “en algunas instancias, en persona, con los delincuentes de mayor poder del país”, denunció David Placer en su libro El dictador y sus demonios, que analiza los lazos invisibles entre Sai Baba, Nicolás Maduro, la santería y la violencia de los “pranes”.
“En la Venezuela chavista, el gobierno ha llegado a permear las cárceles, y viceversa“, denunció David Placer, periodista que dejó su país para exiliarse en España en su libro _El dictador y sus demonios_. Se trata de una red favorecida por la ministra de Prisiones de Nicolás Maduro, Iris Varela, que conforman los reclusos que se imponen como líderes, por medio de la violencia, en las cárceles: los pranes.
Pran fue, originalmente, un acrónimo. “PRAN: preso rematado, asesino nato“, escribió Placer. “Desde 2010 los pranes han ido ganando mayor poder dentro y fuera de las cárceles de Venezuela“. Se trata de reclusos que imponen las leyes de la prisión, poseen armas y viven con el lujo de un aire acondicionado mientras los demás no tienen siquiera una letrina. “Con la llegada de teléfonos móviles a las cárceles, también comparten su forma de hacer crímenes en las redes sociales. Muestran sus tatuajes orgullosos, sus cadenas de oro, sus cicatrices por navajas o disparos y, por supuesto, el arsenal“, agregó el periodista. “El pranato se ha instalado en las prisiones del país. Y con él Varela se refuerza como la ministra más radical del chavismo”, advirtió.
En dos capítulos de su libro, “El reino de los pranes” y “Salir en libertad cuesta USD 10.000”, Placer explicó el modo por el cual el mismo poder que tiene un templo de santería dentro del Palacio de Miraflores se vuelve menos espiritual al negociar intercambios con los delincuentes más violentos. Los pranes obtienen permisos para salir de la prisión y garantía de impunidad para que puedan delinquir desde la cárcel, a cambio de que sean “controladores de manifestaciones” y “una red de defensa en el caso de que Maduro sea depuesto por una revuelta popular”. También una fuente de ingresos.
Penales como infiernos
Para los presos sin poder o influencia, los penales venezolanos son una forma del infierno. Es raro el día en que no mueran algunos, “por una palabra mal dicha o por una deuda”; en celdas repletas, también la muerte es la solución del problema: “El hacinamiento se resuelve a tiros”. Las cárceles venezolanas son un infierno para todos sus habitantes, excepto para los pranes.
Con armas blancas de fabricación casera y pegamento comercial para maderas y plásticos, pega loka, “aprenden a auto curarse los disparos en el pie o las puñaladas en un costado del abdomen”. Esos ataques son el castigo cotidiano por el “bicheteo”: el incumplimiento, “por desconocimiento o descuido, de las leyes impuestas por las verdaderas autoridades del penal: los pranes“.
Este gobernante máximo tiene una corte de ayudantes, “los presos que están montados en el ‘carro’ y gozan de completa libertad e impunidad dentro del recinto“. Pero esos cooperantes son, también, un peligro del cual es necesario cuidarse: “Cada vez que un pran es asesinado por otro delincuente en la cárcel para adquirir su poder y ocupar su puesto, la noticia corre por todos los penales: ‘Lo bajaron del carro'”.
El pran tiene servicio doméstico: limpieza, cocina y retiro de cadáveres, todo a cargo de otros presos reducidos a servidumbre. Y no sólo es la máxima autoridad entre los detenidos: “También puede ser el jefe de los policías que lo custodian, el que permite que los oficiales lleguen a fin de mes con los sobornos y las comisiones“.
Su influencia trasciende los muros de la cárcel, indica El dictador y sus demonios. Placer habló con el hijo de uno de los portavoces del pranato: figuras que negocian con las autoridades y que “conocen dónde se depositan los pagos de los presos y a qué representantes del gobierno terminan beneficiando”.
"Ese pago termina en la alta jerarquía del chavismo, en el entorno de ls propia ministra Iris Varela" le dijo esa fuente.
Un ex funcionario de una cárcel del estado de Miranda lo dio por cierto: “Eso lo sabe todo el mundo. Cada semana un funcionario del gobierno venía a recoger su parte de la ‘causa’“.
Pago o muerte: la “causa”
Además de su función como creadores de las leyes internas, los pranes son autoridad impositiva: recaudan una cuota semanal, la “causa”. No pagarla conlleva desde lesiones hasta la muerte. “La causa forma parte del sistema económico que mantiene el negocio millonario de las cárceles, que se ha disparado en los últimos 20 años. Es el ingreso económico del ‘carro'”, escribió Placer. “A su vez los miembros del carro tienen que pagar una parte a los policías que controlan las adyacencias del penal“. También los vendedores de café, de tortas y de drogas pagan por su actividad un porcentaje “que asigna el pran a su antojo”.
¿De dónde sale el dinero para la causa? Muchos familiares lo aportan, para mantener a su ser querido con vida; otros tienen un gallo de pelea o delinquen desde su celda. Un pran entrevistado para El dictador y sus demonios, El Chino, administra una red de venta de artículos en el mercado negro: sus agentes los compran subsidiados y los venden a precios exorbitantes en las calles. “Si hay crisis allá afuera, imagínese aquí dentro”, se justificó.
Parte del dinero de la causa que no llega directamente a los funcionarios del ejecutivo se deriva al judicial: un pran, condenado a 23 años por homicidio, explicó a Placer que sus abogados contactaron a jueces y fiscales y que el precio que piden por su libertad es de USD 10.000. Las tarifas, según el libro, son de USD 100 a USD 200 por delitos menores y ascienden con la gravedad. “No importa si eres culpable o inocente”, garantizó el pran. Otro detenido relató lo mismo: “Hay 12 jueces en los tribunales donde ha caído mi caso. Todos aceptan plata, menos dos: dos mujeres. Y he tenido la mala suerte de que mi caso tocó con una de ellas”.
La relación entre Varela y los pranes
Al sur de la báse aérea donde Hugo Chávez lanzó el golpe del 4 febrero de 1992, en Maracay, “se encuentra el mayor centro del poder del pranato”: la cárcel de Tocorón. Allí, sostuvo Placer, “se pueden encontrar las razones por las cuales el sistema de pranes y la cultura de la delincuencia organizada se han extendido como un virus letal en el país”.
Según el periodista, tiene plantaciones de marihuana, campo de golf y piscina. El pran Wilmer Brizuela quiso una discoteca, y la hizo, avalado por sus altos contactos: “Para nadie era un secreto la estrecha amistad entre Wilmito y la ministra de prisiones, Iris Varela,quienes se fotografiaron en varias ocasiones en la cárcel y en una premiación de actividades deportivas del recinto penitenciario”. También gozaba de autorización ministerial para salir del complejo.
Varela, afirma El dictador y sus demonios, dice trabajar “para eliminar a las mafias de delincuentes que gobiernan impunemente en las cárceles” pero, al mismo tiempo, sostiene que no existen: “Para mí, dentro de los centros penitenciarios no hay pranes. Todos son privados de libertad. No reconozco el rango a ninguno”. Cuatro años más tarde de esa declaración de 2013, anunció “que el gobierno venezolano había erradicado a los pranesde las cárceles”.
Placer detalló que Varela se reúne “en algunas instancias, en persona, con los delincuentes de mayor poder del país”, y que su ministerio tiene “contactos permanentes con los líderes de las cárceles”, mediante el portavoz del pran y los emisarios de la ministra, como Wilmer Apóstol, su mano derecha. En 2017 se filtró un diálogo entre ella y él, sobre una solicitud de un alto pran que quería el traslado de 700 detenidos en comisarías a cárceles. La ministra pasó un mal momento pero, lejos de desmentir el audio, responsabilizó al ex ministro del Interior Miguel Rodríguez Torres por haberlo difundido.
Las cárceles venezolanas están en una situación crítica
Aunque Varela muestra un puñado de cárceles pintadas con reclusos alimentados y uniformados, en las reales, menos instagrameables, “los presos han logrado ser realmente libres”. Detalló Placer: “Salen y entran. Organizan la industria criminal y pactan sus condiciones de vida con el gobierno. Iris Varela los ha liberado de los grilletes y las esposas y los ha convertido en una nueva secta“.
En más de una ocasión Varela dijo que, si una potencia extranjera amenaza a Venezuela, los reclusos serían “los encargados de hacer justicia en las calles”. Y el 23 de febrero de 2019, cuando llegaba la ayuda humanitaria solicitada por Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional y mandatario interino del país reconocido internacionalmente, el equipo de la ministra Varela “difundió un video en el que un grupo de presos prometía máxima lealtad al gobierno de Nicolás Maduro y a la revolución bolivariana”. Ella se dirigía a la frontera con Colombia, parte del operativo que impidió la entrada de alimentos y medicamentos.
Un sistema de protección
Por último, los pranes ofrecen protección dentro de la cárcel a cambio de un precio. Jesús Alemán, dirigente estudiantil detenido en la penitenciaría de Acarigua por haber participado en las marchas estudiantiles contra Maduro en 2014, contó su caso para el libro. “El día que llegó a la cárcel estaba aterrorizado por la nueva vida que le esperaba en el recinto mugriento, lleno de montañas de basura y donde un día normal pueden morir asesinados uno o dos presos. Capturado por organizar protestas contra el gobierno, había pasado algunos días de torturas, pero sabía que esa cárcel podía ser mucho peor“, escribió Placer.
Los agentes del SEBIN no lo querían dejar simplemente: debían entregarlo al director. Su oficina, sin embargo, estaba vacía. “En esa cárcel no había ninguna autoridad“, recordó Alemán. Entonces se le acercó un recluso, “que se movía con soltura y seguridad” y gesticulaba como un rapero:
—Chamo, ven, entra.
El autor reprodujo el diálogo que fungió de ingreso formal ante la ausencia del director del penal:
—¿Tú fuiste vigilante? ¿Pagaste el servicio [militar]?
—No, yo vengo como preso político.
—Entonces pasa.
Aunque el SEBIN quería exigir que Alemán fuera a la zona donde habitan los llamados “desechables” y “manchados” —los adictos muy dañados por el consumo de sustancias tóxicas y los reducidos a servidumbre— la ubicación del joven la decidió el pran. El director había dejado el ingreso a su cargo: la familia de Alemán había pagado a los pranes para que lo recibieran bien y la autoridad oficial no tenía nada que decir sobre él.
"Ese pago termina en la alta jerarquía del chavismo, en el entorno de ls propia ministra Iris Varela" le dijo esa fuente.
Un ex funcionario de una cárcel del estado de Miranda lo dio por cierto: “Eso lo sabe todo el mundo. Cada semana un funcionario del gobierno venía a recoger su parte de la ‘causa’“.
Pago o muerte: la “causa”
Además de su función como creadores de las leyes internas, los pranes son autoridad impositiva: recaudan una cuota semanal, la “causa”. No pagarla conlleva desde lesiones hasta la muerte. “La causa forma parte del sistema económico que mantiene el negocio millonario de las cárceles, que se ha disparado en los últimos 20 años. Es el ingreso económico del ‘carro'”, escribió Placer. “A su vez los miembros del carro tienen que pagar una parte a los policías que controlan las adyacencias del penal“. También los vendedores de café, de tortas y de drogas pagan por su actividad un porcentaje “que asigna el pran a su antojo”.
¿De dónde sale el dinero para la causa? Muchos familiares lo aportan, para mantener a su ser querido con vida; otros tienen un gallo de pelea o delinquen desde su celda. Un pran entrevistado para El dictador y sus demonios, El Chino, administra una red de venta de artículos en el mercado negro: sus agentes los compran subsidiados y los venden a precios exorbitantes en las calles. “Si hay crisis allá afuera, imagínese aquí dentro”, se justificó.
Parte del dinero de la causa que no llega directamente a los funcionarios del ejecutivo se deriva al judicial: un pran, condenado a 23 años por homicidio, explicó a Placer que sus abogados contactaron a jueces y fiscales y que el precio que piden por su libertad es de USD 10.000. Las tarifas, según el libro, son de USD 100 a USD 200 por delitos menores y ascienden con la gravedad. “No importa si eres culpable o inocente”, garantizó el pran. Otro detenido relató lo mismo: “Hay 12 jueces en los tribunales donde ha caído mi caso. Todos aceptan plata, menos dos: dos mujeres. Y he tenido la mala suerte de que mi caso tocó con una de ellas”.
La relación entre Varela y los pranes
Al sur de la báse aérea donde Hugo Chávez lanzó el golpe del 4 febrero de 1992, en Maracay, “se encuentra el mayor centro del poder del pranato”: la cárcel de Tocorón. Allí, sostuvo Placer, “se pueden encontrar las razones por las cuales el sistema de pranes y la cultura de la delincuencia organizada se han extendido como un virus letal en el país”.
Según el periodista, tiene plantaciones de marihuana, campo de golf y piscina. El pran Wilmer Brizuela quiso una discoteca, y la hizo, avalado por sus altos contactos: “Para nadie era un secreto la estrecha amistad entre Wilmito y la ministra de prisiones, Iris Varela,quienes se fotografiaron en varias ocasiones en la cárcel y en una premiación de actividades deportivas del recinto penitenciario”. También gozaba de autorización ministerial para salir del complejo.
Varela, afirma El dictador y sus demonios, dice trabajar “para eliminar a las mafias de delincuentes que gobiernan impunemente en las cárceles” pero, al mismo tiempo, sostiene que no existen: “Para mí, dentro de los centros penitenciarios no hay pranes. Todos son privados de libertad. No reconozco el rango a ninguno”. Cuatro años más tarde de esa declaración de 2013, anunció “que el gobierno venezolano había erradicado a los pranesde las cárceles”.
Placer detalló que Varela se reúne “en algunas instancias, en persona, con los delincuentes de mayor poder del país”, y que su ministerio tiene “contactos permanentes con los líderes de las cárceles”, mediante el portavoz del pran y los emisarios de la ministra, como Wilmer Apóstol, su mano derecha. En 2017 se filtró un diálogo entre ella y él, sobre una solicitud de un alto pran que quería el traslado de 700 detenidos en comisarías a cárceles. La ministra pasó un mal momento pero, lejos de desmentir el audio, responsabilizó al ex ministro del Interior Miguel Rodríguez Torres por haberlo difundido.
Las cárceles venezolanas están en una situación crítica
Aunque Varela muestra un puñado de cárceles pintadas con reclusos alimentados y uniformados, en las reales, menos instagrameables, “los presos han logrado ser realmente libres”. Detalló Placer: “Salen y entran. Organizan la industria criminal y pactan sus condiciones de vida con el gobierno. Iris Varela los ha liberado de los grilletes y las esposas y los ha convertido en una nueva secta“.
En más de una ocasión Varela dijo que, si una potencia extranjera amenaza a Venezuela, los reclusos serían “los encargados de hacer justicia en las calles”. Y el 23 de febrero de 2019, cuando llegaba la ayuda humanitaria solicitada por Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional y mandatario interino del país reconocido internacionalmente, el equipo de la ministra Varela “difundió un video en el que un grupo de presos prometía máxima lealtad al gobierno de Nicolás Maduro y a la revolución bolivariana”. Ella se dirigía a la frontera con Colombia, parte del operativo que impidió la entrada de alimentos y medicamentos.
Un sistema de protección
Por último, los pranes ofrecen protección dentro de la cárcel a cambio de un precio. Jesús Alemán, dirigente estudiantil detenido en la penitenciaría de Acarigua por haber participado en las marchas estudiantiles contra Maduro en 2014, contó su caso para el libro. “El día que llegó a la cárcel estaba aterrorizado por la nueva vida que le esperaba en el recinto mugriento, lleno de montañas de basura y donde un día normal pueden morir asesinados uno o dos presos. Capturado por organizar protestas contra el gobierno, había pasado algunos días de torturas, pero sabía que esa cárcel podía ser mucho peor“, escribió Placer.
Los agentes del SEBIN no lo querían dejar simplemente: debían entregarlo al director. Su oficina, sin embargo, estaba vacía. “En esa cárcel no había ninguna autoridad“, recordó Alemán. Entonces se le acercó un recluso, “que se movía con soltura y seguridad” y gesticulaba como un rapero:
—Chamo, ven, entra.
El autor reprodujo el diálogo que fungió de ingreso formal ante la ausencia del director del penal:
—¿Tú fuiste vigilante? ¿Pagaste el servicio [militar]?
—No, yo vengo como preso político.
—Entonces pasa.
Aunque el SEBIN quería exigir que Alemán fuera a la zona donde habitan los llamados “desechables” y “manchados” —los adictos muy dañados por el consumo de sustancias tóxicas y los reducidos a servidumbre— la ubicación del joven la decidió el pran. El director había dejado el ingreso a su cargo: la familia de Alemán había pagado a los pranes para que lo recibieran bien y la autoridad oficial no tenía nada que decir sobre él.
[Versión resumuda de post publicado en http://rupturaorg.blogspot.com/2019/08/de-sai-baba-los-pranes-el.html.]
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