Ángel Arias
Ni corto ni perezoso, al desatarse el escándalo de Cúcuta, Maduro y su gobierno tomaron la ofensiva de la denuncia, posicionando frases como #GuaidoLadron y #JuanitoAlimanaYSus40Ladrones. Es un acto del ya acostumbrado descaro y mayúscula desfachatez de quienes nos gobiernan. Si algo queda marcado en el balance del chavismo es haber propiciado uno de los más grandes y voraces –quizás el más- festín de corrupción de la historia nacional. Corruptelas que coparon los más variados espacios del Estado y del manejo de los recursos, con unos volúmenes tan brutales, que están en el centro de muchas de las calamidades del país.
Baste recordar no más algunos casos emblemáticos: como “Pudreval”, la descomposición de miles y miles de toneladas de comidas por los sucios negocios con la comida subsidiada para el pueblo; miles de millones de dólares en cualquier cantidad de obras que nunca se terminaron (tercer puente sobre el Orinoco, segundo puente sobre el Lago de Maracaibo, ferrocarril Tinaco-Anaco, tren Guarenas-Guatire, siderúrgica Abreu E Lima, empresa Pulpaca, EPS Fábrica de tubo, etc., etc.); los US$ 20 mil millones que se fueron en “empresas de maletín” solo en un año (2012); el colapso del sistema eléctrico nacional producto, entre otras cosas, de años y años de gigantescas corruptelas con obras pagadas y nunca concretadas (la represa de Tocoma, el parque eólico de La Guajira, etc.), fraudes con la compra de maquinarias y equipos; quiebra de decenas de empresas estatales por esas corruptelas, incluyendo el desangramiento de PDVSA; y un largo etcétera.
Ni corto ni perezoso, al desatarse el escándalo de Cúcuta, Maduro y su gobierno tomaron la ofensiva de la denuncia, posicionando frases como #GuaidoLadron y #JuanitoAlimanaYSus40Ladrones. Es un acto del ya acostumbrado descaro y mayúscula desfachatez de quienes nos gobiernan. Si algo queda marcado en el balance del chavismo es haber propiciado uno de los más grandes y voraces –quizás el más- festín de corrupción de la historia nacional. Corruptelas que coparon los más variados espacios del Estado y del manejo de los recursos, con unos volúmenes tan brutales, que están en el centro de muchas de las calamidades del país.
Baste recordar no más algunos casos emblemáticos: como “Pudreval”, la descomposición de miles y miles de toneladas de comidas por los sucios negocios con la comida subsidiada para el pueblo; miles de millones de dólares en cualquier cantidad de obras que nunca se terminaron (tercer puente sobre el Orinoco, segundo puente sobre el Lago de Maracaibo, ferrocarril Tinaco-Anaco, tren Guarenas-Guatire, siderúrgica Abreu E Lima, empresa Pulpaca, EPS Fábrica de tubo, etc., etc.); los US$ 20 mil millones que se fueron en “empresas de maletín” solo en un año (2012); el colapso del sistema eléctrico nacional producto, entre otras cosas, de años y años de gigantescas corruptelas con obras pagadas y nunca concretadas (la represa de Tocoma, el parque eólico de La Guajira, etc.), fraudes con la compra de maquinarias y equipos; quiebra de decenas de empresas estatales por esas corruptelas, incluyendo el desangramiento de PDVSA; y un largo etcétera.
Lo peor del descaro de Maduro y Cía es que de los innumerables casos prácticamente en ninguno hay juicios ni culpables condenados -¡a menos que pasen a oponerse al gobierno!-, y al contrario muchos son premiados y reincidentes.
Venezuela fue uno de los países donde Odebrecht pagó mayores cantidades de sobornos, donde dejó la mayor cantidad de obras sin terminar y donde pagó campañas electorales (tanto del gobierno como de la oposición)… y es el único país de América Latina donde no hay juicios por esto.
Ninguno merece más que el repudio del pueblo venezolano
La verdad es que por donde se mire, tanto en el gobierno como en la oposición de derecha lo que hay son políticos profesionales para quienes la administración de los recursos públicos es fuente de enriquecimiento, de negocios y de desarrollo de su respectivas cohortes de “enchufados”.
La derecha, que ha hecho de la denuncia a la corrupción una de sus banderas, muestra crudamente sus costuras, como dijimos: no es gobierno y ya roba. Más pérfido cuanto que en buena medida obtienen recursos en nombre de los padecimientos que aquí tenemos, y ya vemos cómo les sirve para hacer proselitismo político o para despilfarrar en lujos y entretenimiento afuera, mientras el pueblo venezolano emigra en condiciones terribles y soportando campañas y ataques xenofóbicos.
El chavismo, que subió al poder enarbolando la crítica a la descarada corrupción del puntofijismo, no hizo sino dar continuidad a la historia de corruptelas de los regímenes burgueses que se han turnado en la administración de la renta petrolera. Esta “nueva” derecha representada por Guaidó, López, Voluntad Popular y Primero Justicia, que no deja de ser a su manera heredera del puntofijismo, solo quiere sustituir al chavismo para montarse en el carro de esta deplorable “tradicional nacional” con la renta.
Todo esto no hace sino reafirmar la necesidad de que la clase trabajadora y los sectores populares den la espalda a estos políticos patronales (y corruptos) que se disputan el control del país, y forjar una alternativa propia. Dotarse de una política propia, con independencia de clase, para hacer pesar sus demandas y sus intereses, en la perspectiva de aspirar un gobierno propio de los trabajadores y el pueblo pobre.
[Extraído de texto más extensa accesible en https://www.laizquierdadiario.com.ve/Entre-el-escandalo-de-corrupcion-de-los-enviados-de-Guaido-y-la-podredumbre-del-gobierno.]
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