Élisée Shevek
En estos días me he visto intercambiando pareceres con dos opiniones diferentes a propósito del pensamiento anarquista y su relación con la disciplina.
Por un lado, un compañero anarquista sostenía que debíamos oponernos a toda forma de disciplina, que defender lo contrario es propio de autoritarios o de borregos. Por otro lado, una compañera que no se considera anarquista decía que una de las deficiencias más importantes del quehacer libertario se debe a su rechazo acrítico a toda forma de autoridad y disciplina, aún aquella mínima y necesaria para la organización política revolucionaria. Para el primero, el anarquismo aborrece toda forma de autoridad y disciplina y hace un llamado permanente a los espíritus libres, evitando todo compromiso más o menos prolongado y férreo con la coordinación social, con la organización política e incluso (esto ya en casos extremos de individualismo) con la sociedad humana entendida como un cuerpo político con estructuras institucionales más o menos sólidas. Para la segunda, el anarquismo es por naturaleza incapaz de toda coordinación eficiente para derrotar la alianza Capital-Estado al tiempo que construye un nuevo ordenamiento social debido a que se opone a toda forma de disciplina, de orden, de autoridad, de organización social y política.
En estos días me he visto intercambiando pareceres con dos opiniones diferentes a propósito del pensamiento anarquista y su relación con la disciplina.
Por un lado, un compañero anarquista sostenía que debíamos oponernos a toda forma de disciplina, que defender lo contrario es propio de autoritarios o de borregos. Por otro lado, una compañera que no se considera anarquista decía que una de las deficiencias más importantes del quehacer libertario se debe a su rechazo acrítico a toda forma de autoridad y disciplina, aún aquella mínima y necesaria para la organización política revolucionaria. Para el primero, el anarquismo aborrece toda forma de autoridad y disciplina y hace un llamado permanente a los espíritus libres, evitando todo compromiso más o menos prolongado y férreo con la coordinación social, con la organización política e incluso (esto ya en casos extremos de individualismo) con la sociedad humana entendida como un cuerpo político con estructuras institucionales más o menos sólidas. Para la segunda, el anarquismo es por naturaleza incapaz de toda coordinación eficiente para derrotar la alianza Capital-Estado al tiempo que construye un nuevo ordenamiento social debido a que se opone a toda forma de disciplina, de orden, de autoridad, de organización social y política.
Desde mi punto de vista, ambas posturas están dialogando entre sí en términos equivalentes y parece ser un intercambio válido. Es decir, el muchacho anarquista parece representar el “anarquismo” y la muchacha responde a sus postulados (a los del “anarquismo”) con bastante lógica y razón. Sin embargo, desde lo teórico, considero que ambas personas están equivocadas o entienden por disciplina y autoridad dos cosas diferentes.
A propósito de esta discusión, comparto algunas ideas de Bakunin que pueden servir para reflexionar al respecto.
Bakunin y la disciplina: dos caras de la moneda
Nos disculpamos por la extensión de las citas, pero es necesario para comprender los distintos aspectos que Bakunin señala sobre la cuestión que nos ocupa.
En una carta que le envía el revolucionario ruso a Zamfir Arbore en 1873, dice: “…nuestro propósito: realizar la fraternidad de las personas a la que queremos llegar mediante una disciplina libremente consentida, y no mediante la disciplina que la sociedad presente impone sobre la persona humana (…) para romper con aquella disciplina que despersonaliza al individuo“.
La disciplina que se impone verticalmente sobre la persona humana es propia de la sociedad presente. Es decir que esta forma de la disciplina es histórica y transitoria, no es parte de la naturaleza humana ni es intrínseca a toda forma de organización social. Este aspecto es importante porque tira por la borda todas las teorías esencialistas al respecto y permite pensar en las potencialidades naturales de la humanidad para construir formas alternativas y libertarias de organización social.
Pero lo importante del fragmento anterior es que Bakunin, claramente, diferencia dos tipos de disciplina. Una deseable, por ser compatible con la fraternidad y la libertad socialista; la otra indeseable, por ser contraria a los principios de la fraternidad y de la libertad socialista. En un caso, la disciplina es libremente consentida: nace del acuerdo, del diálogo, de la organización. En el otro, en cambio, la disciplina se impone sobre la persona humana y despersonaliza al individuo: lo sujeta y lo aliena de sí.
“Siendo un apasionado amante de la libertad, confieso desconfiar mucho de quienes tienen siempre la palabra disciplina en los labios. Resulta extremadamente peligrosa, especialmente en Francia, donde la mayor parte del tiempo disciplina significa despotismo por una parte, y automatismo por la otra“.
Para Bakunin, la disciplina autoritaria, como forma específica e histórica de la sociedad presente, tiene dos caras: la coerción y el automatismo. La coerción, siempre más violenta, evidente, explícita, es bien conocida. Es la represión policial, es la detención, es el castigo, es la militarización. En cambio el automatismo se relaciona con lo que Étienne de La Boétie llamaba la servidumbre voluntaria, con esas formas más sutiles e impersonales de dominación y de sometimiento. Bakunin, poniendo eje en el automatismo, en la despersonalización de la persona humana y en la costumbre al orden dominante, se anticipa, si se quiere, a lo que será la disciplina como técnica de dominación en autores más cercanos a nuestro tiempo, como Michel Foucault.
La disciplina compatible con la libertad, ¿una contradicción?
No es muy difícil encontrar ejemplos prácticos de esta disciplina compatible con la libertad a la que se refiere Bakunin. Podríamos pensar en la autodisciplina que se impone a sí mismo un estudiante que valora el conocimiento, un deportista que se sacrifica para mejorar día a día o un militante social que hace un esfuerzo por formarse o por organizar las tareas en un barrio movido por un sentimiento auténtico de solidaridad.
Pero cuando se está refiriendo a la disciplina para realizar la fraternidad (fraternidad es solidaridad, es igualdad) sugiere una forma específica de disciplina: aquella disciplina necesaria en la coordinación social, en la organización. Es una forma de la disciplina que tensiona a favor de la igualdad; entendida la igualdad, en clave anarquista, como un conjunto de relaciones sociales que se orientan hacia la no-jerarquía, la no-dominación y la no-explotación. Es una disciplina que, bajo esas condiciones y relaciones, se orienta a eliminar, a bloquear la disciplina autoritaria, jerárquica, verticalista, alienante.
Esto puede apreciarse con mayor claridad en El imperio Knuto-germánico y la revolución social (1870), donde sostiene que:
“Siendo hostil, como soy, a todo cuanto se denomina disciplina en Francia, admito a pesar de ello que un cierto tipo de disciplina, una disciplina no automática sino voluntaria y consciente, perfectamente acorde con la libertad de los individuos, es y será siempre necesaria donde un gran número de ellos, libremente unidos, emprendan cualquier tipo de trabajo o acción colectiva. Bajo tales condiciones, la disciplina es simplemente la coordinación voluntaria y consciente de todos los esfuerzos individuales hacia una meta común”.
Como vemos aquí, el tipo de disciplina compatible con el proyecto anarquista es aquel que no se automatiza ni se impone, es aquel que nace de la conciencia y de la voluntad de las personas en sociedad. Esta disciplina necesaria y saludable que Bakunin emparenta con los esfuerzos individuales voluntarios y conscientes que se coordinan para alcanzar una meta común es lo que a veces llamamos responsabilidad o compromiso (con lo colectivo, con la comunidad, con la organización social a la cual pertenecemos).
Cuando en una asamblea horizontal se decide una meta común y todos los individuos se dividen y coordinan tareas específicas de forma voluntaria y consciente entonces lo que sigue es un acuerdo de responsabilidad, es compromiso, es disciplina. Esta disciplina, como vemos, es a la vez autodisciplina, porque tiene como condición necesaria la conciencia, el libre examen y la voluntad.
Como sostiene Luigi Fabbri (véase Revolución no es dictadura, pag. 120):
“La libertad es la guía y la norma de conducta del anarquismo en su desenvolvimiento interno. Este repudia el concepto de disciplina cerrada y coercitiva a la que desea ver sustituida por la disciplina moral y voluntaria, por el libre consentimiento recíproco“.
Por eso el socialismo anarquista no es contrario al orden, no es contrario a la organización. Sostener lo contrario es defender una postura individualista para nada antagónica a las relaciones sociales mercantiles del capitalismo y que además alimenta los titulares de los diarios burgueses con premisas que son ajenas al más extendido anarquismo histórico.
La disciplina libertaria como método revolucionario
Para el revolucionario ruso esto implica construir una nueva conciencia, una nueva orientación vital de la sociedad, una nueva manera de relacionarnos como individuos en comunidad. Claro que para Bakunin esta transformación de la disciplina que se impone violentamente y que se automatiza alienando a la persona humana no se da en el vacío, sino que es parte del sistema ideológico dominante y de las relaciones sociales propias de la formación histórico-social del momento determinado en que escribe sus líneas (recordemos que en nuestras citas habla de sociedad presente, de Francia y de despotismo). Si comprendemos el pensamiento de Mijail Bakunin y continuamos esta lógica de razonamiento se sigue que para construir nuevas relaciones humanas compatibles con esa cierta disciplina necesaria allí donde un gran número de individuos, unidos libremente, emprendan cualquier tipo de trabajo o acción colectiva es condición insoslayable transformar las condiciones reales de existencia, las estructuras fundamentales de la sociedad.
No basta con construir pequeños grupos de afinidad aislados donde se pongan en práctica esas nuevas relaciones sociales, es necesario que esas nuevas relaciones, esa autodisciplina propia de la ética anarquista se vuelva una herramienta de transformación social. La libertad individual o la asociación de los egoístas se queda en esos límites, pero el socialismo busca una transformación radical de la sociedad y de sus relaciones sociales-materiales. La libertad, para Mijail Bakunin es colectiva en tanto:
“…no soy verdaderamente libre más que cuando todos lo seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad de otro, lejos de ser un límite o la negación de mi libertad, es al contrario su condición necesaria y su confirmación“.
De esta manera el pensador ruso se opone a la concepción liberal de la libertad, oponiéndole una concepción socialista de la libertad.
Por esto es que, discutiendo con quienes asocian necesariamente las palabras organización y responsabilidad con autoritarismo, dice Bakunin (véase La organización de la Internacional, 1871):
“A quien pretenda que una acción así organizada de las masas es un atentado a la libertad de esas masas, una tentativa de crear un nuevo poder autoritario, respondemos que o es un sofista o un tonto. Peor para quienes ignoran la ley natural y social de la solidaridad humana, hasta el punto de imaginarse que la independencia mutua absoluta de los individuos y de las masas es una cosa posible“.
Es que en un sistema que se basa en la explotación del capital, en la jerarquía estatalista, en el patriarcado y en las múltiples formas distintas de dominación se exige como contrapartida y como condición necesaria la disciplina del explotado, del sometido; en este sistema es casi imposible pensar en una disciplina compatible con la libertad y la igualdad.
Es por esto que para avanzar hacia la emancipación, hacia la construcción del socialismo libertario, para luchar por una revolución social que subvierta esas relaciones sociales que configuran una sociedad disciplinaria y autoritaria será necesario organizarse y actuar estratégicamente en consecuencia. Dice Bakunin:
“En el momento de la acción, en el seno de una lucha, los papeles se distribuyen espontáneamente de acuerdo con las actitudes de cada uno, evaluadas y enjuiciadas por el conjunto; algunos dirigen y mandan, mientras otros ejecutan las órdenes. Pero no hay funciones fijas y petrificadas, nada se vincula irrevocablemente a una persona. No existe el orden y el escalafón jerárquico, por lo cual el dirigente de ayer puede transformarse en el subordinado de hoy. Nadie se eleva sobre los demás, y si así sucede durante algún tiempo, es solo para volver después a su antigua posición, como retornan siempre las olas del mar al saludable nivel de la igualdad”.
Conclusión
A manera de conclusión señalamos la necesidad de re-pensar las nociones de disciplina y de autoridad a la luz de la producción teórica-histórica del socialismo libertario. No se trata de negar toda disciplina o autoridad per se, sino de aclarar desde qué definiciones y criterios estamos hablando. Como sostenía Mijail Bakunin, no es lo mismo la autoridad de un zapatero, a la que decido escuchar y obedecer libre y conscientemente porque considero que sabe más sobre su oficio que yo, que la autoridad de un capitalista o de un policía que viene a partirme la cabeza en una protesta social. De la misma manera, no es lo mismo la disciplina entendida como imposición jerárquica, como coacción o sometimiento que la autodisciplina o la disciplina voluntaria y consciente a la que se refiere Bakunin como compatible y como necesaria para la construcción de nueva sociedad, más libre, igual y solidaria.
Discutir con seriedad estas cuestiones está lejos de ser una tontería o un tema de segundo orden; por el contrario, es de suma importancia para el programa y la actividad en nuestras organizaciones, tan desorientadas y atomizadas en la actualidad.
Esperamos que se comprenda hacia dónde vamos con estas palabras.
[Tomado de https://bakuninvive.wordpress.com/2019/05/24/la-disciplina-en-bakunin-una-aproximacion.]
Interesantísimo artículo, muy bien planteado. Para mi la disciplina es crucial si queremos que el movimiento avance. Creo que la falta total de disciplina, y de compromiso también, está directamente relacionada con la corriente posmodernista e individualista que impera hoy día.
ResponderEliminarSalud!