I.- Fabrizio De André: la libertad y el compromiso
Alfredo
Fabrizio de André, también conocido como
“Faber”(Génova, 1940 - Milán, 1999), fue uno de los mejores cantautores del mundo,
un avanzado en su tiempo, el artífice de un nuevo concepto musical que unió el
sonido racial de la música popular italiana con el profundo respeto a la
libertad creativa; y todo entrelazado con una defensa a ultranza de la justicia
social. Por eso y sólo con eso ya debería ser un referente a nivel mundial,
después de años y años sigue siendo un perfecto desconocido fuera de su Italia
natal.
Conocí su música hace muchos años, quizá
en el 83/84, gracias a un amigo anarquista que me habló de un cantante italiano
que tenía la capacidad de transmitir sensaciones nuevas con aires románticos, y
todo ello aderezado con unos textos combativos, revolucionarios, libertarios.
Entre lo que Ernesto me contó de su vida y las primeras canciones que escuché,
su música me enganchó.
Fabrizio de André nació en Génova en el
año 1940, el 18 de febrero, en una familia de la burguesía regional. Desde
jovencito se sintió atraído por la música, por lo que empezó a estudiar violín
con sólo seis años y, posteriormente, guitarra y piano. Sus primeros años de
colegial se caracterizaron por un comportamiento díscolo y rebelde, con
continuos enfrentamientos con los profesores del colegio religioso en el que
pasó sus primeros cursos. Medio impuesto por su familia, muy conservadora y tradicional,
estudió las carreras de Literatura y Medicina, además de Derecho, en la
Universidad de Génova. Ninguna de estas materias le hizo olvidar su verdadera
vocación: la música.
Empezó a componer y a interpretar sus
propias canciones en el año 1961. En ese mismo año publicó sus dos primero
vinilos: “Nuvole barocche” y “E fu la notte”. A raíz de esos primeros trabajos,
Fabrizio de André se labró una imagen y un gran prestigio como músico de culto,
con una enorme capacidad para mezclar los temas más racialmente italianos con
las canciones protesta de los cantautores franceses, sobre todo después del
“Mayo del 68”. Las letras de sus composiciones alternan la denuncia social,
desde una perspectiva anarquista, con otras de índole más poética, incluso de marcado
romanticismo.
La vertiente más combativa de este
maravilloso ser humano quedó reflejada en sus continuas batallas a favor de los
más desprotegidos. Fueron famosas sus luchas por los derechos de los
inmigrantes, homosexuales y prostitutas. También fue un gran defensor de las
diversidades culturales y las mezclas de las culturas mediterráneas, en los dos
litorales, el europeo con el norteafricana. Buen reflejo de esto son sus
canciones “Bocca di Rosa”, “Via del campo” o “Il pescatore”, un compendio de sonidos
de inconfundible sello multicultural. Obviamente, como gran defensor de la
cultura de base latina, también lo fue de las músicas interpretadas en las
lenguas o dialectos de su Italia natal: el genovés, el sardo, etc.
Su trabajo más racial, el más cercano a
la música mediterránea más popular, la más profunda y al mismo tiempo más
sentimental, “Crêuza de mä” (1984), lo hizo en colaboración con el gran Mauro
Pagani. En algunos de las canciones de este disco, si cierras los ojos y abres
los sentidos a la sensibilidad que emana, podrías percibir el ruido de las
olas, las voces de los pescadores y las pescantinas, los sonidos del viento
entre las montañas corsas… es un maravilloso ejemplo de música para el corazón
(y para el cuerpo).
Su álbum más combativo, “Storia di un
impiegato” (1973), fue el trabajo de referencia para toda una generación de
cantautores europeos. Se podría decir que hubo un antes y un después de este
maravilloso disco. El tema principal de este álbum gira alrededor de la figura
de un empleado frustrado que tras observar el poco éxito obtenido en las
revueltas estudiantiles del “Mayo del 68”, decide pasar a la lucha usan el
terrorismo social. Las canciones incluidas en este disco tratan sobre las
luchas de los poderes fácticos, las injusticias de los tribunales de justicia,
la violencia de estado… y poniendo como contrapunto, las luchas individuales
con el único arma que tiene un individuo: la autodefensa. En uno de los temas
de este dicos, "Canzone del maggio", se repite machaconamente una
frase dirigida como arma contra el poder establecido: "per quanto voi vi
credete assolti, siete per sempre coinvolti" (“aunque os creáis absueltos,
estáis para siempre involucrados”, en español). Aún hoy, "Canzone del
maggio" se usa en Italia como himno en todas las luchas obreras y
sindicales.
En su dilatada carrera, Fabrizio de
André colaboró con multitud de artistas italianos (inconmensurables sus
actuaciones en compañía de la PFM - Premiata Forneria Marconi), franceses,
árabes, algún español (María del Mar Bonet, Raimon, por ejemplo), etc., pero no
exclusivamente en composiciones musicales: también intervino en colaboraciones
literarias (el libro “Un destino ridicolo”, con Alessandro Gennari), guiones y
bandas sonoras de películas (“Il cantico dei drogati”, de Franceso de Gregori),
etc. Fabrizio tuvo dos hijos: Cristiano, con su primera mujer, y Luisa
Vittoria, con Dori Ghezzi. Ambos son cantantes y ambos actuaron con su padre en
sus últimos conciertos.
Durante el tour de su último disco,
“Anime salve”, se le diagnosticó un cáncer de pulmón (era fumador empedernido,
siempre con un pitillo entre los dedos), lo que lo obligó a interrumpir sus
conciertos. El día de su entierro, delante de las más de 10.000 persona que le
acompañaron en su último viaje, se envolvió su cuerpo en la bandera anarquista
mientras se cantaba la “"Canzone del maggio" entre los llantos y el
dolor por la irreparable pérdida de un luchador libertario. Hasta el mismo día
de su muerte hizo lo que siempre quiso y vivió como siempre deseó vivir, sin
dejar de componer y regalar al mundo lo que mejor sabía hacer: escribir
maravillosas letras, componer increíbles sonidos.
De su inspiración y trabajo nos quedaron
14 (25, incluyendo grabaciones en directo) obras maestras de la historia de la
música, catorce monumentos sonoros y poéticos que debería ser catalogados
como Patrimonio de la Humanidad,
reflejos de una forma de ver la vida totalmente distinta a la que nos tiene
acostumbrado el ‘stablishmen’ musical.
II.- Los caminos de bosque de Fabrizio De André
Álvaro
Alonso
Tanto la vida como la obra de Fabrizio
De André son de una riqueza intimidante. La voz grave y baritonal del cantautor
es adictiva, mil veces más hermosa que la de Dylan y con una cantidad de
matices que Cohen no podría ni haber soñado tener. Las composiciones de
Fabrizio De André se prolongan varias décadas en un torbellino de creatividad
que parece no tener fin. Uno descubre una canción, y queda prendado, luego
otra, y otra más, y como le ocurriera a Unamuno con Kierkegaard, que le hizo
sentarse a aprender el danés, aquel que se adentra en el universo de “Faber”,
como era conocido por sus convecinos, no puede dejar de sentarse a estudiar esa
lengua tan moderna y tan joven como es el italiano, raro idioma inventado tras
la revolución garibaldiana y que unificó la, digamos, “bota de babel” plagada
de dialectos de la península itálica. De todas formas Fabrizio siempre defendió
los dialectos: «En una nación joven como Italia los dialectos son
indispensables. Representan un deseo de identificación en las propias raíces
que se hace más fuerte cuanto más se difunde la idea de una megaestatalización
europea. Además, el italiano, si no se viese nutrido de las frases idiomáticas,
devendría un lenguaje adecuado solamente para vender patatas o litigar en los
tribunales».
Fabrizio De André se ha mantenido en los
márgenes de la popularidad, incluso en la época de la canción de autor cuando
del otro lado de los Pirineos llegaba el mensaje de Jacques Brel, Brassens,
Aznavour, etc. y de Italia solo parecía encontrar eco Celentano, la gran voz de
Mina o los ganadores en el Festival de San Remo.
Fabrizio de André fue un caso
excepcional, un hombre capaz de incorporar elementos tan diversos como
Baudelaire, el folk norteamericano, la herencia musical popular mediterránea,
los evangelios apócrifos, el cine de Fellini, las canciones de Brassens -sobre
todo-, en un cóctel creativo lleno de honestidad que elevaba la canción al
nivel de la mejor poesía. En los tiempos en que la poesía era un arma. Fabrizio
es considerado hoy más un poeta que canta que un cantante sin más.
Nacido en Génova un 18 de febrero de
1940, Fabrizio estudia en la Universidad con el objetivo de ser abogado al
tiempo que se forma en su vocación musical tocando jazz y estudiando guitarra y
violín. Como él ha reconocido, «hubiera terminado siendo un abogado si no fuera
porque Mina se fijó en un tema mío, “La canzone di Marinella”, convirtiéndola
en un éxito». A raíz del eco desorbitado de dicha canción, que narra la
historia de la muerte de una prostituta, en la inigualable voz de Mina, nace un
nuevo Fabrizio De André, que vuelca a partir de 1968 todos sus esfuerzos en la
composición.
En Génova se va generando una escuela de
canción de autor, con Gino Paoli, Bindi, Lauzi y, sobre todo, Luigi Tenco. La
noche del suicidio de Tenco en el Festival de San Remo, Fabrizio de André
escribirá en un folio la impresionante «Preghiera in Gennaio», una canción
heroica que ha sido comparada con el «Who By Fire» de Leonard Cohen.
Las canciones de Fabrizio De André
pivotan sobre dos ejes interconectados: el amor y sus variantes, así la
«Ballata dell´amore cieco», irónica alegoría del eterno femenino; o «La canzone
dell´amore perduto», preciosa adaptación de la pieza en Re mayor de Telemann.
La belleza dramática deja paso a la canción protesta en «La guerra di Piero»,
de estilo claramente dylaniano; o «Bocca di rosa», letra que parece salida de
una novela de Émile Zola. En la delicada «Amore che vieni, amore che vai» el
tema fabriziano por excelencia alcanza su punto álgido. Otro italiano, con una
mucho mayor fortuna en España, como es Franco Battiato, ha reconocido estar en
deuda con las baladas de Fabrizio De André, hasta el punto no poder dejar de
incluir dos de sus mejores canciones en su disco Fleurs de 1999 junto a otras
de The Rolling Stones, Brel, Endrigo y Aznavour.
Los dos primeros discos de Fabrizio De
André son sencillamente fabulosos. En particular el segundo, Tutti Morimmo A
Stento, un LP conceptual que supone un viaje a través de la desolación humana
donde la voz de Fabrizio viene arropada por la orquesta filarmónica de Roma
dirigida por Reverberi. En la «Ballata degli impiccati», pieza central de la
obra, el recitado de Fabrizio parece provenir de una habitación en penumbra,
donde los versos, a veces sarcásticos, no evitan hablar del rencor que anima a
unas criaturas míticas de su invención.
Fabrizio De André prosiguió una carrera
prolífica, publicando un disco al año, que dará lugar a grandes obras como La
Buona Novella, inspirada en los evangelios apócrifos o Non al denaro, non
all´amore ne´al cielo, donde se encuentra una de sus canciones más bonitas, «Un
malato del cuore».
Con “La storia di un impiegato”, su
álbum más controvertido, Fabrizio recibe la crítica de la derecha y de la
izquierda marxista italianas, que por diversos motivos reniegan de un punto de
vista que lo sitúa en un lugar político donde lo que impera es la capacidad del
individuo, sin necesidad de tener quienes dirijan el propio destino.
En 1974 publicará “Canzoni”, un álbum de
versiones de temas de Cohen -«Suzanne», «Giovanna d´Arco»-, de Bob Dylan
-«Desolation Row» convertida en la bellísima «Via della povertá»-, o de nuevo Brassens -«Le passanti»-, rindiendo
cuentas con algunos de sus admirados compañeros de viaje. De André volverá a
versionear a Dylan en el disco Rimini de 1978, con la excepcional «Romance in
Durango» y otras canciones que recuerdan lo mejor de su primer disco, como
«Andrea» o «Sally». Ya unos años antes, en 1975, había comenzado su
colaboración con otro gran compositor italiano, Francesco de Gregori, en Volume
VIII, donde la retórica fantástica de Fabrizio se complementa con el
cosmopolitismo de Francesco. Se publica, como colofón a este fantástico periodo
en la vida de Fabrizio, el doble disco en directo acompañado de la banda de
rock progresivo italiana PFM (Premiata Forneria Marconi), que supone una
especie de resolución de toda su etapa artística precedente.
En 1979 Fabrizio De André y su compañera
Dori Guezi viven una experiencia dramática al sufrir un secuestro en la isla de
Cerdeña, donde habían fijado su residencia. El secuestro duró cuatro meses. De
tal experiencia se nutriría su disco sin título conocido como L´Indiano, que se
abre en su cara B con la fabulosa «Hotel Supramonte». A partir de entonces la
carrera de Fabrizio De André se hace mucho más irregular, aunque le da tiempo a
grabar dos espléndidos álbumes, Creuza de ma, en colaboración con Mauro Pagani
y escrito íntegramente en genovés, que recibió encendidos elogios de David
Byrne, y la que puede considerarse su brillante despedida y compendio último de
su talento, Anime Salve, de 1996. Un disco de sabores diversos, encuentros y
sugerencias.
Un 11 de enero de 1999 moría Fabrizio De
André en un hospital de Milán. Fue trasladado a su Génova natal, donde una
multitud desolada de todas las edades y condiciones abarrotaron las calles
durante el funeral para aplaudirle literalmente y darle su último adiós. La
canción italiana no ha vuelto a llegar ni de lejos a la altura del genovés
universal y su manera siempre brillante de salir de las encrucijadas que nos
plantea la vida. Como dejó escrito Cesare G. Romana, «para Fabrizio no hay
esperanza en el hombre, sino en el amor que vence al odio, en la caridad que
vence el rencor, y la injusticia. En él encontramos la piedad de quien conoce
el dolor y quien conoce los errores, abriendo la puerta del rescate. La
felicidad no nace de la riqueza ni del poder, sino del placer de donar. Y que
la muerte es temible solo para quien no ha sabido abrirse, en vida, a la
compasión». Siempre Faber.
[Tomado de https://abcblogs.abc.es/musica-para-la-nasa/artistas/los-caminos-de-bosque-de-fabrizio-de-andre.html.]
III.- Para oír las canciones de Fabrizio
De André, ir a https://www.letras.com/fabrizio-de-andre/. También allí
están las letras en italiano y se puede solicitar el envío por e-mail de la
traducción al castellano.
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