Capi Vidal
El
concepto de religión es posible que surja tal y como lo conocemos en un contexto
judeo-cristiano, y ahí es donde más se reflexiona sobre él. Sin embargo, habría
que preguntarse qué entendemos exactamente por religión desde el ateísmo y la
libertad intelectual.
William
Alston menciona las siguientes características que dan lugar a la religión: (1)
creencia en seres sobrenaturales; (2) diferenciación entre objetos sagrados y objeto
profanos; (3) actos rituales relacionados con los objetos sagrados; (4) un código
moral sancionado por los dioses; (5) sentimientos religiosos característicos
(temor reverencial, sensación de misterio, sentimientos de culpa, adoración),
idealmente relacionados con dioses, que suelen aflorar en presencia de los objetos
sagrados y durante el ritual; (6) oraciones y otras forma de comunicación con
los dioses; (7) una visión o idea general del mundo holística que incluye al
individuo, y que acaba justificando la idea de que el mundo cumple un propósito
general (en el que, obviamente, está incluido el propio individuo); (8) una
organización más o menos completa de la vida basada en esa visión del mundo;
(9) un grupo social unido por la trascendencia.
No
hay que ver estos rasgos como suficientes para dar lugar a una religión, pero me
parece una buena serie que contribuye a precisar lo que podemos entender como una
religión. El catolicismo romano y el judaísmo ortodoxo constituyen los paradigmas
de lo que entendemos como una religión, aunque por supuesto existen muchas
otras formas que tal vez no lleguen a cumplir los requisitos de esa lista. En algunas
formas de budismo, por ejemplo, la creencia en seres sobrenaturales no existe
no no es importante, por lo que se complica algo la cosa. Digamos que podemos establecer
las características mencionadas, para luego precisar y delimitar en numerosos
casos. Naturalmente, el ateísmo no es una religión, ya que no se cumplen varios
de esos requisitos, todos relacionados con entes sobrenaturales.
Otros
autores, como Monroy Beardsley y Elizabeth Beardsley, amplian el horizonte de
lo que se considera religión y consideran como tal a las religiones antiguas y
a las de las sociedades carentes de escritura; según esta perspectiva, no se podría
definir religión en términos de creencia en Dios o en el alma, ya que no todas comparten
esas creencias.
Lo
que se propone en este caso son una serie de interrogantes básicos en torno a la
religión: ¿cuáles son las características fundamentales de los seres humanos y los
principales problemas a los que se enfrentan?; ¿qué características de la
realidad no-humana son las más importantes para la vida humana?; ¿cómo deberían
vivir los hombres teniendo en cuenta la naturaleza del ser humano y del
universo?; teniendo en cuenta las respuestas dadas a las tres preguntas
anteriores, ¿qué desarrollaría y daría a los hombres una mejor comprensión de
la naturaleza de la realidad humana y no-humana y les ayudaría a intentar hacer
realidad un ideal de vida humana?; ¿qué método o métodos deberíamos usar para
responder a las preguntas anteriores?
Podemos
considerar las dos primeras preguntas metafísicas, la tercera y la cuarta, éticas,
y la quinta, epistemológica. En cualquier caso, todas las preguntas están íntimamente
relacionadas. Responder a alguna de esas preguntas, puede entenderse que es
entrar al menos en el terreno de la religión, por lo que el ateísmo empieza a decir
ya mucho en esta perspectiva, que es no solo intelectual, sino fundamentalmente
práctica y emocional.
Es
más, puede decirse que existen creencias, prácticas y actitudes interrelacionadas,
que entran dentro de esas especificaciones, y no por ello se consideran religiones.
Estaremos de acuerdo en que, dejando la tradición a un lado, los límites del
término religión se amplían o se diluyen, según el caso. Por ejemplo, el humanismo,
aunque suficientemente amplio, podría responder a esas especificaciones.
En
el caso de ideologías, como puede ser el comunismo marxista, la cosa se complica
soberanamente, pero podría entrar también en la definición. En cualquier caso,
tal y como se ha afirmado de manera pobre y reduccionista, no toda ideología
entra necesariamente en esos límites establecidos.
El
anarquismo, aunque inmensamente preocupado por el plano humano, intelectual,
práctico y afectivo, jamás podría ser calificado simplemente como religioso;
aunque en algunos casos a nivel histórico se haya ocupado seguramente de los interrogantes
tradicionales, siendo recibido como es lógico por personas desarrolladas en un
contexto netamente religioso, pero ampliando el horizonte para la razón y para
la ética, y negando cualquier verdad trascendental.
De
forma obvia, el ateísmo no es una religión, al no organizar a un conjunto de personas
con unos mismos rasgos identitatarios. Incluso, hay quien ha criticado este
asunto, reclamando tal vez dicha organización para que haga frente al inconmensurable
poder de la religión institucionalizada.
El
ateísmo no puede realizar ese cometido, por la sencilla razón de que no es una
religión: tanto un ateísmo negativo o débil, la no creencia en seres
sobrenaturales, como un ateísmo positivo y combativo, donde se niega estrictamente
a la deidad, no pueden considerarse de tal modo. El análisis siempre interesante
de algunas (supuestas) religiones ateas, como es el caso del jainismo, de
algunas variantes del budismo y del confucionismo, lo dejaremos para mejor ocasión.
Respecto
a la pregunta de si el ateísmo es contrario a la religión, o incompatible con ella,
la existencia de esas religiones ateas (aunque, muy matizable el asunto de que
lo sean en sentido estricto, ante la imposibilidad de precisar con satisfacción
los límites de lo que consideramos religión) complica el asunto.
Lo
que sí debe resultar nítido, al menos desde la perspectiva del que subscribe,
es que el ateísmo abre la puerta a la libertad intelectual (y, por extensión, a
todo ámbito práctico y afectivo de la existencia humana). Es obvio que el ateo
se opone al monoteísmo (recordaremos, que la noción de ateísmo nace de forma
efectiva en la modernidad), a la subordinación a una entidad benevolente,
omnisciente y omnipotente (ya nos hemos ocupado en diversas ocasiones de la
demostración de la imposibilidad lógica de esas características).
Eso
no quita que se puedan admirar algunos de las rasgos que recogen las tradiciones
religiosas, como pueden ser algunas cuestiones morales, pero siempre aceptando
que su nacimiento y desarrollo se han realizado en un plano humano y social.
Muchas actitudes y prácticas derivadas de creencias pueden ser encomiables,
pero ello no justifica ni legitima a la propia creencia.
Por
supuesto, los ateos no obedecen a una misma práctica ni actitud, ni en lo ético
ni en lo estético, pero lo que sí podemos dilucidar es cómo el ateísmo ayuda a
una mejor práctica intelectual, política y moral, y por supuesto a ser libres.
[Artículo
originalmente publicado en el periódico anarquista Siglo XXI # 45, Madrid, abril 2019. Número completo accesible en https://drive.google.com/file/d/1xQ04pOZH4nqbhlXbDd9VPDZhiyzSeJIc/view.]
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