Isabel Guerrero
La Unión Eléctrica de Cuba (UNE), una empresa del Estado antillano, replicó en el sector de energía la relación que en otros ámbitos establecieron, bajo el nombre de cooperación bilateral, las revoluciones castrista y chavista: Venezuela ponía la plata y Cuba los productos y servicios de los que con frecuencia solo era intermediario en vez de productor. Pero en este caso el trato incluía que Caracas también financiara la compra de productos y servicios que hacían falta en la isla para reconstruir su propio y devastado sistema eléctrico. Más de 3.000 asesores cubanos desembarcaron para intervenir el suministro de electricidad desde obras que hoy no producen ni un vatio, como Planta Centro, o instalar grupos electrógenos que debían aportar ocho por ciento de la luz en Venezuela, mientras enriquecían a proveedores de otros países como Eslovaquia.
Cuando en 2004 el presidente Hugo Chávez firmó los acuerdos-marco de cooperación energética con su par de La Habana, Fidel Castro, se abrió para la isla caribeña un frente de negocios en el que la Unión Nacional Eléctrica (UNE, por sus siglas, corporación estatal adscrita al Ministerio de Energía y Minas de Cuba) se convirtió en un socio forzoso en la provisión de equipos y know-how para el servicio eléctrico de Venezuela, hoy entre los más ruinosos del hemisferio occidental.
La Unión Eléctrica de Cuba (UNE), una empresa del Estado antillano, replicó en el sector de energía la relación que en otros ámbitos establecieron, bajo el nombre de cooperación bilateral, las revoluciones castrista y chavista: Venezuela ponía la plata y Cuba los productos y servicios de los que con frecuencia solo era intermediario en vez de productor. Pero en este caso el trato incluía que Caracas también financiara la compra de productos y servicios que hacían falta en la isla para reconstruir su propio y devastado sistema eléctrico. Más de 3.000 asesores cubanos desembarcaron para intervenir el suministro de electricidad desde obras que hoy no producen ni un vatio, como Planta Centro, o instalar grupos electrógenos que debían aportar ocho por ciento de la luz en Venezuela, mientras enriquecían a proveedores de otros países como Eslovaquia.
Cuando en 2004 el presidente Hugo Chávez firmó los acuerdos-marco de cooperación energética con su par de La Habana, Fidel Castro, se abrió para la isla caribeña un frente de negocios en el que la Unión Nacional Eléctrica (UNE, por sus siglas, corporación estatal adscrita al Ministerio de Energía y Minas de Cuba) se convirtió en un socio forzoso en la provisión de equipos y know-how para el servicio eléctrico de Venezuela, hoy entre los más ruinosos del hemisferio occidental.
Desde consultorías especializadas hasta la compra de tecnología, la UNE fue el gran intermediario con empresas de otros países -entre ellos, en lugar destacado, Eslovaquia- que dejaban en el camino cientos de miles de dólares en las arcas cubanas con las contrataciones de obras, productos y servicios ofrecidos a Venezuela. La UNE incluyó, a través de su entramado de empresas filiales, la más costosa asesoría para recomendar a proveedores en lo que terminó siendo el fracaso de la expansión de la industria eléctrica nacional prometida por el gobierno chavista.
Paradójicamente ese mismo año la isla había sido azotada por los huracanes, lo que dejó en el mínimo su escasa estructura eléctrica y también condicionó muchos de los negocios que le propuso a Venezuela. De allí en adelante, lo que necesitaba Cuba para la recuperación de su entramado eléctrico también terminaba comprándolo Venezuela.
En la práctica, el operador privilegiado de esta trama de negocios fue Energoimport, una de las quince empresas que se agrupan en el holding de UNE. Energoimport está a cargo de la compra en mercados internacionales de los llamados “grupos electrógenos” -grandes generadores eléctricos por motores de combustión interna-, que no se producen en la isla pero constituyen la columna vertebral de su sistema de producción de energía. En cambio, en Venezuela, cuyo sistema descansa en las producciones termoeléctrica y, sobre todo, hidroeléctrica, se trataba de algo más o menos exótico. Sin embargo, durante los últimos 20 años, Energoimport compró grupos electrógenos a pedido su principal cliente, Venezuela.
La misma Venezuela que contaba con uno de los más poderosos complejos hidroeléctricos del continente americano terminó comprando desde la estatal Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec), y a través de la filial de la cubana UNE, generadores eléctricos a fabricantes europeos como Scania (Suecia), MTU (Alemania), Guascor (España); SDMO (Francia), Volvo (Suecia) y CYMASA (España), por casi ocho millones de dólares solo entre 2003 y 2014, según el último informe de la Comisión Mixta para el Estudio de la Crisis Eléctrica de la Asamblea Nacional, dominada por la oposición desde enero de 2016.
Todo a través de intermediación cubana y con los que la isla prometió que se generarían 1.500 megavatios en toda Venezuela (alrededor de ocho por ciento de la generación eléctrica nacional), equivalente a lo que solían consumir las grandes empresas básicas productoras de hierro y aluminio al sur del país, y más de lo que instaló la cuestionada empresa privada Derwick, la de los llamados bolichicos, entre 2008 y 2011, que debía aportar cerca de seis por ciento de la producción.
Pero eso es solo un abrebocas, porque los cubanos no solo se limitaron a vender fierros en calidad de intermediarios. En el marco de asesorías técnicas, los asesores cubanos recomendaban lo que era bueno para Venezuela a pesar de que, con frecuencia, ello contrariaba lo que los ingenieros venezolanos de la industria eléctrica nacional opinaban. Todo se ejecutó como un programa paralelo de generación distribuida que no estaba incluido en el Plan de Desarrollo Eléctrico Nacional 2005-2024.
[Tomado de https://rctv.com/news/armando-info-un-enchufe-que-la-une-con-cuba-le-saco-luz-y-dinero-a-venezuela.]
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