Agencias
Protegida del rudo sol del mediodía en la tienda que ahora llama hogar, María Moreno llora al recordar cómo ella y sus seis hijos huyeron de su natal Venezuela hace un mes hacia la ciudad fronteriza de Maicao, en el norte de Colombia. “Hubo tres días que mis hijos se quedaron sin absolutamente nada”, dijo mientras amamantaba a su bebé de siete meses en un campamento dirigido por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
El campamento, el único de su clase en Colombia, se inauguró en marzo en un intento por proporcionar algún refugio para el creciente número de venezolanos que huyen de una crisis humanitaria en su país. Moreno y sus hijos, entre 7 meses y 10 años de edad, pueden permanecer aquí seis semanas.
Protegida del rudo sol del mediodía en la tienda que ahora llama hogar, María Moreno llora al recordar cómo ella y sus seis hijos huyeron de su natal Venezuela hace un mes hacia la ciudad fronteriza de Maicao, en el norte de Colombia. “Hubo tres días que mis hijos se quedaron sin absolutamente nada”, dijo mientras amamantaba a su bebé de siete meses en un campamento dirigido por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
El campamento, el único de su clase en Colombia, se inauguró en marzo en un intento por proporcionar algún refugio para el creciente número de venezolanos que huyen de una crisis humanitaria en su país. Moreno y sus hijos, entre 7 meses y 10 años de edad, pueden permanecer aquí seis semanas.
La hiperinflación ha puesto los alimentos básicos y los medicamentos fuera del alcance de la mayoría de los ciudadanos de Venezuela y las Naciones Unidas estiman que aproximadamente una cuarta parte de los 30 millones de habitantes del país petrolero necesitan asistencia humanitaria. Aunque más de 1,2 millones de venezolanos han huido a Colombia, el país ha tratado de evitar la formación de campamentos por temor a que puedan atraer a más inmigrantes y a una lenta integración en la sociedad colombiana. Pero la presión del gobierno local del históricamente pobre municipio de Maicao obligó a Colombia a actuar, dijo Felipe Muñoz, gerente de frontera con Venezuela.
Un aumento del 17 por ciento en 160.000 habitantes de Maicao ha presionado los servicios públicos como centros de salud y escuelas, explicó. “Después de encontrar a tanta gente viviendo en las calles de Maicao, que es el lugar más complicado para la crisis migratoria a lo largo de la frontera, decidimos pedir ayuda a ACNUR”, aseguró Muñoz.
Las 60 tiendas de campaña del campamento pueden alojar hasta 350 personas y hasta la fecha más de 480 han permanecido allí. La ACNUR está considerando la posibilidad de ampliar el número de personas hasta 1.400. La ONU está involucrada en un campo similar en Brasil y también apoya refugios en ciudades fronterizas de Colombia que proporcionan alojamiento a pequeña escala para inmigrantes.
SOLUCIÓN TEMPORAL
Funcionarios del Gobierno de Colombia y de Estados Unidos se esfuerzan por destacar que el campamento en Maicao es temporal, un intento de dar vivienda a los inmigrantes más vulnerables mientras se preparan para continuar hacia otros destinos o conseguir trabajo. Sin embargo, dicen que permanecerá abierto mientras sea necesario y pueda ser financiado.
En Colombia han acogido ampliamente a los venezolanos en los últimos años, recordando cómo Venezuela proporcionó refugio durante el largo conflicto interno colombiano, pero hay una creciente preocupación por el potencial de los inmigrantes para ocupar los empleos de los locales.
Como Moreno, de 28 años, la mayoría de la gente del campamento durmió previamente en las calles con sus niños pequeños. Ella solo ganaba el equivalente a unos pocos dólares al día vendiendo agua y dulces. “Por las noches en las calles no dormimos porque la gente pasa por aquí, y pasa por aquí y uno era como un vigilante, al menos un vigilante duerme un rato, nosotros no”, dijo la madre soltera, que trabajaba en una fábrica de empaques de camarones en el estado occidental de Zulia en Venezuela. “No sé qué vamos a hacer cuando nos tengamos que ir”.
La lista de espera es de 400 personas, dijo el oficial del campamento Marco Rotunno. “La necesidad es muy real”. Antes de poder vivir en el campamento, los inmigrantes tienen que someterse a una serie de exámenes para enfermedades como la tuberculosis y el sarampión, en aumento en Venezuela por la falta de servicios de salud. Muchos se alegran de la tregua que trae el campamento. Denire Sierra, embarazada, llegó hace cuatro semanas. “Tengo más seguridad, la comida, no tengo que aguantar sol, puedo estar tranquila con la barriga, eso es lo bueno”, dijo Sierra, de 21 años, cuando recogió a su hijo de seis años de la guardería del campamento.
Algunos inmigrantes ya están mirando hacia el futuro, haciendo planes para cuando termine su estancia. Tomás Urdaneta, un exguardia de seguridad de 35 años, se encuentra en el campamento con su esposa y sus dos hijos. Llegó a Colombia hace tres meses y se ha ganado la vida vendiendo agua en la calle y recogiendo basura para reciclar. La ONU va a financiar el viaje de la familia a Bogotá. “Mi cuñado me tiene trabajo allá para trabajar en un restaurante de comida en Bogotá y está esperando que yo llegue”.
[Tomado de https://www.panorama.com.ve/ciudad/Campamento-de-la-ONU-ofrece-alivio-temporal-a-inmigrantes-venezolanos-en-Colombia-20190511-0028.html.]
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