Fedro
Porque el anarquismo no es solo una corriente
política, social y cultural más. El anarquismo es el único movimiento que tiene
la capacidad de adaptarse al ritmo de la Naturaleza. Es fluido, dinámico,
armónico, y no presenta resistencia al cambio incesante, al movimiento, a la
transformación.
El ser humano tiende a encasillarlo todo para su
mejor comprensión, pero la Naturaleza no puede encasillarse, el anarquismo
tampoco. Paradójicamente se suele acusar a este ideario de incentivar el caos,
el desorden, pero quienes pronuncian esas acusaciones son mentalidades rígidas,
inflexibles, estáticas, que zozobran si algo se sale de sus márgenes o resulta
incasillable, temen, se tornan inseguros. Son estáticos, si, y defienden al
Estado.
No es casualidad que ambas palabras, Estado y estático,
provengan de la misma raíz, que designa justamente eso, lo rígido, lo que
se opone a la dinámica natural. Y al manifestarse unos ideales que buscan
romper ese estatismo (en ambos sentidos), cuyo movimiento es tan continuo que
no permite límites, casillas, que promueve, en definitiva, la libertad, las
mentes rígidas y estrechas señalan, acusan, vilipendian. Dicen que somos el
caos, cuando el caos es lo inaprehensible. Dicen que buscamos desestabilizar,
cuando solo lo rígido puede pretender estabilidad. Dicen, implícitamente, que
la libertad a la que aspiramos les da miedo. Pero no solo el Estado representa
ese afán del ser humano por someterlo todo a límites, son también las
instituciones que haciendo uso de la coerción pretenden ordenar, es también la institución ban-caria, la institución policial, la institución religio-sa, incluso las instituciones educativas que bajan línea
a los más chicos de cuál es el orden a seguir. También
las reglas que de ellos se derivan; las normas,
las reglas, las leyes, los mandamientos, que
pretenden resistir el paso del tiempo y con-servar su vigencia para así mantener la paz que predican. Y buscan decirnos cuál es el orden sin aclararnos que dicho orden siempre beneficia al poder. Solo lo estático, insisto, puede desear un orden para evitar el caos, para no desmoronarse. La Naturaleza no tiene orden ni desorden, es un continuo fluir, caótico porque no se deja atrapar, es la armonía que subyace, que se oculta, y que el anarquismo pretende emanar.
Y cuando hablo de Naturaleza no me refiero a lo que
vulgarmente se entiende por naturaleza (plantas, animales, ambiente natural,
etc.). Cuando hablo de Naturaleza me refiero a la realidad sin interferencia de
lo humano. Me refiero a la armo-nía del Todo, o como lo definiría uno de los
pa-dres del anarquismo, Mijaíl Bakunin, en sus Consideraciones filosóficas:
«Todo lo que es, los seres que constituyen el
con- junto indefinido del universo, todas las cosas existentes en el
mundo, cualesquiera que sea por otra parte su naturaleza particular, tanto
desde el punto de vista de la calidad como de la cantidad, las más diferentes y
las más semejantes, grandes o pequeñas, cercanas o inmensamente alejadas,
ejercen necesaria e inconscientemente, sea por vía inmediata y directa, sea por
transmisión indirecta, una acción y una reacción perpetuas; y toda esa cantidad
infinita de acciones y de reacciones particulares, al combinarse en un
movimiento general y único, produce y constituye lo que llamamosvida, solidaridad y causalidad universal, la naturaleza.»
Es por ello que no debe leerse el concepto de Naturaleza
(así tampoco ningún término aquí empleado) con una carga profundamente
metafísica o, si se quiere, espiritual. Todo lo referido se muestra en el plano
material.
En resumen, ¿qué busca un anarquista ¿Renunciar a
toda pretensión de orden? No, por el contrario, lo que se busca es deconstruir
la idea de orden, resquebrajarla, debilitarla, para poder luego comprender el
sentido del Todo, de la realidad. Hay instituciones ordenadoras como es el caso
del lenguaje, cuyo propósito no es más que recortar los fenómenos que se nos
presentan para poder aprehenderlos y hacerlos tangibles, de las que no podemos
sustraernos pero si podemos deconstruirlo. No podemos, como digo, renunciar al
lenguaje, pero si podemos jugar con él, borrarle sus límites, usarlo en la
medida que lo necesitemos y prescindir de él en otros momentos. El hecho es que
cuando por fin vemos que el orden no es natural sino que es normal en tanto que
fue normalizado por el poder para provecho propio, nos damos cuenta en ese
instante todo lo que tiene el anarquismo para enseñarnos.
No es caprichoso buscar abolir el Estado, buscar abolir
la institución religiosa, las leyes tal como las conocemos, la institución
educativa (que no es sinónimo de educación), la institución policial. Responde
más bien a la búsqueda de esa armonía que subyace en la libertad del ser humano
de poder ser uno con el Todo. Responde asimismo a la necesidad de encontrar un
punto en que podamos convivir pacíficamente con la Naturaleza y entre nosotros
mismos. Porque el anarquismo, en definitiva, no es caos y destrucción, ni es el
orden que beneficia al poder. El anarquismo es lo inaprehensible del caos y lo
armónico del orden. Es el movimiento de los sujetos libres, y allí todos son
bienvenidos.
[Aparecido originalmente en la publicación Parrhesia # 33, Bahia Blanca, abril 2019. Número completo accesible
en https://es.scribd.com/document/405811859/Parrhesia-n33.]
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