Periódico Solidaridad Obrera
Hace
tiempo que criticamos el cariz que se está dando al 1º de Mayo, Día de los
Trabajadores/as. De ser una jornada de lucha revolucionaria ha pasado a ser una
conmemoración festiva e incluso se le ha tergiversado el nombre para llamarla
Día del Trabajo.
Sus
orígenes se remontan al Chicago de finales del siglo XIX, en plena revolución
industrial que conllevó una explotación laboral salvaje. Estados Unidos
empezaba a emerger como potencia a costa de una tiranía empresarial y de una
legislación que permitía restringir derechos y libertades.
La
llamada de «era de prosperidad» propició que muchos inmigrantes anarquistas
llegasen desde Europa y una vez allí se organizaran, convocasen movilizaciones
y huelgas para revertir la situación. Pronto empezaron a rebelarse y a difundir
una lucha que propició que el 1 de Mayo de 1886 se convocasen 5.000 huelgas que
fueron seguidas por 40.000 trabajadores. Tan sólo dos días después, cuando
miles de personas se dirigían a protestar a la fábrica MacCornick (Chicago) –la
única que no secundó la convocatoria después de que sus 1.200 trabajadores
fuesen reemplazados por esquiroles– la policía disparó, asesinando a 6
manifestantes y provocando un centenar largo de heridos. Como respuesta, los
grupos anarquistas convocaron un mitin el 5 de mayo en la plaza Haymarket de
esa ciudad. Allí se juntaron unos 15.000 manifestantes, pero antes de terminar
el acto cientos de policías cargaron sobre los asistentes para masacrarlos. Durante
el tumulto que propiciaron una bomba estalló entre los policías. Nunca se
averiguó de dónde vino ni quién la hizo estallar. Sin embargo, para hacernos
una idea de la brutal represión con la que el Estado norteamericano se cebó
contra el movimiento obrero, entre los manifestantes hubo 80 muertos y entre la
policía sólo 8. Se hicieron detenciones y se realizó un juicio contra 8
manifestantes, a quienes se les acusó de la explosión.
Hoy
nadie duda de que ese juicio fue en realidad una farsa que perseguía frenar el
auge del anarquismo mediante ejecuciones y el linchamiento mediático. A esos
enjuiciados se les conoce desde entonces como «los mártires de Chicago ». El 20
de agosto de 1886 fueron condenados a la horca, pero a dos de ellos, Schawb y
Fielden, se les conmutó la pena por cadena perpetua y a otro, Neebe, se le
redujo a 15 años de prisión. La ejecución se fijó para el 11 de noviembre de
1887, pero ese día no llegó para otro de ellos, Lingg, que se suicidó en su
celda en un intento infructuoso por salvar a sus compañeros, si bien ya no hubo
más rectificaciones judiciales. Incluso uno de los jurados que colgaría a los
cuatro restantes llegó admitir que lo harían porque eran «demasiado sacrificados,
demasiado inteligentes y demasiado peligrosos para nuestros privilegios». La
sangre derramada entonces fue la que empezó a conseguir la jornada de 8 horas,
la misma que más de 130 años después continúa sometiendo a la clase obrera y
que fue implantándose progresivamente con sacrificios parecidos. En España, esa
jornada no se implantó hasta 1919, con un anarcosindicalismo ya en auge y pocos
años después de su vertebración en la CNT. Fue con motivo de la huelga de «la
Canadiense» barcelonesa, de la que este año se cumplen 100 años. Otra huelga
histórica que fue duramente reprimida y donde en esta ocasión el Gobierno,
después de fracasar ante la solidaridad demostrada por una clase obrera
organizada en la CNT, terminó viéndose forzado a promulgar esa reducción de
jornada.
No,
el 1 de Mayo, no es día lúdico, ni de batucadas festivas, ni de falsas
proclamas de un día lanzadas por quienes viven de las subvenciones. Es un día
de homenaje, de lucha y de esperanza por arrancar más mejoras sociales. No
esperemos hasta el año próximo para dignificar su recuerdo. Por los «mártires
de Chicago» y por tantos otros/as que dieron su vida para que podamos disfrutar
de numerosos derechos sociales.
[Publicado originalmente el periódico Solidaridad Obrera # 373, Barcelona,
abril 2019.]
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