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martes, 5 de febrero de 2019

Venezuela febrero 2019: La opción del mal menor



Humberto Decarli

La coyuntura actual en Venezuela tiene varias lecturas para comprenderla. Para el chavismo existe un proceso revolucionario cuyas fallas radican en un culpable externo provocador de una crisis económica, financiera, cultural, política y social. Para la oposición tradicional es menester dar un giro de ciento ochenta grados en la economía y las finanzas y llamar a elecciones para darle una respuesta a la hecatombe en desarrollo. Otros actores políticos pregonan la necesidad de un diálogo para ver cuál beneficio obtienen de la colaboración. Existen otros grupos marginales con posturas críticas pero sin eco en la realidad. Pretendemos dar una idea sin prejuicios sobre el acontecer y su panacea.

El militarismo como rasgo definitorio nacional

Por razones históricas Venezuela ha tenido un estigma desde su nacimiento: el autoritarismo.Después de la caída de la Primera República se militarizó el conflicto de la secesión de España y desaparecieron los liderazgos civiles del proceso. Luego de la insurrección popular de 1814 con Boves a la cabeza la confrontación fue mayor y muy cruenta, entre los mantuanos y el resto de la sociedad colonial. La venida de Pablo Morillo y sus diez mil expedicionarios otorgó la calificación de guerra entre dos países, España y la naciente Venezuela. El devenir continuó hasta la creación de la República de Colombia la cual comprendía a Nueva Granada, Venezuela y la Intendencia de Quinto, hasta su ruptura con el movimiento de la Cosiata en Valencia en 1830.

Reunidos en la ciudad carabobeña las oligarquías nativas con los líderes populares, nada libertarios a pesar de esa condición, se tomó la iniciativa de crear a Venezuela como una nación soberana, al menos desde el punto de vista político. Se daba al traste con las ideas bolivarianas de la unidad latinoamericana, ya destrozadas por el fracaso del Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826 y las experiencias de México, Centroamérica y su atomización, así como el camino trazado por Perú, Bolivia, Ecuador, Chile, Argentina, Uruguay y Brasil. Una concepción difícil de digerir por lo heterogéneo de la región a pesar de coincidir en la lengua, la religión y la subjetividad social construida por los conquistadores y colonizadores. La guerra de separación del imperio español empobreció a Venezuela. De haberse constituido en una plataforma de exportación hacia el Caribe y México a finales del siglo dieciocho con el añil, el tabaco y el cacao, la violencia afectó al país de una manera radical.

El siglo diecinueve con la guerra federal, el despotismo de Guzmán Blanco, los Monagas y José Antonio Páez, hundió a la nación en la precariedad más grande y terminó con la llegada a Caracas de los andinos a cuya cabeza estaba Cipriano Castro. Esta región había conservado su economía basada en el café gracias a que la guerra federal no los afectó, Sostenían a Venezuela con sus exportaciones pero el poder político estaba en Caracas y esa fue la reivindicación de la formación armada llegada de las montañas occidentales. El Cabito fue defenestrado al viajar al exterior a tratarse problemas de salud pero fue su actitud frente a la New York and Bermúdez, empresa extranjera estatizada, la causante de su salida. Fue reemplazado por su asistente, Juan Vicente Gómez, quien gobernó a Venezuela desde 1908 hasta su muerte en 1935 a travésde una cruel dictadura.

De esa oscurana gomecista emergió el Estado venezolano. El Benemérito liquidó todos los ejércitos regionales y fundó al aparato de dominación. Centralizó al poder, creó un sistema impositivo para el financiamiento público y a las fuerzas armadas como un cuerpo profesional permanente y no como las montoneras anteriores. Era un Estado monstruoso con capacidad de sometimiento de la sociedad venezolana. Empero, Gómez dilapidó las dos primeras bonanzas financieras nacionales, la de 1918 por el alza de los precios del café dada la devastación de la Gran Guerra, y de la exportación de crudos como fuente energética fósil al final dela década de los treinta del siglo veinte.

Al fallecer fue sucedido por su ministro de guerra, Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, quienes se vieron constreñidos a realizar algunos cambios en sus políticas para poder cubrir la ausencia del caudillo de La Mulera. El último militar fue derrocado por una alianza entre sectores del ejército con una organización política pequeña, Acción Democrática, con el subterfugio de haber impuesto a un candidato gris, Ángel Biaggini, por el de consenso, Diógenes Escalante, quien enloqueció, además de no permitir una elección universal, directa y secreta.

Continuó la administración con el contubernio de AD con los militares herederos del gomecismo, durante tres años (1945-1948) y al final se rompió la comandita por el derrocamiento del narrador Rómulo Gallegos a ocho meses de su elección. Advino la dictadura militar nuevamente, primero con una junta presidida por Delgado Chalbaud hijo pero fue asesinado y quedó como único presidente el general Marcos Pérez Jiménez. Sus diez años de gobierno fueron de terror y represión y a pesar de poseer una estabilidad financiera por el petróleo solo había tres universidades. Los adecos y los comunistas llevaron el peso de la resistencia y pusieron los muertos, desaparecidos y torturados, y al final de este período, se constituyó la Junta Patriótica, suerte de organización unitaria de los partidos políticos existentes, encabezada por Fabricio Ojeda de URD, Guillermo García Ponce del PCV, Ortiz Bucarán por AD y Enrique AristiguietaGrancko por COPEI. Sin embargo, una crisis financiera lo puso en jaque y las mismas fuerzas armadas lo depusieron con apoyo popular culminado con la huida del dictador al exterior el 23 de enero de 1958. El régimen cayó y lo reemplazó una junta militar compuesta por cinco oficiales de ese cuerpo, lo cual delataba el reemplazo de un agente castrense por otro colegiado provisional. Dos de esos uniformados, el“turco” Casanova y Romero Villate, fueron desalojados por la presión de la gente y el empresario Eugenio Mendoza y un cuadro de sus compañías, Blas Lamberti, ocuparon el lugar de los excluidos. La Junta Patriótica no tuvo reconocimiento oficial puesto que no fue incorporada al gobierno interino. Quienes habían expuesto su vida contra el gobierno militar inicuamente no tuvieron participación en las nuevas organizaciones estatales.

Hubo elecciones donde el triunfador fue Rómulo Betancourt, el antiguo aliado de los militares cuando tumbaron a Medina Angarita, quien venía con un programa de gobernanza, el llamado Pacto de Nueva York junto a JóvitoVillalba de URD y Rafael Caldera de COPEI, más conocido como Punto Fijo por haber sido suscrito formalmente en la casa del dirigente socialcristiano conocida con esa nombre.Comenzó el lapso cuyo cognomento fue el puntofijismo, segregando a los comunistas y estableciendo un tiempo que no fue aprovechado para dar raíces a la institucionalidad democrática.

Los cuarenta años de administraciones civiles

El líder guatireño tuvo que lidiar con unas fuerzas armadas todavía bajo la influencia del macartismo muy común en esa época. Hubo varias insurrecciones de este sector como el de la Planicie en Caracas dirigida por el ministro de la defensa Castro León, sofocada por presión de la calle. Este mismo oficial intentó de nuevo desde Colombia una nueva iniciativa golpista en San Cristóbal y fue sometido, También se dio el Barcelonazoy el atentado en los Próceres, patrocinado por “Chapita” Trujillo, que casi le cuesta la vida al presidente.
 

Una izquierda sin ideas, llevada emocionalmente por el éxito de los barbudos en Cuba, se empeñó en una lucha armada absurda e inoportuna. El Carupanazo y el Porteñazo, efectuados el 4 de mayo y 2 de junio, ambos de 1962, fueron acontecimientos putchistas de la siniestra del espectro político que concluyeron en derrotas militares. Fue reemplazada esta línea por la guerrilla rural en un país ya urbanizado hace mucho tiempo, también terminada en fracaso. Toda una visión surrealista de la realidad nacional.

Esos movimientos de la derecha y la izquierda fueron muy bien utilizados por Rómulo Betancourt para neutralizar a los militares. El gorilismo tradicional quedó silente con la actitud anticomunista y represiva del presidente, quien alcanzó a galvanizar bajo su égida a las fuerzas armadas. Además, la nueva administración demócrata le dio un espaldarazo cuando John F. Kennedy aplicó un programa social destinado a quebrar conflictos sociales, la Alianza para el Progreso.

No obstante, al aplacar las apetencias castrenses parecía haber un equilibrio pero hubo un hecho delatador de las fallas de la democracia delegativa, ocurrido en las elecciones de 1968. Un movimiento nucleado alrededor de la figura de Pérez Jiménez, Cruzada Cívica Nacionalista, obtuvo una votación de más de cuatrocientos mil sufragios sin haber invertido nada en el torneo. El pueblo añoraba la dictadura porque la democracia resultaba ineficaz. Empero, el déspota de Michelena no vino a Venezuela como sí lo hizo su colega Rojas Pinilla en Colombia donde la hicieron fraude para impedir su presidencia. Así las cosas, emerge un suceso que dio origen a la tercera bonanza económica, la guerra del YomKippur la cual originó un incremento descomunal del valor del barril en 1973. Esta oportunidad manejada por un líder populista, C.A. Pérez, fue el motor de la Venezuela saudita, una vorágine consumista y derrochadora del Estado venezolano que finalizó en crisis.En 1978 una nueva subida del hidrocarburo generó una entrada inconmensurable, dispuesta alegremente por la administración de Luis Herrera Campins.

La gobernabilidad se había apalancado en la gran disponibilidad financiera causada por el precio petrolero. Pero al disminuir volvía la época de las vacas flacas en una oscilación prevista y cuasi cíclica. De allí comenzaron los síntomas del fracaso: el viernes negro en 1984 con el primer paso del período de devaluación del signo monetario nacional; el caracazo el 27 de febrero de 1989 degenerado en un genocidio perpetrado por el ejército ante un pueblo angustiado; y las tentativas golpistas del 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992. Fueron las señales del fracaso de un esquema de gobierno manejado por una élite incapaz e irresponsable.
Las elecciones siguientes las ganaron C.A. Pérez y Rafael Caldera, políticos tradicionales del espectro nacional. El primero pretendió aplicar, bajo el paragua de su liderazgo, un paquete de medidas drásticas diseñadas por los organismos multilaterales que el pueblo rechazó y no pudo terminar su período por un juicio mediante el cual fue sacrificado por los factores de poder. Caldera segundo  fue un gobierno exhausto con una coalición abigarrada compuesta por su nuevo partido, Convergencia, acompañado de los restos de la ineficaz izquierda con el nombre de “chiripero”.

Inventario del puntofijismo

En principio se ha reivindicado por haber sido el primer experimento civil de elección universal, directa y secreta en el país porque el ensayo de Rómulo Gallegos fue efímero al gobernar ocho meses antes de su derrocamiento por los militares. El cartabón de administración se basó en una pentarquía de factores de poder: los partidos políticos (AD y COPEI esencialmente más los comodines como URD, FD, FND y el MAS), el Alto Clero, el sindicalismo alrededor de la C.T.V., los empresario representados en Fedecámaras y las fuerzas armadas. El pueblo solo participaba en los eventos electorales cada cinco años.

Su actividad se puede enfocar en los diferentes planos de su accionar. En el educativo se amplió la inclusión de las mayorías en el proceso de instrucción lo cual fue omitido por el perezjimenismo y el presupuesto se lo tragaba el gasto corriente con muy poca investigación. Igualmente se debe resaltar el programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho con excelentes intenciones pero mal ejecutado y administrado. Además, los docentes nunca fueron bien pagados lo cual significaba no apostar a una educación de calidad. En lo electoral se organizaban quinquenalmente las elecciones generales con un método manuable muy cuestionable dado la carencia de vocación democrática de las organizaciones políticas cuando se puso vigente el principio de que “acta mata voto”. En el económico, el capitalismo de Estado a través de la renta petrolera y el extractivismo completado con el acero de Sidor y el aluminio en el estado Bolívar. Nunca hubo una orientación distinta a la monoproducción petrolera salvo algunas pinceladas de las orientaciones de la Cepal con el programa de sustitución de importaciones. A partir del año 73 hubo una nacionalización “chucuta” del petróleo, como la etiquetó Pérez Alfonzo. En el ámbito social no se logró resolver el problema de la vivienda a pesar de ciertos esfuerzos de los organismos especializados, el Banco Obrero y el Inavi. La desigualdad social solo se atenuaba en los momentos de elevación del crudo pero se mantenía. Los sindicatos estaban en manos del poderoso Buró Sindical de AD, el cual controlaba a la organización de mayor rango, la CTV. Se vendían contratos colectivos y la corrupción campeaba en los dirigentes, incluyendo un banco entregado a la claque obrera con un desenlace de pronóstico, la intervención y liquidación del Banco de los Trabajadores de Venezuela. Lograron democratizar la corrupción destruyendo el alma nacional. El adagio “no me pido que me den sino que me pongan donde haiga”, resumía la filosofía del venezolano.

Las fuerzas armadas, ese instrumento creado por el gomecismo, se mantenía al inicio en sus treces golpistas. Pero la derrota guerrillera incidió en el apoyo de los uniformados a la democracia representativa y luego se apeló a los sobornos y la criba de los ascensos a través de la Comisión de Defensa del Senado, ente encargado de los rangos de los oficiales superiores. No hubo un esfuerzo serio para convertirlos en institución, simplemente se apelaba a salidas puntuales para tranquilizarlos.
El comunicador social Hugo Prieto en su libro Enemigos somos todos entrevistó a la hija de Rómulo Betancourt, Virginia, quien le confesaba que ante la reunión periódica de su padre con el alto mando le preguntó por qué no se reunía con los docentes y la respuesta fue que si no lo hacía lo tumbaban. Esa anécdota delataba la relación castrense de la administración iniciática luego del 23 de enero. Es relevante destacar la actividad conspirativa. A pesar de los fracasos se pueden enumerar las asonadas y tentativas de los miembros de las fuerzas armadas buscando la toma del poder. Las dos acciones de Castro León, el Barcelonazo, el Carupanazo, el Porteñazo, el movimiento fallidos de jóvenes para alzar a la escuela naval en Mamo, la indisciplina del general Pablo Fernández, la del ministro de la defensa García Villasmil, el movimiento de tanques cuando el presidente Lusinchi estaba en gira internacional, la tentativa de Ramo Verde, el alzamiento del ejército el 4 de febrero, el de la aviación el 17 de noviembre, ambos de 1992, fueron entre muchos, actividades que si bien no obtuvieron los frutos buscados, delataban una enorme ansiedad de los uniformados por acceder al gobierno.

La Cuarta República fue una experiencia civil dentro de un país militarizado y no enfrentó el problema de los miembros de las fuerzas armadas en su raíz institucional sino los mantuvo tranquilos mediante canonjías y manipulación de los ascensos, amén de los contratos de armas donde altos oficiales cobraban apetitosas comisiones.
Podemos concluir que el esfuerzo del período comenzado con la caída de la dictadura perezjimenista se mantuvo por las entradas financieras imprevistas por los ascensos de los precios petroleros pero no fue bien gerenciada ni conducida. El clientelismo y la corrupción fueron los efluvios de un proyecto propio de un país tercermundista, sin catadura democrática en el desempeño del ejercicio del poder y limitaciones en el proceso originario, vale decir, el electoral.
Así las cosas, en el contexto de la decadencia del modelo instaurado por los tres líderes fundacionales, dos de tendencia socialdemócratas y el otro democratacristiano, se abona el camino para un desenlace que decantara el esquema político imperante. Y lo ejecuta un outsider, militar para más señas en una nación arbitraria, el hombre que convirtió una derrota militar en un triunfo electoral gracias a su carisma, Hugo Chávez, iniciando el lapso de la manida tesis de la unión cívico-militar.

El tiempo del chavismo

Al triunfo electoral de Chávez se le adhiere el entusiasmo de un pueblo preterido y cansado de ser objeto de timos por la demagogia populista instalada. Aprovecha la descomposición de los sindicatos, el escepticismo en los partidos políticos, la reivindicación del estamento castrense corrompido por el puntofijismo, en fin, la necesidad de rescatar los valores de la gobernabilidad entendida como la eficacia de la dominación. La crisis de la representación se agudiza y el mesías viene a llenar esa carencia. Emerge un caudillo que parte de un nuevo tratamiento hacia sus colegas, ya no por la vía indirecta del soborno y el cohecho sino incorporándolos al gobierno para ser eje central de la estructura de poder. Fedecámaras es un ente patronal de segunda, los obreros carecen de organización, los partidos ocupan la última escala de la confiabilidad. Se hace tangible el proyecto del ideólogo neofascista argentino, Norberto Ceresole: líder, ejército y pueblo, este último entendido como una masa amorfa susceptible de manipular.

Arranca con un proceso constituyente dirigido a remozar el esquema de gobierno pero dirigido desde la cúspide del máximo líder iniciándose un paso de estímulo del culto a la personalidad e incluyendo una constitución elaborada a su imagen y semejanza. Establece una alianza con el régimen cubano huérfano de ayuda económica luego del período especial por el derrumbe de la Unión Soviética. Y lo consiguen con Chávez para satisfacer una economía parasitaria por la propia naturaleza del esquema estalinista de la dictadura del proletariado. Los Castros sienten una gran satisfacción con la panacea encontrada. Durante la gestión chavista se produjo otra alteración espectacular del valor del petróleo y llegó a niveles nunca antes alcanzado. Hubo momentos en que trascendía los 150 dólares el barril aunque tenía un componente parcial de especulación. Ese excedente financiero lo emplearon para apuntalar la política exterior en connivencia con Cuba y los miembros del Alba, una experiencia similar a la de Gadafi en Libia quien financiaba a los grupos guerrilleros escogidos por él e incluso por C.A. Pérez en su época gloriosa. El dinero se empleó, como siempre, en el gasto corriente ampliando la dimensión burocrática del Estado convirtiendo a las personas en dependientes del mismo, se compró armamento a discreción, hubo despilfarros a granel y obviamente, una parte importante fue a dar a las cuentas en el exterior y en paraísos fiscales de los funcionarios corruptos.

No obstante, el destino tenía preparada otra opción. Primero, el mercado petrolero, como todo conmodities, es inestable y luego de esa subida espectacular vino un descenso no tan pronunciado pero afectaba a las arcas públicas venezolanas sin capacidad de ahorro por la indisciplina deducida de la indigestión financiera. Al bajar el precio el régimen se vio constreñido a reducir el gasto público y producir dinero inorgánico. Segundo, la muerte de Hugo Chávez afectó al modelo acostumbrado a la cultura caudillesca y sin haber preparado una sucesión eficiente porque el seleccionado, Nicolás Maduro, no tiene los puntos de carisma de su jefe pero además no posee una formación de estadista porque nunca se esforzó en buscarla.

El modelo económico escogido fue el importador. Se estatuyó un control de cambio para la gente pero el Estado manejó a su antojo el presupuesto de divisas y continuó, profundizándolo, un esquema importador. Se llegó al colmo de entregarle dólares y euros al sector privado para realizar importaciones pero no para producirlo en el país. La dependencia del petróleo subió a niveles demenciales: el 97% de las exportaciones provienen de los hidrocarburos y no hubo inversión general ni social de las entradas imprevistas. Se consolidó el rentismo y el extractivismo iniciado con el gomecismo y ratificado por Pérez Jiménez y el lapso puntofijista. Fueron decisiones nada revolucionarias sino tradicionales. Reeditaron la enfermedad holandesa en profundidad. Omitieron las advertencias de Alberto Adriani, Arturo Uslar Pietri, Domingo Alberto Rangel y Juan Pablo Pérez Alfonzo, sobre la organización de la inversión financiera.

Los problemas sociales se han multiplicado. Hay un déficit de 2 millones de viviendas y cuando Chávez asumió el gobierno estaba en 800 mil. El Estado posee 3 millones y medio de empleados públicos y 1 millón y medio más están bajo el patrocinio de las misiones en programas esencialmente asistencialistas. Toda una dependencia de las personas del Estado como en Cuba y los socialismos autoritarios. Rubros ancestralmente exportables, como el café y el arroz, se contrajeron y hubo de importarlos pero a un gran precio porque al bajar la renta petrolera y no producirse internamente se genera escasez y desabastecimiento y  la salida ha sido pagarlos en divisas en los mercados internacionales. Por tal razón la comida es tan cara.

La seguridad social no se completó porque se incumplieron los distintos subsistemas a pesar de haber disponibilidad dineraria para ello en el pasado reciente. Las pensiones de jubilación y de vejez son miserables y apenas rondan el salario mínimo, bien irrisorio por cierto. La hiperinflación ha destrozado a los salarios, las prestaciones sociales y las pensiones, que no alcanzan ni siquiera para comer, generando hambre y un éxodo impensable en Venezuela.
La secuencias de líneas económicas restrictivas ha condensado un mal momento, con hiperinflación, recesión, devaluación, pobreza, emigración, escasez y desabastecimiento de alimentos, medicinas, repuestos de automóviles y de todo tipo, y en general, una grave situación donde no hay rubro que no haya sido afectado. Adicionalmente, desde el régimen se compensó a todos esos desatinos con aumentos del salario mínimo, control de precios, administración del hambre a través del Clap y haber consolidado una conducta pasiva y de sumisión ante la imposibilidad de cambios por ninguna vía. Fueron esfuerzos de la inteligencia cubana y de los economistas encabezados por Serrano Mancilla, de una fundación vinculada al partido Podemos de España, el Celag.

Además del apoyo de la inteligencia cubana, del ELN, Hezbola, de los rusos, el financiamiento chino y una oposición bien complaciente, el soporte del chavomadurismo radica en las fuerzas armadas que hasta ahora ha sido un fiel protagonista de la dictadura conjuntamente con los encargados de la represión: los colectivos-paramilitares, el SEBIN, el DGCIM, Conas, Policía Nacional Bolivariana, el Conas, el FAES, el CICPC, las policías de los estados y las municipales 

La oposición al régimen

La victoria electoral de Chávez representó el triunfo de la antipolítica porque aglutinó todas las desesperanzas sembradas por las organizaciones políticas en el ejercicio de un modelo delegativo con el desarrollo del clientelismo, el populismo y la corrupción. Por tal motivo emergió una desmoralización en esas organizaciones y tardaron en recuperarse. El breve derrocamiento del presidente se debió a las limitaciones impuestas por el bajón del petróleo a 9 dólares el barril. Un régimen conducido por mentes fijadas en soluciones inmediatistas solo se mantiene con altas entradas. Ulteriormente el chavismo se consolidó con la bonanza fiscal colegida de un estremecimiento en los precios del crudo determinado por distintos factores (poca inversión en la refinación, guerra civil en Nigeria, recortes de la OPEP, descenso circunstancial de las economías china e india).

Progresivamente los partidos tradicionales (AD y COPEI) volvieron. AD había tenidos desprendimientos como el de Antonio Ledezma y su partido ABP y Manuel Rosales con Un Nuevo Tiempo y surgió una nueva organización, Primero Justicia, objetivo de un proyecto nacido de una programa de televisión, dirigido por jóvenes conservadores. De allí se desprendió la figura de Leopoldo López con pasantía en Un Nuevo Tiempo y a posteriori, creó su propia organización, Voluntad Popular. Esa amplia gama de organizaciones se reunió en una coalición denominada Coordinadora Democrática con una duración relativamente corta. Fue reemplazada por la Mesa de la Unidad Democrática, la misma pero remozada y con un acierto desperdiciado, el triunfo en las elecciones para la Asamblea Nacional. Tampoco tuvo éxito y se disolvió, dando paso al actual Frente Amplio que también, sin capacidad de convocatoria, devino en el liderazgo de Juan Guaidó, militante de Voluntad Popular.

Enero de 2019 se convirtió en algo inédito y sorprendente. Una expresión del Cisne Negro de Taleb. La elección del presidente de la Asamblea Nacional le correspondía, por acuerdos previos, al partido Voluntad Popular, quien escogió a un representante joven para presidirla calificado por analistas como el nuevo Larrazábal del siglo veintiuno. La tentativa del gobierno para detenerlo y luego liberarlo, fue el detonante para producir una reacción popular inusitada. La convocatoria para una marcha el 23 de enero se convirtió en un jolgorio popular con una inmensa multitud acompañando al presidente de la Asamblea a juramentarse o autoproclamarse (igual da cualquiera de la dos opciones a contrapelo de los tecnicismo jurídicos) como presidente provisional para llenar el vacío constitucional. El partido V. P. tomó esa decisión por recomendaciones de los americanos quienes inmediatamente amenazaron a Maduro si llegaba a pasarle algo al novel Jefe de Estado o materializaban actos de represión.

Situación actual
Las intimidaciones gringas han surtido efecto. Luego del plazo de 72 horas para expulsar del país a los funcionarios de la embajada americana por la ruptura de relaciones diplomáticas, hubo una ampliación del lapso a 30 días. Esta actitud así como la inhibición del gobierno de detener a Guaidó y disminuir la represión, demuestran la debilidad oficial, expresada también en la falta de apoyo popular porque sus concentraciones dejan mucho que desear.

A pesar de promesas de amnistía y de presión sobre el aparato militar no ha surtido efecto. Las fuerzas armadas respaldan, al menos su cúpula, al régimen madurista porque sencillamente ellas están gobernando y son destinatarias de los beneficios de poder, económicos y financieros, como nunca antes lo tuvieron en la nación ni siquiera en las experiencias golpistas exitosas del pasado. Maduro se ha mantenido en Miraflores por ser los administradores de la violencia del Estado, parte fundamental de la experiencia bolivariana. Es literalmente una fuerza de ocupación en su propia nación además de la cubana, la del ELN y los islámicos.
Empero, el estrangulamiento económico y financiero ha rendido frutos porque la entrada esencial de divisas, el petróleo, tiene un embargo de facto ordenado desde Washington. Las divisas extras provienen del Arco Minero cuya administración es desconocida y por ende, inauditable. También se ha impedido la venta de oro hacia los Emiratos Árabes Unidos para asfixiar más al gobierno nacional.
  
Está pendiente una ayuda humanitaria que puede degenerar en una invasión por Colombia, Brasil y desde el mar Caribe. Ya el Departamento de Estado lo ha anunciado y falta su ejecución que podría ser traumática. Maduro no cuenta con China, quien ve el conflicto venezolano solo desde el punto de vista comercial, ni con Rusia, sin capacidad económica para mantener una presencia militar en la zona y menos de Irán ni Turquía, también relacionados con Caracaspor motivos comerciales.
La organización política Voluntad Popular es conservadora, formal y está inscrita en la Internacional Socialista. Promovió las protestas conocidas como “la salida” en el año 2014 concluidas en represión y cárcel. Participaron también en las movilizaciones de cuatro meses de 2017 y las abandonaron para concurrir a las elecciones de gobernadores de diciembre de ese año donde tuvieron pésimos resultados.

Efluvios políticos

Actualmente existen varias posturas respecto la coyuntura transitada. Primero, el chavismo y sus aliados con escaso apoyo popular consecuencia del desastre económico y social. No tienen ideas ni iniciativas serias y solo se limitan a emplear al Estado y al ejército para seguir gobernando. La oposición formal terminó en el Frente Amplio sin capacidad de convocatoria pero el fenómeno Guaidó los ha mantenido aunque el beneficiado es V. P. Los nombramientos de embajadores manifiestan su orientación. El antiguo canciller de C.A. Pérez inmediato al 4 de febrero de 1992 cuando la coalición propuesta por el COPEI de Eduardo Fernández, Humberto Calderón Berti, es designado embajador en Colombia; Gustavo Tarre Briceño, antiguo miembro del grupo Araguato de la juventud copeyana y ahora vinculado a María Corina Machado, en la OEA, Carlos Vecchio, dirigente en el exilio del partido de Leopoldo López como Encargado de Negocios en la embajada de Washington y Julio Borges, el máximo representante de Primero Justicia, ante el Grupo de Lima.

Los chavistas definidos como no maduristas rechazan ambas posturas y llaman al diálogo y la paz, lo mismo del oficialismo. Restos de COPEI y elMAS, buscan negociar también. Causa R activa pero con poca capacidad de movilización, Bandera Roja lo hace igual así como Ruptura y las distintas formaciones trotskistas. Los ácratas tenemos poca incidencia en la realidad pero rechazamos a todas esas iniciativas similares en esencia. Hay también grupos llamando de nuevo a una constituyente y otros proponiendo salidas basadas en la constitución chavista.

Conclusiones

El desarrollo de la crisis ha llevado a un dirigente desconocido a ser visto por la población como una opción para deslastrarse de la dictadura. Sin embargo, se trata de una organización típica del populismo a la cual pertenece con apoyo directo de Estados Unidos y varios gobiernos de América Latina y Europa. El documento programático presentado por Guaidó es más de lo mismo, con tendencias hacia el recurrente rentismo petrolero y cualquier respuesta sin explicar el procedimiento para llevarlas a cabo, sobre el ingente inventario de problemas del país.

S hay algunas precisiones lamentables que nos llevan a concluir varios juicios de valor, En primer lugar, el ejército sigue siendo el árbitro determinante de la política venezolana. No hemos avanzado sino incluso retrocedimos desde su fundación por parte del chileno con mentalidad prusiana Samuel Mc Gill por encargo del dictador Juan Vicente Gómez. Los militares son quienes gobiernan directamente al país. Segundo, la institucionalidad democrática está por el piso consecuencia de las políticas chavistas, sin dejar de reconocer que la experiencia previa de cuarenta años de democracia delegativa tampoco se había profundizado en esta materia. Tercero, la dinámica del poder es clientelar y el populismo es el norte de su actividad. Cuarto, Estados Unidos sigue siendo el policía del hemisferio y solo reaccionan cuando le tocan sus intereses o haya daños en todo su vecindario. Quinto, definitivamente el modelo del socialismo autoritario es un fracaso desde el ángulo económico, financiero, cultural y social pero eficaz para el ejercicio absoluto del poder. Venezuela es una muestra más en esa dirección.

Un retiro de Maduro de la presidencia instalará un gobierno provisional que buscará sedar a la gente con unas elecciones inmediatas y restablecer el mainstream de América Latina, el clientelismo. Además, seguiremos en la ruta decidida desde siempre por los factores mundiales de poder, esto es, ser unos pedestres proveedores de materias primas, en este caso de fuente energética fósil y la minería. El chavismo ha destruido tanto a Venezuela que la gente aplaudiría una invasión, lo cual es bien lamentable, con tal de zafarse de esta degollina inscrita en el tanatismo más cruel. Otros estarán pensando en apostar al mal menor como solución de cara al futuro. Y esa opción nos llevará a nuevos desencantos como el ocurrido el 23 de enero de 1958 y el de diciembre de 1998. Tendremos que aprender a inventar caminos nuevos pero autónomos y propios y no depender de lo planeado desde los centros internacionales. Es el reto pendiente de un país con el estereotipo del militarismo. Con razón el historiador Germán Carrera Damas calificó en su texto el Bolivarianismo-militarismo, una ideología de reemplazo, el legado oculto de Simón Bolívar a Venezuela: el autoritarismo. 

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