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lunes, 17 de diciembre de 2018

Aparición, uso y abuso del término «Autogestión»



Frank Mintz

Curiosamente, el origen de la palabra «autogestión» viene de los idiomas eslavos porque era la adaptación a mediados del siglo XIX del concepto anglo-sajón de «selfgovernment», con el sentido de «autonomía regional». Pero la equivalencia rusa «samoupravlenie» significa tanto «administración con cierta independencia» como «actuación por sí mismo». Miguel Bakunin escribió Estatismo y anarquía en ruso en 1873 y ofrece dos ejemplos claros de samoupravlenie con la misma ambigüedad que actualmente:
«[...], la administración del país se aleja de la autogestión por el pueblo [narodnogo samoupravlenia] [...] la conciliación de la autogestión democrática y de la igualdad jurídica.»
 
Lenin también emplea «autogestión» en 1905: «La organización de la autogestión revolucionaria, la elección por el pueblo de sus representantes no es el prólogo, sino el epílogo de la insurrección.»

La autogestión en Yugoslavia

En Francia, la palabra «autogestión» aparece a través de la propaganda yugoslava a partir de los años 1950 para enseñar su práctica marxista leninista distinta a la de la URSS. Yugoslavia atraía en aquel momento a la militancia de la izquierda desconcertada por el modelo leninista representado por Stalin.

De paso, si Stalin pareció más brutal que Lenin, solo siguió la orientación marxista impuesta por Vladimir Ilich Lenin, que resumo en tres citas:
-«obediencia absoluta» de los obreros y obreras a los dirigentes bolcheviques [abril de 1918]
-«Es imprescindible organizar una defensa reforzada eligiendo a gente segura para llevar a cabo un despiadado terror de masas contra los kulaks, popes y guardias blancos; y para encerrar a los sospechosos en un campo de concentración fuera de la ciudad.» [agosto de 1918]
-«El buen comunista es al mismo tiempo un buen chekista.» [abril de 1920].

Obviamente, ¿qué autogestión podía existir en la URSS con la ley mordaza de la obediencia absoluta, el campo de concentración y la cheka (creada por Lenin en 20 de diciembre de 1917, siendo hasta hoy cada 20 de diciembre la fiesta de las y los «trabajadores del ministerio del Interior»)?

Antes de enfocar cómo brotó en 1950 la autogestión entre los leninistas yugoslavos, es preciso tener en cuenta algunos datos sobre la situación del país.

Entre 1944 y 1948, el partido comunista de Yugoslavia no consiguió imponer su doble singularidad. Primero ser el único PC de Europa occidental que pudo liberar a su propio país, y además con más ayuda militar del Oeste que del Ejército Rojo. Luego, no se había zanjado claramente en los acuerdos de Yalta dónde iba a quedar Yugoslavia, entre el bloque capitalista y el bloque capitalista estatal y leninista.

La consecuencia fue una lucha dentro del campo leninista para domar al partido comunista de Yosip Broz Tito, tan leninista como sus enemigos. De ahí, la necesidad para el PC de Yugoslavia de someter a parte de su militancia partidaria de la URSS, de ganarse el apoyo de sus propios trabajadores y trabajadoras, sometidos a presiones violentas en todas sus fronteras con países pro-soviéticos. Albania con influencias entre los albaneses de Yugoslavia, Bulgaria con intereses en grupos macedonios, Rumanía y Hungría con minorías rumanas y húngaras de Yugoslavia. Solo Grecia, Italia y Austria mantenían cierta calma en sus fronteras con Yugoslavia.

El gobierno de Tito introdujo súbitamente la ley de 1950 sobre los salarios en parte pactados con los trabajadores. La ley fue completada en 1952 por la autogestión en las fábricas y en las cooperativas y las aldeas agrícolas. Es cierto que fue una maniobra para lograr el apoyo de las y los trabajadores, pero, paralelamente, se beneficiaban de leyes corrientes en cualquier país (seguridad social, jubilación) pero casi inexistentes o siempre pisoteadas desde la instauración de la monarquía serbia.

Sin embargo, la persistente y significativa insuficiencia de la autogestión yugoslava fue que no podía existir (excepto en intersticios insignificantes) en la vida social y cultural. Era una herramienta de poco alcance, incapaz de pesar sobre la sociedad y el partido único leninista, cuya cúpula decidía en todos los ámbitos de la vida.

El auge de la economía yugoslava y, por tanto, de la autogestión fue bastante similar al desarrollo de España. Con la necesidad de mano de obra de los seis países de la futura Unión Europea, Yugoslavia recibió remesas contantes de sus numerosos emigrantes y su industria turística en la costa del mar Adriático aseguró un maná constante.

La autogestión existió hasta la guerra civil. Una guerra, a partir de 1990, en gran parte fomentada por la última tendencia de Tito de fomentar oposiciones entre las Repúblicas de la Federación yugoslava y, más aún, por las manipulaciones de la OTAN.

La autogestión fue conocida a través de la propaganda de los teóricos yugoslavos de la autogestión que se apoyaba en argumentos más que en textos bolcheviques para dar una base «marxista» a su táctica frente al proletariado yugoslavo. Encontró un campo abonado entre algunos leninistas desalentados por la Patria del socialismo y los grupos trotskistas; y también entre libertarios, sorprendidos por la experiencia yugoslava.

Hubo realmente un interés con el brotar de la autogestión en Argelia en 1962, un país recién liberado de la ocupación cultural y militar de Francia y que, aparentemente, emprendía una singladura fuera de las tutelas extranjeras. Por supuesto, la discusión sobre la autogestión tenía fundamentos inestables: el mejor especialista y simpatizante de la autogestión yugoslava era el suizo Albert Meister. Publicaba mucho a partir de encuestas económicas y, en parte, sociológicas que realizaba en fábricas. En 1963 le pedimos una entrevista y fuimos tres compañeros de la revista anarco-comunista francesa Noir & Rouge. Nos confesó que no hablaba el serbo-croata y que iba siempre acompañado por personas que le traducían sus preguntas y las repuestas que le daban. Tampoco sabía que un compañero nuestro, yugoslavo y ex maqui titista, había escrito en 1959 un estudio en francés sobre la legislación y la práctica de la autogestión yugoslava.

¡Evidentemente, un investigador o un intelectual (leninista o no) de la época no iba a perder su tiempo en leer textos anarquistas!

La síntesis del artículo es la siguiente:

«Tras la ruptura del PC de Yugoslavia con Moscú, la
clase dirigente, liberada ya de la obligación de acatar sin
rechistar las directivas soviéticas para la organización y
la economía del Estado, tuvo que hacer importantes concesiones tanto al campesinado como a la clase obrera. Así los campesinos reconquistaron la libertad de decidir libremente la producción, y se abandonó paulatinamente la compra obligatoria de sus productos.

La concesión consentida a la clase obrera era la creación de los consejos obreros de fábrica. La propaganda oficial afirma que los mismos obreros deciden sobre el monto de sus salarios y la distribución de los ingresos de las empresas económicas. Esta participación obrera en la gestión de las empresas debía poner fin a la baja continua del nivel de vida de las y los trabajadores. [...]

«El Director dirige la producción y todos los asuntos de la Empresa. Los obreros y los empleados son responsables ante el Director del cumplimiento del trabajo. El Director representa a la Empresa ante el Estado y las otras empresas. » (Ley del 18 de junio de 1950, articulo 8).

El director es miembro de la oficina del Comité de Gestión pero, un hecho por lo menos extraño, la Ley le coloca encima de dicho Comité:

«Si el Director encuentra que una decisión del Comité de Gestión no corresponde a la ley, a las prescripciones legales y a las órdenes de las autoridades estatales competentes, está obligado avisar inmediatamente a aquellas autoridades y debe suspender la ejecución de la decisión del Comité de Gestión hasta que tome la decisión definitiva el organismo competente del Estado.» (Art. 40 de la misma Ley). [...]

Es la policía la que impone la aplicación de los reglamentos, la disciplina laboral y el cumplimiento de las órdenes del director. En la entrada de cada fábrica yugoslava hay un policía. Hasta los turistas occidentales de izquierda no pueden dejar de verlo. Lo que no ven es este «órgano de seguridad interior que los obreros yugoslavos llaman, en su argot, el «Tzinkar [zinquero, el que trabaja el zinc]». [...]

El artículo terminaba con una breve reflexión:

«Queremos, sobre la base de los hechos descritos, afirmar que las y los obreros no pueden controlar la administración de la economía sin disponer de los derechos esenciales de la libertad de palabra, de reunión, de organización. La misma idea de consejos obreros es incompatible con la existencia del aparato estatal. Cada vez que se intentó que ambos convivieran juntos (Estado-Consejo obrero) nunca fue el Estado el que «menguó» sino que, al contrario, absorbió a los Consejos.

¿Qué queda de ellos en Yugoslavia?»

Una respuesta indirecta nos la da el sociólogo Neca Jovanov (1928-1993) que publicó un estudio en 1979, con el interesante título de «Las huelgas de trabajadores en la República Federal Socialista de Yugoslavia de 1958 a 1969». En la introducción se indica que es un «tema delicado», pero tratado seria y científicamente.

La conclusión soslaya cualquier juicio global y consiste en 26 observaciones técnicas, pero elocuentes.

«N°12. [...] La huelga aparece exclusivamente en el nivel micro (no hubo huelgas generales), pero sus causas reales están en el sistema macroeconómico y político. De ahí el carácter contradictorio de la huelga.

N°17. En el 27,7% de los casos, las y los trabajadores utilizaron la huelga como último recurso y en el 72,3% de los casos, las y los trabajadores trataron de ejercer sus derechos siguiendo los trámites habituales, pero fueron a la huelga por haber agotado todas las vías posibles de resolución de su problema. De hecho, en relación con la autogestión instituida y la estructura del Estado, la huelga en sí tiene un carácter contradictorio. Si se puede aceptar la huelga como último medio, no se la puede aceptar como primer medio, ni tampoco como única manera de ejercer los derechos de la autogestión y de la política.

N° 18 Los datos sobre las huelgas que tuvieron un grupo dirigente son aproximativos. Las y los trabajadores mantienen el secreto sobre los grupos dirigentes y sus miembros.

N° 19. Durante las huelgas, las y los trabajadores se quedaron en general en los lugares de trabajo en un 89,7% de los casos. Solo hubo 10 grandes huelgas con manifestaciones por las calles, o intentos de manifestarse pero que abortaron. No se registraron deterioros de máquinas o en las fábricas.

N° 26. Las opiniones de las y los encuestados sobre la actitud de los sindicatos y órganos de autogestión frente a futuras huelgas no son completamente idénticas, y a veces se contradicen. El sindicato y los órganos de autogestión deberían, en la mayoría de los casos, actuar de manera preventiva, y el 24.3% de los encuestados cree que el sindicato debería apoyar esas huelgas que los trabajadores hacen como último recurso.»

Argelia. La autogestión como herramienta del proletariado

La paradoja, ya subrayada, es que se discutía de la autogestión yugoslava sin conocer su realidad. En el caso de la autogestión en Argelia en 1962, tres hechos fueron relevantes. La espontaneidad de cómo se organizaron trabajadores y trabajadoras agrícolas argelinos para autogestionar grandes propiedades abandonadas por los amos (franceses que optaron por dejar el país). El segundo fue una tendencia por extender la creatividad proletaria a algunas fábricas. Y, muy rápidamente, el último que fue la prohibición impuesta desde la cúpula del partido único (que estranguló lo que tenía visos de escaparle, como el movimiento de emancipación de la mujer).

Estas actitudes de la Administración argelina contrastaban totalmente con lo que se conocía de la autogestión en Yugoslavia. Por eso, a pesar de sus defectos ignorados o silenciados, es indudable que la autogestión provocó reflexiones importantes.

Fue patente con dos revistas que estimularon el debate.

La revista anarco-comunista Noir & Rouge publicó en el número 30 (en realidad 31-32) de junio de 1965 un estudio intitulado «Collectivités espagnoles» y que aparecía también en la portada. Era la traducción de una entrevista al compañero José Llop sobre la colectividad de barberos de Barcelona y las de Flix y Ascó y el final del estudio salió en el número siguiente. Y en abril de 1966 la portada del n° 33 era «Autogestión». No recuerdo si nos dimos cuenta de que ya empleábamos la palabra como definición de una táctica obrera que se auto organiza desde la base.

Lo que sí es cierto es que en Noir & Rouge de junio de 1965, publicamos también un texto de una conferencia de diciembre de 1964 de Daniel Guérin «L’Autogestion contemporaine» en el que se describía que

«La autogestión es, incontestablemente, si no la descabezan, una institución de tendencias democráticas y hasta libertarias. Como las colectividades españolas de 1936-1937, tiene como objetivo confiar la gestión de la economía a los mismos productores. Para tal fin, instaura en cada empresa, a través de elecciones, una representación obrera, con tres niveles: la asamblea general soberana, el consejo obrero, y luego un órgano ejecutivo. La legislación prevé ciertas garantías contra la amenaza de una burocratización. Las personas elegidas no pueden renovar indefinidamente sus mandatos. Deben estar trabajando directamente en la producción, etc. En Yugoslavia, las y los trabajadores, fuera de las asambleas generales, pueden igualmente ser consultados por referéndum.»

Por otra parte, a los pocos meses (diciembre de 1966) se publicaba el primer número de la revista Autogestión, con una clara orientación universitaria y militante, tanto la tendencia autoritaria como la libertaria. La presentación de la revista se colocaba en la singladura del sociólogo (ex soviético no leninista y gran conocedor de Proudhon) francés Georges Gurvitch (1894-1965), como creador de «una teoría sociológica de la autogestión». Y se citaba una intervención suya:

«[...] Puedo dar testimonio de la extraordinaria penetración de las ideas proudhonianas, tanto entre los intelectuales rusos como en los sindicatos obreros rusos. En cuanto a mí, no es en Francia sino en Rusia donde me hice proudhoniano, y si vine a Francia, fue para ahondar mejor mi conocimiento de Proudhon. Puedo dar por tanto un testimonio personal directo: los primeros soviets rusos fueron organizados por proudhonianos, que procedían de elementos de izquierda del Partido Socialista Revolucionario o del ala de izquierda de la socialdemocracia rusa. No fue en textos de Marx donde pudieron tomar la idea de la revolución por los soviets de base, porque es una idea esencialmente, exclusivamente proudhoniana. Puesto que soy uno de los organizadores de los soviets rusos de 1917, puedo decirlo por saber lo que eran.»

Antes de 1965, Georges Gurvitch no descartaba otra variante:

«En segundo lugar, los consejos obreros pueden ser instaurados por un gobierno político formado durante la revolución social, un gobierno que tras lograr previamente estabilizarse y eliminar a las fuerzas opositoras, se fue persuadiendo de que el mejor medio de realizar una planificación a la vez democrática y capaz de dar el máximo de rendimiento consiste en apartarse para que actúe la representación directa de los trabajadores. Es la vía yugoslava.»

Visiblemente Gurvitch no se había enterado de declaraciones contradictorias de 1956 del teórico de la autogestión yugoslava, Edvard Kardelj.

«Sin el derecho [del partido] a la injerencia, es imposible establecer la unidad del sistema y del funcionamiento uniforme de los servicios públicos. [...] Nuestra intervención, en ciertos casos, tiende a aplicar pura y simplemente a una administración burocrática. Es verdad que la base financiera de la autogestión de nuestros consejos obreros y de nuestros municipios es demasiado estrecha.»

En este número 1, también se leen declaraciones como:

«Por consiguiente, el partido de la autogestión no es más que el partido que lleva la política hacia el término y el fin de la política, más allá de la democracia política.»

«Pero el mérito histórico de la Escuela Marxista Yugoslava, respecto de la experiencia de la autogestión, consiste en querer reanudar con las tradiciones críticas, creadoras, del marxismo auténtico, en la búsqueda de la vía hacia la reconstrucción socialista de la sociedad, teniendo en cuenta el contexto histórico actual.»

Conclusiones

Este recorrido demuestra que, pese a la desinformación o a ilusiones sobre Yugoslavia, el término “autogestión” acabó por abarcar una práctica secular de la lucha de clase («La emancipación de la clase obrera será obra de los mismos obreros», como rezaba en1864 el lema de la AIT).

La autogestión supone una construcción de la nueva sociedad por la clase obrera, con el derecho y el deber de la crítica fraternal y, eventualmente, la revocación de las y los delegados designados para representar a sus hermanos.

Al mismo tiempo, la autogestión mantiene parte de la experiencia histórica de las luchas proletarias. Y, sobre todo, es una práctica diaria que educa a sus miembros y que se está formando a sí misma sobre la marcha. Por ejemplo, en 1936 en la España revolucionaria hubo sectores que funcionaron primero con la igualdad de salarios, y luego con el salario familiar, porque la experiencia demostró que era la manera que correspondía mejor a las necesidades locales.

Una última observación. Se suele pensar que la autogestión tiene una vertiente autoritaria y otra libertaria.

De hecho, en España, antes de 1936, existían dos concepciones del Comunismo Libertario: el de Isaac Puente (que inspiró a la mayoría de los compañeros de base) y la de Horacio Martínez Prieto que poco se diferenciaba de
aspectos del marxismo leninismo y que inspiró a miembros de la cúpula anarcosindicalista entre 1936 y 1939.

A la inversa, y a partir del marxismo leninismo, hubo prácticas muy distintas como en Alemania en 1920-1922 con la Unión General Obrera (AAUD-E):

El objetivo último de la AAUD-E es una sociedad sin dominación; el camino hacia esta meta es la dictadura del proletariado como clase. La dictadura del proletariado es el ejercicio exclusivo por parte de los trabajadores de su voluntad sobre la institución política y económica de la sociedad comunista, por medio de la organización de consejos
.
Las tareas inmediatas de la AAUD-E son:
(a) La destrucción de los sindicatos y de los partidos políticos, principales obstáculos para la unificación de la clase proletaria y el ulterior desarrollo de la revolución social, que no puede ser el asunto de partidos y sindicatos.
(b) La unificación del proletariado revolucionario en las fábricas, los embriones de la producción, el fundamento de la sociedad venidera. La forma de toda unión es la organización de fábrica.

La AAUD-E descarta todos los métodos de lucha reformistas y oportunistas y se opone a cualquier participación en el parlamentarismo y en los consejos de fábrica legales, porque esto significa el sabotaje de la idea consejista.

La AAUD-E prescinde fundamentalmente de la dirección profesional. Los llamados dirigentes solo pueden ser considerados como consejeros.

Todas las funciones en la AAUD-E son honorarias
.
Es desde la base como brota y se define la autogestión que ya es una dirección política en sí misma, y muere o está asesinada si subsiste un Estado.

[Artículo publicado originalmente en la revista Libre Pensamiento # 95, Madrid, otoño 2018. Número completo accesible en http://librepensamiento.org/wp-content/uploads/2018/12/LP-N%C2%BA-95-web.pdf#new_tab.]


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