Periódico Fragua
Social (CNT-Levante)
Como en
cualquier lucha, la victoria no solamente depende de la fuerza que pueda
desplegar la clase trabajadora, fundamentalmente porque existen infinidad de factores
desde los que se puede desprender una situación de victoria o de derrota. Muchos
de estos factores no podremos controlarlos, pero no debe ser éste ningún
problema para nuestras finalidades, ya que siempre habrá factores que no podamos
someter a nuestra voluntad, justamente porque no dependen ni de nuestras fuerzas
ni de nuestra inteligencia, pero si podemos utilizar la estrategia y nuestra
capacidad de prevenir y al mismo tiempo también de sorprender a nuestros
enemigos.
Sin
embargo, todos aquellos factores, que sepamos que dependen directamente de nosotras,
debemos intensificarlos e incrementarlos, porque allí posiblemente se encuentre
la clave de nuestra victoria.
Así,
entre las armas de la clase obrera, encontramos otra que junto al boicot,
brilla con gran intensidad y se destaca por su importancia. El sabotaje es el
mecanismo por medio del cual se provoca un daño o la destrucción
intencionadamente de un servicio, una instalación, un proceso, una mercancía,
etc., como forma de lucha o protesta contra el organismo que los dirige o bien
como método para causar el mayor daño económico y moral a la patronal.
La clase
trabajadora pronto vio en el sabotaje una herramienta muy importante para su
lucha. Con ella era capaz, no solamente de negarse al trabajo o al consumo,
sino también de causar el mayor número de daños a sus enemigos, con el entorpecimiento,
la obstaculización y la destrucción, en general, de bienes y servicios en
propiedad de la patronal y del gobierno.
A diferencia
del boicot obrero, el sabotaje exige del individuo una participación más
activa, un compromiso más elevado, un esfuerzo y un riesgo que exige un
sacrificio para la militancia.
Como ya
dijimos, a pesar de que la clase capitalista entiende de algo más que de
beneficios, fundamentalmente piensa en ellos, ya que de alguna manera, la actividad
empresarial del capitalismo tiene sus raíces en estos beneficios. Es aquí donde
el sabotaje tiene su principal significación. De esta forma, el sabotaje
entiende muy bien cuáles son los puntos débiles del capitalismo y ataca a la
raíz de ellos, que son principalmente la propiedad de la clase capitalista.
En este
sentido, no es difícil observar que la reducción del rendimiento y del trabajo por
La clase trabajadora en realidad responde a un elemento instintivo por el que
la clase trabajadora pone en práctica el sabotaje, impidiendo de esta manera, y
obstruyendo el número de productos y su trabajo.
Del
desequilibrio en las relaciones laborales, es muy importante decir que la lucha
en la mayoría de los casos no se hace de frente. Ante la imposibilidad de dar
batalla al Estado y al capitalismo de frente, la clase trabajadora se ha visto
obligada a luchar y dañar a sus enemigos por los flancos, aprovechando sus
puntos débiles, y adaptando su forma de lucha a las características de una guerra
de guerrillas, en comparación con una guerra de ejércitos tradicionales.
Y es que,
en efecto, el sabotaje es en la guerra social lo que son las guerrillas en las
guerras nacionales: dimana de los mismos sentimientos, responde a las mismas
necesidades y tiene en la mentalidad obrera idénticas consecuencias.
Sabido es
cuanto desarrolla su práctica el valor individual, la audacia y el espíritu de
decisión. Otro tanto puede decirse del estado psicológico que mantiene a la
clase obrera, esa tensión que la impide hundirse en una flojedad perniciosa, y
como necesita una acción permanente y sin tregua, consigue finalmente fomentar
el espíritu de iniciativa, el hábito hacia la acción, de sobreexcitar la combatividad
y de prepararla para la guerra y para el enfrentamiento.
Sin embargo,
el sabotaje, a diferencia del boicot, permite a la clase trabajadora fomentar
toda una serie de actitudes que son completamente compatibles con la lucha de
clases, y prepara a la clase obrera a una acción revolucionaria dirigida a la transformación
social, debido a que prepara a la militancia a una lucha dirigida a cuestionar
el orden público y al capitalismo en sus principales fundamentos: la propiedad
y el uso legítimo de la violencia.
El
sabotaje puede ser una medida pacífica, o no, donde la clase trabajadora impide
la obstaculización de un servicio, destruye una mercancía de muchas maneras
para impedir que ésta pueda ser distribuida comercialmente, o directamente
reventar la cadena productiva, incendiar una empresa, o destruir sus vehículos,
etc.
En poco
tiempo, la clase trabajadora se dio cuenta de que el cese del trabajo no era
suficiente para alcanzar la victoria en una huelga, sino que se hacía igual de
necesario que la herramienta estuviese también en huelga, esto es, que no
funcionase. En este sentido, a la huelga de brazos le correspondía también una huelga
de máquinas. Los trabajadores conscientes sabían que en sus empresas eran una
minoría y que debían impedir que el resto de compañeros no desertaran en masa y
en alianza con el patrón reanudaran el trabajo.
Por otra
parte, el sabotaje como destrucción de la propiedad capitalista exige del
individuo una preparación más o menos especializada, pero le obliga a llevar a
cabo un plan, a actuar intencionadamente para destruir, para socavar el sistema
capitalista. El sabotaje nos lleva también a cuestionar el uso legítimo o no de
la violencia del Estado, y a prepararnos ideológica y psicológicamente para
romper con ese monopolio de las clases explotadoras.
A este efecto,
ponemos como ejemplo la huelga de Amarradores del Puerto de Barcelona que llevaron
a cabo los trabajadores de la Sección Sindical de CNT Barcelona. Donde la
empresa, habiendo establecido Unos Servicios Mínimos altísimos, se despreocuparon
del posible impacto de la huelga sobre el servicio. Sin embargo, a la mañana
siguiente todos los vehículos de trabajo habían sido saboteados y todas las
ruedas de los vehículos habían sido pinchadas. Ninguno trabajador pudo realizar
el servicio y la empresa, con los resultados de un paro de un solo día,
decidió, reunidos los accionistas, readmitir a los trabajadores despedidos y
alcanzar un acuerdo reconociendo su derrota. Éste es uno de los claros ejemplos
por medio de los cuales a la huelga de brazos se le une la huelga de máquinas
[Tomado
del periódico Fragua Social # 6,
Levante, primavera 2018. Número completo accesible en https://levantecntait.files.wordpress.com/2018/07/fragua-social-n6.pdf.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.