Humberto Decarli
Los recientes comicios presidenciales brasileños presentaron un resultado terrible en la primera vuelta con el alto porcentaje del candidato Jair Bolsorano, un cuarenta y seis por ciento, para ser considerado el probable ganador en el complemento del balotaje a finales de octubre. Era una elección predecible que se perfiló en las últimas semanas para dar estos guarismos. El candidato de Lula, el profesor Fernando Haddad, y el centroizquierdista, el escritor Ciro Gómez, terminaron con votaciones alrededor del veintinueve y doce por ciento, respectivamente.
Los recientes comicios presidenciales brasileños presentaron un resultado terrible en la primera vuelta con el alto porcentaje del candidato Jair Bolsorano, un cuarenta y seis por ciento, para ser considerado el probable ganador en el complemento del balotaje a finales de octubre. Era una elección predecible que se perfiló en las últimas semanas para dar estos guarismos. El candidato de Lula, el profesor Fernando Haddad, y el centroizquierdista, el escritor Ciro Gómez, terminaron con votaciones alrededor del veintinueve y doce por ciento, respectivamente.
Motivos de la votación
Evidentemente que la motivación de estos votos radica en la frustración generada por el otrora dirigente sindical Lula Da Silva, incurso en delitos contra el patrimonio público. La gente se sintió defraudada por la conducta de un obrero metalúrgico con una larga trayectoria de lucha en los años ochenta. Junto a Lech Walesa en Polonia se convirtió en el polo esperanzador de los trabajadores en el mundo.
Asimismo, se conformó el Partido de los Trabajadores, en una mixtura cristiana, marxista y gramsciana ideológicamente hablando. Fue la izquierda aglutinada alrededor de este liderazgo sindical, agrario y popular. Al principio todo fue expectativas y algunas respuestas elevadoras de la credibilidad y de ascenso de la calidad de vida del pueblo.
No obstante, el poder fue tragando a Lula y su partido, transformándose en un altoparlante del clientelismo y la corrupción. El colmo fue la promoción, comisiones mediantes, de la transnacional de origen brasileño Odebrecht. Fue una campaña donde Lula logró con sus pares jefes de Estado que dicha compañía fuera contratada. Chávez, Maduro, Kuckzynski, fueron entre otros, los presidentes que respondieron a la solicitud del primer magistrado brasileño. Adicionalmente se asoció con Michel Temer y el Partido Movimiento Democrático Brasileño, lo seleccionó como vicepresidente, compañero de fórmula de Dilma Ruseff y terminó formando tienda aparte alcanzando reemplazarla cuando fue destituida por el congreso y será presidente hasta el fin del período. Demás está decir que Temer está sujeto a investigación por corrupción, renunció a la reelección por sus bajos números y su organización política llegó séptima en esta elección con el banquero Henrique Meirelles como abanderado lo que evidencia su derrumbe en las simpatías reflejadas en los votos.
Lula agotó sus esfuerzos legales para ser candidato no obstante estar detenido por una condena por delitos contra la cosa pública pero fue infructuoso luego de trámites procesales cumplidos. Hubo en varias instancias amparos constitucionales pero al final de cuentas, no pudo ser admitido como abanderado del Partido de los Trabajadores. Es curioso pero varios estudios de opinión arrojaban la posibilidad de victoria del metalúrgico en esos comicios.
El pueblo brasileño se polarizó y se orientó hacia el reaccionario, quien seguramente triunfará en la próxima consulta en este mismo mes de octubre porque solo le resta menos del cuatro por ciento para ser ungido como presidente del gigante de Suramérica y tales números los alcanzará con el sufragio de partidos marginales. Prefirió al bárbaro que al ladrón y se volcó hacia el neofascista. Los sectores populares se inclinaron hacia el representante del conservadurismo en un alarde también de tradicionalidad. No es accidental que las experiencias fascistas hayan tenido apoyo de los de abajo, especialmente de la clase obrera.
El personaje triunfador
Bolsorano no ha engañado a nadie. Reniega de los afrobrasileño a los cuales detesta y ya tuvo una condenatoria por daños morales hacia quienes mantienen centros de cultura africana. Asimismo, ha hecho declaraciones públicas denigrantes de la mujer en un alarde misógino. Alaba a los militares, quisiera disolver el parlamento y habla pestes de los ecologistas. Ha manifestado públicamente su homofobia. Quiere reducir la edad para la responsabilidad penal, le gusta establecer el trabajo forzado a los presos y desea penalizar al movimiento de los sin tierras. Todas posiciones ultramontanas,Ha sido catalogado como la extrema derecha bien distante de Donald Trump, lo cual es mucho decir.
Se trata de un hombre primario y bien superficial, de ésos que atrae gente en momentos de crisis. Ante la resaca moral por haber apostado a Lula Da Silva ocurrió un movimiento copernicano hacia espacios sórdidos pero buscadores de soluciones in extremis ante la grave situación atravesada en el país de la samba.
El derecho de los pueblos a equivocarse
Ante una disyuntiva falsa porque no son propuestas distintas sino similares pero con diferencias de metódica, un conocido adagio señala que los pueblos no se equivocan. Pero como lo preconiza el pensador Norberto Bobbio, eso se traduce en que tienen derecho a equivocarse. Estamos en presencia de una de esas barbaridades ocurridas en la historia. Adolfo Hitler, Benito Mussolini y Juan Domingo Perón, son evidencias de esas calamidades. Fueron gobernantes con propuestas tendientes a agudizar las crisis en vez de resolverlas aunque al inicio de sus gestiones dieron la ilusión de ser una opción diferente.
Hitler escogió la expansión del complejo militar industrial como respuesta a la hiperinflación en la cual el fracaso de la socialdemocracia sumergió a la Alemania de la República de Weimar. En términos inmediatos le resultó y el pueblo tedesco como un solo hombre hizo causa común con el Führer aunque después les dio vergüenza esa expresión de apoyo. El caso del Duce en Italia fue similar y todos sabemos cómo terminó en la plaza Loreto de Milán, colgado.
Juan Domingo Perón fue toda una vorágine en Argentina. Se hizo líder de los descamisados, como llamaban a los pobres, y soportado por el aparato sindical, las denominadas 62 organizaciones y por encima de todo, las fuerzas armadas, se lanzó a conquistar a la nación y lo logró junto a su compañera Eva Duarte. Literalmente se metió en un bolsillo a este pueblo del sur y todavía, el peronismo tiene una gran presencia.
Sin embargo, destruyó la bonanza financiera derivada de la subida de los precios de la carne y el trigo una vez terminada la segunda guerra. La devastación de esta conflagración determinó ese incremento y Argentina en 1948 tenía un P.I.B. mayor que el de Canadá pero pronto se diluyó por la dialéctica del populismo.
Sin embargo, destruyó la bonanza financiera derivada de la subida de los precios de la carne y el trigo una vez terminada la segunda guerra. La devastación de esta conflagración determinó ese incremento y Argentina en 1948 tenía un P.I.B. mayor que el de Canadá pero pronto se diluyó por la dialéctica del populismo.
Las administraciones emanadas de liderazgos mesiánicos concluyen generalmente con enormes frustraciones. Centrar en una figura la respuesta a la problemática existente en una determinada nación es asaz difícil porque simbolizar en una representación mágica las soluciones terminan mal. Y las secuelas son terribles y de allí la conducta de la gente en Brasil, castigando al socialista que les ofreció el edén pero optó por la corrupción como fórmula de gobernabilidad, eligiendo a un personaje de tan baja estofa como es el extremista hasta ahora ganador.
El liderazgo de hoy en Brasil dista mucho de las generaciones anteriores. El comunista Luis Carlos Prestes, el socialdemócrata Leonel Brizola, el dirigente de las Ligas Campesinas, Francisco Juliao, y el derechista Carlos Lacerda, fueron muestras de dirigentes bien formados en todos los planos, distintos a los actuales dedicados más al clientelismo que a otra actividad.
Bolsonaro seguramente, en su política exterior, acelerará la presión sobre Venezuela para aislar aún más al actual gobierno. Son las expresiones del totalitarismo de derecha versus el de izquierda, pero autoritarismo al fin. Estamos en un túnel oscuro sin salida en la región. Es la deuda histórica de los políticos con la región.
El liderazgo de hoy en Brasil dista mucho de las generaciones anteriores. El comunista Luis Carlos Prestes, el socialdemócrata Leonel Brizola, el dirigente de las Ligas Campesinas, Francisco Juliao, y el derechista Carlos Lacerda, fueron muestras de dirigentes bien formados en todos los planos, distintos a los actuales dedicados más al clientelismo que a otra actividad.
Bolsonaro seguramente, en su política exterior, acelerará la presión sobre Venezuela para aislar aún más al actual gobierno. Son las expresiones del totalitarismo de derecha versus el de izquierda, pero autoritarismo al fin. Estamos en un túnel oscuro sin salida en la región. Es la deuda histórica de los políticos con la región.
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