Humberto Decarli
La
historia del poder estatal en América Latina se ha perfilado como de naturaleza
disciplinaria dada la dureza de la dominación, amén de la corrupción
estructural y la carencia de institucionalidad democrática. Es el devenir de la
región luego de la secesión de los imperios ibéricos y el desplazamiento de las
élites coloniales por sus sucesores criollos manteniendo incólume la relación
de dominación sobre los demás estamentos sociales, existente desde que las
metrópolis hicieron acto de presencia para ejercer la rapiña sobre estos
territorios.
Fueron
experiencias relativamente simétricas las vividas por la región en cuanto a la
génesis del Estado nacional en cada país. Excepción de Haití, una revolución
donde la africanidad se impuso al eurocentrismo, toda la región fue una réplica
inacabada de las propuestas ideológicas y culturales del viejo continente.
Nacían bajo la égida doctrinal de las ideas europeas y fueron presas del otro
colonialismo mucho más poderoso, el británico. Hasta Simón Bolívar terminó sus
días proponiendo una confederación de las naciones latinoamericanas bajo
protectorado británico.
Siempre
se discutió si éramos parte de la cultura occidental, tesis sostenida por el
eurocentrismo como herederos de la hispánica. Era algo cuestionable porque, a
pesar de la imposición de la lengua, las costumbres y la religión europeas
transmitidas a la nación separada de la metrópolis por los criollos, había
cierta mixtura mimetizada en el mainstream.
José Vasconcelos pensó en la “raza cósmica” como una entidad diferente, Simón
Bolívar trato de dar una identidad a los moradores de estas tierras y Samuel
Huntington en su conocido texto Choque de
Civilizaciones presenta a los latinoamericanos como una civilización
diferente a la europea.
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Las
naciones herederas del colonialismo español se formaron en el contexto del
mayor autoritarismo. Las élites criollas se identificaron con Europa, aparte
del idioma y la religión impuestos, con la cultura del viejo continente a pesar
de no ser estrictamente europeos. Además, el material humano empleado por
España para invadir la región fue de lo peor. Como lo ha sostenido el Dr.
Francisco Herrera Luque, los andaluces y extremeños llegados acá venían de un
proceso bélico muy fuerte con los islámicos por ocho siglos. Incluso, algunas
costumbres venían de la ideología musulmana porque tantas centurias de
dominación árabe en la península ibérica no podía pasar inadvertida; era un
catolicismo sincrético y un personal proveniente de las prisiones hispánicas
ganando su libertad a cambio de vivir la aventura de un viaje sin garantía de
nada.
El
arrase de los soldados a la orden de Colón se expresó en la violencia sexual
ejercida en las islas del Caribe a donde arribaron. Una vinculación a la fuerza
fue la razón de un mestizaje bastardo con imposición de la mentalidad española
como eje del nexo, con su idioma, religión, hábitos culturales, racismo, costumbres,
usos y la óptica hispánica predominantes.
Adicionalmente
la estructura administrativa colonial estableció rivalidades entre las
colonias, fueran capitanías generales, real audiencias o virreinatos, y los
conflictos entre esos gerentes, a la postre los criollos reemplazantes de los
españoles, dictaminaron las diferencias entre las diferentes sociedades y por
ello surgieron múltiples Estados muy centralizados en lo interno, a contrapelo
de lo ocurrido en los Estados Unidos con un Estado confederal al inicio y luego
federal y el caso brasileño donde se concentró en un solo Estado la herencia
monárquica lusitana.
Realmente
era difícil plantearse una unidad regional porque no era como sostenía Gabriel
García Márquez en su obra El general en su laberinto, de no haberse
comprendido el criterio de unión bolivariana, sino que las diferencias eran una
realidad indubitable. Una idea voluntariosa no podía pasar por encima de
prácticas sociales heredadas de la colonia, esto es, el fraccionamiento de las
áreas administrativas generadoras de diferencias irreconciliables entre ellas
incapaces de elaborarse vínculos pero si distancias profundas muy difíciles de
superar.
Además,
las élites locales, aprovechando la coyuntura de la invasión napoleónica a la
península, asumieron el poder político porque ya tenían el económico. Pero lo
hicieron a la fuerza y si bien esas oligarquías fueron quienes dieron el paso
secesionista, los caudillos populares participaron en la toma del poder
político y lo hicieron en función de sus intereses por haber ganado la guerra,
asumiendo la dirección política de las nuevas repúblicas. Habían nacido
promovidos por la violencia y en el entorno de la ausencia de
institucionalidad.
El
Estado en la zona es fundamental y mantiene un férreo control de la sociedad.
Los organismos del aparato de dominación constituyen el eje de la vida
cotidiana y el funcionario que lo dirige o gerencia es quien decide por todos.
No están muy reglados y dependen de la voluntad de la persona administradora.
Adicionalmente, el poder es concentrado para dinamizar la tutela social. El
culto a la personalidad en la vida política es frecuente porque se depende de
un líder y no de una organización o idea.
La
guerra fría coloreó a Latinoamérica y los militares y golpes de Estado fueron
la apuesta de Occidente. Los uniformados gobernaban en muchas naciones como Leónidas
“Chapita” Trujillo en República Dominicana, François Duvalier en Haití, Anastasio
Somoza en Nicaragua, Alfredo Stroessner en Paraguay, Manuel Odría en Perú,
Rojas Pinilla en Colombia, Pérez Jiménez en Venezuela, DersiBouteser en
Surinam, las élites castrenses en Brasil, Argentina, Uruguay y Pinochet en
Chile, fueron los encargados de protagonizar el esquema fáctico. Frente a ellos
se alinearon como propuesta alterna los caudillos civiles como el denominado
Club del Caribe donde dirigentes conocidos, Pepe Figueras de Costa Rica, Manuel
Muñoz Marín de Puerto Rico, PríoSocarrás y Graü San Martín de Cuba y Rómulo
Betancourt de Venezuela, configuraron una clase política cuya fachada era menos
severa que la castrense y se exhibieron ante los Estados Unidos como garantes
del establecimientosin apelar a la conducta cuartelera.
En
la medida que transcurría la Guerra Fría, el Departamento de Estado hizo una
apertura y comenzó a apoyar a los civiles a los cuales ayudó con el programa
social Alianza para el Progreso, destinado al quiebre de los conflictos
internos. Con el tiempo los gobiernos fácticos dejaron de tener sentido y se
impusieron los otros.
Norberto
Bobbio, en una obra llamada Derecha e Izquierda, sostenía que era una
categoría cambiante porque todo dependía del contexto. Así, los comunistas en
los albores de la desaparición de la Unión Soviética eran eminentemente
derechistas porque defendían el statu quo
por estar situado en el vértice de la estructura de sumisión de esa nación
mientras que los renovadores podían ser evaluados como izquierdistas.
El
problema no es estrictamente ideológico porque conforme a la tradición política
se entiende a la izquierda como el sector renovador de la sociedad mientras a
la derecha como el conservador. Empero, existe una entidad construida por una
relación social, el poder. No es una entelequia sino un nexo entre los humanos
mediante el cual una élite domina al resto de la sociedad que solo le queda
obedecer las órdenes emanadas desde el sanedrín. Es un fenómeno con mucha
vigencia en el presente y ha sido estudiado extensamente. El posestructuralismo
francés (Michael Foucault, Giles Deleuze, Félix Guatari, Jack Lacan, Lyotar,
Derridá y compañía), fue una de las escuelas que lo ha investigado a plenitud,
así como pensadores como el coreano Byung-Chul Han y su tesis sobre lo igual y
lo distinto y el posanarquismo de la mano de Tomás Ibáñez, Saúl Newman, Lewis
Call y Todd May.
El
poder estatal en América Latina ha sido una estructura heredada de los
colonialismos europeos y ha sido una praxis muy abigarrada, cerrada y
autoritaria, como hubo de serlo por su secuencia histórica. Adicionalmente, las
cúpulas criollas sucesoras del grupo colonial fueron tan autoritarias o más que
las europeas y forjaron Estados nacionales militaristas y arbitrarios. En muchos
casos el mantuanaje tuvo que coexistir con los caudillos guerreros nacidos al
calor de su potencia y se coaligaron para dominar al país. Fue el caso de
Venezuela donde esos mantuanos tuvieron que aceptar a un líder de origen
popular como José Antonio Páez pero con criterios tan despóticos como sus pares
excluyentes. Esas tendencias rígidas y conservadoras se han potenciado en la
historia republicana de la zona. Como antes lo aseveramos, cada paísmutatis mutandi, ha devenido en ascenso
de la arbitrariedad y del despotismo. Ni siquiera la división formales de los
poderes, manera de administrar la dominación, se ha practicado porque primero
está el funcionario, luego la centralización, después el armamentismo y en la
cúspide el caudillo. Ninguna institucionalidad democrática ni autonomía de los
organismos ni de las funciones.
Esta
dirección política se ha visto acompañada de una orientación económica similar
en tanto se dirige a la dependencia y la monoproducción. Las cúpulas han
aceptado de forma indubitable la divisióninternacional del trabajo, esto es,
seguir incondicionalmente las directrices de los centros mundiales de dominio.
Se traduce en haber el subcontinente atravesado la senda de la producción de
materias primas en beneficio de las transnacionales y los países de desarrollo
sostenido sin dar pasos hacia las industrias del futuro, la ciencia, la
tecnología, la investigación, el conocimiento, la inteligencia y el arte. La
educación ha sido entendida como incluyente pero ineficaz. No existe una
docencia al servicio de saltos cualitativos como la investigación y nexos con
la robótica, la microelectrónica, la biotecnología y demás expresiones
futuristas.
Adicionalmente
en materia política se ha construido unos regímenes formales donde se cumplen con
el sufragio como un rito en el contexto de la mayor duda por el ventajismo y
las martingalas propias de las mentalidades de las organizaciones políticas. Ni
siquiera se ha trascendido las llamadas democracias electorales porque la
legitimación de desempeño brilla totalmente por su ausencia. La praxis
democrática se expresa esencialmente en la cotidianidad, en el día a día donde
se ponga de manifiesto los vasos comunicantes entre la gente y los
intermediarios que dicen representarla.
América
Latina, por las anteriores razones históricas, no ha logrado llegar a niveles
de democracia. El origen de la legitimación, las elecciones, se cumple con
mucha dificultad por no haber fair play en
su funcionamiento. Y el desempeño o ejercicio de la praxis de gobernanza claramente
no alcanza ningún estadio limpio dada la arbitrariedad inherente a las
autoridades sin reglas ni normas por las cuales orientarse, dando rienda suelta
a decisiones asumidas caprichosamente. Para obtener unos planos mínimos
democráticos, hay que poner una pica en Flandes para llegar a metas políticas
sinceras. Es una tarea titánica para las nuevas generaciones de luchadores por
la libertad para saldar esta frustración histórica creada por las élites
incompetentes y de mala fe existente en la región, aupada por los factores
internacionales cuya orientación es hacia el mantenimiento del statu quo dado que les ha servido
plenamente a sus intereses.
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